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WASHINGTON ASHWELL (+)

  LA CRISIS DE 1913. LA CREACIÓN DE LA OFICINA DE CAMBIOS (WASHINGTON ASHWELL)


LA CRISIS DE 1913. LA CREACIÓN DE LA OFICINA DE CAMBIOS (WASHINGTON ASHWELL)

LA CRISIS DE 1913.

LA CREACIÓN DE LA OFICINA DE CAMBIOS.

Por WASHINGTON ASHWELL

 

 

            LA RECUPERACIÓN DE LA ECONOMÍA

 

Desde principios de 1909, las exportaciones comenzaron a intensificarse. Los mejores precios externos y la suba del cambio produjeron el gran incentivo. La creciente demanda del mercado argentino permitió la colocación de todo el remanente de maderas, yerbas y cueros acumulado en los años anteriores, y de las cosechas agrícolas que no habían podido ser exportadas por las condiciones adversas que hasta entonces habían prevalecido en los mercados externos. La economía argentina, que era el principal mercado paraguayo, había iniciado un período de auge. Ya a mediados de 1908, -destacan Di Tella y Zymelman-, todas las cifras del sector financiero (argentino) volvían a mostrar el progreso general del país, cuya economía no se vio demasiado afectada por la crisis de 1907.1 Con el aliciente de los mercados externos favorables, el total de las exportaciones de 1909 excedió substancialmente al del año anterior. Con ese decisivo estímulo, toda la economía entró en una fase de reactivación que se acentuaba continuamente. La secuencia del ciclo volvía a repetirse en el país. A la recesión seguía la recuperación, y luego debía venir el auge. La agricultura intensificaba sus cultivos y aumentaba sus cosechas, pero el área cultivada y el volumen de la producción no podían expandirse a una escala mayor por el freno de la mala distribución de la tierra y la insuficiencia del crédito agrícola.       

            El incremento de las exportaciones produjo la distribución de ingresos aumentados en la población rural y en los núcleos empresariales. Estos recursos nuevos ejercieron un impacto acumulativo en el gasto y el consumo internos. Parte del ingreso adicional se destinaba a la compra de bienes importados, y el resto a la adquisición de bienes de producción local y al financiamiento de inversiones nuevas. El gasto en adquisiciones e inversiones locales aumentaba a su vez la ocupación y los ingresos internos. El comercio interior se expandía.

            En una etapa inicial, las importaciones no registraron un salto inmediato. La acumulación de inventarios anteriores, que no pudieron venderse por la contracción de la demanda interna, hizo que el sector importador buscara primero descargar sus existencias en depósito para recuperar liquidez y regularizar sus créditos vencidos, antes de reanudar la colocación de pedidos nuevos en el exterior. La corta duración de la crisis había producido la congelación de activos comerciales y atrasos generalizados en la plaza, pero no provocó mayores quiebras. Completada la descarga de los inventarios, las importaciones dieron un brinco considerable a partir de 1910. El déficit resultante en la balanza comercial fue compensado en parte por la corriente de capitales que comenzó a afluir al país.

 

 

 

 

            EL MERCADO DE CAMBIOS

 

La balanza de pagos favorable revirtió el desequilibrio del mercado de cambios. Con la mayor oferta de divisas y la reanudación del ingreso de capitales destinados al acopio y despacho de bienes de exportación, la oferta excedió pronto a la demanda. Y en la ausencia de un organismo emisor que absorbiera el exceso de la oferta, la tendencia alcista de la cotización del oro experimentó una regresión. Inicialmente, la mayor afluencia de divisas y monedas extranjeras fue en alguna medida compensada por las compras que hizo el sistema bancario para reponer sus reservas metálicas. Pero muy luego, al colmarse la capacidad de absorción de los bancos, la creciente oferta entró a presionar la baja del cambio. A partir de marzo de 1910, la cotización del oro comenzó a declinar en forma creciente. En los primeros momentos, esta baja fue festejada como indicativa de la recuperación de la economía. Más tarde pasaría a ser motivo de honda preocupación, particularmente en el sector exportador, que sentía sus efectos en el aumento de sus costos y en la reducción de sus ganancias. Entre tanto, dirá con alborozo la Memoria Presidencial de 1910:

            "En el transcurso de 1909 y primer trimestre del año corriente, las cotizaciones del oro han abierto una válvula que ha permitido a nuestro comercio descargarse de compromisos contraídos en tiempos de ilusiones, en tiempos en que se veían opulencias donde no había sino vagas esperanzas.

            "El oro se ha mantenido en estos meses a un tipo más o menos fijo. Sus oscilaciones no han producido los trastornos a que estábamos acostumbrados, y, como raras veces entre nosotros, han sido poco sensibles. Las operaciones de agio no han podido tener el vuelo de otras épocas, y nuestro billete, por consiguiente, ha dejado de ser, en notable proporción, el elemento que interviniera en nuestra plaza para que el parasitismo prosperase a costa del comercio y las industrias sanas del país. 2

 

 

 

            EL DESEQUILIBRIO FISCAL

 

La recuperación económica no se vio esta vez acompañada del mejoramiento de la situación fiscal y del fortalecimiento de la estabilidad política. A pesar del aumento del rendimiento de los impuestos y de los esfuerzos realizados para poner orden en la administración financiera, los recursos no alcanzaban a cubrir la totalidad de los gastos. No obstante esa circunstancia, en los círculos oficiales se asignaba a la administración fiscal una función decisiva. El Gobierno estimaba que la recuperación de la crisis había resultado de las medidas internas aplicadas para lograr el saneamiento de las finanzas públicas. Decía al respecto el mismo Mensaje Presidencial de 1910:

            "...ha bastado el año transcurrido para que la crisis económica soportada de tiempo atrás tienda francamente a desaparecer.

            "El programa de economía que mi gobierno se impuso: el manejo ordenado de los caudales públicos; la decisión firme de no cejar en el sentido de llegar de una vez a la nivelación del presupuesto general de gastos, saldando éste con los recursos, y, en suma, la no menos firme resolución de atender escrupulosamente en lo posible los compromisos de la Nación mediante la observancia cuidadosa de las leyes y los contratos que les sean relativos, son los factores que eficazmente han contribuido a iniciar el saneamiento de nuestro ambiente, abriendo nuevos horizontes en la administración de las finanzas nacionales".

            Con esas ideas rectoras, de las cuales el Ministro de Hacienda Cardús Huerta era el principal promotor, los esfuerzos del Gobierno para poner orden en la administración de las finanzas públicas fueron extraordinarios. Los registros contables fueron puestos al día. Al efecto se consolidaron las operaciones de los años 1905/1908 para poder normalizar en adelante la anualidad del registro y balance de las transacciones fiscales. Se dictó la ley de Organización Administrativa, que restableció el orden en el manejo de los fondos públicos. En adelante, todo pago previsto en la ley de presupuesto, en ley adicional o especial, quedaba sujeto a un trámite ineludible, que al propio tiempo permitía la más amplia y rígida fiscalización. Se estableció un nuevo aforo para la liquidación de los impuestos aduaneros, lo que redundó en el aumento de las recaudaciones como en el incremento del valor de registro de las importaciones y exportaciones. Se iniciaron además, estudios para el establecimiento de nuevos impuestos. Pero no obstante estos empeños, el equilibrio fiscal no pudo restablecerse. En los próximos años, el acumulativo déficit fiscal será un factor que gravitará en forma continua sobre el sistema monetario y sobre el nivel de los precios internos. El mismo Presupuesto General de Gastos correspondiente al año 1910 fue sancionado con un déficit que debía desaparecer, según se contemplaba, reduciendo los egresos o votando recursos nuevos.

            En el cuadro siguiente, que muestra las recaudaciones y gastos fiscales del período 1905/1913, los ingresos y egresos en oro fueron convertidos a pesos corrientes a la cotización promedia del año.

 

 

            Para el mantenimiento y la intensificación progresiva de ese sostenido desequilibrio financiero se sumaron los factores siguientes: 1) la inestabilidad política; 2) el aumento de precios registrado en la plaza; 3) el intenso programa de obras públicas que el Gobierno se empeñaba en ejecutar; 4) la desviación de recursos fiscales que restaba disponibilidades al Tesoro. Una masa importante de ingresos se acumulaba en el Banco de la República para alimentar el Fondo de Conversión, y en la ausencia de un programa orientado a ese efecto, el banco los utilizaba discrecionalmente para financiamiento de sus operaciones regulares; 5) los gastos crecientes dedicados al control y aplastamiento de la oposición, a la represión preventiva de los conatos de sedición y al fortalecimiento de la capacidad represiva del ejército y la policía. Los déficits se enjugaban con emisiones inorgánicas, con créditos bancarios de corto plazo y con la acumulación de atrasos. A fines de 1913, la deuda flotante del Tesoro, excluyendo los saldos de la deuda bancaria, ascendía a $f  20.1 millones. Hacia la misma fecha, los depósitos acumulados en el Fondo de Conversión ascendían a $ oro 1.508.689.33, equivalentes a $f. 25.1 millones, suma mayor que todos los atrasos del tesoro.

 

 

            LA ANARQUÍA POLÍTICA

 

La revolución de 1904 fue el principio de una década en que la inestabilidad y la anarquía fueron sus características dominantes. Tres grupos se habían coligado para derrocar al gobierno: el financiero y las facciones cívica y radical del Partido Liberal. Luego del triunfo y a poco de haber asumido el gobierno, ese frágil frente se desintegraba con la pugna desatada entre las facciones para lograr la hegemonía en el ejercicio del poder. El Gobierno no tenía ningún contrapeso interno o externo ni ninguna motivación cívica que acicateara su unidad. En las decisiones de sus dirigentes dominaba el sectarismo político llevado a sus últimos extremos. La fuente del poder no era la voluntad popular, expresada en elecciones libres, sino el veredicto de las armas y los cuarteles. Habían llegado al poder con el arbitrio de la fuerza, y con ella se quería seguir gobernando al país. Consecuencia inevitable fue el desgranamiento y la disgregación sucesiva de hombres y facciones. Uno de los principales actores de esas aciagas jornadas confesará más tarde en el Senado, con un fuerte sesgo de amargura: 5

            "Cuando pienso que en 1904, en vez de un cambio de orientación nacional trajimos el despertamiento de nuestra combatividad mal adormecida, inyectando en los ambiciosos, la convicción de que era fácil escalar el poder, por la vía revolucionaria, me viene la tentación de no esperar más nada útil y elevado de las revoluciones y de creer que las mejores reformas han de venir, poco a poco, con los procedimientos pacíficos".

