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JUAN EMILIANO O'LEARY (+)

  EL PARAGUAY EN LA UNIFICACIÓN ARGENTINA, 1924 - Por JUAN E. O’LEARY


EL PARAGUAY EN LA UNIFICACIÓN ARGENTINA, 1924 - Por JUAN E. O’LEARY

EL PARAGUAY EN LA UNIFICACIÓN ARGENTINA

Por JUAN E. O’LEARY

De la Academia Americana de la Historia

Buenos Aires

Asunción – Paraguay

Imprenta y Librería LA MUNDIAL

1924 (173 páginas)

 

Toda la organización actual de la República Argentina

descansa en el Convenio de Noviembre de 1859

que firmó como mediador -preferido a los representantes

de las dos naciones más civilizadas de Europa -

el general Francisco Solano López.

ALBERDI

 

NOTA PRELIMINAR

Este trabajo del historiador O'Leary, fue leído en el Teatro Nacional, el 10 de Noviembre último, aniversario del Pacto de Unión de la República Argentina.

El éxito alcanzado fue tan grande, que la prensa lo consideró como el mayor triunfo oratorio que haya conquistado un paraguayo

Y en medio de las aclamaciones delirantes con que fue saludado al terminar el conferencista surgió, espontáneamente, la idea de editar sus palabras en un libro, que realizan en estas páginas sus admiradores y amigos.

Sea éste un estímulo al infatigable vindicador del Paraguay calumniado y un homenaje bien merecido a su talento, a sus virtudes y a su esclarecido patriotismo.

Los EDITORES

 

A

JUAN O'LEARY

MI VENERANDO PADRE,

TESTIGO DEL ÉPICO MARTIRIO DEL PARAGUAY

Y OBRERO DE SU RESURGIMIENTO,

QUE ME ENSEÑÓ A AMAR A SU GLORIOSA

TIERRA ARGENTINA

Y ENCENDIÓ EN MI CORAZÓN EL FUEGO

DEL MÁS PURO

PATRIOTISMO

 

 

 

INDICE

Nota Preliminar - 7.

I

La República Argentina medio siglo después de su independencia - Cuadro dantesco pintado por Sarmiento - El Paraguay bajo los gobiernos del doctor Francia y Carlos Antonio López - La anarquía argentina después de Caseros - Obra disolvente del odio - Mitre y Urquiza - Actitud del Paraguay - Error funesto de nuestra diplomacia - 11

II

Partida del Mediador paraguayo - La entrevista con. Urquiza - Buena voluntad de éste - Solano López en Buenos Aires - Actitud de Alsina y Vélez Sarsfield- Los porteños se hacían ilusiones - Insistencia del Mediador en pedir un armisticio - El general Mitre - Solano López se dirige a Urquiza - Su contestación - Cepeda - Después del desastre - 21

III

La mala fe de la oligarquía porteña - Enérgica actitud de López - Manifestaciones de gratitud - Vuelven a presentarse los ministros de Francia e Inglaterra - Prosigue la mediación paraguaya -La primera conferencia en Monte Caseros- Palabras de Solano López-Resultados trascendentales alcanzados - Segunda conferencia - Buenos Aires y el monopolio fluvial - La garantía del Paraguay-Comentarios - Tercera conferencia - Alsina pretende romper las negociaciones - Caída de su gobierno - Cuarta y quinta conferencias - La paz. El último esfuerzo de Mitre - 33

IV

La alegría de Buenos Aires - Homenajes a Solano López - Juicios de la prensa porteña - El Mediador convertido en hombre providencial - Juramento de " gratitud eterna " - Las porteñas - Nota de la Cámara Sindical - La clase industrial - El reconocimiento oficial - Palabras de Tejedor y Urquiza - El informe de los comisionados de la Confederación - Regreso del Mediador - Nuevos homenajes de despedida - El gobierno de Paraná - Palabras de del Carril: su significado - La espada de Cepeda - López leal a su promesa - 85

V

-Después de la paz - La obra de la oligarquía mitrista - La " República del Plata " - Se enciende de nuevo la guerra - Batalla de Pavón - Había llegado el momento de unirse - Mitre, aliado del Brasil - La palma del martirio - Olvido sistemático de aquel servicio del Paraguay - Las fiestas de 1920 - Sólo Quesada recordó al Mediador de 1859 - Un episodio final - La estatua de Urquiza y el futuro monumento del Mariscal López - 141

 

APÉNDICE

Algunos juicios sobre el autor de este Libro - 157

 

 

 

 

 

I

La República Argentina medio siglo después de su independencia - Cuadro dantesco pintado por Sarmiento - El Paraguay bajo los gobiernos del doctor Francia y Carlos Antonio López - La anarquía argentina después de Caseros - Obra disolvente del odio - Mitre y Urquiza - Actitud del Paraguay - Error funesto de nuestra diplomacia.

 

En medio de la horrible anarquía que desgarraba a su país, Sarmiento, el feroz Sarmiento, con aquella su bárbara sinceridad, escribió estas gráficas palabras, que esbozaban un cuadro dantesco, digno de ser ilustrado por Gustavo Doré

« Proclamada la independencia, un abogado atrabiliario nos arrancó el Paraguay, un conspirador altivo el Alto Perú y un bandolero la Banda Oriental. Quedaban catorce ciudades reconociendo un nombre de Patria, de Nación, de algo que les diese fisonomía y existencia de pueblo. Abandonada cada una a sí misma por falta, de unión, cayó la una en manos del primer bandido que quiso sojuzgarla, cayó otra con el ejemplo de aquélla y la indiferencia de las demás, hasta que un malvado, más audaz o más infame que todos los otros, las reunió en el sentimiento único que podía ligar a los pueblos: la degradación común, la prostitución y la vileza. La tiranía argentina salida de sus instintos es el apetito de destrucción llevado a su colmo. Los caudillos argentinos se distinguen por su odio a la especie humana. MATAR es su misión, MUERAN: su credo, el EXTERMINIO su objetivo.. Mueren los ciudadanos de opiniones contrarias; mueren los jefes y los oficiales de los ejércitos; en la derrota no se da cuartel y ejércitos enteros; rendidos, son degollados... Hay países en el mundo en que reina la fiebre amarilla, el vómito negro y otras enfermedades endémicas, que diezman las familias. En el nuestro es endémico el degüello.  Raza de víboras! ».

El cuadro es pavoroso, pero real.

Esa era la República Argentina, medio siglo después de su independencia.

El Paraguay, entretanto, si no conocía las holguras de una amplia vida democrática - para la que no estaba preparado, como no lo estaba ningún otro pueblo americano - gozaba de los beneficios de la paz y salvaba de todas las asechanzas su negada independencia.

El doctor Francia extremó tal vez su rigorismo patriótico en los caudillos que podían hacerle sombra y en el elemento español mal avenido con el nuevo régimen, pero no desencadenó la locura homicida que casi ahogó en sangre a los pueblos del Plata.

Y don Carlos Antonio López hizo ya, decididamente, una obra constructiva, difundiendo la cultura, impulsando el progreso material y asegurando el bienestar de todos los paraguayos.

En 1852, cuando cayó Rosas, la Argentina ofrecía el más triste espectáculo.

Trabajada por pasiones salvajes, dividida por bárbaros antagonismos, no era sino un vasto campamento, en el que todos se apercibían a la lucha y pocos sentían la suprema necesidad de hacer cuajar tan dispersos sentimientos en uno solo, en el que se fundiese el alma de la patria. (1)

El odio al tirarlo prepotente, como todo odio, era una fuerza negativa. Y así, al vencer en Caseros, al derribar al hombre que personificaba el ambiente que le engendró, ese odio no tuvo la virtud de atraer los átomos dispersos hacia un centro de gravedad en que se plasmara la nacionalidad.

Al otro día del triunfo, sin darse un minuto de tregua, la anarquía, continuó su obra, alzándose Buenos Aires frente a las provincias - la civilización contra la barbarie, decía Sarmiento - vale decir el espíritu colonial, absorbente y atrabiliario, frente a un vago instinto patriótico, que aspiraba una organización nacional sobre bases equitativas, « en la que ya no hubiesen hijos y entenados ».

Dos hombres personificaron estas dos tendencias en el nuevo acto de la gran tragedia de la vida argentina: Urquiza y Mitre.

Mitre era el espíritu localista de Buenos Aires.

Urquiza representaba las ansias provinciales, los anhelos de los pueblos cansados de un interminable vasallaje.

Mitre era el monopolio colonial, que pugnaba por eternizar su dominio. Urquiza era la reacción, que venía de las lejanías de la historia, de todos los oprimidos por una larga dictadura económica, de los habitantes del litoral sometidos a los caprichos de la vieja capital del virreinato.

Urquiza era la « barbarie » que aspiraba a hacer patria, en provecho de todos, poniendo a todos los argentinos en el mismo plano.

Mitre era la « civilización » de los hombres de levita, bajo cuya camisa planchada palpitaba el egoísmo más retardatario, un egoísmo capaz de comprometer la integridad nacional por satisfacer sus apetitos.

Mientras Urquiza se decía el Presidente de la « Confederación Argentina », Mitre se titulaba ministro o gobernador del « Estado de Buenos Aires ».

Y mientras el primero reunía Congresos y trataba de articular una Constitución que consultase la voluntad del país entero, el segundo acaudillaba motines, invadía las provincias con sus ejércitos, para hacer fracasar todos los empeños de su rival, y hasta gestionaba el reconocimiento de su feudo porteño como nación independiente.. .

En 1859 el Paraguay era una de las naciones más adelantadas, más ricas y más felices de América.

Y la Argentina seguía dentro del marco de sangre que trazó la pluma del formidable sanjuanino.

Fatalidades de la historia habían hecho del Paraguay un país fuerte y bien disciplinado.

Para resistir a Rosas había tenido que armarse, estableciendo el servicio militar obligatorio, instruyendo en las artes de la guerra a todos sus hijos, aún a los ancianos y a los niños.

Y para salir de su aislamiento había organizado una escuadra y había montado astilleros.

Sus naves subían y bajaban los ríos y cruzaban los marres, « enarbolando la bandera pacífica del comercio », al decir de Mitre, pero, en un momento dado, podían ser armadas y convertidas en unidades de combate.

En sus fundiciones y arsenales se fabricaban armas y municiones, bastándose a sí mismo en todos los menesteres de su defensa.

Era, en fin, una potencia militar.

En tal situación, pudo, y quizá debió, aprovechar la anarquía argentina, para asegurar su porvenir.

Buenos Aires representaba una amenaza permanente para su existencia, por lo que su preponderancia posible no podía ser mirada con indiferencia por el Paraguay.

Y, en rigor, la mismas Confederación no era una garantía parar nuestro porvenir, y no debía interesarnos la solución de sus problemas políticos de índole nacional, ni la unificación y constitución definitiva que perseguía.

A pesar de todas sus protestas de buena amistad -- tal vez sería mejor decir de solidaridad en las comunes angustias e idénticas aspiraciones - los hombres del Paraná no miraban con buenos ojos nuestra prosperidad, ni respondían con los mismos sinceros sentimientos a la política fraterna del Paraguay. El Brasil, que, desde la caída de Rosas, conspiraba contra nosotros, había conseguido secretamente agriar nuestras relaciones, al punto de obtener que el gobierno de la Confederación firmara en 1858 un protocolo de alianza, para imponernos por la tuerza sus Pretensiones territoriales.

Nuestra política internacional debió ser, pues, de absoluta neutralidad, más aún, de abstención completa, en la querella de los argentinos, cuyo debilitamiento nos convenía. Desgraciadamente don Carlos Antonio López, tan perspicaz y clarovidente, se dejó llevar de su amor a la paz y de su noble altruismo, convirtiéndose en el más eficaz agente de conciliación de sus desleales enemigos.

Después de poner dificultades a la alianza que solicitaba Urquiza para aplastar a Buenos Aires - que era lo que, en todo caso, nos convenía - se decidió a intervenir en la lucha, no como aliado de nadie, sino como amigo de todos los argentinos, enviando, para el efecto, en misión especial a su hijo, el general Francisco Solano López.

El tirano « que proyectaba planes siniestros de expansión territorial, que hicieran más extensas las zonas sometidas a su despotismo » - que dice, con increíble ligereza. Oneto y Viana (1) -se lanzaba así en una empresa sentimental, no para extender sus dominios sino, por el contrario, para asegurar la unidad territorial de sus vecinos.

Y al obrar de este modo, decretaba su propia ruina y la desmembración de su patria

 

NOTAS

(1) El gran publicista chileno, don J. Victorino . Lastarria, testigo de la anarquía argentina, escribía en 1,865 : « En la República Argentina no hay interés ni sentimiento alguno que sirva de base a la nacionalidad y que le dé unidad ... Ni el pasado glorioso, ni el sistema federal, ni el unitario, ni la constitución política, ni el nombre de nación -que no existe en propiedad- ni idea alguna de esas que forman la unidad solidaria de otras naciones, existe aquí, que pueda servir de base a una verdadera nacionalidad ». Véase  «La América», por Lastarria, tomo II , pág. 242.


II

Partida del Mediador paraguayo - La entrevista con. Urquiza - Buena voluntad de éste - Solano López en Buenos Aires - Actitud de Alsina y Vélez Sarsfield- Los porteños se hacían ilusiones - Insistencia del Mediador en pedir un armisticio - El general Mitre - Solano López se dirige a Urquiza - Su contestación - Cepeda - Después del desastre....

