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IRINA RÁFOLS

  LA FUERZA - Cuento de IRINA RÁFOLS


LA FUERZA - Cuento de IRINA RÁFOLS

LA FUERZA

Cuento de IRINA RÁFOLS


Der Fuchs geht um

Der Fuchs geht um

Es gibt ein schlaues Tier herum

Schau dich um!1

Antigua canción de cuna alemana

 

Tuvo que ser fuerte de entrada porque todo se com­plotó para exterminarlo. Aún no tenía manos ni pies cuando ya tuvo el presentimiento de que fuerzas exter­nas lo iban a combatir. Cuando percibió por primera vez el sol desde el vientre de su madre, se tensó. Dio una débil patada que alertó a la madre, pobre campesina sin medios para vivir. Y escuchó rezos… Los de la madre pidiendo que no naciera. Pero una multitud de elfos se conglomeraron a la noche y a la mañana alrededor de su cuna para protegerlo. Era visto por fuerzas ocultas, mientras las enfermedades atormentaron a la madre, y las dudas, y el arrepentimiento de dar vida.

En su etapa de hombre-pez se limitó a escuchar y a esperar con la certidumbre de que su mundo era una

 

1El zorro está dando vueltas,

El zorro está dando vueltas,

Hay un animal astuto por aquí,

¡Mira detrás de ti!


lucha, su propia lucha, pobre pez sin escamas, pobre bebé-hombre. Al avanzar la gestación creció la angustia de ella. Un día, la madre, habló contra su voluntad lo suficientemente fuerte en su corazón como para que él escuchara sus pensamientos. ¿Mamá…? Y ella, presa de su propio dolor hizo como que no lo escuchaba. Una vez tomó una sustancia toxica. Él la sintió retorcerse. ¿Todo esto es por mí? Pero un doctor salvó a la madre.

Otro día, al borde de un puente, la madre con ojos apagados mira el fondo turbio del río. El bebé, cons­ciente de que algo anda mal, se mueve inquieto. Pero alguien, algo, las energías de la luz o de la oscuridad, los duendecillos de los árboles —quién sabe qué—, hicie­ron que el pie trastabillara y la madre por inercia bajara del bordecito del puente.

En el atardecer del invierno, cuando todo el paisa­je se vuelve gris y la nieve cubre el camino, la madre canturrea... der fuchs geht um… der fuchs geth um… No está contenta. Canturrea por desesperación, para no escuchar sus pensamientos oscuros. Él escucha por primera vez la melodía y siente el balance del vientre de ella en la silla de mimbre… Es gibt ein schlaues Tier herum… ¿Mamá?... Schau dich um… La madre deja de hamacarse y mira hacia la ventana. Le parece que el ruido viene de afuera, del viento de los Alpes jugando con los ecos. Mientras ella se distrae, los entes que lo cuidan le permiten ver el pensamiento de ella. Hay de todo, pero todo es ella. Los miedos de ella, las alegrías de ella, el pasado de ella y el futuro. Pero no hay un solo pensamiento sobre él, como si no existiera, como si ella pudiera negar el acontecimiento que se venía.

Y así, en los últimos meses él fantaseó con la vida. Se imaginó salir del búnker aquel y mirarla a los ojos, saber el color de sus ojos, tocarle el pelo, sentir su calor, su piel, el dulce pezón en la pequeña boca. ¿Mamá? ¿Me vas a querer cuando me veas? ¿Vas a cantar para mí?... Shhhhh… le chistaban los elfos. Shhhhh…. Y soñaba con la belleza y el amor de la madre. Y en sus sueños se estiraba feliz. Se ponía de pie, se caía, y cuando eso, al­zaba los ojos y la madre le daba la mano y lo levantaba. Y le sonreía. Juntos de la mano caminaban, corrían, ju­gaban. ¿Mamá? Hasta se imaginó la mirada dulce de la madre. Todavía fue feliz hasta que algo diferente suce­dió. El búnker tambaleó. Temblaron las paredes tibias, se escuchó el grito desgarrador de la madre. ¿Mamá, qué pasa? Tengo miedo, mamá… Tengo miedo. Tengo mie­do… Entonces ve una luz al final del túnel. Una fuerza le hace bajar. De golpe se ve inmerso en un chorro de luz. Se siente débil. Cansado. No, no, no quiero que nos separen, mamá…

Muchas manos aparecieron. Sintió una calidez in­concebible. Apenas levantó la cabeza, la vio. La madre lo miró a los ojos, le latió el corazón de golpe y los ojos se le aguaron. Ella se quedó mirándolo por espacio de unos segundos hasta que la boca se le colmó de una son­risa… Mi bebé… Mi bebé, dijo entonces, en un murmu­llo de emoción. La ayudaron a incorporarse y él se sintió deliciosamente satisfecho en los brazos de un enemigo más, vencido.

—Tu hijo es fuerte, todo lo que resistió el pobreci­to. ¿Qué nombre tendrá? —pregunta la matrona. Y ella amorosamente arrobada, responde:

—Adolf. Adolf Hitler.

 

 

 

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SEP DIGITAL - NÚMERO 6 - AÑO 1 - DICIEMBRE 2014

SOCIEDAD DE ESCRITORES DEL PARAGUAY/ PORTALGUARANI.COM

Asunción - Paraguay

 

 

 

 

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