            Para la vida del país, los resultados fueron desastrosos. Los Gobiernos se establecían y se deponían a cañonazos. Con la primera desinteligencia en el seno del nuevo Gobierno, en diciembre de 1905 el sector cívico desplazó al grupo económico. El Presidente Gaona y sus colaboradores más cercanos fueron destituidos con un golpe de cuartel. El primer gobierno liberal no había durado un año. Una Presidencia interina del Dr. Cecilio Báez, que dura un año, fue sucedida en noviembre de 1906 por la del líder cívico, General Ferreira, Ministro de Guerra y director del golpe anterior. Como el Gobierno era una presa exclusiva del vencedor de turno, que debía compartirla sólo con sus adeptos, las soluciones nacionales, como el restablecimiento del orden jurídico, la vigencia de un orden democrático que permitiera la convivencia pacífica de todos los sectores de la ciudadanía, no figuraban entre sus objetivos. Ni siquiera los radicales fueron llamados a participar en la dirección del país. Destaca Jaeggli a este respecto:

            "Ferreira nombra un gabinete exclusivamente cívico. Hombres que los radicales creían ministeriales, como Gualberto Cardús Huerta -que había aportado la cuantiosa contribución concepcionera para la revolución de 1904- no son tomados en cuenta. Se acusa a Ferreira de ser exclusivista, de realizar política de grupo. Todas las autoridades políticas de la campaña son cívicos. Los radicales se sienten desplazados, injustamente postergados. "Don Eduardo Schaerer -que para la revolución de 1904 había aportado varias pequeñas embarcaciones y su habitual actividad- es destituido de su cargo de Director de Aduanas, acusado de manejos turbios".6

            Un año y medio después (julio de 1908), Ferreira fue depuesto por otro golpe militar, promovido esta vez por el bando radical. El nuevo Gobierno también se sectariza. No encaró soluciones nacionales. Falto de base popular y de vocación democrática, movilizó y aplicó la fuerza como instrumento de sustentación. Y lo hizo sin pudores ni reservas de ninguna clase. Declaró uno de sus más preclaros directores que el partido radical era joven y justificaría sus errores con su obra del porvenir. Con ese execrable argumento creyó haber justificado el gobierno de la arbitrariedad y el terror. Se organizó la represión de toda forma de disidencia. El estado de sitio se volvió el instrumento jurídico a que apelaba el Gobierno para aplastar las iniciativas individuales u organizadas en defensa de la libertad y de los derechos ciudadanos. Se crearon los campos de concentración de Fortín Galpón y Bahía Negra, donde, sin proceso legal alguno, fueron recluidos y vejados dirigentes y militantes de la oposición. En el parlamento se propuso la confiscación de bienes por causas políticas. El proyecto fue aprobado en la Cámara de Diputados pero no prosperó en la de Senadores, por la intensa campaña periodística desatada en su contra en el Río de la Plata. En la capital reina el terror, acusaba altivo y desafiante Rafael Barret, desde las columnas de un diario de la época:

            "Es que en el Gobierno reina el terror, y no hay cosa tan cruel como el miedo, cuando tiene el miedo las armas en la mano. El terror del Gobierno ve un conspirador en cada ciudadano libre, y sorprende complots en que han entrado a la vez el doctor Audibert, el médico Romero Pereira y José Bertoto. ¡Ay! Si fuéramos a escuchar al Gobierno, todo el país estaría en contra suya, incapaz de sufrirlo al cabo de tres meses. No existe semejante unanimidad, no hay, tranquilizaos, opinión pública. No hay más que terror". 7

            Año y medio después, el 25 de noviembre de 1910, asumió la Presidencia Dn. Manuel Gondra, el mentor intelectual del radicalismo. Duró apenas dos meses en sus funciones. Otro golpe de estado designó el 17 de enero de 1911 Presidente de la República al Coronel Albino Jara. En el mes de marzo siguiente se produjo un nuevo levantamiento armado que fue brutalmente reprimido. Los prisioneros capturados fueron fusilados sin más trámites. El jefe del movimiento, el dirigente radical Adolfo Riquelme, fue capturado y fusilado en Rosario. Cayó así víctima del salvaje sistema que había contribuido a establecer. Fue sepultado en una fosa perdida que nunca llegó a ser ubicada. El ensañamiento se extendía hasta a los muertos. A pesar de esos rigores inauditos, el gobierno duró sólo cuatro meses. El 5 de julio de 1911, con otro golpe militar, ascendió a la presidencia el señor Liberato Rojas, que también duró apenas otros seis meses. Al fracasar en las gestiones de un crédito externo destinado a la compra de armas, recurrió al único medio a su alcance: elevó el límite de la emisión en 30.0 millones de pesos. Pero fue ya tarde. No consiguió comprar las armas que necesitaba para defenderse. Fue desplazado por otro golpe militar. Y el ciclo se completó, pero no terminó. El poder volvió a manos de los desplazados en 1904. El 28 de febrero de 1912 asumió una corta presidencia don Pedro P. Peña, que sólo retuvo el poder por tres semanas. Otra sedición, más fuertemente armada y mejor financiada, estaba en pleno desarrollo. Dice la nota a una compilación de los mensajes presidenciales de ese período:

            "El año 1912 fue, en su primera mitad, el período más turbulento de toda la era liberal. En su transcurso se sucedieron cuatro presidentes de la República: Liberato Rojas, Pedro P. Peña (colorado), Emiliano González Navero y Eduardo Schaerer. Cuando el 1° de abril debían abrirse las sesiones del Parlamento, éste de hecho no existía. Hacía diez días (22 de marzo), que había asumido provisionalmente la presidencia, por segunda vez, el doctor González Navero. En tanto, el país vivía las última semanas de resistencia de las tropas sublevadas al mando del coronel Albino Jara, quien murió poco después".8

            El desgarramiento del país por las luchas intestinas había llegado a límites extremos. Además de las pérdidas de vidas y las inseguridades internas, su consecuencia directa fue el deplorable estado de           las finanzas públicas. La deuda interna aumentaba continuamente. La emisión de billetes se había convertido en una fuente regular de financiamiento de los gastos del Estado. El déficit fiscal era un factor permanente que gravitaba en forma negativa sobre el nivel de los precios y del cambio.

 

 

            LA SITUACIÓN ECONÓMICA 

 

Mientras los episodios de ese calvario de anarquía y de violencias se sucedían en diversas zonas del país; la economía en su conjunto, y contra toda aparente lógica, vivía un ambiente de prosperidad fundado en el alto nivel en que operaba su comercio exterior. La actividad económica tenía una dinámica propia, ajena a los vaivenes desafortunados de la política. La fuerte demanda y los precios favorables de los mercados externos podían más que las secuelas negativas de la anarquía interna y del desorden gubernativo. No obstante los repetidos levantamientos sediciosos, la circulación por los dos grandes ríos, que sirven de vías de transporte al comercio exterior, no se había interrumpido: Los mercados externos absorbían todo lo que el país alcanzaba a producir y a exportar. En 1910, una sola firma, la empresa Fassardi y Cía., exportó 16.000 vigas de cedro, lapacho y de otras especies y 7.000 metros cúbicos de maderas aserradas, en pilotes, tirantes, tablones, postes y varillas de todas clases.9 En el mismo año se exportaron 11.537 toneladas de tanino y 2.883 toneladas de yerba. Las exportaciones de tabaco y de cueros llegaron al más alto nivel hasta entonces registrado: 59.424 fardos de tabaco con 5.622.803 kilos y 313.447 cueros. Las fábricas, los obrajes, los beneficios de la yerba, los saladeros, trabajaban todos a un alto nivel de ocupación, a pesar de los combates intermitentes y de las inseguridades y violencias que se localizaban mayormente en los alrededores de las zonas esporádicamente ganadas por la sedición.

            Con el incentivo de ese elevado nivel de ocupación y de los mayores ingresos internos, las importaciones aumentaban para satisfacer la creciente demanda local de artículos de consumo y de bienes de capital. Junto con el volumen aumentado también subían los costos de los productos que se adquirían en el exterior. Con esos incrementos, el valor de las importaciones excedía año tras año al de las exportaciones. El saldo negativo de la balanza comercial era financiado con el capital que ingresaba abundante para el financiamiento de operaciones de corto plazo y para el desarrollo de nuevas explotaciones. Las inversiones proliferaban, particularmente en las actividades vinculadas al comercio exterior. Sólo el sector agrícola resultó marginado de esa ola inversionista. Los demás sectores de la economía recibieron todos un fuerte aporte con los emprendimientos nuevos que se llevaban a cabo en diversas regiones del país. En San Salvador se instaló la primera fábrica empacadora de carnes. En el sector del tanino, se construyeron o ampliaron las fábricas de Puerto Guaraní, Puerto Pinasco y Puerto Palmas. Varios establecimientos ganaderos y grandes extensiones de tierras y montes fueron adquiridos por inversionistas extranjeros. En la capital, el concesionario Juan Carosio inició las instalaciones de los servicios de luz y de una red de tranvías eléctricos. Pero la inversión más gravitante de aquel momento fue la de un consorcio de capitales extranjeros presidido por un empresario norteamericano, el Sr. Persival Farquhar, que con sus audaces proyectos buscó desviar hacia el Brasil la ruta del comercio exterior y monopolizar, no sólo el transporte ferroviario, sino también el comercio de algunos de los principales productos de exportación del país.

 

 

            EL TRIUNFO RADICAL

 

Un emprendimiento de la magnitud contemplada por ese consorcio no podría haberse iniciado en el marco de inestabilidad y anarquía que reinaba en el país. Para el adecuado desarrollo de los numerosos proyectos que tenía en vista, sus directores deseaban que primero se restableciera el orden y la estabilidad de las instituciones públicas, y que luego se pusiera término a las incertidumbres e inestabilidades del sistema monetario y cambiario. Con esas preocupaciones en mente, el agente del consorcio, el Sr. Manuel A. Rodríguez, un ejecutivo brasileño que se desempeñaba como Director-Gerente de la empresa propietaria del Ferrocarril del Paraguay, entró en negociaciones con dirigentes del grupo radical para proponerles el financiamiento de la revolución mejor armada que hasta entonces se había llevado a cabo en el país.10

            No fue una aventura irresponsable sino una inversión calculada y de alta rentabilidad. El grupo invertiría 350.000 libras esterlinas para la compra en Inglaterra de barcos, armamentos y municiones. En compensación por este gasto, el consorcio debía recibir, después del triunfo de la revolución, la suma de 750.000 libras. Y lo más importante, contaría en adelante con el favor y el apoyo del nuevo gobierno para la ejecución de sus proyectos.

            Las armas fueron adquiridas en Londres a la firma Vickers Son and Maxim. Fueron luego transportadas al Paraguay en barcos también comprados por el consorcio. El material adquirido incluía 20 cañones de grueso calibre, ametralladoras, fusiles, uniformes y equipos de comunicaciones, un arsenal suficiente para armar un ejército de más de 5.000 hombres. Representaba un potencial de fuego que por su calidad y cantidad excedía considerablemente la capacidad de resistencia del ejército oficial.