 

El 27 de Setiembre de 1859 partió de. Asunción el ministro mediador del Paraguay, a bordo del vapor de guerra Tacuarí. Le acompañaban, como secretarios, Benigno López, Gregorio Benítez y Paulino Alem ; como agregados, civiles, Carlos Saguier, Ramón Mazó, Claudio Riera, Ildefonso Bermejo, Guillermo Stewart y el presbítero José M. Núñez; como agregados militares los coroneles Resquín y Wisner, los mayores Antonio Estigarribia y Francisco González y los sub-tenientes José Díaz y Manuel Núñez ; como edecanes los mayores Rómulo Yegros y, José M. Aguiar, los capitanes Avelino Cabral y Cándido Mora y el sub-teniente Pedro Duarte. Llevaba, además, una escolta de doce hombres escogidos del Regimiento Acaberá.

Cuando llegó a Paraná el general López - el 5 de Octubre -- Urquiza estaba ya en campaña, al frente de un poderoso ejército, con el que marchaba sobre la ciudad rebelde. ( 1 )

Antes del arribo del ministro paraguayo, los representantes de Francia e Inglaterra habían ofrecido su mediación, que fue aceptada por el gobierno de la Confederación. De modo que las gestiones del general López debían supeditarse a. las gestiones de dichos diplomáticos, lo cual no dejaba de ser un inconveniente serlo para el feliz logro de su cometido. Pero nuestro ministro, obrando con un tacto exquisito y una gran actividad, se sobrepuso a todas las dificultades, adelantándose a ponerse en contacto con los contendientes.

El 8 de Octubre alcanzó a Urquiza, acampado sobre el Arroyo Ludueña, en las proximidades del Rosario, consiguiendo que éste aceptase una suspensión de hostilidades y nombrase una comisión encargada de entenderse con otra que nombraría la parte contraria, y cuyas instrucciones le dio a conocer por anticipado.

.Deseo con ello haber demostrado bien a V. E. -decía el presidente argentino – mi diferencia a la interposición del gobierno del Paraguay, dignamente representado por V. E., correspondiendo así a los generosos sentimientos que lo animan por ver cesar la guerra entre pueblos hermanos ».

Antes de partir a Buenos Aires, y considerando que algunas de las proposiciones de paz podían no ser aceptadas, conferenció nuevamente con Urquiza, « con la consoladora esperanza» - son sus palabras - de conseguir, como consiguió, que dichas proposiciones no fuesen indeclinables. Y consiguió también que los miembros de la comisión a constituirse fuesen todos personas moderadas, que inspirasen confianza a los porteños. Finalmente, obtuvo una orden para el jefe de la Escuadra de la Confederación, a fin de que suspendiese el combate que debía efectuarse para forzar el paso de Martín García.

Apenas llegó a Buenos Aires - el 12 de Octubre - se dirigió al ministerio de Relaciones Exteriores, conferenciando con el doctor Vélez Sarsfield, a quien manifestó que prescindía de todo protocolo, acudiendo a él directamente para gestionar una pronta suspensión de hostilidades, a fin de evitar una « efusión de sangre entre hermanos », pues habiendo salido ya de Montevideo la Escuadra de la Confederación, la batalla era tan próxima como inevitable. El doctor Vélez le respondió, secamente, que él nada podía resolver al respecto, y el gobernador, don Valentín Alsina, a quien pasó a ver en el acto, no mostró mayor interés, negándose a dar curso a sus gestiones humanitarias antes de que se pusiese « en regla ».

Satisfecha esta exigencia, el gobierno de Buenos Aires le reconoció en su carácter oficial de ministro mediador, « tributándole desde ya su gratitud por los esfuerzos que está dispuesto a hacer por la paz entre los pueblos hermanos de la República Argentina » (MEMORANDUM paraguayo, página 37).

Después deesto, se dirigió al ministro de relaciones Exteriores, explicándole el objeto de su misión y dándole a conocer la buena disposición del general Urquiza. Terminaba pidiéndole una suspensión de hostilidades por diez días y el nombramiento de una comisión encargada de tratar la paz, la cual podría reunirse con la que nombrara la Confederación, a bordo del vapor Tacuarí.

El doctor Vélez le contestó en nombre del gobierno en una nota destemplada, que era un verdadero alegato contra el general Urquiza, aviniéndose a recibir en Buenos Aires a los comisionados de la Confederación, pero negándose a suspender por un solo día las operaciones.

Los hombres de Buenos Aires se hacían ilusiones. Creían que la magnanimidad de Urquiza no era sino debilidad. De ahí su intransigencia insolente y su escaso comedimiento con el representante del Paraguay.

Pero el general López no perdió por esto su serenidad, respondiendo al doctor Vélez en una nota que puede ser presentada como modelo de tacto diplomático.

«Ruego al señor ministro - decía al terminar - que al elevar esta nota a la consideración del Exmo. señor Gobernador, quiera disculpar mi insistencia sobre la suspensión de hostilidades, dignándose persuadir a S. E. que, si insisto después de su negativa, es confiado en los nobles sentimientos de S. E. y porque espero deber al gobierno de Buenos Aires la concesión de esa suspensión de hostilidades en obsequio a un gobierno amigo, que se interesa vivamente en evitar la efusión de sangre de hermanos, y que abriga la esperanza de un buen éxito, que espera, no de mis esfuerzos, sino de los dignos y gloriosos antecedentes del pueblo argentino. » (MEMORANDUM paraguayo, página 53)

Una nueva negativa respondió  a esta noble solicitud del representante paraguayo.

La ofuscación porteña crecía por momentos, a pesar de que la escuadra de la Confederación se había abierto paso el 14 de Octubre, y Urquiza, al frente de su poderoso ejército, se movía hacia Buenos Aires.

El general Mitre era el alma negra que envenenaba al gobierno, haciendo creer a sus hombres que la victoria estaba asegurada.

Del éxito de aquella aventura dependía su suerte.

Si salía bien como lo esperaba, pasaría a ser de golpe, el dueño único de la situación, sustituyendo a su rival en la política argentina.

De ahí su obstinación en solucionar por las armas el viejo pleito...

El general López, siempre optimista, a pesar de la actitud inconveniente del gobierno bonaerense, despachó un, enviado ante el general Urquiza, portador de un oficio, en el que le comunicaba los resultados de sus gestione y le pedía el inmediato envío de sus representantes, insinuándole que, iniciadas las conferencias, podría establecerse una tácita suspensión de hostilidades, sin necesidad de un pacto previo.

El entrerriano, acampado entonces en Pavón, se negó a satisfacer los caprichos de Buenos Aires. «Si desea la paz, decía en su nota del 31 de Octubre, que envíe sus comisionados a un punto próximo a mi cuartel general, donde en el acto irán los comisionados nacionales, asegurando a V. E. que en las instrucciones que a éstos se expidan prevalecerán los generosos sentimientos en que me he esforzado en abundar. Mientras tanto, cargue el gobierno de Buenos Aires ante la Nación, ante la República mediadora, que V. E. representa, y ante el mundo con toda la responsabilidad de la sangre que se ha vertido y la que pueda vertirse en adelante », (2)

Dos días después tuvo lugar la batalla de Cepeda, en que el ejército porteño fue completamente derrotado. El general Mitre escapó gracias a la ligereza de su corcel, llegando maltrecho a Buenos Aires.

Quedaron en poder del vencedor veintiún oficiales prisioneros y dos mil soldados, veinte piezas de artillería, el parque y caballadas.

Este desastre tuvo la virtud de hacer amainar la soberbia de los porteños. Vélez Sarsfield, cambiando repentinamente de tono, escribo al Mediador paraguayo, el 24 de Octubre:

«Tengo orden de decir a V. E, que el gobierno acepta el ofrecimiento, del Tacuarí, y que en él y al frente, de la ciudad de San Nicolás, pueden reunirse los comisionados de ambos gobiernos. Allí estarán cerca del cuartel general DEL PRESIDENTE DE LA CONFEDERACION, y  con este medio el gobierno de Buenos Aires da a V. E. la mayor prueba de sus deseos de arribar a una solución pacífica, y que su PODEROSA MEDIACIÓN tenga todos los efectos que tan dignamente se ha propuesto. V.E » (MEMORANDUM paraguayo, página 51)

Como se ve, las cosas habían cambiado por completo. Urquiza, a quien, hasta entonces; apenas reconocían el título de«general » en sus comunicaciones oficiales, era ya el « Presidente de la Confederación Argentina » y la mediación paraguaya, tenida tan a menos, era una « poderosa mediación. » Pero, lo que es más, no había inconveniente en complacer al triunfador, consintiendo en ir hasta él, para buscar un arreglo pacífico.

Más adelante, fortificada la ciudad de Buenos Aires y reorganizado su ejército, la intransigencia de sus hombres había de retoñar, para desaparecer de nuevo ante la inminencia de un asalto general.

 

NOTAS

(1) La matanza de Villamayor-una sangrienta gloria de Mitre - la tragedia de San Juan, el asesinato de Benavidez y la actitud ya intolerable de la oligarquía porteña, entregada al desenfreno de sus pasiones localistas, puso al congreso de la Confederación en el caso de autorizar al presidente Urquiza a someter a Buenos Aires por la paz o por la guerra. En tal ocasión -Julio de 1859- el representante de los Estados Unidos, Benjamín C. Yancey, trató de conjurar la guerra entre porteños y provincianos. Pero sus gestiones fracasaron por la intransigencia del gobierno bonaerense, que pretendía, entre otras cosas, que el vencedor de Caseros ose retirase totalmente de la vida pública, lo menos por seis años>.

(2)Ante la aproximación de Urquiza, no se cansaba Mitre de pedir refuerzos al gobierno. En carta del 6 de Setiembre de 1859, el doctor Vélez Sarsfield le escribió así, impacientado:   « Usted, general, pide todavía otro batallón, como ha pedido toda la tropa de fronteras. Permítame decirle que usted parece UN GENERAL POCO OSADO (una manera de llamarle cobarde) y de MUCHOS ANDAMIOS (es decir impertinente ) y que le recuerde que San Martín se lanzó al Perú con menos de 4000 hombres y ni un solo caballo, esperándole 20.000 veteranos ».         Véase « Archivo de Mitre », tomo XVI, pág. 116.


 

III

La mala fe de la oligarquía porteña - Enérgica actitud de López - Manifestaciones de gratitud - Vuelven a presentarse los ministros de Francia e Inglaterra - Prosigue la mediación paraguaya -La primera conferencia en Monte Caseros- Palabras de Solano López-Resultados trascendentales alcanzados - Segunda conferencia - Buenos Aires y el monopolio fluvial - La garantía del Paraguay-Comentarios - Tercera conferencia - Alsina pretende romper las negociaciones - Caída de su gobierno - Cuarta y quinta conferencias - La paz. El último esfuerzo de Mitre.

 

Antes de seguir rápidamente el curso de la mediación paraguaya, he de referir, de paso, un incidente que da idea de la mala fe de la oligarquía porteña y de la altiva caballerosidad de nuestro correcto representante.

Cuando, apenas llegado a Buenos Aires, pidió el general López al gobernador que constituyera una comisión que debía entenderse con la que designaría Urquiza, tanto el doctor Alsina como Vélez Sarsfield, le manifestaron terminantemente, que no aceptaban tratar con el doctor Benjamín Victorica, porque era hijo del antiguo jefe político de Rosas y yerno del jefe enemigo.

En vista de ello, se dirigió, confidencialmente, al doctor Victorica - que iba a ser uno de los comisionados del general Urquiza - pidiéndole que se eliminara voluntariamente, en obsequio a la paz y a los más altos intereses de su país. Y éste no tuvo inconveniente en complacerle.

Poco después, vencidos en Cepeda y bajo la acción del susto todavía, el doctor Vélez Sarsfield, en presencia de varias personas, pretendió desautorizar al general López, afirmando « que el gobierno de Buenos Aires no había rechazado el nombramiento del doctor Victorica y que le era indiferente que viniera este señor o cualquier otro comisionado.»

Enterado, por el doctor Carlos Calvo, de esta manifestación, que comprometía su seriedad y le ponía en desairada situación ante el doctor Victorica, no perdió un minuto en ir a pedir explicaciones, personalmente, al doctor Vélez Sarsfield, quien no pudo menos que dárselas, y muy amplias, dejando a salvo su corrección. Y no contento con esto, para dejar constancia, documentada de todo, le dirigió una extensa nota en que, refiriendo lo ocurrido, puso bien en claro su conducta y la del gobernador y su ministro. El doctor Vélez Sarsfield le contestó en nota del 27 de Octubre, confirmando las explicaciones verbales que le había dado. « Cuando hablé con el señor gobernador, le decía, respecto de la nota de V . E. que contesto, ya había tenido lugar la conversación con el señor Calvo y las expresiones mías que él transmitía a V. E. Si hay contradicción entre mi pensamiento y el gobernador, es porque no había habido acuerdo sobre la materia, ni me había comunicado sus ideas, ni menos tomado conmigo una resolución respecto del señor Victorica. »

En este galimatías el doctor Vélez no ponía a salvo, por cierto, su ligereza, al negar públicamente lo que había dicho al ministro paraguayo sobre el doctor Victorica. Y así queriendo cohonestar su torpe conducta, agregaba: « yo debo protestarle que no he dado importancia alguna a lo poco que he conferenciado con V. E . respecto del señor Victorica... creo sólo haber hablado, si no me equivoco, con el señor ministro sino de la inconveniencia del señor Victorica para la negociación de paz. ... pero, sobre todo, desde que el señor ministro tenía la resolución del señor gobernador, lo que yo le dijera no tenía ningún género de importancia. » (MEMORANDUM paraguayo, página 52-54)

¡El general López podía darse por satisfecho!

