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JESÚS RUIZ NESTOSA

  LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (LVII) - Que nadie diga nada en Roma - Por JESÚS RUIZ NESTOSA - Domingo, 06 de Enero de 2019


 LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (LVII) - Que nadie diga nada en Roma - Por JESÚS RUIZ NESTOSA - Domingo, 06 de Enero de 2019

 LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (LVII)

Que nadie diga nada en Roma

 

Por JESÚS RUIZ NESTOSA

 

 

jesus.ruiznestosa@gmail.com

Conforme aumentaba la presión para que los siete pueblos de las reducciones de la provincia del Paraguay fueran desocupados conforme al Tratado de 1750, aumentaban también los problemas y las tensiones en esta parte del mundo.

En medio del cúmulo de dificultades en las reducciones de la provincia del Paraguay por el traspaso a Portugal de extensos territorios y la necesidad de que los indígenas abandonasen siete pueblos que ocupaban hacía más de siglo y medio, los jesuitas tropezaban con la ola de rumores que hacían correr los portugueses que encontraban que eran los curas de la Compañía de Jesús quienes se oponían a estos traslados. La idea que se había creado en Europa, dentro de ciertos círculos, de que los jesuitas habían creado un «imperium in imperio» en la América meridional con sus reducciones de treinta pueblos, era fuente de intrigas palaciegas y campañas calumniosas contra la orden. Esta situación se había agravado porque los portugueses enviados por su corona para el trazado de los nuevos límites que separarían los territorios pertenecientes a Portugal de los de España, encontraron que los jesuitas constituían un obstáculo por su política respecto a los indígenas, por los cuales ellos, los portugueses, no sentían ningún apego. Tanto es así, que advirtieron a los nativos que si permanecían en los territorios que pronto iban a ocupar, no tendrían derecho a ningún tipo de propiedad y pasarían a convertirse en esclavos.

Los obstáculos que encontraron los indígenas de San Luis al trasladarse de su antiguo pueblo a tierras vecinas al río Miriñay, y que hicieron que decidieran regresar a su punto de origen, avivaron las ideas de que eran los jesuitas quienes alentaban esta resistencia. La negativa a obedecer al padre comisario jesuita y a otros que les acompañaban en su penoso éxodo aumentó la preocupación por los posibles comentarios adversos a la Compañía. El padre Juan de Escandón, en su relatorio al provincial, expresa su deseo de que hubiera sido bueno que los portugueses viesen que eran los indígenas quienes se negaban a obedecer y que ellos, los misioneros, no eran culpables. «Pero principalmente –escribe– lo habían de haber visto nuestros calumniadores; pues así acaso lo atribuirían, o lo podrían ciertamente atribuir a que nosotros no teníamos tan en nuestra mano la voluntad de los indios; o a que no habíamos hallado modo de poder persuadirles a dejar todas sus tales cuales conveniencias de sus pueblos y tierras, e irse a unos yermos desiertos, e infructíferos, a padecer un nuevo gran numeroso trabajo por toda su vida y la de todos sus hijos y desprendiéndose de lo que a ellos les estaba bien, y lo que les sería de mucha utilidad para en adelante con la vecindad de los portugueses, a quienes por lo mucho que los amaban les debían dejar sus pueblos y tierras, pues tanto las deseaban. Esto sí que es verdad que no pudimos persuadirles; así como no lo es por más que ellos lo sospechen, que les persuadimos a lo contrario. Pero dejemos esto y prosigamos lo otro» (1).

«Por fin se les suavizó al padre comisario y a los demás ese su pesar con saber que los lorenzistas y borjistas quienes no hallaron semejante estorbo en el camino, habían llegado con sus curas a su término, y que habían seguido a los lorenzistas varones sus propias mujeres en lo cual aunque se atravesó el reparo de que yéndose también ellas solamente se les habían de perder las sementeras por falta de que las cuidasen, y a su tiempo se las recogiese, y sin esta diligencia no se podían mantener el año siguiente, por no ser ya tiempo de siembra en el Tuyunguazu, no obstante aun le pareció al padre comisario este mejor inconveniente, y no de tanta monta como el de que así se asegurase más la permanencia de los varones en el dicho Tuyunguazu con la ida de las mujeres, esperando que se podría dar providencia para el sustento de estas y de aquellos» (2).

«Por diciembre de este mismo año se recibieron cartas en las Doctrinas con algunas noticias; una falsa y las demás verdaderas. La falsa era que con la llegada de cierto navío que acababa de anclarse en Buenos Aires, se sabía en nuestra corte en virtud de la representación que el señor virrey había hecho con el aviso que de acá le dimos se había ya deshecho el tratado. Las verdaderas y del todo opuestas a esta eran que a nuestros procuradores aun antes de llegar a Madrid para pasar de allí a Roma se les había gravemente prohibido el que ni de palabra ni por escrito representasen cosa nada que fuese opuesto a la ejecución del tratado: noticia muy consiguiente a la de que habían sido muy mal recibidos del primer ministro los 15 enviados que se les habían de aquí representado la que ya con el Jasón [barco en el que vinieron los comisarios reales] nos había tenido y ahora también de Roma se nos desaprobaba lo mismo, o a lo menos no se nos aprobaba; y se lo decía al padre comisario que usase de todo el poder que se le había comunicado en orden a la transmigración de los indios (como sin esta exhortación ya lo hacía) asegurándole que cualquier cosa que en orden a su comisión hiciese se daría en Roma por bien hecha; y a su compañero se le sustituiría en su lugar con las mismas facultades, en caso que el dicho padre comisario muriese. De todo lo cual se veía con cuanto ardor se llevaba adelante en nuestra corte de España el negocio de la de Portugal, y cuán lejos estaban ambos de desistir del tratado, el cual aunque en Portugal era tan público, en España aún no se acababa de manifestar todavía; tanto que aun se escribía de Cádiz de donde habían los comisarios que allí aún no se podía atinar con el fin de su venida a estas partes, y que por eso llamaban todavía a los dichos comisarios los ‘señores de la expedición secreta’. Tan en tinieblas andaba por allí todavía este negocio, aun cuando en Portugal y acá era tan manifiesto como la luz del medio día, y por eso podía sin mucha temeridad juzgarse, o sospecharse a lo menos, que él no le era muy favorable a España, cuando tanto se recataba de su noticia» (3).

Notas 

(1) Legajo 120, 54, Archivo Histórico Nacional de España, Madrid.

(2) Ibid.

(3) Ibid.

 

 

Ilustración de un mapa de América del Sur de 1649.

(Fuente: Biblioteca Digital Hispánica)

 

Fuente:  www.com.py

Suplemento Cultural de ABC Color - Página 4

Domingo, 06 de Enero de 2019

www.abc.com.py

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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