            La revuelta radical se inició en noviembre de 1911 con el arribo de la flota revolucionaria al sur del país. Dos naves armadas desembarcaron en la ciudad de Pilar, donde se constituyó un Gobierno provisional presidido por el Señor Eduardo Schaerer, quien había representado al radicalismo en las negociaciones con el consorcio. Al mismo tiempo, otras dos embarcaciones igualmente armadas remontaban el Paraná rumbo a Encarnación. Desde esos dos puntos comenzó el avance revolucionario sobre la capital. El 21 de marzo de 1912, las tropas rebeldes tomaron la Asunción e instalaron el Gobierno Provisional de Dn. Emiliano González Navero. Combates aislados proseguían en diversas zonas del país. El último foco de resistencia fue aplastado el 11 de mayo siguiente en las inmediaciones de Paraguarí. "Gran número de prisioneros, refirió Freire Esteves, caía (allí) en manos de los vencedores, y fueron fusilados y martirizados numerosos de ellos''. 11 Días después expiraba el Jefe de las tropas vencidas, el Coronel Jara, a consecuencia de heridas recibidas en la batalla de Paraguarí. Los primeros objetivos del consorcio y de la revolución se habían logrado. Poco después, el Ministro Británico en Buenos Aires informaba al respecto a su cancillería:

            "El Sr. Rodríguez habló del éxito de los gondristas con satisfacción no disimulada. Agregó que la estabilidad del presente gobierno debería ser larga y que todo estaba apuntando a un auge inmediato en todo el Paraguay, un desarrollo rápido de los recursos del país, y un incremento espectacular en el comercio. Me afirmó asimismo que en las próximas elecciones de junio del Sr. Schaerer sería elegido sin duda alguna como Presidente, y que esta elección sería la más beneficiosa para el Paraguay. El Sr. Secretán, que se unió a nuestra conversación, habló en forma abierta de sus propios esfuerzos exitosos en el refuerzo de la flota revolucionaria. Rodríguez agregó que el secreto de las armas y las municiones para los buques se había mantenido muy bien. Es obvio que la vigilancia de las autoridades argentinas, que hizo que los buques fueran revisados cuidadosamente en el puerto de Buenos Aires, fue eludida exitosamente.

            "Rodríguez comentó a un importante director de un ferrocarril británico, la semana pasada, que él mismo había gastado 350.000 libras en la revolución, pero que toda esa suma vendría rápidamente de vuelta ahora que los seguidores del Sr. Gondra se encontraban en el poder".12

            Según estimaciones de observadores diplomáticos, más de 5.000 personas habían perecido en los combates y acciones armadas en el corto período de noviembre de 1910 a mayo de 1912. El 15 de agosto siguiente, después de un proceso eleccionario en que se votó un solo candidato, fue elevado a la Presidencia de la República el Sr. Eduardo Schaerer. Culminaba allí el período revolucionario y debía comenzar el Gobierno la nueva etapa de su administración. El Cónsul Británico Oliver en Buenos Aires, describe Herken, en un extensísimo despacho político confidencial de comienzo de 1913 sintetizaba con mucha agudeza el sentido subterráneo del triunfo radical:13

            "Debe ser remarcado que el serio carácter de la revolución radical fue debido a la asistencia otorgada por un grupo de personas de Buenos Aires. El líder de este grupo fue el Sr. Manuel Rodríguez, Presidente del Paraguay Central Railways Company (PCRC), una corporación británica, y representante en la República Argentina de los intereses de Farquhar, y los adherentes fueron capitalistas argentinos y de otras nacionalidades que poseen tierras u otros intereses en el Paraguay. Este sindicato parece haber adelantado cerca de L. 350.000 a Schaerer, Gondra y el resto, con el objetivo de establecer un gobierno receptivo a sus influencias. Se puede creer con confianza que los mismos no están interesados en el establecimiento de un buen gobierno per se, pero sin duda alguna calcularon que con la ayuda del grupo a quienes virtualmente ubicaron en el poder, estarán en condiciones de desarrollar negocios industriales y otros especulativos en los que se embarcan. Indudablemente, gozarán de una posición preferencial para obtener concesiones e inversiones favorables".

 

 

            LAS INVERSIONES DEL GRUPO FARQUHAR

 

Apenas consumado el triunfo revolucionario, el sindicato Farquhar comenzó a desarrollar sus inversiones en el Paraguay. Asumió el control del ferrocarril del Paraguay a través de la participación accionaria de la Brasilian Railways Company, una empresa multinacional que estaba iniciando la construcción de una línea ferroviaria que conectaría el puerto de San Francisco en el Atlántico y la localidad de Yguazú a orillas del Paraná. Había adquirido ya la concesión de la línea de la Asunción a Guairá, con vista a conectar el ferrocarril paraguayo con la línea brasileña al puerto de San Francisco, al sur de Paranaguá. En octubre de 1912 se inició la construcción del ramal Borja-Yguazú. Con esta línea se buscaba a la vez, aprovechar mejor los bosques del Caaguazú, donde la Compañía Argentino-Paraguaya de Maderas, integrante del consorcio, tenía grandes extensiones forestales, y desviar el tráfico fluvial por Buenos Aires del comercio paraguayo, hacia el puerto de San Francisco. Con ello se eliminaría un recorrido de alrededor de 4.000 kilómetros, correspondientes al tramo San Francisco, Buenos Aires, Asunción, con la consiguiente reducción de costos.

            Ya con el control de la empresa Paraguay Central Railways Co., se aceleraron los trabajos para unir el ferrocarril paraguayo con el sistema argentino a través de Encarnación. El servicio quedó habilitado en el año siguiente de 1913. Las acciones de la Brasilian Railways Company en el ferrocarril del Paraguay serían luego transferidas a otro consorcio multinacional del mismo grupo, la Argentina Railways Company que abarcaría además importantes empresas ferroviarias de la Argentina.

            En los planes del consorcio, el desarrollo ferroviario tenía una importancia dominante. Controlar el transporte era controlar el comercio de la región. Ya en 1910, destaca Herken, Farquhar expresaba a sus asociados que la potencialidad del Paraguay era mucho mayor de lo que se pensaba, y que lo único que se necesitaba eran medios de transportes para abrir las ricas posibilidades de la región del este y del sur del país.14

            Una empresa del consorcio, la Asunción Light and Power Company Limited, subsidiaria de la Paraguay Central Railways  Co. asumió la concesión definitiva para la electrificación de los tranvías de la Asunción y las obras e instalaciones para la provisión de luz y energía al área urbana de la Asunción. La compañía obtuvo, además, el derecho exclusivo de libre importación de todo el material eléctrico para las instalaciones del servicio y de las conexiones domiciliarias e industriales. Con ese privilegio se convirtió en la proveedora única de esta clase de materiales, ya que con la exención del impuesto aduanero, que oscilaba entre el 30 y 40 %, ninguna otra firma podría haberle hecho competencia.

            Adquirió el consorcio el paquete accionario mayoritario de la Industrial Paraguaya, S.A., la mayor exportadora de yerba del país y dueña de 8.550 millas cuadradas de tierras y bosques.

            Constituyó la empresa "Paraguay Land and Cattle Co.", que compró 8.600 millas cuadradas de tierras y campos en el Chaco. Estas propiedades serían transferidas más tarde a la "Internacional Products Corporation", una empresa que se establecería en el país para la explotación de la madera de quebracho y la preparación de extracto de carne.

            Según informaciones diplomáticas de la época, intentó la compra de todas las fábricas de extracto de quebracho que operaban en el país, así como de todos los quebrachales del Paraguay, gestión que no pudo concretarse.

            La revolución radical y el gobierno por ella establecido en el país tenían así fuertes raíces y ataduras económicas.

            "El conjunto de sus inversiones en tierra, ganadería, yerba mate, industria forestal, ferrocarriles, tranvías, energía eléctrica y otros sectores, así como su alianza con influyentes grupos políticos" -destaca Herken, de quien hemos extractado la información anterior sobre las actividades salientes del consorcio-" constituyó una concentración de poder económico y político que, por más breve que haya sido, no tiene parangón en la historia de la primera mitad de este siglo en el Paraguay".15

            Las actividades empresariales del consorcio se extendían a todo el cono sur del continente. El grueso de sus inversiones estaba localizado en el Brasil. Además de la mencionada Brazilian Railways Company, incluía la concesión del ferrocarril de Sorocabana, la Brazil Land Cattle & Packing Co., propietaria de la estancia más grande del mundo, con 200.000 cabezas, establecida en unos 8.000.000 de acres de campos, de la primera planta empacadora de carne del Brasil, en San Paulo, y del primer depósito refrigerado en el puerto de San Francisco. La concesión del ferrocarril de Madeira a Riberalto le daba el derecho de compra de 9.200.000 acres de tierras adicionales a 1 1/2 centavos de dólar por acre, para campos de pastoreo y a 17 centavos de dólar para tierras de árboles de caucho.16 Sus inversiones en el Brasil se expandían y diversificaban continuamente. En la Argentina entró a participar en la consolidación de diversas líneas ferroviarias. Tenía, además, inversiones en el Uruguay y en Bolivia.

 

 

            LA ACCIÓN DEL NUEVO GOBIERNO

 

Poco después de instaurado el Gobierno radical, el 20 de mayo de 1912, emitió el decreto reservado, sin publicidad en el diario oficial, por el que declaraba deuda del Estado el empréstito contraído por el comité revolucionario, y todos los gastos realizados durante la campaña victoriosamente terminada. La deuda así endosada al Gobierno ascendía $ oro 1.700.000.17 En dicho monto quedó incluido el crédito del Sr. Rodríguez.

            Al trascender al conocimiento público la transferencia de esa deuda, su legitimidad fue objeto de acerbas críticas por parte del grupo disidente del mismo partido. El Gobierno se vio obligado a asumir su defensa. Después de haber argumentado que en el pasado, en 1904, los cívicos habían hecho lo mismo, el órgano periodístico del partido de gobierno expresó lo siguiente:

            "Nuestro partido no tenía ni siquiera la libertad de vivir en el país ni contaba con representantes diplomáticos en Europa para tratar abiertamente con las fábricas la adquisición de buques, de cañones y de las armas que hoy están al servicio de la Nación.

Una vez adquirido el armamento y material que hoy es del gobierno, hubo que transportarlo en largos y arriesgados viajes expuestos a mil peripecias y sujetos a contratiempos que fue menester allanar.

            "Iniciada la campaña, ésta duró varios meses en que fue sostenida exclusivamente con recursos en efectivo, abonándose al contado todos los gastos, a diferencia del gobierno que no pagó un centavo, cual ocurrió con el movimiento de 1904. Todos los consumos y perjuicios causados por ambos beligerantes, gobierno y revolución, fueron reconocidos posteriormente por el Estado, en ambas ocasiones. Pero sólo una parte de los gastos de guerra, originados por la revolución radical, ya en la última etapa de la misma, son los que no fueron abonados entonces y pueden motivar pagos ulteriores.

            "¿Con qué derecho y justicia habría que negarse el pago de las requisas y gastos hechos al contado por el movimiento radical, cuando no se han negado los efectuados en 1904, y aún después de derrocados de hecho los gobiernos constituidos en 1911, la nación se hizo cargo de las indemnizaciones debidas por los agentes de las diversas facciones que quedaban en armas?.

            "¿Cómo ni con qué criterio se ha de reconocer la validez, legitimidad y procedencia de todos estos gastos de guerra, y sólo se han de impugnar y desconocer los del movimiento radical?.