La humillación de Vélez Sarsfield fue completa.

Después de esto, las gestiones del Mediador continuaron, cada vez, más activas.

El 25 de Octubre -- dos días después del desastre de Cepeda (El gobierno de Buenos Aires sabía ya el resultado de la batalla el 24, pero hasta el 25 guardó el mayor secreto al respecto) - el doctor Vélez Sarsfield volvió a comunicar al general López que su gobierno estaba dispuesto a nombrar sus comisionados ante Urquiza, pero que era necesario para esto recabar su aquiescencia previamente.

La dificultad no estaba ya en la deprimida oligarquía.. Todo dependía de la buena voluntad del vencedor!...

El general López respondió que, dado el interés que le inspiraba la suerte de los pueblos en lucha, iba a despachar un parlamentario ante Urquiza, para recabar su aquiescencia, como se le pedía, por más que estaba seguro de que recibiría benévolamente a los comisionados porteños, rogando se le dieran los medios para que su enviado marchara por tierra.

« En contestación - le escribía Vélez el 27 - el infrascripto tiene orden de decir a V. E. que el gobierno está altamente reconocido a LOS LAUDABLES ESFUERZOS QUE V. E. HA HECHO Y SIGUE HACIENDO EN FAVOR DE LA PAZ DE LOS PUEBLOS DEL RÍO DE LA PLATA, así como que se halla dispuesto a facilitar a V. E. todos los medios y recursos que crea conducentes al objeto que V. E se propone. » (MEMORANDUM paraguayo, página 57)

¡He ahí  una declaración sobre la que debe meditar la posteridad!

El doctor Valentín Alsina, el Hombre del 11 de Setiembre, la expresión más pura del localismo porteño, es el que deja constancia de su gratitud «por los laudables esfuerzos que hacía en favor de la paz de los pueblos del Río de la Plata » el noble soldado que había de ser, tres años después, condenado a muerte, por esa misma oligarquía, por constituir un peligro para la paz y la civilización de esos mismos pueblos!

Pero sigamos.

En la madrugada del 28 de Octubre partieron de Buenos Aires el sargento mayor José María Aguiar y el subteniente Pedro Duarte, llevando una nota del Mediador al Presidente de la Confederación, en la que le pedía que con toda la urgencia que reclamaba la conveniencia de los pueblos en lucha, se dignara dar el consentimiento que se le pedía « para lograr que todos concurrieran a enjugar las lágrimas de la Patria de los argentinos », (MEMORANDUM paraguayo, página 59)

En estas circunstancias volvieron a presentarse al gobierno de Buenos Aires los ministros de Francia e Inglaterra, pretendiendo reanudar sus gestiones pacificadoras, solicitando para el efecto un armisticio previo.

Notificado de esto el general López, pidió que se le dijera claramente si se pensaba dar curso a dichas negociaciones, o si se esperaría el resultado de la mediación paraguaya.

Vélez Sarsfield le hizo saber los embarazos de su gobierno ante esta dificultad - que había sido puesta en conocimiento de los señores Edgardo Thornton y Lefebre de Bencour, representantes de Inglaterra y Francia - sin resolver la cuestión que le planteaba.

Entre tanto, Aguiar y Duarte, después de día y medio de marcha, encontraban al general Urquiza, acampado sobre el arroyo Luna, entregándole la nota de que eran portadores.

El vencedor de Cepeda contestó que « fiel a su palabra, disé el general López, se apresuraba a decirme que, aunque la situación era diversa, de aquella en que me había asegurado sus deseos de paz, yo había debido contar siempre con su aquiescencia a recibir los comisionados de Buenos Aires en un punto próximo a su cuartel general, indicándome ya el punto de Morón para el sitio de las conferencias, y pidiéndome que enviase el vapor Tacuarí a Montevideo a traer al brigadier general Guido, a quien S. E. nombraba como uno de sus comisionados ». (MEMORANDUM paraguayo, página 14)

El 1° de Noviembre, a las cuatro y tres cuartos de la tarde, llegó a sus manos la generosa y patriótica respuesta de Urquiza, y una hora después zarpaba hacia Montevideo el buque de guerra paraguayo Salto de Guairá, en busca del general Guido. Y sabiendo que las fuerzas de la Confederación marchaban rápidamente sobre Buenos Aires, « y que aquel hermoso pueblo iba a ser teatro de una sangrienta lucha, entre hijos de la misma patria » (MEMORANDUM paraguayo, página 14) pasó en el acto a hacer conocer al gobernador Alsina la contestación que acababa de recibir. Y, no contento con esto, le comunicó por escrito lo que, para ganar tiempo, le había dicho verbalmente, rogándole le diera a conocer los nombres de las personas que integrarían la comisión de Buenos Aires y haciéndole saber que iba a proponer al general Urquiza una suspensión de hostilidades.

En su respuesta, el doctor Vélez Sarsfield vuelve a agradecerle en nombre del gobierno « sus empeñosos pasos por la paz entre Buenos Aires y la Confederación » (MEMORANDUM paraguayo, página 69) y le comunica que aún no habían sido designados los comisionados. Al mismo tiempo le manifiesta que las conferencias debían tener lugar en un punto neutral, que no estuviese ocupado por las fuerzas del general Urquiza.

Recién al día siguiente, 3 de Noviembre. se le hizo saber que habían sido nombrados los señores Juan B. Peña, doctor Carlos Tejedor y doctor Antonio Cruz Obligado, representantes de la provincia para negociar la paz con los representantes de la Confederación. Urquiza, por su parte, le comunicó que había nombrado con el mismo objeto a los generales Tomás Guido y Juan E. Pedernera y al doctor Daniel Aráoz.

En una entrevista con el vencedor de Cepeda consiguió que aceptase la suspensión de hostilidades durante los días de las conferencias, con la condición expresa de que Buenos Aires suspendería también sus obras de atrincheramiento.

El gobernador Alsina no consintió, en el armisticio previo, en las condiciones propuestas, pero dio a conocer al Mediador las bases de paz que iban a llevar sus representantes.

Por fin, después de vencer innumerables dificultades, consiguió el ministro paraguayo que se reunieran las dos comisiones en la Chácara de Monte— Caseros. El 5 de Noviembre, y bajo su presidencia, empezaron las deliberaciones, previo canje de los respectivos poderes de los comisionados.

«En seguida el Exmo. Ministro Mediador, Brigadier general don Francisco Solano López - dice el acta - abrió la conferencia, expresando que como representante de la República del Paraguay estaba animado de los más vivos deseos de ver terminadas por un arreglo pacífico las diferencias suscitadas entre el gobierno de la Confederación Argentina y el del Estado de Buenos Aires, y que abrigaba la más profunda esperanza de que, habiendo logrado reunir en aquel lugar a los señores representantes de ambos gobiernos, pudiera llegarse a un arreglo que pusiese término a la lucha y evitase la efusión de sangre entre los miembros de una misma familia, desgraciadamente dividida; que le sería muy lisonjero obtener tan feliz resultado, y que esperaba de los señores comisionados que, al entrar en la discusión de las bases de paz, hiciesen completo olvido de todo lo pasado y prescindiesen de toda recriminación por las diferencias anteriores que les habían dividido. » (MEMORANDUM paraguayo, página 108)

A pesar de estas serenas palabras, la discusión tomó un sesgo inconveniente, que podía hacer fracasar las negociaciones.

Las pasiones estaban encendidas, y un pretexto cualquiera podía hacer estallar los enconos contenidos.

El Mediador paraguayo, dando pruebas de su talento y del dominio que ejercía sobre todos, tomó entonces la dirección del debate, encauzándolo hacia soluciones prácticas y conciliatorias. Y después de una «larga y luminosa discusión », se llegó a las siguientes conclusiones

«1ª La Provincia de Buenos Aires hace la declaración solemne de que forma parte íntegramente de la Confederación Argentina.

« 2ª Se concede a la Provincia de Buenos Aires el libre examen de la Constitución de la Confederación, por medio de una Convención Constituyente, que deberá reunirse dentro de veinte días, contados desde que se firme la paz y compuesta de doble número de diputados del que se compone la actual Cámara de Representantes. »

No podían iniciarse bajo mejores, auspicios las conferencias.

Gracias al tino del Mediador, se habían pospuesto las cuestiones secundarias y se había reintegrado a la ciudad rebelde al seno de la gran familia argentina.

En la conferencia del día siguiente, celebrada en San José de Flores, el general López, siempre con la mira de evitar un rompimiento y para impedir que surgiesen cuestiones personales, extrañas al gran objetivo que se perseguía, formuló catorce proposiciones, que debían ser estudiadas. Y rogó que se le permitiese intervenir en las discusiones, pues él quería agregar al carácter de ministro del Paraguay, el de representante de la confraternidad de los argentinos, expuesta a disolverse, quizá para siempre, y cuyo precioso vínculo deseaba reanudar

Las proposiciones del Mediador fueron acogidas con simpatía y estudiadas con serenidad.         Y cada vez que surgía alguna dificultad, se hacía sentir su oportuna intervención, que solucionaba siempre los conflictos y llevaba el convencimiento a los espíritus.

Su palabra elocuente, plena de sinceridad, era un sedativo para las pasiones en pugna, y su absoluta imparcialidad era mirada como una garantía para todos.

La mayor parte de las cuestiones planteadas fueron aprobadas, unas definitivamente, otras ad referéndum.

En el curso de la discusión, el general López propuso este artículo:

«Al mismo tiempo de la evacuación de las fuerzas nacionales, que será á la mayor brevedad posible, Buenos Aires desarmará su escuadra Y LA ISLA DE MARTÍN GARCÍA, y licenciará sus fuerzas, hasta dejarlas en pie de paz. »

No se les escapó a los representantes de Buenos Aires la trascendencia de esta proposición. Dentro de ella, muy oculta, como para que pasara inadvertida, se planteaba una cuestión vital para la política, esclusivistá de la vieja sede del monopolio fluvial. El desarme de Martín García era la apertura del estuario, era el desplome de la muralla china que tapiaba la gran puerta de los pueblos de tierra adentro, era el decreto efectivo de la libertad de los afluentes del río como mar... Y, claro está, no dieron su asentimiento!

El artículo fue aceptado como sigue:  «Después de ratificado este convenio, el ejército de la Confederación evacuará el territorio de Buenos Aires, dentro de quince días, y ambas partes reducirán sus armamentos al estado de .paz ». La isla de Martín García seguiría, pues, armada, es decir, la navegación de los ríos superiores continuaría sometida a la caprichosa voluntad de los porteños:.. o porteros que con tranca de cien cañones aseguraban su soberanía exclusiva sobre el Plata, que desde 1852 había sido declarado abierto al comercio del mundo.

En ese artículo, además, Buenos Aires , en un último arresto de su orgullo, se colocaba. en el mismo plano que la Confederación, al decretar el desarme de ambas partes, como si una provincia tuviera derecho a mantener, ella sola, fuerzas iguales a las de la nación entera. En el fondo se sentía fuera de la comunidad argentina, y quería tratar con la Confederación como quien trata con un extraño, de potencia a potencia.

« En la discusión de este artículo y con motivo de la invitación hecha por los comisionarlos de la Confederación a los de Buenos Aires para que se formulara o propusiera algo en garantía de que la escuadra, ejército etc. de Buenos Aires serían reducidos al estado de paz, ÉSTOS PROPUSIERON QUE EL GOBIERNO DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY GARANTIERA EL PRESENTE CONVENIO; lo que fue aceptado por los señores Comisionados de la Confederación, a pesar de no tener instrucciones sobre ello. El señor ministro mediador, manifestó que el gobierno del Paraguay no tendría inconveniente en prestar su garantía, más o menos lata, para la ejecución del presente convenio... Se propuso también por uno de los Comisionados de la Confederación que se sometiese al arbitraje del gobierno del Paraguay cualquier disidencia que pudiera dividir a las partes contratantes en la interpretación de este Convenio. El señor ministro mediador aceptó la indicación. » (Acta de la segunda conferencia. MEMORANDUM, pág. 113)

¡El Paraguay, árbitro de los destinos del Río de la Plata!

¡El gobierno paraguayo, garantía de la paz entre los argentinos!

¿Y la leyenda de nuestra barbarie ?

¿ Y la tiranía nefanda de los López ?

¿No era, acaso, el Paraguay « una plantación, con un millón de indios, en vez de negros », con el capataz por presidente, que dijo Sarmiento ? (Carta de Sarmiento al  «Daily Advertiser», de Boston. En esa misma carta dice que el mariscal López es  «el jefe hereditario de las tribus indianas guaraníes que habitan el Paraguay, Dictador, Papa, Supremo juez y Señor de vidas y haciendas. » Y, en cuanto al pueblo paraguayo, asegura que tiene «la misma obediencia, el mismo coraje y la misma fidelidad a su amo, que el perro. »          Véase a «Obras », tomo XXXIV, pág. 257-260)

En la hora suprema, cuando el abismo abre sus fauces, y la tormenta va a precipitarlos en sus profundidades, ¿ quién es el que les tiende la mano, y les arrebata a la muerte, y les salva entre sus brazos fraternales?