            "Una reflexión más para terminar estas líneas en que apenas esbozamos la cuestión, sin tiempo ni espacio para dedicarle toda la amplitud que se pudiera darle. A raíz del movimiento análogo de 1904, en que por cierto no hubo menester de comprar un solo buque, porque se empezó contando con el propio del gobierno, y los demás fueron tomados a la fuerza, si bien en definitiva tenía que pagarles la nación, apenas terminado el movimiento se devolvieron al contado y sin demora a los contribuyentes sus respectivos aportes.

            "¿Lo han olvidado acaso nuestros impugnadores? No lo creemos, y dejamos a su propio juicio este sugestivo precedente que es obra de ellos mismos.

            "Pero tratándose de la deuda de los armamentos y de los gastos de la contienda hechos por el partido radical, reconocidos y legalizados después por el gobierno pareciera como que las deudas cambiaran hasta de naturaleza y que no debe atenderse el menor servicio, tan siquiera el de interés de la misma.

            "Son curiosas las evoluciones que experimenta el criterio de los que viven obcecados por la venda de las pasiones políticas y así razonan y atacan".18

            Se reproducen estos conceptos no para recoger los argumentos de la legitimidad o ilegalidad de la deuda así contraída, sino para acreditar la existencia del financiamiento y de su reconocimiento y pago posterior. Este financiamiento fue conocido en el país durante mucho tiempo como el préstamo del "portugués Rodríguez". Pero nadie entrevió el trasfondo y los alcances de esa operación. Fue sólo en 1984 cuando las investigaciones de Herken Krauer en los archivos de la Cancillería Británica y en la bibliografía norteamericana pusieron en evidencia la participación principal y las intenciones reales del grupo Farquhar en ese negociado.

 

 

            LA CUESTIÓN MONETARIA

 

Con las incertidumbres asociadas a la convulsión revolucionaria y la gravitación del aumento del gasto público financiado con billetes de la emisión de 30.0 millones de pesos autorizada por ley del 12 de enero de 1912, el cambio comenzó a elevarse en forma progresiva. El mayor costo de las importaciones incidía en el aumento continuo de los precios internos. Ese ambiente de inestabilidad del cambio y de aumento de los precios volvió a poner de actualidad la cuestión monetaria. Dijo el mensaje Presidencial de abril de 1913, el primero que presentaba el gobierno radical:

            "Entre los problemas económicos que tan de cerca están vinculados a la suerte del país, el monetario es sin duda el de más interés; y es ocioso decir cuántas y cuáles las ventajas que de resolverlo acertadamente se seguirían.

            Establecer una relación determinada de cambio con el patrón universal y poder mantenerla, tal es el punto de mira de los planes del Gobierno".19

            Para ese fin, el Gobierno inició negociaciones con el Banco de la República, que para entonces se había constituido en el banco más importante del país. Buscaban las nuevas autoridades la aplicación de la convertibilidad contemplada en la ley de diciembre de 1907. El banco, que movilizaba activamente recursos de la plaza, y contaba para el financiamiento de sus operaciones con todo el caudal de los depósitos del Estado y de los fondos que se acumulaban con el objeto de la conversión, no tenía ningún interés en asumir los riesgos de la convertibilidad sino continuar operando como banco comercial con todos los privilegios que la ley le acordaba. Ante la presión del Gobierno se ratificó en su posición de que para que la conversión pudiera llevarse a cabo era indispensable que el Gobierno rescatara primero la totalidad de los billetes en circulación. Esa posición era totalmente absurda y sin ningún fundamento teórico. Era una excusa dilatoria para no cumplir los compromisos asumidos. Pero al mismo tiempo, la conversión a la tasa del 1.000% , prevista en la ley era irrealizable, ya que el cambio en la plaza excedía la cotización del 1.500% . La resistencia del Banco hizo que el Gobierno endureciera su posición. Comenzó muy luego a plantear la necesidad de modificar la ley orgánica del Banco de la República. Sostenía entre sus argumentos qué:

            "...puede llegarse al desiderátum de una moneda sana, sin pasar antes por el sacrificio que impone la obligación de redimir toda la emisión circulante, tal como manda la ley de aquel establecimiento. Esta opinión está abonada por el ejemplo de otros países y por los principios en que se funda la emisión bancaria. Salvo raras excepciones, los bancos emisores no tienen en sus arcas un encaje que represente el contravalor en oro de todos sus billetes. En esta observación se funda el precepto de la Ley del Banco de la República del Paraguay que le autoriza a emitir por el triple de su encaje, y siendo así, nada se opone a que los billetes del Estado puedan hallar la estabilidad de su valor sin que sea preciso su íntegro rescate o un encaje equivalente a su total.

            En consecuencia, mi Gobierno cree que la obtención de un medio circulante adecuado, puede hallarse por medios menos onerosos y en más breve tiempo que el que impondría la subsistencia del régimen creado por la ley actual del Banco de la República".20

            Con ese pensamiento, el Gobierno aceleró las negociaciones para la rescisión de la concesión del Banco de la República. Al mismo tiempo autorizó la gestión de un empréstito externo que tendría por mira el pago de deudas, la conversión del papel moneda y el fomento de la producción. Había, además, otros intereses en juego. La cancelación del contrato del Banco le permitiría al Gobierno disponer de los importantes recursos del fondo de Conversión, con los que pensaba cumplir compromisos pendientes y constituir un nuevo organismo al que encargaría de la administración monetaria.

           

 

            LA MODIFICACIÓN DE LA LEY DEL BANCO DE LA REPÚBLICA

 

El Gobierno podría haber simplemente cancelado los privilegios del Banco por el incumplimiento de las obligaciones que había asumido respecto a la conversión y a la incorporación de capitales nuevos, pero en cambio, con un falso sentido de legalidad, decidió negociar y lograr el consentimiento del Banco mediante el pago de una onerosa compensación. Con ese criterio, por ley del 25 de septiembre de 1914 se autorizó al Gobierno a acepar las exigencias del Banco de la República y a modificar la ley del 26 de diciembre de 1907, en los términos siguientes:

            1º) El Banco de la República cesaría en sus funciones de agente financiero del Gobierno tan pronto quedara cancelada su deuda con la institución o cuando se creara una Caja de Conversión o una Oficina de Cambios.

            2°) Cesaría, además, el Banco en sus funciones de depositario exclusivo de los fondos públicos y judiciales.

            3°) Se reducía la emisión menor a $ 5 por habitante.

            4°) Conservaría el privilegio de emisión hasta el doble del capital integrado en oro.

            5°) Los billetes emitidos por el Banco tendrían el valor de 10$ por l $ oro sellado, y deberían ser recibidos por el Gobierno como oro efectivo, a esa tasa.

            6°) Para el cobro de las obligaciones en oro sellado que los deudores quisieran pagar en moneda legal, el Banco fijaría diariamente el tipo de cambio correspondiente.

            7°) Desaparecía la representación del Gobierno en el Consejo de Administración del Banco.

            8°) El Banco conservaba su carácter de Banco Mixto, y se le mantenían todos los privilegios y exenciones impositivas sobre sus edificios y operaciones y la exención del servicio militar para sus empleados.

            9°) En compensación por esas modificaciones, el Estado se obligaba a:

            i) pagar al Banco de la República los gastos de su constitución, que ascendían a $ 270.000 oro sellado. Este gasto, que fue una mera imputación contable, era a todas luces exorbitante e injustificado. Evidencia de ello es que el capital inicial del Banco de Londres y América del Sud que se estableció después en la Asunción fue de sólo $ oro 250.000.

            ii) devolverle las utilidades acreditadas al Gobierno en la cuenta de conversión, que ascendían a la suma de $ 160.000 oro sellado.

            iii) abonarle el importe de la diferencia sobre la suma de $700.000 oro entre el tipo de 1.400% y el que se estableciera en la ley que se pudiera dictar para la conversión del papel de curso legal, siempre que el cambio de esta ley fuese más alta que aquél.

            En pago de estos compromisos y de las letras e intereses adeudados al Banco Francés del Río de la Plata, el Gobierno entregó al Banco, de los fondos de conversión, la suma de 490.856.91 $ oro, y quedó pendiente de pago un saldo de 180.000 $ oro. El Banco devolvió al Tesoro el saldo de 757.827.42 $ oro. No hizo ninguna compensación por los beneficios obtenidos con la utilización de todos los fondos fiscales durante seis años. En una palabra, capitalizó en efectivo el valor de los supuestos gastos realizados para el establecimiento del banco, cobró toda la deuda que el Estado tenía con la institución y siguió manteniendo todos los privilegios y exenciones originales, inclusive la facultad de emisión de billetes convertibles, que nunca llegaría a ejercerla. Resulta evidente que para el Banco el arreglo fue un gran negocio.

 

 

            LA CRISIS ECONÓMICA

 

Mientras estas tratativas se desarrollaban y formalizaban en el país, la economía mundial estaba experimentando un vuelco fundamental. Con el pánico suscitado en los centros europeos por el desencadenamiento de la guerra de los Balcanes y la crisis Ulster, los mercados de capitales experimentaron una aguda retracción. Hubo una fuerte contracción de liquidez en Europa y en los Estados Unidos de Norteamérica. En ambos centros industriales subieron los intereses, y cayeron las cotizaciones de las acciones en los mercados de valores. La actividad manufacturera experimentó una intensa declinación. Con ella disminuyeron abruptamente la demanda de materias primas y el financiamiento al exterior. La contracción recesiva se proyectó multiplicada a la periferia. Poco después se desataba la primera guerra mundial, que vino a trastornar con sus efectos, los procesos cíclicos y seculares de la economía y el comercio internacional.

            Hacia 1913 se hizo ya sentir en la Argentina la menor afluencia de capitales, que en 1914 se interrumpió definitivamente. El receso de 1913, provocado por el cese del flujo de capitales, dicen Di Tella y Zymelman, se convirtió en depresión en 1914, a medida que el número de quebrantos comerciales aumentaba, causando una paralización de la actividad económica.21 Al estallar la guerra, en 1914, añaden ambos autores, la situación algo pesada se transformó en pánico. En la Bolsa de Comercio se redujeron las transacciones a niveles insignificantes, disminuyó la circulación; y, junto con ella, los depósitos bancarios, los préstamos y adelantos. Hubo corrida de bancos, y el gobierno declaró moratoria general y feria durante una semana. Las quiebras, que habían aumentado en 1913, se duplicaron en 1914, y los precios de importación se elevaron, mientras los de exportación se mantuvieron estables.22

En el Paraguay, el flujo de capitales y las inversiones financiadas con recursos externos cesaron en el segundo semestre de 1913.

            Como en los dos últimos años, las importaciones había aumentado considerablemente con la ayuda del financiamiento externo, los vencimientos y las obligaciones de pagos en divisas se habían acumulado, y desde fines de 1913, entraron a presionar en la demanda de cambios. Las deudas asumidas para aumentar las importaciones tenían que pagarse en momentos en que la plaza comenzaba a experimentar una contracción de su liquidez. En los bancos se acentuaban las dificultades para hacer efectivos los créditos y las cobranzas. Se produjo entonces una escalada en la cotización del oro. A los pocos meses, el cambio fluctuaba por encima de 2.000 pesos, con tendencia al aumento. Con esas incertidumbres del mercado, los bancos procedieron a convertir las renovaciones de sus créditos y a hacer sus nuevas colocaciones exclusivamente en oro sellado, exigiendo, además, como norma corriente, la garantía de hipotecas de primer orden. En medio de ese ambiente lleno de incertidumbres e inquietudes, llegó al país la noticia de la iniciación de la guerra europea y de la moratoria bancaria de Buenos Aires. Ante la alarma que cundió en la plaza, el Gobierno declaró feriados los días 6, 7, 8 y 10 de Agosto de 1914, postergando así los vencimientos de las obligaciones civiles, comerciales y bancarios y los términos y plazos judiciales. Decía el considerando del Decreto 2257 dictado el 6 de agosto de 1914:

            ". . . las circunstancias especiales producidas por los acontecimientos que se desarrollan en Europa, han obligado a las autoridades de otros países a declarar una moratoria general y a suspender el giro bancario y . . . esta medida obliga al Gobierno a dictar medidas urgentes en defensa de los intereses nacionales que sufren por la suspensión universal de pagos. . . mientras se deliberen resoluciones definitivas ".23

            Para aliviar el congelamiento de carteras que confrontaba el sistema bancario, por ley N° 90 del 14 de agosto siguiente se autorizó al Banco Agrícola a conceder préstamos a los Bancos de la plaza hasta la suma total de 25.000.000 de pesos de curso legal. Para ese fin, el Banco Agrícola quedó facultado a emitir hasta esa cantidad. Los préstamos tendrían un plazo no mayor de un año. Debían ser amortizados en cuotas a los seis, nueve y doce meses. Devengarían el interés del 9 %, y serían garantizados con documentos de las carteras de los bancos; no podrían exceder del 70% del valor de los documentos recibidos en caución.

            Al mismo tiempo se declaró una moratoria de 120 días para las obligaciones en oro y en moneda extranjera. Este plazo fue luego prorrogado en diversas ocasiones. La moratoria no afectaba el derecho de presentar letras de cambio a la aceptación ni al cumplimiento de los trámites legales establecidos para conservar la validez de los documentos. El acreedor de una obligación en oro o en moneda extranjera podía exigir su pago como si la moratoria no existiese, con tal de convertir su crédito a moneda de curso legal, al tipo oficial fijado para la percepción de los derechos fiscales.

 

 

            EL DETERIORO FISCAL Y CAMBIARIO

 

Con la contracción de la economía y la caída de los ingresos aduaneros, el deterioro que arrastraba el sector fiscal se intensificó grandemente. La disminución de los ingresos aduaneros fue consecuencia de la reducción del comercio internacional. Particularmente las importaciones habían declinado en forma substancial. Los gastos del tesoro, en cambio, mantenían su tendencia ascendente, que reflejaba tanto el aumento de los precios internos como el mayor costo del ambicioso programa de obras públicas en ejecución. Los déficits se acumulaban año tras año.

 

 

            La Memoria Presidencial de abril de 1915 trajo la siguiente relación de la situación que reinaba en la plaza:

            Una profunda crisis ha afectado la vida económica de todos los países del mundo durante el año pasado. El Paraguay ha sufrido intensamente a consecuencia de ella. Su comercio exterior se ha reducido en las siguientes proporciones: las importaciones bajaron de $ 8.119.997.09, correspondientes a 1913, a $ 5.149.464.99 oro. Las exportaciones viéronse reducidas de $ 5.630.929.13 a $ 4.584.358 oro.

            "La balanza mercantil, a pesar de la mayor disminución de las importaciones, continúa siendo desfavorable. Las cifras del comercio exterior durante el quinquenio arrojan un saldo contrario de $ 7.600.000 oro. Esta circunstancia seguramente es uno de los factores principales del profundo desorden a que ha llegado el cambio monetario.

            "La depreciación súbita de la moneda nacional ha causado una situación de extrema gravedad debido a que una parte muy importante de las obligaciones de la plaza han sido contraídas en oro sellado y a un cambio considerablemente inferior al actual. La ley de moratoria para las obligaciones en oro, dictada en agosto por cuatro meses, y prorrogada más tarde hasta el 31 de mayo del año en curso, ha impedido que hasta ahora se sientan todos los efectos de la depreciación. Es menester preparar la vuelta a la normalidad en el régimen de los contratos fiduciarios, y evitar al propio tiempo, en cuanto fuere posible, que los deudores soporten todo el peso de la crisis. Para obtener estos resultados, no bastan los medios de carácter gubernativo, y espero encontrar el necesario apoyo para realizar una obra de tanto interés público".26

            Con el aumento del circulante y la interrupción de la afluencia de capitales del exterior, el deterioro del cambio se acentuó aceleradamente. A fines de diciembre de 1914, el oro se cotizaba ya al 2.300. Al mes siguiente saltaba a 3.675 $ por cien pesos oro.

 

 

 

            EL PROYECTO DE LA OFICINA DE CAMBIOS

 

Con el evidente propósito de contener el deterioro del cambio, el 3 de septiembre de 1914, el Gobierno elevó al Congreso un proyecto de Ley que proponía la creación de la Oficina de Cambios. Su objetivo sería regular el mercado de cambios y preparar un régimen que asegurara su estabilidad completa.27 Con el sistema propuesto se buscaba conservar la circulación interna del papel moneda y asegurar su conversión para los pagos externos, sin los inconvenientes de las bruscas e intensas fluctuaciones de su valor. El proyecto fue patrocinado por el Ministro de Hacienda, Dr. Gerónimo Zubizarreta. En su preparación contó con el asesoramiento del Dr. Rodolfo Ritter, un economista ruso radicado en el país, que en una serie de artículos publicados en el "Economista Paraguayo" había abogado por la intervención del Estado en la formación del cambio.

            La Oficina proyectada tendría las funciones siguientes:

            a) Emitir, canjear y convertir billetes.

            b) Comprar y vender giros en oro sellado sobre el exterior.

            El esquema propuesto era similar al de los proyectos de Moreno y de Sosa. Tenía por fundamento el mismo diagnóstico de la concentración excesiva del cambio en manos de un reducido número de exportadores, y proponía igualmente la expropiación del producto de las exportaciones de cueros, como instrumento de regulación de la oferta, para buscar el equilibrio y la estabilidad en el mercado cambiario. La intervención del Estado se consideraba necesaria para corregir los desarreglos que las fuerzas naturales del mercado producía. Decía el Mensaje del Poder Ejecutivo:

            ". . . dejar todas esas fuerzas abandonadas a las acciones y reacciones que producen, sin instituciones públicas que las regulen, sin control alguno, movidas por el interés privado, es darles pábulo estimulando las perturbaciones y monopolios odiosos que crean".

            Para intervenir en el mercado de cambio, decía el mensaje, se hacía necesaria "la formación de un encaje en oro, suficiente para cubrir la eventualidad de la presentación de una gran masa de billetes". Y no pudiendo hacerse efectiva la operación de crédito autorizada por la ley de 28 de noviembre de 1912, a causa de los acontecimientos políticos que sacudían a Europa, el Gobierno estimaba que no debía esperarse que la vuelta a la normalidad la hiciese posible y que, en cambio, debía concentrarse la vista en los recursos propios del país para estructurar una solución.

            "El principio en que el proyecto se funda -añadía el mensaje- puede enunciarse diciendo que los países de papel moneda inconvertible, aun cuando se hallan en la categoría de los de balanza económica adversa, pueden mantener el cambio internacional dentro de variaciones muy limitadas, mediante una reserva en oro constituida en el exterior, dando a cargo de ellos giros, en cambio del billete nacional a un tipo dado, para asegurar de esta manera un precio estable a la mercadería oro, y modelar sobre ese precio todas las transacciones particulares relativas a ella.

            "Carlos Conant, a quien se debe el mérito de haber elevado a la categoría de sistema científico la reforma monetaria que los ingleses hicieron en la India, enseña que la experiencia ha demostrado, que aún en circunstancias no normales, ha bastado una reserva de oro que sea igual al 30 o 40 por ciento del importe de la circulación de los billetes, para conservar la relación de cambio establecida entre la moneda del país y el patrón universal, y por eso la preconiza como la mejor política monetaria para los países americanos. En los casos de afluencia de pedidos de giros sobre el exterior, la contracción del billete nacional que en el interior del país se produce, al par que disminuye el medio de adquirir oro, reacciona sobre la balanza económica por la disminución de los consumos, y tiende al equilibrio momentáneamente alterado.

         "Mientras no sea posible formar esa reserva y fijar un valor al papel moneda, el proyecto atiende a las necesidades del cambio y a la preparación del tipo futuro de conversión, que los hechos vayan indicando como el más conforme con la capacidad económica del país, mediante el procedimiento de la compra y venta de giros sobre el exterior. Esta operación ayudará eficazmente a la valorización paulatina del papel moneda primero y a su estabilidad después. La plaza podrá contar con una buena parte del oro que el país produce, pero sólo para lo que realmente esta moneda se necesita, es decir, para el pago de las deudas con el exterior que no puedan solventarse con el billete del país.

            "A este efecto, el P. E. propone se expropie uno de los renglones importantes de la exportación, aquel en que la medida no pueda tener ninguna influencia depresiva o perjudicial, convencido de que es el único medio, por ahora y quién sabe por cuánto tiempo más, para hacer frente a la necesidad ineludible e impostergable de intervenir en la regulación del cambio internacional, entregado hoy a los azares de la especulación, con inmenso daño para la economía nacional. No se hace otra cosa que reemplazar el monopolio particular por el fiscal, ya que este último es mejor inspirado, no busca ganancias, y tiene por norte el bien general.

            "El país podrá contar para pagar sus deudas con el exterior con los fondos que, por esté medio obtenga el Estado y que hoy, dentro del sistema de liberalidad económica absoluta se substrae de la corriente circulatoria, precisamente en los momentos difíciles, lo que produce un encarecimiento artificial del oro, que altera la relación normal de la oferta y la demanda"28

            Para proveer de recursos en divisas a la nueva entidad, se autorizaba al Poder Ejecutivo a expropiar los cueros vacunos que para su exportación fueren presentados a las Aduanas de la República. Dicha expropiación sería efectuada por intermedio del Banco Agrícola. El precio de la expropiación debía fijarse tomando como base el precio corriente en los mercados de consumo, con las deducciones del doce por ciento de su importe y de los gastos de fletes, seguro y demás necesarios para la venta del producto en los mercados externos.

            Hechas esas deducciones y la de un peso oro por cada cuero vacuno, el remanente, al cambio comercial, sería el precio de la indemnización.

            Para el pago de esas expropiaciones, la Oficina de Cambios emitiría papel moneda de curso legal hasta la suma de diez millones de pesos, que iría entregando al Banco Agrícola a medida que fuere necesario.

            Quedaban asimismo destinados al financiamiento de la expropiación de los cueros:

            1) la parte de la emisión autorizada por la ley de 14 de agosto de de 1914 que se hallare disponible a la fecha de la promulgación de la ley;

            2) el importe de las amortizaciones de los préstamos bancarios acordados con los recursos de esa emisión.