¿ Quién es ese hombre magnánimo, noble, generoso, gentil, infatigable, discreto, sabio, enérgico, sereno, comprensivo y conciliador, que vence todas las dificultades, soporta todas las descortesías y se sobrepone a todas las deslealtades, para evitar que corra sangre de hermanos, convertido, según sus propias palabras, en el « representante de la confraternidad argentina » ? ¡Ah, injusticias de los pueblos!

Apelo a las nuevas generaciones, del Plata.

Ellas han de decirnos todavía, con el alma limpia de prejuicios, quién era ese hombre que a los treinta y tres años subía a tales eminencias de la historia americana, para articular el credo de la paz, como profeta de la civilización.

Ellas han de responder, irguiéndose en medio de las opulencias de su presente, a los gritos feroces que vienen de su mísero pasado, a los gritos estentóreos que brotan de las gargantas abiertas por los puñales de una oligarquía sanguinaria, a los gritos ensordecedores que brotan de la caverna bonaerense y llegan hasta nosotros, a través de medio siglo, proclamando la barbarie del «tirano horrible », del « Atila guaraní », del « sultán de las, selvas del Paraguay. »

Ellas nos dirán el secreto de esa extraña metamorfosis que convierte al salvador de hoy en el monstruo de mañana, y trueca la gratitud en odio y la admiración en anatema...

La historia está allí. Y lo que está escrito, escrito está.

Nada puede la pasión de los hombres contra los mandatos de la verdad. Ella es eterna en medio de nuestras vidas transitorias.

Y ella es incorruptible en medio de las miserias de nuestros apetitos. El orín de la calumnia puede oxidar el brillo de los metales plebeyos, pero no ataca al oro de buena ley, que permanece puro en medio de la escoria y surge limpio, después de siglos, de las entrañas de la tierra.

Por eso, la gloria de Solano López es un hecho irremediable.

Para suprimirla habría que arrancar de cuajo muchas páginas de la historia argentina.

Para negar su obra civilizadora en el Río de la Plata habría que operar el milagro de borrar de la memoria de la posteridad el recuerdo de aquellos días de angustia, en que imperó el dolor; días de luto, en que soplaba un viento de tragedia y la patria argentina se caía a pedazos; días de muerte en que dominaba el eco del cañón, entre un inmenso rechinar de dientes ; días de locura colectiva, en que hacía crisis un antagonismo centenario; días de agonía, en que surgió, como iris de esperanza, el que era la encarnación del alma paraguaya, haciendo cesar el rumor de la guerra, para que sólo resonaran sus palabras de reconciliación, y disipando las negras nubes de la tormenta, para que brillara en el cielo un sol de amor y de justicia, entendido por el fuegode su corazón magnánimo!

Y los argentinos de hoy, al marchar hacia adelante, empujados por su destino prodigioso, no podrán menos de reconocer que, allá lejos, en un recodo del camino, cuando se empeñaban en traicionar su propia fortuna, fue el caído de Cerro-Corá el que les indicó el sendero perdido que había de conducirles a su presente grandeza...

Pero volvamos a nuestro relato.

En la tercera conferencia, que tuvo lugar el siete de Noviembre, los, comisionados de Buenos Aires dijeron que su gobierno había aceptado la mayor parte de las proposiciones formuladas por Solano López y votadas en la sesión anterior.

Los comisionados de la Confederación manifestaron que deseaban saber la contestación del gobierno de Buenos Aires sobre las tres proposiciones relativas al cambio del personal del gobierno actual, al reconocimiento, y conservación en sus empleos, grados y goce de sueldo de todos los militares dados de baja desde el 1° de Diciembre de 1852, y a la conservación de las nuevas autoridades, civiles y militares, nombradas en la campaña.

Los representantes porteños respondieron que su gobierno rechazaba, terminantemente, la primera y tercera proposición. Y que, en cuanto a la segunda, pedirían nuevamente instrucciones.

Los representantes de la Confederación manifestaron entonces que dichas proposiciones eran indeclinables.

Quedó convenido que se reunirían al día siguiente para solucionar esta dificultad.

Y he aquí que el gobernador Alsina - detrás del cual se agazapaba el general Mitre - ilusionado por las fortificaciones que se habían improvisado y por las fuerzas que se habían reunido, pretendió romper las negociaciones, haciendo de esto una cuestión fundamental.

En efecto, en nota del 8 de Noviembre, comunicó al Mediador que los comisionados de Buenos Aires no asistirían a la reunión convenida, dando por terminados sus trabajos.

Felizmente, el prócer paraguayo todo lo había previsto.

Apenas terminada la segunda conferencia, se había trasladado al cuartel general de Urquiza, convenciéndole de la necesidad de que las tres proposiciones en cuestión no fuesen irrevocables.

Y, así, pudo escribir al doctor Vélez Sarsfield que, aprovechando los momentos disponibles, « antes de que un combate salpique la ciudad con la sangre de los argentinos», se había entrevistado con el Presidente de la Confederación, consiguiendo que los puntos que quedaron pendientes fueran considerados susceptibles de discusión y, por lo mismo, de modificaciones.

Con esto el pretexto desaparecía.

En la mañana del 8 de Noviembre, temeroso de que los sitiadores iniciaran el asalto a la ciudad, trató de entrevistarse nuevamente con el caudillo entrerriano.

« Al cruzar la Plaza del 11 de Setiembre - nos cuenta en su Memorándum - me felicité ya de mi salida, porque al otro lado de dicha plaza encontré que considerables cuerpos de tropas marchaban sobre la ciudad, y que él Exmo. Señor Presidente municionaba a sus soldados y se preparaba para el ataque. No podré decir de parte de quién estaría. el triunfo, pero sí he de consignar qué mi CORAZÓN SUFRIÓ PROFUNDAMENTE al ver a dos pueblos hermanos que, de un momento a otro, iban a presentar un espectáculo el más horroroso y sangriento, en el combate a que veía prepararse el ejército del señor Presidente, en número de catorce a diez y seis mil hombres de las tres armas. (MEMORANDUM paraguayo, página 20)

¡Su corazón « sufría profundamente » ante la próxima batalla!

¡Su corazón sufría ante el posible desgarramiento de sus hermanos argentinos!

Un lustro después correría a mares la sangre paraguaya, vertían por los mismos cuyo infortunio angustiaba su alma.

Y al cabo de diez años correría también la suya, entre los escombros humeantes de su patria, en medio de la algazara triunfal de aquel pueblo desgraciado, cuya, única égida era él en su infortunio!

Urquiza - sobre el cual tenía un inmenso ascendiente - volvió a oírle.. Nada podía resistir a su palabra insinuante. Y el asalto quedó aplazado hasta que se recibiera la contestación definitiva del gobierno de Buenos Aires. En el acto volvió a la ciudad, para tratar de conseguir que se reanudasen las negociaciones.

Durante su corta ausencia las cosas habían cambiado por completo.

El doctor Alsina había renunciado remplazándole el presidente del Senado, don Felipe Llavallol, quien organizó un gabinete moderado, del que formaba parte el doctor Carlos Tejedor, uno de lo más ardientes partidarios de la paz.

Inmensa agitación reinaba en la ciudad. Y un desconcierto general. hacía más difícil la situación del Mediador, que veía llegar la hora del ataque.

El último plazo puesto por Urquiza expiraba al oscurecer.

Recién a las cuatro de la tarde se comunicó a Solano López la constitución del nuevo gobierno. Y en seguida pasó a conferenciar con el doctor Llavallol, quien le manifestó que estaba dispuesto a seguir las negociaciones de paz. Esta grata nueva fue comunicada momentos después, personalmente por él, al general Urquiza, quedando resuelto que las conferencias se reanudarían al día siguiente.

Fecundo en obras para Solano López el 8 de Noviembre, no descansó después de haber conjurado el inminente peligro de una batalla. Aún le quedaba algo que hacer para completar aquella brillante jornada de su vida.

Sabiendo que el día siguiente la escuadra de la Confederación atacaría a la de Buenos Aires y a la Isla del Martín García, pidió al general Urquiza, y al doctor Llavallol una orden escrita para sus respectivos almirantes, a fin de qué suspendieran las hostilidades.

A las doce de la noche tenía en sus manos los ansiados documentos. Y a la una de la madrugada volaba el Tacuarí sobre las dormidas aguas del Río de la Plata, llevando aquel mensaje salvador.

Después de esto, gestionó y obtuvo, un armisticio entre sitiados y sitiadores.

El general Urquiza, al contestar la nota en que se lo pedía, habla así:

« Acabo de recibir su interesante comunicación de esta fecha y no puedo, resistirme a ser deferente a los empeñosos esfuerzos de V: E por una resolución feliz, ESFUERZOS QUE TANTO LO ENNOBLECEN Y LO RECOMIENDAN AL APLAUSO Y ESTIMACIÓN DE MI PAÍS Y AL RECONOCIMIENTO DE LA HUMANIDAD ENTERA»

He allí, una vez más, al Ogro de San Fernando glorificado por labios argentinos, ennoblecido por sus esfuerzos generosos, recomendado al aplauso y a la gratitud del pueblo y de la humanidad entera.

Y ya veremos que no era sólo Urquiza el que así lo juzgaba. Hemos de oír todavía hacerle justicia a los porteños más recalcitrantes, a los que habían de negarle después la sal y el agua, por «bárbaro » y por « tirano ».

El nueve de Noviembre, eliminados todos los obstáculos, gracias a la inteligente perseverancia del Mediador, ,se reanudaron las negociaciones, interviniendo como representantes de Buenos Aires el doctor Tejedor y don Juan Bautista Peña.

Ante todo, se empezó por resolver la forma en que la provincia intervendría en la elección del futuro presidente de la Confederación. Y en seguida se entró a estudiar las tres cuestiones que habían provocado el rompimiento.

Respecto al cambio de gobierno, los mismos representantes de Buenos Aires manifestaron que había sido resuelto « por la opinión pública », que impuso al doctor Alsina su renuncia.

En cuanto a la segunda cuestión, o sea, a la conservación de las autoridades civiles y militares de la campaña, nombradas después de Cepeda, los bonaerenses pidieron que se dejara al nuevo gobierno en libertad de resolverla.

La tercera cuestión se solucionó también satisfactoriamente.

Se estudió después la garantía del gobierno del Paraguay, pedida en la conferencia anterior por los comisionados de Buenos Aires, así como el arbitraje para los casos de disidencia en la interpretación del tratado.

La garantía fue votada por unanimidad y sobre tablas. En cuanto al arbitraje, los porteños manifestaron no poder resolver nada, porque habían olvidado pedir instrucciones al respecto al nuevo gobierno.

« El señor Ministro Mediador, dice el acta, manifestó que se consideraba muy feliz en haber podido traer a su término la negociación de paz; que había hecho todo lo posible para que su mediación no tuviese un carácter equívoco para ninguno de los contratantes y que si la oportunidad llegase podría demostrar con documentos innegables su completa imparcialidad.»

Contestaba así a las insinuaciones maliciosas de la prensa del gobierno caído, que en su despecho trataba de envenenar al pueblo, sembrando dudas en su espíritu.

Desde la sombra, empezaba su obra el vencido de Cepeda.

Aun no se había firmado la paz, vivía todavía Buenos Aires bajo la pesadilla de un asalto, rodeada por un ejército formidable, y ya se iniciaba la conjuración siniestra contra el salvador que detenía el brazo de Urquiza, alzado para aplastarla.

Dentro de la oligarquía porteña se nucleaba la oligarquía mitrista, que había de dar al traste con todo lo que se oponía a sus ambiciones desenfrenadas, con el general Urquiza, con el Paraguay, con Solano López, rompiendo todos los pactos forjados por el patriotismo argentino y por la buena fe paraguaya y precipitando dé nuevo a la nación en la anarquía, para después uncirla, degradada y envilecida, al carro del conquistador brasileño.

Antes de poner término a esta conferencia, el Mediador manifestó que, agradeciendo la confianza que se depositaba en su gobierno, no le era dado ofrecer todavía sino una garantía moral por parte de su país. Y como insistieran en pedirle una garantía efectiva, aclaró su situación, diciendo que; no podía aceptar semejante responsabilidad sin consultar a su gobierno.

Y se levantó la sesión, retirándose los comisionados « llenos de satisfacción indecible, porque se podía asegurar ya que la paz sería definitivamente ajustada en la quinta conferencia ». (MEMORANDUM paraguayo, página 23) Llegó, por fin, el 10 de Noviembre, día memorable en los fastos de la nación argentina.

Bajo la presidencia del Mediador paraguayo, volvieron a reunirse en San José de Flores los representantes de Buenos Aires y de la Confederación.

Un inmenso optimismo llenaba los espíritus.

Se empezó por convenir que el pacto a que arribasen sería ratificado por los gobiernos antagónicos, dentro del término de cuarenta y ocho horas.

Y en seguida los representantes porteños insistieron en la necesidad de que el Paraguay garantiera el cumplimiento de lo pactado, dejando el arbitraje para un acuerdo posterior, a fin de ganar tiempo.

Los representantes de la Confederación pidieron que la garantía del Paraguay fuese real y efectiva, « para estrechar de la manera más íntima, decían, las relaciones de la Confederación Argentina y la República del Paraguay ».

Solano López, que no se dejaba llevar de lirismos y veía las cosas con nítida claridad, manifestó que esa garantía no podía ser sin un arbitraje inapelable, que diera a su gobierno los medios de solucionas todas las cuestiones que sobreviniesen entre las partes contratantes; pero que, para complacer el unánime pedido de los comisionados, accedía a lo solicitado.