            El monto acumulado de estos recursos no podía exceder de veinte millones de pesos de curso legal, y debía transferirse a la Oficina de Cambios para que los entregara al Banco Agrícola en la medida en que lo necesitara para los fines de la aplicación de la ley.

            El proyecto encontró una fuerte oposición. Los bancos lo resistían, porque la Oficina de Cambios entraría a competir en forma privilegiada en el mercado de cambios, y porque les restaría los recursos asignados por la ley del 14 de agosto para el redescuento de sus operaciones. Los exportadores cuestionaban la expropiación propuesta de los cueros. Y en los círculos políticos se calificaba al esquema como artificioso y de dudosa eficacia. Minimizaban sus alcances porque no planteaba una solución al problema fiscal. Se repetía el caso de los proyectos de Moreno.

            Ante el rechazo de su iniciativa, el Dr. Zubizarreta presentó su renuncia indeclinable al Ministerio de Hacienda que venía ejerciendo. Le sucedió en el cargo el Dr. Eusebio Ayala.

 

 

            LA EMISIÓN FISCAL

 

Ayala entró a actuar en un marco de fuertes presiones. Apremiado por las reclamaciones de los empleados públicos, que percibían sus sueldos con sensibles retrasos, y de los proveedores del Estado, que veían acumularse sus créditos sin poder disponer de ellos, el Dr. Ayala apeló al manoseado expediente de la emisión fiduciaria para regularizar los atrasos del Estado. Por ley 119 del 1° de febrero de 1915, se autorizó la emisión de 35.000.000 de pesos. Se destinó esta suma a:

            1) el pago de atrasos del Tesoro;

            2) la terminación de los puertos de Villeta, Encarnación y Concepción, y otras obras públicas ya comenzadas;

            3) el servicio de la primera cuota de la deuda interna consolidada; y

            4) el pago de las cantidades de menor cuantía y fracciones que resultaren al efectuar el canje de la deuda flotante por bonos de deuda interna.

            Por la misma ley se consolidaron los siguientes créditos contra el Estado, mediante su substitución por títulos de la deuda interna:

            a) Ordenes de pago;

            b) Títulos de la Ley del 7 de agosto de 1906 por perjuicios de la revolución de 1904;

            c) Títulos por los gastos y perjuicios de la revolución de 1911 y 1912.

            Los nuevos títulos debían ser emitidos en oro sellado y en papel de curso legal, y gozarían de un interés del 6% anual. Su amortización se efectuaría al 2% anual acumulativo. Los títulos consolidados serían aceptados a la par, por su valor escrito, a los deudores de la extinguida Caja de Conversión en el pago de sus obligaciones.

            Por la misma ley se destinó al Banco Agrícola, en calidad de préstamo sin interés, la suma de 15.000.000 pesos, con cargo a los fondos provenientes de la emisión autorizada por la ley del 14 de agosto de 1914. Con esta medida, la emisión dispuesta por esta ley ascendía prácticamente a la suma de $ 50.000.000.

 

 

            LA SUBA DEL CAMBIO Y LA CREACIÓN DE LA OFICINA DE CAMBIOS

 

Con esta exuberante expansión monetaria, y a pesar del aumento acumulativo de las exportaciones y de la contención de las importaciones que la guerra europea producía, la cotización cambiaria acentuó su tendencia ascendente. En octubre de 1915 había rebasado ya el nivel del 4.000 %. En vez de abordar la causa de este aumento, que era predominantemente fiscal, ya que el factor de mayor gravitación era la expansión del gasto público financiado con la emisión de papel moneda, el Gobierno decidió actuar sobre sus efectos. Resolvió intervenir en el mercado de cambios. Para ello se procedió a revivir el proyecto del Dr. Zubizarreta. Se eliminaron de su texto algunos de los elementos más irritantes. El principal de ellos era la facultad ilimitada de emisión para la compra de oro o monedas extranjeras. La Oficina de Cambios intervendría en el mercado de cambios, pero sólo con una suma de recursos limitados. Sería una simple agencia de compra y venta de cambios con un capital preestablecido. Adicionalmente, ningún organismo oficial intervendría en la comercialización externa de bienes de exportación. Para ese efecto, se substituyó el procedimiento de la expropiación del producto en Aduanas por el de la obligación de entrega del cambio por el exportador. Se redujo la concentración de la expropiación sobre un solo producto, para extenderla, en una proporción considerablemente menor, a cuatro de los principales bienes de exportación. Las bases del aforo del valor de los productos exportados no quedarían rígidamente establecidas en la ley, sino que serían fijadas administrativamente por la Oficina de Cambios. Adicionalmente el pago del cambio expropiado podría efectuarse indistintamente en efectivo o con letras de plazo no mayor de 90 días. Con esto último, la entidad se convertiría en la práctica en una fuente de financiamiento de las exportaciones mediante el descuento de letras a plazo expedidas sobre el exterior. Se redujo además el gravamen sobre los bienes afectados por la expropiación de cambios, del 12 al 4 %. Con esas y otras modificaciones menores, el proyecto fue sancionado el 28 de enero de 1916. La ley respectiva llevaba el número 182. Como se verá más adelante, las modificaciones así incorporadas irían a restarle toda eficacia a la posible acción reguladora de sus operaciones.

            La nueva Oficina podía comprar y vender oro sellado. Quedaba facultada a emitir billetes, pero sólo para el canje de los circulantes.

            Para las operaciones de compra de oro dispondría de los siguientes recursos en papel:

            a) Diez millones de pesos de curso legal, excedente de la emisión autorizada por la ley N° 90, del 14 de agosto de 1914;

            b) el importe de las ventas de oro;

            c) los fondos disponibles que existieran en el Banco Agrícola.

           

            Para las operaciones de venta de oro disponía de los siguientes recursos:

            a) el producto en oro de las exportaciones del Banco Agrícola;

            b) el oro que pudiera adquirir en el ejercicio de sus funciones;

            c) todas las rentas en oro del Estado;

            d) la suma de $ 600.000 oro sellado de los fondos de Conversión que existían entonces en el Banco de la República en carácter de Depósito en Custodia, conforme al decreto N° 2.543 del 21 de diciembre de 1914;

            e) el impuesto de un peso oro sellado a la exportación de cada cuero vacuno, una vez cancelada la deuda del Gobierno con el Banco de la República, a que se refiere el artículo 41 de la ley 96, del 25 de septiembre de 1914;

            f) el impuesto adicional a la exportación de cueros, creado por ley del 24 de diciembre de 1915;

            g) el saldo del empréstito autorizado por ley del 28 de noviembre de 1912;

            h) el producto de la expropiación de giros, autorizada por el artículo 13 de la propia ley 182 de creación de la Oficina de Cambios;

            i) los demás recursos que posteriormente le fueren asignados por ley.

 

 

            LA EXPROPIACIÓN DE CAMBIOS

 

El artículo 13 de la ley estableció que "la exportación de cueros vacunos, tabaco, yerba y tanino estará sujeta a la disposición siguiente: a más de los impuestos establecidos, el exportador entregará a la Oficina de Cambios oro sellado en efectivo o en letras de plazo no mayor de 90 días, a satisfacción de la Oficina, hasta el 20% de los precios corrientes de dichos artículos en los mercados de consumo, y recibirá en cambio papel moneda al tipo de venta de oro por la Oficina, con una deducción que no excederá del 4%". De esta norma resultaban las facultades siguientes:

            a) la expropiación de giros hasta un máximo del 20% del valor c.i.f de las exportaciones de cueros vacunos, yerba, tabaco y tanino, según los precios corrientes;

            b) un gravamen de hasta el 4% del valor c.i.f. de las exportaciones sujetas a expropiación.

            Por decreto posterior del 12 de abril de 1916 se autorizó a la Oficina "para fijar, de acuerdo con el Ministerio de Hacienda, por unidad específica, las cantidades de oro sellado en efectivo o en letras que cada exportador debe entregar". La Oficina de Cambios fijaría así el aforo a aplicarse en la expropiación de las divisas resultantes de las exportaciones afectadas.

 

 

            LA ACCIÓN DE LA OFICINA DE CAMBIOS

 

El mecanismo de regulación establecido en la ley resultó totalmente inefectivo para lograr una gravitación significativa en el mercado de cambios. No era el instrumento idóneo para las necesidades del momento. El mercado de cambios había experimentado una variación fundamental, y la intervención requerida era totalmente distinta. Las exportaciones mantenían un alto nivel con la fuerte demanda que originaba la guerra, y las importaciones, por el contrario, estaban reducidas por las limitaciones de la oferta externa y por las dificultades que existían para los embarques. El capital extranjero comenzó a re afluir al país para la expansión de la producción de bienes cuya demanda externa estaba intensificada por la guerra, particularmente la de la carne y el tanino. Los ejércitos aliados preferían la carne conservada, como la que producía el país, a la carne enfriada, por ser más barata y de más fácil conservación, a pesar de su calidad inferior. En este período se establecieron las fábricas de tanino de Puerto Pinasco y la de carne de San Antonio de la International Products Corp., se expandió la planta empacadora de carne de San Salvador, y se iniciaron las instalaciones de otra planta similar en Zeballos-Cué. Con la influencia de esos factores, la balanza de pagos se hizo positiva. El conjunto de las transacciones externas proveía un substancial superávit en divisas, que tenía que ser absorbido localmente para evitar el proceso inverso de la valorización de la moneda nacional. Se necesitaba, además, compensar el desfasaje estacional que en el curso del año se producía entre exportaciones e importaciones. El organismo oficial debía vender en los momentos en que la oferta se retraía y comprar cuando ésta excedía a la demanda. Para ello debía primero definir el nivel del cambio al cual su acción prestaría apoyo. No podía seguir pasivamente las tendencias del mercado. En esas condiciones el problema del monopolio o de la concentración privada del cambio no era el gravitante. Pero las preocupaciones oficiales estaban gobernadas por las experiencias pasadas y no por las perspectivas próximas.

            La Oficina de Cambios inició sus operaciones en mayo de 1916. La cotización del cambio había iniciado ya una declinación progresiva a partir de febrero, en que la cotización había excedido el nivel del 4.000 %. Hacia agosto el cambio oscilaba alrededor de 2.700, cuando el nuevo Presidente de la República anunció sus propósitos de proscribir las emisiones inconvertibles y tender decidida, aunque paulatinamente, a la valorización del papel moneda y a la fijación de su valor en el 1.500 %. "Para ello, anunciaba, se imponen fuertes amortizaciones de la circulación actual o su retiro total por canje con otra emisión de billetes garantizados al tipo del 1.500 %. La Oficina de Cambios, que ha comenzado a operar con éxito, podría ampliar su acción convirtiéndose en Caja de Conversión".28 El viejo prejuicio contra el papel moneda y la aspiración quimérica de su convertibilidad en oro re afloraban con toda intensidad, en momentos en que el patrón oro estaba suspendido en todo el resto del mundo.