Los representantes de la Confederación aceptaron, desde luego, el arbitraje sin apelación del Paraguay, y los porteños, declarando su conformidad, dijeron que sólo hacían cuestión de tiempo y oportunidad.

A pedido de todos, el general López redactó los siguientes artículos, que fueron aprobados por unanimidad.

« La República del Paraguay, cuya garantía ha sido solicitada, tanto por el Exmo. Señor Presidente de la Confederación cuanto por el Exmo Gobierno de Buenos Aires, garante el cumplimiento de lo estipulado en este Convenio».

«El presente Convenio será sometido al Exmo. Señor Presidente de la República del Paraguay, para la ratificación del artículo precedente, en el término de cuarenta días, o antes, si fuera posible».

Después de esto, redactado y firmado el pacto, quedó sellada la paz y la unión de la disgregada familia argentina.

He aquí el texto de tan notable documento:

El Exmo. Señor Presidente de la Confederación Argentina, Capital General del Ejército Nacional en campaña, y el Excmo. gobierno de Buenos Aires, habiendo aceptado la mediación oficial en favor de la paz interna de la Confederación Argentina, ofrecida por el Excmo. gobierno de la República del Paraguay, dignamente representado por el Exmo. Señor Brigadier general don Francisco S. López, ministro secretario de Estado en el Departamento de Guerra y Marina, de dicha República, decididos a poner término á la deplorable desunión en que han permanecido desde 1852, y a resolver definitivamente la cuestión que ha mantenido a la Provincia de Buenos Aíres separada del gremio de las demás que constituyeran y constituyen la República Argentina, las cuales, unidas por un vínculo federal, reconocen por Ley fundamental la Constitución sancionada por él Congreso Constituyente en 1° de Mayo de 1853- acordaron nombrar comisionados por ambas partes, plenamente autorizados, para que, discutiendo entre sí y ante el Mediador, con ánimo tranquilo y bajo la sola inspiración de la paz y del decoro dé cada una de las partes, todos y cada uno de los puntos en qué hasta aquí hubiese disidencia entre Buenos Aires y las Provincias confederadas, hasta arribar a un convenio de perfecta y perpetua reconciliación, quedó resuelta la incorporación inmediata y definitiva de Buenos Aires a la Confederación Argentina, sin mengua de ninguno de los derechos de la soberanía local, reconocidos como inherentes a las provincias confederadas y declarados por la propia Constitución Nacional; y al efecto nombraron, a saber ; por parte del Presidente de la Confederación Argentina, a los señores Brigadier General      don Tomás Guido, Ministro Plenipotenciario de la Confederación Argentina cerca de S. M. el Emperador del Brasil y del Estado Oriental, Brigadier General don juan Esteban Pedernera, Gobernador de la Provincia de San Luis y Comandante de la Circunscripción Sud, y doctor don Daniel Aráoz, Diputado al Congreso Nacional por la Provincia de jujuí ; y por la parte del Gobierno de Buenos Aires, a los señores doctor don Carlos Tejedor y don Juan Bautista Peña, quienes, canjeados sus respectivos plenos poderes, y hallados en forma, convinieron en los artículos siguientes :

1° Buenos Aires se declara parte integrante de la Confederación Argentina, y verificará su incorporación por la aceptación y jura solemne de la Constitución Nacional.

2º Dentro de veinte días de haberse firmado el presente convenio, se convocará una Convención Provincial que examinará la constitución de Mayo de 1853, vigente en las demás Provincias Argentinas.

3° La elección de los miembros que formarán Convención se hará, libremente por el pueblo y con sujeción a las leyes que rigen actualmente en Buenos Aires.

4° Si la Convención Provincial aceptase la Constitución sancionada en Mayo de 1853, y vigente en las demás Provincias Argentinas, sin hallar nada que observar en ella, la jurará Buenos Aires solemnemente, en el día y en la forma que esa Convención Provincial designare.

5° En el caso que la Convención Provincial manifieste que tiene que hacer reformas en la Constitución mencionada, esas reformas serán comunicadas al gobierno nacional para que, presentadas al Congreso federal legislativo, decida la convocación de una Convención ad hoc que las tome en consideración y a la cual la Provincia de Buenos Aires se obliga a enviar sus diputados con arreglo a su población, debiendo acatar lo que esta Convención así integrada decida definitivamente, salvándose la integridad del territorio de Buenos Aires, que no podrá ser dividido sin el consentimiento de su legislatura.

6º Interín llega la mencionada época, Buenos Aires no mantendrá relaciones diplomáticas de ninguna clase.

7° Todas las propiedades de la Provincia que le dan sus leyes particulares, como sus establecimientos públicos de cualquier clase y género que sean, seguirán correspondiendo a la Provincia de Buenos Aires, y serán gobernadas y legisladas por la autoridad de la Provincia.

8º Se exceptúa del artículo anterior la Aduana, que, como por la Constitución Federal corresponden las aduanas exteriores a la Nación, queda convenido, en razón de ser casi en su totalidad las que forman las rentas de Buenos Aires, que la Nación garante a la Provincia su presupuesto de 1859, hasta cinco años después de su incorporación, para cubrir sus gastos, inclusive su deuda interior y exterior.

9.° Las leyes actuales de Aduana de Buenos Aires sobre el comercio exterior seguirán rigiendo hasta que el Congreso Nacional revisando las tarifas de Aduana de la Confederación y Buenos Aires establezca las que han de regir para todas las aduanas exteriores.

10.° Quedando establecido por este Pacto un perpetuo olvido de todas las causas que han producido nuestra desgraciada desunión, ningún ciudadano argentino será molestado por hechos u opiniones políticas durante la separación temporal de Buenos Aires, ni confiscados sus bienes por las mismas causas, conforme á la Constitución de ambas partes.

11.° Después de ratificado este Convenio, el ejército de la Confederación evacuará el territorio de Buenos Aires, dentro de quince días, y ambas partes contratantes reducirán sus armamentos al estado de paz.

12.° Habiéndose hecho ya en las Provincias Confederadas la elección de Presidente, la Provincia de Buenos Aires puede proceder inmediatamente al nombramiento de electores para que verifiquen la elección de Presidente hasta el 1° de Enero próximo, debiendo ser enviadas las actas electorales antes de vencido el tiempo señalado para el escrutinio general, si la Provincia de Buenos Aires hubiese aceptado sin reserva la Constitución Nacional.

13.° Todos los generales, jefes y oficiales del ejército de Buenos Aires dados de baja desde 1852, y que estuviesen actualmente al servicio de la Confederación, serán restablecidos en su antigüedad, rango y goce de sueldos, pudiendo residir en la Provincia o en la Confederación, según les conviniese.

14.° La República del Paraguay, cuya garantía ha sido solicitada tanta por el Exmo. Señor Presidente de la Confederación cuanto por el Exmo, gobierno de la Provincia de Buenos Aires, garante el cumplimiento de lo estipulado en este Convenio.

15.° El presente Convenio será sometido al Exmo. Señor Presidente de la República del Paraguay para la ratificación del articulo precedente en el término de cuarenta días, o antes, si fuera posible.

16.° El presente Convenio será ratificado por el Exmo. gobierno de Buenos Aires dentro del término de cuarenta y ocho horas, o antes, si fuese posible. En fe de lo cual el Ministro Mediador y los comisionados del Exmo. Señor Presidente de la Confederación y del Exmo. gobierno de Buenos Aires lo han firmado y sellado con sus sellos respectivos en San José de Flores, a los diez días del mes de Noviembre de 1859.

FRANCISCO S. LÓPEZ

Tomás Guido -  Carlos Tejedor

Juan E. Pedernera  - Juan B. Peña

Daniel Aráoz

 

¡Quién le diría al general López. que al poner su nombre al pie de este documento, firmaba su sentencia de muerte y el decreto de la ruina de su país

El gran patriota no sabía que de aquella comunión fraternal surgiría el rayo de la guerra que había de fulminarlo.

Ignoraba lo que había en el fondo  de las almas, los rencores taciturnos que ocultaban los corazones, los odios encadenados que rugían bajo tan halagadoras apariencias.        '

Para Buenos Aires, aquel pacto era la derrota de todas sus ambiciones, era la muerte de su predominio, era la ruina del monopolio que usufructuaba desde los días del coloniaje.

La oligarquía que soñó con la « República del Plata », caía vencida por los empeños del Paraguay, que, contra su voluntad, volvía a la Provincia segregada al seno de la patria común y agrupaba a todos sus hijos bajo una sola bandera.

¡Y éste era un crimen que habíamos de pagar con el tiempo!

Buenos Aires, salvada por nuestra generosa mediación, salvada de ser sometida a sangre y fuego, no tardó en reaccionar.

Apenas se sintió libre del ejército sitiador, el mitrismo empezó su conspiración contra Urquiza y contra el Paraguay.

Y, así, Pavón no fue sino el primer acto de la tragedia que se consumó en Cerro-Corá. . .

Pero el noble Mediador juzgaba a los demás por sus propios sentimientos. En su sinceridad, no veía sino el triunfo de sus ideales de paz y de fraternidad. y se sentía orgulloso de haber conseguido unir a los que habían de sacrificarle.

Y, vibrante de elocuencia, arengó a los que con él acababan de consumar aquel acto tan trascendental, diciéndoles que sentía una profunda alegría al ver que no sé había equivocado al creer posible la paz, « a pesar de haber encontrado a los argentinos con las armas en la mano y teñidos en sangre de hermanos » ; que para estrecharse las manos, « como en el pabellón siempre glorioso de la Nación », se habían hecho mutuas concesiones, que esperaba no servirían ya de germen para nuevas disensiones ; que los intereses comerciales y políticos de su país, comprometidos en la lucha, « habían constituido una razón para redoblar su imparcialidad, a fin de quitar a la gestión de su gobierno todo carácter equívoco ; « que si bien había tenido la fortuna  de encaminar las negociaciones a tan feliz resultado, no tenía el deber de garantir el cumplimiento de lo pactado, pero que, deseoso siempre el gobierno paraguayo, de ver desaparecer toda desinteligencia entre pueblos vecinos y hermanos, no trepidaba en aceptar esa carga en su nombre, en la esperanza de que le prestaría su aprobación» ; y que su gobierno « miraría siempre ,como uno de los hechos más grandiosos de la época de su administración el alto honor de haber concurrido eficazmente a la unión de los argentinos, garantiendo su efectividad ». (MEMORANDUM paraguayo, página 120)

Los comisionados de una y otra parte le expresaron después su gratitud, « encareciendo - dice el acta - el muy importante servicio que el Presidente de la República del Paraguay y su Ministro Mediador acababan de prestar a estos pueblos, contribuyendo tan eficazmente a la reconciliación de los miembros de una misma familia. »

La paz era, pues, un hecho. Pero, en los mismos momentos en que se consumaba, el general Mitre hacía el último esfuerzo para hacerla fracasar. .Movido por su despecho, mandó avanzar a sus soldados más allá de sus líneas, provocando al ejército sitiador. Y el choque fue inevitable, produciéndose un recio tiroteo, que pudo ser la señal del asalto, a no mediar la alta prudencia del general Urquiza.

Cuando Solano López llegó al cuartel general de éste, se encontró con la desagradable nueva de la ruptura del armisticio por parte de Buenos Aires,. Ante tan grave hecho, trató de calmar el justo enojo del Presidente, prometiéndole conseguir explicaciones satisfactorias. Y, en efecto, el gobernador Llavallol se las dio como pudo, asegurándole que en adelante las fuerzas de Buenos Aires cumplirían lealmente la suspensión de hostilidades, «sin avanzar un paso de la zona que hasta. ahora han ocupado ».

Y con esto fracasó, una vez más el hombre siniestro que se ocultaba en la sombra.

Faltaba todavía un último rasgo de la gentileza y del espíritu humanitario del Mediador paraguayo.

Aprovechando las buenas disposiciones de ambas partes, a raíz de la paz, gestionó y obtuvo un canje de prisioneros y la libertad de todos los presos por causas políticas.

Y después de solucionar una serie de incidentes desagradables, dio por terminada su misión.

 


IV

La alegría de Buenos Aires - Homenajes a Solano López - Juicios de la prensa porteña - El Mediador convertido en hombre providencial - Juramento de " gratitud eterna " - Las porteñas - Nota de la Cámara Sindical - La clase industrial - El reconocimiento oficial - Palabras de Tejedor y Urquiza - El informe de los comisionados de la Confederación - Regreso del Mediador - Nuevos homenajes de despedida - El gobierno de Paraná - Palabras de del Carril: su significado - La espada de Cepeda - López leal a su promesa.

 

La buena nueva de la conclusión de aquel pacto fraternal causó inmenso regocijo en Buenos Aires y en toda la República. Y las bendiciones de un pueblo agradecido cayeron sobre el feliz Mediador, que fue recibido entre delirantes manifestaciones de gratitud y de simpatía.

El señor general López - decía un boletín de Las Novedades - el infatigable Mediador, fue objeto de una gran ovación. Su coche fue cubierto por los ramos de flores y por las coronas con que las bellas porteñas le obsequiaron. » (“LAS NOVEDADES”, Buenos Aires, Noviembre 11 de 1859)

Y otro diario bonaerense, El Pueblo Argentino – agregaba:

« Un pueblo numeroso y ansioso se situaba en la Plaza del Parque, y al escuchar el silbido del tren, volaba a su encuentro, para adivinar en el semblante, más o menos risueño, del Mediador, si era época de paz o de guerra. Y una vez que tuvo la persuasión de que la paz era un hecho, prorrumpió aquella apiñada multitud en vivas al general López, e infinidad de ramos de flores cayeron sobre el carruaje que lo conducía.

« Tan luego como las Cámaras aprobaron las bases de paz, el pueblo de Buenos Aires reposó. Y la morada del general López estuvo todo el día llena de gente, que le saludaba con regocijo y gratitud. Por tres días estuvo recibiendo expresiones de simpatía y agasajos de todo género de las porteñas. El salón principal se convirtió en un jardín de flores ! »     (“EL PUEBLO ARGENTINO”, Noviembre 15 de 1859)

Y esa misma prensa, que poco después había de lapidar su nombre, no sabía cómo glorificarle. exaltando su obra hasta las últimas expresiones del ditirambo.

El Nacional, uno de los diarios más prestigiosos de Buenos Aires, tribuna de Mitre y Sarmiento, juzgaba así su mediación

« Desde que se hizo pública la mediación ofrecida por el Presidente del Paraguay y aceptada por nuestro Gobierno, una esperanza consoladora se levantó en el espíritu de todos. La intervención en nuestra contienda del Gobierno de un pueblo vecino, unido al nuestro por la sangre y por el suelo que viene del mismo origen para arribar a los mismos grandiosos destinos, era un hecho nuevo en los anales diplomáticos, y el pueblo instintivamente se decía que sería fecundo en bienes.

« Hoy sabe ya con el contento en el alma, que sus previsiones no le engañaban y que con razón le inspiraba confianza esa mano amiga que se interponía entre los combatientes para hacerles escuchar la voz de la razón y del sentimiento, que rechazan como un crimen toda guerra que no sea forzosa, inevitable.

« No necesitamos decir cuántos han sido los generosos esfuerzos del general López hasta traer a los combatientes a suscribir el tratado de paz ; sin. él, tal vez, sin su oportuna intervención, mas sangre que la derramada en Cepeda hubiera empapado esta tierra, que ya ha absorbido la de dos generaciones, y centenares de cabezas argentinas hubiesen sido derribadas, sin aproximar por eso en un ápice la solución de nuestras cuestiones, que, de cierto, no se cerrarán como las fosas de los cementerios con cadáveres.

« El pueblo de Buenos Aires conoce los servicios del general López, y no sabrá olvidarlos en su gratitud. La nota que le ha dirigido nuestro Gobierno, y que hoy publicamos, contiene la interpretación fiel de los sentimientos que animan a todos los patriotas honrados que bendicen la mano que tan poderosamente ha contribuido a evitarnos la prosecución de una guerra que no habíamos provocado y que sólo aceptamos en defensa de los derechos más legítimos y santos.

El general López tiene razón para felicitarse, porque ha realizado una obra meritoria ante Dios y ante los hombres.

« Reciba el señor general López la gratitud que hoy le manifiesta el Gobierno en nombre del pueblo de Buenos Aires, y acepte con satisfacción las demostraciones de simpatía que le prepara el comercio extranjero, porque ha sabido merecer bien esta gratitud y estas demostraciones, que no son para él, como muchas otras veces, los vanos atavíos de la lisonja degradada o servil. Recompensan un mérito, y las inspira uno de los sentimientos más nobles del corazón humano.   (" El Nacional ", Noviembre 15 de 1859, Sarmiento reemplazó a Mitre en la redacción de  «El Nacional » el 31 de julio de 1855, según él nos refiere. El mismo mes y día, tres años después, entregó su puesto al doctor Juan Carlos Gómez (véase « Obras » , tomo XXV, páginas 375,377 ) Pero siguió colaborando activamente, dada su inagotable fecundidad y su incontenible espíritu combativo. «El Nacional » era el órgano genuino del porteñísimo y el más implacable enemigo de Urquiza y de la Confederación.)

Y agregaba al día siguiente estas juiciosas reflexiones:

« Para nosotros, estos hechos significan mucho, son el mejor proceso de nuestros partidos, y dan luz para penetrar en el revuelto laberinto de nuestras luchas; pero no es esto lo que hoy queremos observar.

« Nos proponemos solamente hacer notar que es la primera vez que una de nuestras innumerables contiendas concluye bajo los auspicios de una intervención extraña, y que tal vez la única explicación admisible para este hecho es que esa intervención no era venida de otro mundo, ni de lejanos países. Ha sido la mano de un pueblo vecino, el más joven de nuestros hermanos, la que tanto ha contribuido a que pudiésemos poner término a una guerra tan desastrosa como estéril.

« Y esto en verdad merece observarse. Los gobiernos europeos, con sus continuas intervenciones en nuestras contiendas, sólo han conseguido dejar impresiones penosas en la mente del pueblo y una página en la Historia Argentina que no es por cierto la que mejor refleja la alta cultura de que tan justamente blasonan ; y, entre tanto, la primera intervención de un pueblo hermano no ha podido ser más fecunda en bienes, y bajo sus auspicios se ha arribado a la celebración de un tratado de paz que parece haber ya concluido para siempre con todas las dificultades que obstaban a la reconstrucción de la Nacionalidad Argentina.

« Así, la experiencia viene a mostrarnos lo que la razón y la fraternidad han debido enseñarnos hace mucho tiempo. Los pueblos sudamericanos, que confundieron su sangre para obtener la independencia, que fue la obra de todos, en vez de aislarse después, en vez de dejarse dominar por rivalidades sin causa, y talvez por insensatos odios, han debido mantener igualmente unidos sus esfuerzos para abordar esa segunda obra, más difícil que su independencia del poder español: su organización política y social.

« En vez de revelar sus dolores domésticos a un mundo que no le comprende, en vez de llamar manos extrañas para que cicatricen sus heridas, que los ignorantes empíricos han dejado más envenenadas, los pueblos sudamericanos han debido auxiliarse recíprocamente, estableciendo entre ellos relaciones francas, cordiales, para atenderse en sus desgracias, ligándose contra las amenazas de los fuertes, para interponerse en sus guerras intestinas que, indudablemente, bajo este sistema, hubieran sido menos frecuentes.

« La Europa no comprende nuestros destinos ni nos ama; sólo nos conoce por algunos productos que enviamos a sus mercados, y nos juzga a través de las absurdas historias de sus viajeros y de los informes de sus diplómatas. Por eso se encuentra marcada por tantas contradicciones la política de sus gobiernos, siempre que han intervenido en nuestras cuestiones; por eso en sus relaciones con estos pueblos jamás se propusieron un fin determinado, jamás siguieron un sistema de conducta duradero.

« Entre tanto, los pueblos sudamericanos se comprenden, al menos, saben de dónde vienen esas heridas que les hacen derramar hoy toda la sangre de sus venas, y adonde les lleva ese camino sembrado de tempestades que están hoy todos atravesando. Lígalos la sangre, la mancomunidad de idénticas desgracias, y las mismas esperanzas con que las consuelan, y sus intervenciones recíprocas, si pueden ser a veces estériles en sus objetos, tendrían siempre a lo menos el interés y la solicitud que se deben los pueblos unidos por tantos vínculos.

« Hagamos votos al cielo porque el ejemplo dado por el gobierno del Paraguay sea precursor de un sistema, franco y cordial de relaciones entre las jóvenes Repúblicas de la América del Sud. Todas ellas se encuentran, actualmente bajo el peso de una ley común ; atraviesan su edad media, pero en ese revuelto laberinto que forman sus convulsiones y sus luchas, se están, indudablemente, elaborando sus grandes y portentosos destinos. » (EL NACIONAL, Noviembre 16 de 1859)

¡ Elocuentes palabras!

Ellas brotaron, no de los labios, de las entrañas de un pueblo agradecido, y no como fórmula de una amable cortesía, sino como expresión espontánea de un profundo sentimiento. Aun no había tiempo para cavilar fingimientos.

El rumor de la guerra se alejaba lentamente con el ejército de Urquiza, y la sangre derramada en Cepeda ponía todavía su nota cárdena en el horizonte.

Eran horas de sinceridad, y la prensa no hacía sino recoger el pensamiento popular al decir lo que decía.

No sólo era El Nacional, eran todos los argentinos los que afirmaban que «sin los generosos esfuerzos del general López, sin su oportuna intervención, más sangre que la derramada en Cepeda hubiera corrido y centenares de cabezas hubieran sido derribadas estérilmente ». No es un diario, es todo el país el que bendice las manos milagrosas del general López y declara que éste ha realizado una obra grande, « ante Dios y ante los hombres ». Es la nación entera la que siente la necesidad de una solidaridad entre todas las Repúblicas de América y hace votos por que el ejemplo del Paraguay sea precursor de una política franca y cordial que aproxime a nuestros pueblos.

La figura del Mediador crecía por momentos ante los ojos de los que lo habían visto realizar una hazaña que, por imposible, les pareciera quimérica.

Los homenajes se multiplicaban y la prensa subía por grados el tono de sus laudatorias, hasta formular esta afirmación, que da la medida de la admiración y del respeto de los porteños:

« ACASO, decía un gran diario, EL GENERAL LÓPEZ ESTÁ DESTINADO POR LA PROVIDENCIA A PRESIDIR UNA GRAN NACIÓN, COMPUESTA DE TODOS LOS PAISES RIBEREÑOS DEL PARANÁ, PARAGUAY Y URUGUAY, QUE GUARDE EL EQUILIBRIO CON EL IMPERIO DEL BRASIL.» (EL NACIONAL, Noviembre 16 de 1859)

He ahí a Solano López convertido por el amor de Buenos Aires en un hombre providencial, llamado a ser el árbitro de los destinos del Río de la Plata, para poner a raya las ambiciones del Brasil ! (Más adelante, Sarmiento proponía el mismo pensamiento al ministro brasileño en los Estados Unidos, pero no como una necesidad para contrarrestar el poderío del Imperio, sino como una garantía para éste. « Hay que hacer que el Paraguay, decía, y la Banda Oriental entren a formar parte de una Federación con la República Argentina, a fin de crear un Estado de lengua castellana que responda al Brasil de sus actos y aleje por su responsabilidad las ocasiones de guerra ». ¡Increíble obsecuencia en aquel altivo espíritu!)

¡Curiosas coincidencias!

Los que tal decían en 1859, habían de gritar en 1864 que Solano López  aspiraba a imponer la hegemonía de su país o a coronarse Emperador del Río de la Plata.

Bastó un lustro para que olvidaran, que eran ellos los que le habían insinuado la necesidad de fundir a la Argentina, al Paraguay y al Uruguay en una sola Nación, presidida por él, para equilibrar el poderío del vecino imperial.

Pero, desvanecida la leyenda mitrista, serenados los espíritus, la verdad surge triunfante, y la posteridad sabe quiénes fueron los que en una hora triste de su vida desearon para su patria el honor de ser gobernada por el autor del Pacto del 10 de Noviembre, presentándolo como el hombre enviado por Dios para unir bajo su égida a las tres patrias desprendidas del Virreinato, como había reunido a todos los argentinos en torno a su bandera. . . .

Pero sigamos apuntando algunas de las innumerables manifestaciones de simpatía de que fue objeto el Mediador paraguayo.

Las personalidades más eminentes de Buenos Aires le regalaron un magnífico álbum, con la siguiente dedicatoria :

« El pueblo de Buenos Aires dedica este testimonio de agradecimiento y respeto al señor Brigadier General don Francisco Solano López, Ministro Plenipotenciario del Paraguay, a cuya interposición amistosa debe el ahorro de la sangre de sus hijos, la paz dichosa en que se encuentra y la unión, por tanto tiempo anhelada de la familia argentina.

«Nuestros mejores votos acompañarán siempre al ilustre Mediador, al Exmo. Señor Presidente don Carlos Antonio López y a la República que representan, y nuestro agradecimiento por su valioso concurso será eterno.

Buenos Aires, Noviembre º2 de 1859.

Centenares de firmas llenaban sus páginas, figurando en primer término las siguientes:

Bartolomé Mitre, Eduardo Costa, Lorenzo Torres, Miguel Ascuénaga, Calixto Oyuela, Jacobo D. Vavela, José Manuel Estrada, Felipe Llavallol, Carlos Tejedor, Tomás Guido, Emilio Conesa y Ramón Llavallol.

Pocos documentos tan sugestivos como éste.

Quiénes eran los que así le juraban a Solano López gratitud eterna? .

Era el pueblo de Buenos Aires, que había de quemarlo en efigie, era Mitre, que había de aliarse al Imperio para aniquilar al Paraguay, era el beato Estrada, que había de mojar su pluma en agua bendita para arrojar contra su nombre las imposturas más alevosas (He aquí extractadas algunas de las palabras de Estrada en 1865

«En el corazón de Carlos Antonio López hervía, dice, un odio irreconciliable hacia el pueblo argentino, por cuya ruina habría dado su vida, si cupiera abnegación en el alma de los déspotas. Suspiraba por lanzar el exterminio sobre nuestras campañas y sobre nuestras ciudades o borrar la frontera de Corrientes para inocularle el virus que corrompe las venas de su pueblo. Su política era felona y desleal. Con hipócrita liberalismo proclamaba la libre navegación de los ríos. Nada hay noble en su política sistemáticamente bárbara y sustancialmente rastrera y desleal... Su hijo, con su organización de viajero miope, henchido con las nociones de política que adquirió en su odisea, pero que no ha digerido su cerebro incompleto y débil de entendimiento. HA HECHO INTOLERABLE LA PRESENCIA DEL PARAGUAY EN LA CIVILIZACION AMERICANA. Solano López es esclavo de su propia tiranía. La guerra actual es el despotismo que ha desbordado, arrastrando al déspota. Esta guerra es una necesidad histórica, porque nosotros representamos la revolución triunfante y el Paraguay la negación de la Colonia por instintos locales, sin la afirmación del progreso, por temor a la libertad. Nosotros salimos de la colonia para iniciar el porvenir de los pueblos, el Paraguay funde la autoridad absoluta del coloniaje, a fin de realizar el SINIESTRO DELIRIO DE UN MONSTRUO. La guerra del Paraguay es un hecho providencial y está trabada entre la CIVILIZACION Y LA BARBARIE ... ») eran el general Conesa, el glorioso Guido, el gobernador Llavallol... eran todos los que habían de trocar su gratitud en odio, en un odio tan implacable como injustificado, para perseguirlo hasta más allá de la tumba.