            Para el liberalismo ortodoxo, la moneda debía ser un elemento neutral en las relaciones económicas. Debía tener un valor propio y estable para que pudiera servir adecuadamente de medida de los valores y de instrumento de cambio. El dinero era tan sólo el lubricante del proceso productivo que facilitaba los pagos en las compras y ventas. Posteriormente se planteó la disyuntiva de si esas funciones se cumplían mejor mediante el mantenimiento de los precios internos o del valor externo de la moneda. Surgieron luego las ideas que asignaban ya a la política monetaria una función activa. Pasaba a ser un instrumento de la política económica. No podía tener neutralidad en las relaciones económicas ni objetivos puramente monetarios. La política monetaria era buena o mala en la medida que facilitaba o no el desarrollo del esfuerzo productor y el bienestar de la población. Debía conciliar objetivos internos y externos. Su función era procurar el mayor aprovechamiento posible de la capacidad productiva del país con el mínimo de dislocación de los precios internos. Era además necesario que mantuviera el valor externo de la moneda, a un nivel que concediera a la producción local posibilidades adecuadas para un acceso competitivo a los mercados externos. Teniendo en consideración esos posibles objetivos, puede deducirse que la sola baja del tipo de cambio en la forma drástica que proponía el Presidente, no podría haber ayudado al logro de ninguna de esas finalidades.

            La preocupación del Presidente Franco era evidentemente el abaratamiento del costo de vida mediante la disminución del valor del cambio. Quería reducir los precios internos bajando el tipo de cambio. Era una postura romántica o demagógica contra la suba continua de los precios internos, y contra el alza desbordada del cambio, que preocupaba a la población. Pero el planteo era irrealista e irrealizable. La estructura de los costos y precios internos estaba vinculada no sólo a la cotización cambiaría, sino también a la alta liquidez interna que el aumento sostenido de las exportaciones producía; a la oferta disminuida de bienes que resultaba de la contracción de las importaciones, y a la expansión desmedida del medio circulante que derivaba de las cuantiosas emisiones fiscales. Era una situación altamente inflacionaria, originada por esa combinación de factores internos y externos. En esas circunstancias, la sola reducción del cambio en la magnitud propuesta por el Presidente hubiera producido única y exclusivamente una dislocación severa de las posibilidades de concurrencia de la producción nacional a los mercados externos, sin ningún efecto inmediato sobre los niveles de precios internos. Revelaba un desconocimiento de la función del tipo de cambio en las transacciones externas y en el nivel de ocupación de la economía. No podría haber contribuido a reducir los precios internos, porque en las circunstancias en que vivía el mundo, la baja del cambio no podía haberse traducido en un aumento más o menos inmediato de las importaciones que incrementara y abaratara la oferta de bienes al consumo local. Estas limitaciones de la baja del cambio lo destacó un periódico de la época analizando los efectos de la caída cambiaria hasta entonces registrada. Decía al respecto:

            " . . . y ahora que se ha valorizado el papel en algo así como el 30 %, ¿por qué no se reduce el costo de vida..? Pero lo más raro del fenómeno... es que no sólo no ha disminuido, como se esperaba, el precio de venta de los artículos importados, sino que, por el contrario, ha subido el costo de muchos productos nacionales". 29

            Al mismo tiempo, la baja del cambio había ya afectado negativamente a los sectores que producían para la exportación. El diario "El Liberal", órgano del Partido de Gobierno, alegaba a este respecto

            . . . hay poca demanda de oro. . . hay más oferta que demanda por motivo de que las empresas industriales, como la del tanino... necesitan constantemente de papel -y en mayor cantidad que varios meses atrás, lo menos en un 20%-, a causa de la valorización del circulante, pues los jornales, sueldos y otros gastos se pagan en moneda de curso legal. El costo de producción para las empresas exportadoras tiene que ser más crecido ahora con el cambio al 2.800, que antes al 4.000. Esto quiere decir que los empresarios de tanino, yerba, madera, etc., se verán obligados a vender ahora más giros y cooperar, aunque mal de su grado, a mejorar las condiciones monetarias"30

            La depreciación del cambio, por el contrario, era vista como favorables a las exportaciones y a la producción de bienes exportables. Otro artículo periodístico de la misma época destacaba:

            ". . .la depreciación del papel moneda presenta la característica de estimular la producción agrícola e industrial, y, por el contrario, restringe el consumo de las mercaderías de importación. . . . La depreciación... estimula la producción y esto encuentra su raíz en que los productos se venden a precios más altos. Los agricultores no se fijan en el encarecimiento de la vida que trae aparejada la suba del cambio, sino en la mayor cantidad de papel que reciben a trueque de sus productos. De ahí deriva el que se vean alentados para aumentar la producción para la siguiente cosecha debido a los precios remuneradores que han alcanzado. Un ejemplo: Cuando el cambio estaba al 1.500, por cada arroba de tabaco se pagaba un promedio de 15$ m/legal o sea un peso oro, en tanto que con la cotización del 4.000, por la misma cantidad se paga 40 pesos. Esta sensible diferencia a los ojos del campesino, de 15 a 40, o sea de $ 25 más, es de gran efecto". 31

            En el mercado de cambios dominaban el desconcierto y la especulación. A pesar de las aspiraciones de la presidencia, con la expansión acumulativa del circulante y la acción vacilante de la Oficina de Cambios, la cotización del oro reinició otra escalada que se extendió hasta principios de 1918, en que la tendencia ascendente se revirtió nuevamente, reanudándose en forma más acentuada el proceso de valorización de la moneda nacional. La Oficina de Cambios no gravitaba. Compraba las divisas expropiadas en virtud de la ley, pero por las limitaciones de sus recursos, no podía expandir suficientemente sus adquisiciones o sus ventas para contrarrestar las tendencias del mercado y mantener una relativa estabilidad de la cotización cambiaria. Explicaba la memoria presidencial de 1917:

            "La Oficina de Cambios inauguró sus funciones en el 2° trimestre de 1916 bajo los mejores auspicios. El oro bajó rápidamente hasta colocarse por debajo de 2.500; pero por desgracia la baja no se mantuvo, y la suba volvió a pronunciarse desde julio más o menos, sin que los esfuerzos de la Oficina bastaran a contenerla.

            La experiencia adquirida ha demostrado que la Oficina no puede dominar el cambio con un capital insuficiente como del que dispone; pero que aún así su influencia es positiva y benéfica sobre la plaza por contener en buena parte los abusos de la especulación".32

            Las quejas contra las incertidumbres de los precios y del cambio se generalizaban. Ante la presión de la plaza, el 2 de noviembre de 1918 la Oficina de Cambios solicitó al Gobierno facultades para poder "emitir billetes de curso legal contra entrega de oro sellado". Decía la nota de la Oficina de Cambios:

            "Considerando el Directorio que la valorización rápida de la moneda tiene iguales o parecidos inconvenientes que el fenómeno contrario, resolvió que la Oficina comprase todas las cantidades de moneda extranjera que le fueran ofrecidas, al cambio del 2.500 % oro sellado. La efectividad de esta disposición tiene, como es lógico, por límite el monto de los fondos en papel de la oficina, que como V. E. sabe, es reducido. Esos recursos alcanzan a la fecha de la resolución aludida alrededor de 10.000.000 de pesos curso legal. Las cantidades ofrecidas en venta a la Oficina en el transcurso de tres días sumaron aproximadamente, 400.000 pesos moneda argentina de curso legal, y redujeron en buena parte los fondos en papel, sin que en el mismo lapso haya podido vender aquella cantidad alguna de moneda extranjera.

            Este hecho ha revelado el peligro de que el saldo de los billetes sea insuficiente para contrarrestar nuevas ofertas. Para conjurar el peligro, a juicio del Directorio, no hay otro arbitrio que el aconsejado en el proyecto adjunto".

            Obsesionado por sus ideas contrarias a las emisiones fiduciarias, el Presidente Franco rechazó tal pedido. El resultado de la negativa del Gobierno a que se emitiera en la forma mencionada, destacó López Moreira, provocó una crisis económica, y expuso a la Oficina de Cambios a enormes pérdidas en cambios, al punto de colocarla también en difícil situación y en la imposibilidad de tomar en sus manos el contralor del cambio.33 La cotización del oro, que en enero de 1918 era de 3.500, llegaba a principios de enero de 1919 a menos de 2.000, cuando la Cámara de Comercio pidió al Gobierno su urgente intervención para detener "la brusca e intensísima baja del cambio, (que) . . hiere intereses . . . .los de la industria y de la producción agrícola".

            El Gobierno dispuso entonces la intervención de la Oficina de Cambios, pero su acción fue totalmente ineficaz por falta de recursos. Agotados sus fondos en moneda nacional, el cambio de la moneda quedó a merced de la especulación del mercado. No pudo absorber el excedente de la oferta sobre la demanda. Así lo reconoció el mensaje presidencial de 1919 al justificar el abandono de esa fugaz intervención

            ". . . .   La Oficina de Cambios, después de realizar esfuerzos laudables para detener el rápido descenso del oro, tuvo que abandonar la empresa cuando comprendió que sus fondos en papel no eran suficientes para conseguirlo".34

            El tipo de cambio había descendido hacia fines de enero de 1919 hasta su nivel más bajo de 1.662 %. Como la Oficina de Cambios tampoco podía ya pagar a los exportadores, se suspendieron las expropiaciones de giros "para no agravar la situación del comercio exterior" que ya sufría bastante con la baja del cambio y las dificultades del transporte fluvial, diría el mensaje presidencial.

            Este abandono de la cotización de la moneda nacional a las contingencias de la oferta y la demanda se produjo en momentos en que el mercado de cambios experimentaba una reversión fundamental. Con la terminación de la guerra y la reanudación de la producción industrial de los países beligerantes, comenzaba la reactivación de las importaciones. Al mismo tiempo, la gran demanda internacional de artículos primarios que había originado el conflicto, había terminado. Con una oferta disminuida, la demanda de cambios aumentaba. Como resultado, la nueva tendencia del mercado comenzaba a ser hacia el alza. Con la normalización progresiva de las importaciones se cerraba el período en que los efectos de la guerra dominaban el comercio exterior, y bajo cuya influencia, la producción para la exportación, particularmente del tanino y de la carne, había llegado a niveles extraordinarios.

 

 

            EL BALANCE DEL QUINQUENIO

 

A lo largo del quinquenio transcurrido, las exportaciones mantuvieron en forma sostenida un alto nivel. No sólo hubo un aumento del volumen de los bienes exportados, sino también un aumento considerable de los precios externos. En un solo año, de 1914 a 1915, el precio del tanino, por ejemplo, aumentó en más del 500 %. Con esa expansión sostenida de las ventas al exterior, la economía toda experimentó un incremento considerable del producto y el ingreso internos. Fue un período de auge extraordinario, aunque no todos los sectores de la economía participaron igualmente en sus beneficios.