¡Gratitud eterna, gratitud de ingratos, que duró tanto como el tiempo que tardaron en expresarla, pero que sigue viviendo en la historia, como afirmación de la gloria de un hombre que ha quedado en pie, en toda la integridad de su grandeza, sobre el tornadizo juicio de sus enemigos, que con sus calumnias no han podido derribarlo de su alto pedestal

Las hermosas porteñas, por su parte, no se cansaron de festejar al afortunado joven que había salvado a su patria. Y no contentas con llenar de flores su vivienda, procuraron ofrendarle sus simpatías en las más diversas formas.

La distinguida señorita Rosa Guerra le dedicó el siguiente acróstico

 

La palma alcanzas de la paz preciosa

¡ Oh, noble joven! En la unión hermanos

Pueda mi patria acción tan generosa

Estimar, y los pueblos soberanos

Sostener cual la gloria más hermosa. (EL NACIONAL, Noviembre 25 de 1859)

 

Y otra niña le ofreció una paloma simbólica, «hecha toda ella de flores del aire », decía El Nacional. (EL NACIONAL, Noviembre 16 de 1859)

¡Ingenuas manifestaciones de admiración, ingenuas, sí, pero sinceras!.

Al menos en el alma femenina no se enroscaba el prejuicio, ni se destilaba el veneno corrosivo de la envidia y del rencor.

La siguiente nota trasunta los senmientos de las gentes trabajadoras

Buenos Aires, Noviembre 15 de 1859.

Exmo. Sr. General Francisco S. López

Excelencia:

La Cámara sindical reunida en su sesión de ayer, la primera después de la declaración de la paz, en cuya realización V . E. ha tomado una parte tan activa y loable, ha resuelto expresar debidamente a V. E. el agradecimiento que le inspira su digna y elevada conducta para evitar los estragos, desgracias y ruinosas consecuencias de una guerra fratricida y desoladora entre Buenos Aires y la Confederación.

El comercio de esta capital, tanto nacional como extranjero, no podía mirar indiferente la peligrosa situación a que había llegado su fortuna y la de todas las familias, y ha seguido con ansioso y vivo interés las negociaciones de paz que bajo la mediación de V. E, acaban de terminarse, causándole una inefable satisfacción que hayan, merecido la aprobación de la Legislatura.

La paz que fructifica al comercio y a la industria, es la única fuente inagotable de la civilización y de la prosperidad de este país. La esclarecida inteligencia de V. E. ha comprendido su inmensa importancia y ha trabajado ardorosamente para lograr tan noble propósito.

Dígnese, pues, V. E. aceptar las seguridades del sincero agradecimiento que le tributa la Cámara Sindical, en nombre del comercio nacional y extrangero y de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires que representa, y admitir también el homenaje de su más alta y distinguida consideración.

Dios guarde á V. E. muchos años.

Constán Santa María, Federico Sussemberg, Pedro S. Llambi, Clemente Desarnand, José de Carabassa, Manuel S. Zumarán, Luis Sagari, Carlos Bader - Camilo Berdier ( secretario). Valioso documento, mil veces más valioso en su sencillo lenguaje que todas las estudiadas expresiones del protocolo oficial. En él habla el instinto de conservación, el interés material, y dice la verdad al manifestar su reconocimiento. Por ahí hay que rastrear la impresión que causó en todos los espíritus la gran conquista del infatigable Mediador.

Y es más sentido y más sugerente todavía el documento que sigue:

Buenos Aires, Noviembre 26 de 1859.

A S. E. el General Francisco Solano López

Exmo. Señor

Los que suscriben, miembros de la clase industrial argentina, se dirigen a V. E. presentándole la más alta expresión de sus sentimientos y sus. más sinceras felicitaciones por la paz que debido a su benéfica influencia y valiosos oficios ha podido obtenerse, abriendo nuevamente y con más anchura y en mejores condiciones la progresiva vía de su bienestar y creciente prosperidad.

Los buenos oficios de V. E., su feliz e inteligente mediación, han abierto nuevamente los tristes y silenciosos talleres de los industriales, de esa clase media que es el nervio de las sociedades modernas, la base de su tranquilidad y progreso, de donde germina el gran poder, fuerza moral e inmensas riquezas de las naciones más adelantadas en civilización.

A la par nuestra, no se congratulan menos nuestras esposas, hijos y familias, como deudores a V. E. de las buenas condiciones de su presente y de las sólidas esperanzas de felicidad para lo futuro.

Si la gratitud, si el reconocimiento debe medirse, como es natural, por la magnitud del beneficio, no cabe, Exmo. Señor, a nuestra tosca pluma trazar las frases convenientes, ni a nuestra lengua encontrar las expresiones adecuadas para manifestarle como se debe los indelebles sentimientos que abrigan nuestros agradecidos corazones. V. E., sin embargo, sabrá interpretarlos y apreciarlos debidamente, y sólo nos resta rogarle aceptarlos, seguro de que vivirá eternamente en nuestra memoria, con el vivo interés y simpatía que inspira una de esas grandes acciones, por lo que, una vez más, tornamos a felicitar a V. E. haciendo votos por su dicha y prosperidad futura.

Besan las manos de V. E. sus atentos y fervientes servidores.

Francisco Carulla, Miguel Cabrera, Santiago Ferrando, Capdevila e hijo, Manuel Raffo, M. Sawyer, Pedro Passer, Miguel Desplats. Pedro Capella, Ramón Pritz, F. Uriarte, Carlos Denoc, Agustín Rodríguez, José María Burgos, Antonio Comíngez, Luis Saldíni, Francisco Musso, Joaquín Delgado, N. Prengel, Nícolás Robles, Marcelino Pellicer, Vicente Grandiní, Victorio Tíscornia, Viviano Uzarte, Juan Bernasconi.

Ambas notas fueron contestadas gentilmente por el general López y publicadas en los diarios de la época. (EL NACIONAL, del 15 y 28 de Noviembre de 1859)

Todos, pues, en Buenos Aires, desde los personajes más encumbrados hasta la clase más humilde, no ocultaban su reconocimiento y su admiración al gran paraguayo. Toda la sociedad porteña, todos los hogares, los pobres y los ricos, el comercio y la industria, le expresaban sus simpatías, sin poder contener sus sentimientos.

Aquel joven hermoso, de gallarda apostura, de fina educación, llegaba así, a los treinta y tres años, a la más alta popularidad, cautivando el corazón de un pueblo, que no era el suyo.

No sabemos de ningún político americano que haya alcanzado un triunfo semejante.

Nunca, en ningún tiempo, se vio en el nuevo mundo nada parecido.

Ni los Libertadores oyeron palabras más lisonjeras, ni fueron aclamados con el frenesí con que Francisca Solano López fue aclamado por Buenos Aires como el salvador de la patria argentina.

Es que su acción fue tan eficaz, como oportuna, y no pudo escapar a nadie. Y el horrendo espectáculo de una guerra sin cuartel, la orgía de sangre que nunca terminaba, dio un relieve extraordinario al que, después de fracasar los empeños humanitarios de los representantes de las más grandes, potencias del mundo, se presentó como nuncio de paz, adelantándose a la matanza de Cepeda, que no pudo evitar, y coronando sus esfuerzos con el más completo éxito en San José de Flores.

A través del terror por que habían pasado, su obra adquirió contornos de milagro y proporciones gigantescas.

Y de ahí esa unanimidad en el aplauso y en las manifestaciones de gratitud.

No hay que olvidar que el Solano López de 1859, no era un desconocido, para Buenos Aires.

Hacía rato que la prensa porteña lo infamaba, presentándolo, como volvería a presentarlo, como el prototipo de la barbarie paraguaya.

Los Peña, los Loizaga, los Jovellanos, todos los traidores que buscaron aquel ambiente, propicio a sus odios miserables, no se contentaron con pedir a Rosas la conquista del Paraguay, hacían una campaña sistemática contra su gobierno y contra los creadores de su grandeza.

Y Sarmíento les acompañaba en su obra, atacando a los López con aquella su «ferocidad de mazorquero », que dijo Alberdi.

Precisamente en El Nacional - cuyas palabras he reproducido - había publicado el sanjuanino no pocas de sus diatribas, erigiéndose en apóstol de la libertad del Paraguay, él, que por su temperamento y por los impulsos de su primitiva naturaleza, era el más genuino representante de la arbitrariedad y de la violencia.

Para los porteños, Solano López, antes de su mediación, era un pequeño bárbaro, un guaraní, tal vez vestido de plumas, todo, menos un hombre civilizado.

Y esto aquilata el entusiasmo posterior y da la sensación del prestigio subyugante de su personalidad.

Hasta los más recalcitrantes localistas guardaron discreto silencio, y Mitre, siempre dispuesto a la farsa, se dejó llevar de la corriente, jurando también con los que le juraban « eterna gratitud »

Veamos ahora algunas de las manifestaciones del reconocimiento oficial. El gobierno de Buenos Aires fue el primero que hizo llegar al Mediador el testimonio de su gratitud.

En nota del 13 de Noviembre le decía el doctor Tejedor:

« Tengo el honor de comunicar a V. E. que he recibido orden del Exmo. Señor Gobernador para significar a V. E. su más sincero reconocimiento por la mediación ofrecida por el Exmo. Gobierno del Paraguay y ejecutada tan digna y felizmente por V. E.

« La acción diplomática del Paraguay, acercando los miembros de una misma familia, allanando las dificultades que hasta hoy parecían insuperables, ha contribuido poderosamente a la resolución, por la paz, de las cuestiones que jamás habrían sido resueltas honorablemente por el empleo de las armas; al mismo tiempo esa acción diplomática, señor ministro, deja consignados dos hechos de un significado tan lisonjero para el presente, como fecundo en esperanzas para el porvenir de América. El primer paso externo de la más joven de las repúblicas americanas ha sido en obsequio de la paz y de la unión de sus vecinos, dando un ejemplo consolador de desinterés e imparcialidad, poco común en los anales de América, tan inspirada habitualmente por los intereses encontrados, creados por las posiciones y las luchas de los Estados que la componen; y en ese primer paso, además, se ha descubierto sin dificultad que la República del Paraguay, no sólo ha ofrecido a la América el contingente de su poder y riqueza, sino el valioso de una política alta y circunspecta, expresada por una diplomacia tan hábil cuanto ingenua y sincera.

« La paz de la República Argentina constituirá quizá el principio de un nuevo orden de ideas en la política general de estos países, reclamada por su felicidad y la más perfecta consolidación de sus derechos, y bajo este doble punto de vista, la mediación practicada por V. E. se hace doblemente acreedora al reconocimiento del pueblo de Buenos Aires, y que su gobierno se complace en transmitir por mi órgano a V. E., para que V. E. se sirva elevarlo al conocimiento del Exmo. Señor Presidente de la República del Paraguay.

« Me es grato también significar a V. E. que el gobierno de Buenos Aires conservará las impresiones agradables que la distinguida persona del representante del Paraguay ha sabido inspirarle, como complemento lisonjera de la noble y feliz misión que ha desempeñado. » (MEMORANDUM, págs.. 91 - 92)

El general Urquiza, en su célebre manifiesto al pueblo de Buenos Aires, decía:

« He seguido con más empeño el curso de la negociación pacífica, bajo la mediación del inteligente y distinguido diplomático del Paraguay, que las exigencias de la guerra. Pongo a. todos por testigo de esta verdad...

« Antes de concluir; debo recomendar a la más elevada estimación los esfuerzos por la paz del ilustre Mediador del Paraguay. A él se debe en gran parte tan fausto resultado. Ninguna demostración de gratitud será suficiente para honrar su amistad. La República Argentina le debe una muestra de aprecio; LA CIUDAD DE BUENOS AIRES LE DEBE UNA PALMA! » (“La paz en la República Argentina, páginas 36, 37)

Y en carta al Vicepresidente de la Confederación, doctor Salvador María Del Carril, decía el vencedor de Cepeda

« Tocó al ilustre Mediador del Paraguay, Brigadier General Don Francisco Solano López, la gloria de que sus inteligentes y honrados esfuerzos se viesen coronados por un éxito perfecto. He agradecido en nombre de la Nación el interés muy vivo que ha demostrado el joven diplomático americano por una terminación favorable de nuestras disensiones y por la paz de la Confederación. Su interposición oportunamente ejercitada ha coadyuvado poderosamente a la solución venturosa del l0 de Noviembre. Le recomiendo a V. E. lo honre con una demostración personal que perpetúe su mérito y la gratitud nacional. » (“La paz en la República Argentina, página 42)

Los generales Guido y Pedernera y don Daniel Aráoz, firmantes del pacto de unión, en su informe al gobierno, escribían:

« Es también de nuestro grato deber declarar que en la negociación de una paz en que era de temer que recelos o preocupaciones viniesen a interrumpir la calma indispensable para resolver con acierto un problema político, la palabra del representante del Paraguay vino no pocas veces a traer a un acuerdo perfecto la voluntad de los argentinos que, aunque reunidos para volver a su patria su unión y reposo, no siempre convinieron en los medios más eficaces para salvar el interés común.