            El sector más beneficiado con esta expansión fue el grupo de industrias que producía bienes cuya demanda estaba directamente intensificada por la guerra, particularmente las industrias del tanino y de la carne. No sólo se vieron favorecidas por el aumento de sus ventas y los mejores precios externos, sino también por la fuerte reducción de sus costos que la elevación del cambio producía. Las demás industrias de exportación, como las de la yerba y madera, aumentaron sus colocaciones y obtuvieron precios mejores en el mercado rioplatense, pero no en la proporción de aquéllas que vendían a los mercados de ultramar.

            De los sectores primarios, el más favorecido fue el ganadero. Las plantas industriales elaboraron la carne de todo el ganado que las estancias pudieron entregar. Los precios internos del ganado en pie llegaron a niveles sin precedentes. Para el desarrollo de sus actividades, el sector ganadero absorbía parte importante del financiamiento bancario. Después de haber sido el sector más beneficiado, cuando se produjo la caída de la demanda externa y el cierre de las plantas empacadoras, pasaría a ser el más severamente afectado.

            La agricultura recibió precios mejores en los renglones de exportación, particularmente el tabaco. Por las limitaciones de la mala distribución de la tierra, mantuvo sus características de explotaciones de subsistencia, y no se expandió en forma considerable el área cultivada. Se iniciaron en el período explotaciones comerciales, como la del arroz, y se intensificaron las del azúcar para substituir importaciones y autoabastecer el consumo interno. Las oportunidades de empleo en los otros sectores absorbía parte creciente de la mano de obra agrícola.

            Con el aumento de liquidez de la plaza, los bancos veían aumentar en forma continua sus depósitos, con los que pudieron expandir en forma substancial sus colocaciones. Financiaban particularmente a la industria de exportación y al comercio mayorista. Por la gran demanda interna de sus productos y las amplias garantías que ofrecían, la banca intensificó sus colocaciones en el sector ganadero. Los bancos especulaban intensamente en el mercado cambiario, no sólo en la compra-venta de giros y monedas extranjeras, sino también en sus operaciones crediticias. Cuando la tendencia del cambio era ascendente, hacían sus colocaciones en oro sellado, y obtenían con el aumento del cambio ganancias substanciales. Cuando la tendencia era a la baja, convertían sus colocaciones en pesos corrientes. Como las colocaciones eran todas de corto plazo, de 60, 90 y 120 días, para la conversión total de su cartera no necesitaban plazos mayores de 90 a 120 días. El uso del cheque se había intensificado en los pagos. Por la intensa renovación y la expansión continua de los depósitos, no necesitaban mantener altos niveles de encaje. Esta práctica hizo a los bancos muy vulnerables a la interrupción y retiro de los depósitos que después se desataría.

            El comercio mayorista expandía en forma continua sus operaciones y sus ganancias. Los riesgos y las incertidumbres del cambio lo cubrían operando simultáneamente en la importación y la exportación. La venta de productos importados quedaba automáticamente convertida en moneda extranjera, con el acopio paralelo de productos nacionales para la exportación. Sus operaciones eran contabilizadas en oro sellado, y sólo los fondos transaccionales en moneda nacional, para evitar con ello las distorsiones del proceso inflacionario sobre sus activos. Contaban con amplio financiamiento bancario para la expansión de sus operaciones. El comercio distribuidor y detallista expandía sus operaciones con la reinversión de sus ganancias y el abundante crédito comercial. Como operaba exclusivamente en moneda nacional, a la larga la inflación le erosionaría todas sus ganancias y su capitalización. Natalicio González hizo el análisis siguiente de ese proceso.

            "Suponed un hombre de empresa, audaz e imaginativo, que en  1903 haya iniciado alguna industria con ocho mil pesos paraguayos. Al cabo de ocho lustros, es decir en 1940, ha logrado multiplicar por treinta veces su modesto capital inicial, que se eleva de ese modo a 240.000 pesos. Haced el balance final. Ese hombre que ha trabajado durante 40 años, no sin inteligencia, se ha encontrado al término de su incesante esfuerzo, con un montón de papel. Su capital inicial, en vez de aumentar, sufrió una mengua del cincuenta por ciento: los mil oro se han reducido a quinientos.

            "A causa de este proceso, quedó liquidada la fortuna privada paraguaya. Las empresas que tuvieron la previsión de operar en moneda extranjera, lograron eludir el desastre, pero los paraguayos que no siguieron ese ejemplo, vieron desaparecer la riqueza acumulada de sus mayores".35

            Por estas características de sus operaciones, la crisis que vendrá poco después, afectará principalmente al comercio distribuidor y detallista que operaba con fuerte endeudamiento de corto plazo para la expansión de sus operaciones. El mayor número de quiebras y liquidaciones se concentrará en este sector y en el ganadero, que a pesar de sus valiosos patrimonios no pudieron cumplir con las obligaciones de corto plazo que los gravaban.

            El sector más afectado fue el de los empleados y obreros, cuyos sueldos y salarios resultaron considerablemente rezagados con relación al aumento de precios internos que producía la inflación. El propio diario del Gobierno publicó el siguiente cuadro, que muestra la erosión de los sueldos de los empleados públicos. Aunque estas cifras se refieren exclusivamente al sector público, es igualmente aplicable a los sueldos y salarios del sector privado.

 

 

            Con la pérdida generalizada del poder adquisitivo de los sueldos y salarios y de los ingresos fijos o semifijos, como las pensiones, las rentas y alquileres, la clase media del país se había empobrecido.

            A pesar del aumento considerable del comercio exterior, por las exenciones impositivas a la industria de la carne y la concentración de los gravámenes en las importaciones, que no registraron una expansión proporcional a la de las exportaciones, el sector público no experimentó un aumento de sus ingresos que le permitiera cubrir adecuadamente sus gastos, que aumentaban continuamente con el incremento de los costos internos. Los déficits se sucedían año tras año. El único ejercicio en que los registros oficiales mostraron un superávit de caja fue el de 1917. Pero este resultado no computa los atrasos acumulados y fue resultado de la extrema economía y de la dilación de pagos impuesto por el Presidente Franco. Decía su memoria del año 1918:

            "Por los números qué van a leerse a continuación se verá que el ejercicio de 1917 se ha llenado con superávit. Es restringiendo los gastos y fiscalizando con severidad los ingresos como se ha podido alcanzar ese halagüeño resultado, que permitió atender los servicios públicos con normalidad, amortizar fuertemente la deuda interna y dejar el tesoro en suficiente desahogo para reanudar el servicio de la deuda externa desde el comienzo del año 1918. Espero que, siguiendo la misma conducta en lo futuro, se podrá afirmar la solidez de nuestras finanzas, mejorar el crédito público y alejar para siempre de nuestras costumbres los expedientes nacidos bajo el acicate de nuestros apuros financieros, que tan fatales han sido para la vida institucional y la felicidad de nuestro pueblo".37

            Desgraciadamente para esas buenas intenciones, el déficit se reanudó aumentado en el año 1918, y se mantuvo en los años siguientes.

            Con estas características salientes, la economía nacional cerró un período que estuvo conformado, en medida significativa, por los efectos de la guerra mundial, e inició otro en que la actividad económica debía realizar su reajuste y transición a las nuevas condiciones de los mercados externos.

 

NOTAS

 

1Di Tella G. y Zymelman M. Los ciclos Económicos Argentinos, Paidós, p. 99.

2Mensaje del Vicepresidente de la República en ejercicio del P.E., abril 1° de 1910, ps. 30 y 31.

3Ibíd., ps. 19 y 20.

4Anuario Estadístico, 1915. Boletines del Tesoro Nos. 54, 62, 66, 74 y 78. Reproduc. en J. Natalicio González. El Paraguayo y la Lucha por su Expresión, 1945, p. 39, y en J.B. Rivarola Paoli. Historia Monetaria del Paraguay, 1982, p. 568.

5Cardús Huerta, G. Discurso en la Cámara de Senadores. DSCS. 1922, p. 112.

6Jaeggli, Alfredo L. Albino Jara, "Un Varón Meteórico ", 1963. p. 89.

7Barret, Rafael, Obras completas, Americalee, T. I., p. 279.

8Estado General de la Nación durante los Gobiernos Liberales. Vol. 1., Archivo del Liberalismo, 1987, p. 163.

9 Monte Domecq R. La República del Paraguay en su Primer Centenario, 1911, p. 227.

10Los entretelones y desarrollo de ese entendimiento y de la ulterior revolución fueron revelados por Juan Carlos Herken, en 1984, en su libro "Ferrocarriles, Conspiraciones y Negocios en el Paraguay", 1910 - 1914.

11Freire Esteves, L. El Paraguay Constitucional, 1921, p. 128.

12Reproducido de J. C. Herken., Ob. cit., p. 70.

13Ibíd., p. 79.

14Ibíd., p.105.

15Ibíd., p. 108.

16ibíd., p. 93.

17Freire Esteves, L., Ob. cit., p. 129.

18La Gestión en Debate. El Liberal. Octubre 15 de 1914.

19Mensaje del Presidente de la República, 1°de abril de 1913, p. 23.

20Mensaje del Presidente de la República, 1°de abril de 1914, p.

21G. Di Tella y M. Zymelman. Los Ciclos Económicos Argentinos. Paidos, 1973, p.129.

22ibíd., p. 12,0.

23 Díaz, Juan C. Leyes de Moratorias, 1917, p. 5.

24Dirección General de Estadística. Comercio Exterior del Paraguay. Estadística Retrospectiva de 1879 a 1927. 1918, p. 4 -Las cifras de 1914 corresponden a las incluidas en el Mensaje Presidencial de 1915.

25Memoria del Ministerio de Hacienda, 1927, p. 27.

26 Mensaje del Presidente de la República, abril de 1915. ps. 29 y 30.

27Importante Proyecto del P.E. Cambios, Conversión y Producción. "El Liberal", octubre 6 de 1914.

28Mensaje del Poder Ejecutivo. "El Liberal", octubre 6 de 1914.

28Manuel Franco. Discurso Programa. 1916, p. 7.

29"El liberal". Julio 4 de 1916. Reproducido en Estructura y Desarrollo del Comercio Exterior del Paraguay. Miguel Angol González Frico. RPS. N°34. p. 139.

30"El Liberal", julio 3 de 1916. Reprod. en M. A. González Erico, Ob. cit. p.

31"El Liberal", 18 de marzo de 1916.

32Mensaje del Presidente de la República, abril de 1917, p. 34.

33López Moreira, César. LosRegímenes de Contralor de la Moneda en el Paraguay, Revista CECE. p.

34Mensaje del Presidente de la República, abril 1919, p. 25.

35González, J. Natalicio. Teoría y Fundamento de la Libertad, Guarania 1., 1947, p.27.

36"El Liberar,, enero 4 de 1916, Reprod. en González Erico , Ob. cit.

37Mensaje del Presidente de la República del Paraguay, abril de 1918, p. 30.

 

FUENTE (ENLACE INTERNO) :

 

 

 HISTORIA ECONÓMICA DEL PARAGUAY

ESTRUCTURA Y DINAMICA DE LA ECONOMÍA NACIONAL

1870 a 1925

WASHINGTON ASHWELL

Tapa: LUIS VERÓN

CARLOS SCHAUMAN, Editor

Asunción – Paraguay 1989 (388 páginas)

 

 

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