«Debe la República Argentina, debe la causa de la humanidad un voto de profundo reconocimiento al digno representante del gobierno paraguayo, el Exmo. Señor Brigadier don Francisco Solano López, por su afanosa dedicación, desempeñada hábil e imparcialmente, para acercar las partes disidentes ; y, en cuanto a nosotros, nos honramos en reconocer la influencia benéfica de su consejo para la remoción de las dificultades inherentes a un debate de familia, sostenido sobre un terreno enrojecido por la sangre de hermanos. » (“La paz en la República Argentina, página 14)

Estos documentos, indudablemente, no necesitan comentarios.

Pero no resisto al deseo de recalcar el significado de las palabras de los comisionados de la Confederación, respecto a la influencia de los consejos del representante paraguayo en la so-lución de todas las dificultades.

Vale la pena meditar sobre esto.

Guido y Pedernera eran dos viejos soldados de la independencia, curtidos en una larga vida. El primero, sobre todo, era un varón esclarecido, antiguo mentor de San Martín en su campaña libertadora. Y a hombres así guiaba con sus consejos aquel joven, que empezaba a vivir, cuya palabra persuasiva aunaba las voluntades, encaminándolas a soluciones prácticas, que consultaban los intereses encontrados !

¿ No es, acaso, una prueba de su superioridad ?

¿ Podía ser un hombre vulgar el que se convertía en lazarillo de un Guido y de un Tejedor, dominando todas las pasiones en juego, para conseguir tan brillante resultado ?

No es por cierto el Solano López que surge de los documentos, el ignorante infatuado de que hablaron después.

El monstruo de Humaitá es cosa diferente en 1859, para los actores del drama argentino.

Maestro de cultura y de discreción, da lecciones a los que son veteranos de la vida y maestros del derecho..

Así, al menos, lo presentan a la posteridad los que tuvieron ocasión de conocerlo en las horas más bellas de su existencia.

¡ Y de su testimonio no es posible dudar!

Las palabras que ya conocemos del doctor Tejedor, no fueron las únicas que expresaron la gratitud del gobierno de Buenos Aires. En nota del 17 de Noviembre, al ministro de Relaciones Exteriores del Paraguay, agregaba que, habiéndose firmado la paz, cumplía el deber de significar al Presidente López el vivo reconocimiento de que se hallaba animado el gobierno argentino por su muy oportuna y amistosa interposición, « coronada por un éxito el más brillante y feliz, debido, en su principal parte a los constantes, esfuerzos y habilidad de S. E. el Señor Ministro Mediador ».

« El gobierno y pueblo de Buenos Aires - seguía diciendo - y, puedo asegurarle también, la Confederación Argentina, RECORDARÁN SIEMPRE CON GRATITUD que en los momentos en que iba a correr a raudales la sangre de los hijos de una misma patria, la amistosa intervención de un gobierno americano tuvo la fortuna de impedirlo. Sírvase, pues, presentar en nombre de este gobierno al Exmo. Señor Presidente sus más calurosas felicitaciones por un acto que revela elocuentemente los sentimientos humanitarios de S. E. y su decidido interés por la paz y felicidad de estos países. » (MEMORANDUM, pág. 97)

¡Otra vez la promesa de una eterna gratitud!

Buenos Aires recordará siempre.. .

¡ Talvez dijo la verdad el doctor Tejedor, sin pensarlo y sin quererlo!

Porque el recuerdo de las nobles acciones consignadas en la historia, viven- SIEMPRE en la memoria de los hombres.

El recuerdo no depende de los caprichos de nuestra voluntad. Es un huésped de nuestra conciencia, a veces molesto, otras agradable, pero siempre presente. Y la historia es la memoria colectiva de los pueblos, donde vive, y con vida imperecedera, su pasado.

¿ Cómo podrá olvidar Buenos Aires aquel servicio eminente del Paraguay ?

¿ Cómo podrá olvidar los hábiles, constantes y empeñosos esfuerzos del hombre que « en los momentos en que iba a correr a raudales la sangre argentina », hizo posible la paz, evitando que la ciudad fuera demolida a cañonazos y su población pasada a cuchillo ?

Pavón y la Triple Alianza, son remansos transitorios, que no han impedido que el raudal de la vida siguiera su curso. En ellos ha podido enredarse un momento la verdad, confundida en medio de las olas alborotadas y de las espumas hirvientes, pero para salir más limpia de sus vórtices y llegar cristalina hasta nosotros, enseñándonos hasta sus más recónditos secretos.

Sí, Buenos Aires recuerda y RECORDARÁ SIEMPRE, aunque no lo quiera, porque el recuerdo es parte de su vida, es tal vez la escencia de su vida, y en él vive y vivirá siempre el gallardo mancebo que separó el puñal de su garganta, el magnánimo salvador que puso su corazón entre sus muros y los cañones de Urquiza, perdiéndose para que no sucumbiera, decretando su martirologio de cinco años para que se consumase la unión de todos sus enemigos!

El 28 de Noviembre de 1859 comunicó Solano López al gobierno bonaerense su próximo regreso, agradeciendo las consideraciones que había merecido y haciendo votos « por la paz y felicidad del ilustrado pueblo argentino. »

Sus ambiciones estaban colmadas. Hijo de un pueblo pacífico, no anhelaba sino que todos gozaran de los beneficios de la civilización, dentro de una superior armonía.

Respetuoso del derecho ajeno, celoso de sus propios derechos, no ignoraba que la común felicidad dependía de una fraternal convivencia.

Y como hermano había acudido al hogar vecino, llevando un mensaje de amor a las facciones en pugna, a fin de que en toda la extensión de la gran, patria rioplatina, surgida de las entrañas fecundas de la materna Asunción, imperase un sentimiento de conciliación, y un concepto superior de justicia y libertad.

Allí quedaba su obra...

Ella hablaría por él ante la posteridad.

Al partir, sólo pedía a los la paz futura y la felicidad del pueblo argentino.

 

 

 

Al día siguiente Buenos Aires amaneció de gala.

Para despedir al generoso Mediador, la ciudad se embanderó profusamente y adornó con arcos triunfales las calles por donde aquél debía pasar, al ir a embarcarse.

Cuando apareció en la puerta de su morada el gran paraguayo, fue aclamado por el pueblo, que se había congregado para despedirle. Y al son de la admirable diana militar que Dalmíro Costa - el celebrado músico rioplatense - acababa de dedicarle, le acompañó hasta el puerto, en medio de las más clamorosas manifestaciones de simpatía.

¡Quién le diría que al cruzar por la última vez las calles de Buenos Aires, bajo arcos triunfales - como Cristo cruzara jerusalem entre palmas victoriosas - se encaminaba al dolor, al sacrificio y a la muerte!

¡ Quién le diría que, tras aquel Domingo de Ramos, había de llegar pronto su Viernes de Crucifixión!

¡ Quién le diría que aquellos vítores se convertirían en anatemas, y las coronas de flores que le ofrecían manos femeninas se transformarían en coronas de espinas !

¡ Treinta y tres años tenía al subir a aquel Tabor de su gloria!

Los mismos años que llevaba Cristo en sus alforjas al subir al Calvario.

Lleno de optimismo, rebosante de esperanza, volvía a su patria, que amaba con locura, creyendo haber sellado con el pueblo argentino una amistad imperecedera.

Bajo un cielo claro, veía, a lo lejos, un porvenir risueño, embellecido por la paz y por el trabajo.

Unidos todos, hermanos en una común aspiración civilizadora, realizada esa confederación fraternal que El Nacional deseaba a las naciones del Río de la Plata, ya nada había que temer. El único peligro, el peligro brasileño, parecía eliminado para siempre.

La « monarquía ladrona»  (LEOPOLDO LUGONES – Historia de Sarmiento, pág. 225) de los Braganzas nada podría en adelante, en presencia de aquella solidaridad, aparentemente indestructible.

El viejo Paraguay, fundador de Buenos Aires y cuna de la civilización argentina - al decir del historiador de Belgrano - podía descansar en el amor de los hijos de su esfuerzo, entregándose tranquilo a labrar su grandeza, sin temores ni sobresaltos...

Tales eran, seguramente, los pensamientos que cruzaban por su mente, enardecida por el entusiasmo, mientras una lluvia de flores caía sobre su cabeza y llenaban el espacio las aclamaciones de la gratitud popular.

¡Ironías del destino!

Solano López creía subir a la gloria y empezaba a escalar la empinada cuesta de su Calvario.

El sol que veía brillar en la cumbre de su destino, no era un sol, era una cruz, era una gran cruz, era una negra cruz, coronada por un halo resplandeciente. Y lo que creía cumbre, tampoco era una cumbre, era un abismo, era el abismo, colmado de sangre, de Cerro Corá, en que habían de naufragar todos sus sueños y todas sus esperanzas!

Al subir a bordo del « Tacuarí », el pueblo estalló en un viva clamoroso al Paraguay y al general Francisco Solano López, mientras las bandas militares ejecutaban el himno nacional y la plaza atronaba con una imponente salva de artillería.

Bajo tan gratas impresiones, la gallarda nave paraguaya levó anclas, contestando con otra salva de artillería y saludando con su bandera tricolor, que, en lo alto de su mástil, parecía agitarse en un gesto de cariñosa despedida...

No he de recordar - porque no es ésta la ocasión de hacerlo -- la bárbara agresión de la escuadra inglesa, que puso a prueba el temple de su alma de soldado. (Véase mi libro EL MARISCAL LÓPEZ, páginas 94 y 95)

Al llegar a la capital de la Confederación, fije objeto de nuevas manifestaciones de simpatía.

El ministro de Relaciones Exteriores, don Luis J. de la Peña, se apresuró a entregarle una nota del 17 de Noviembre, adjuntándole un decreto del Vicepresidente, don Salvador María del Carril, cuyo artículo cuarto decía así:

« Se ofrecerá un voto de gracias al Supremo gobierno del Paraguay y al Exmo. Señor Brigadier General don Francisco Solano López, que ha empleado con noble y generoso empeño sus buenos y fraternales oficios para cercar a la unión las partes disidentes de la República Argentina»

« Al poner en su conocimiento el mencionado decreto - decía el doctor de la Peña - cumplo igualmente la orden de presentar a V. E., en nombre de la Confederación Argentina y de su gobierno, el más expresivo voto de gracias por la habilidad y celo con que ha sabido contribuir a la unión de todos los argentinos, ofreciendo este nuevo testimonio del vivo interés que lo anima por la amistad estrecha de las dos repúblicas, argentina y paraguaya. » (MEMORANDUM, pág. 91)

El doctor del Carril, por su parte,. se dirigió personalmente al joven Mediador, en los siguientes términos:

« Después que mi gobierno ha cumplido el agradable deber de ofrecer a V. E, el más expresivo voto de gracias por la habilidad y finísimo tacto con que ha empleado sus buenos oficios para cortar la guerra fratricida que despedazaba sin piedad a la familia argentina, yo no puedo sino ofrecerle, mis congratulaciones al ver colmados mis deseos y esperanzas cuando V. E.. tan generosamente emprendía sus trabajos en la obra de la reconciliación. La buena voluntad de V. E. y la inteligencia especial de las cuestiones argentinas me persuadieron desde entonces de que, queriéndolo Dios, los esfuerzos humanitarios, fraternales y sinceros de V. E. habrían de ser coronados por el éxito más feliz.

«Estos trabajos llevan en sí mismos la recompensa, y después de la satisfacción intima, inmensa, que V. E. ha de sentir por ello, es indudable que V. E. ha escrito una página gloriosa para la historia de la República del Paraguay. El Convenio del 11 de Noviembre, que lleva la firma de V. E., obra de la política más hábil y previsora, es la base y vínculo de seguridad recíproca para ambos países y gobiernos en todas las eventualidades posibles.

«Reciba, general, en este concepto, mis felicitaciones y la seguridad de la grande y entusiasta afección que se ha conquistado en el corazón del hombre y del magistrado, que se permite abrazarlo en el abandono de las más vivas emociones. »

Ninguno de los documentos que he reproducido es tan elocuente como éste. El doctor del Carril era uno de los ciudadanos más ilustres de su tiempo y de su país.

Sus palabras tienen excepcional importancia.

El hombre y el magistrado muestran en ella el fondo mismo de su alma, para decir con toda lealtad lo que sienten.

Abriendo su corazón de par en par, «en el abandono de las más vivas emociones », el doctor del Carril reconoce la habilidad, la constancia y finísimo tacto del Mediador, y declara que, conociendo su versación en las cuestiones argentinas, creyó, desde el primer momento, que sólo Dios impediría el éxito de sus gestiones. No trepida tampoco en decirle que ha escrito una página gloriosa en la histeria del Paraguay, y que el pacto que lleva su firma ha de ser un vínculo de seguridad recíproca para sus patrias, en todas las eventualidades posibles... Y esta afirmación última es digna de ser meditada.

¿Cuáles eran esas eventualidades posibles, que podrían poner en peligro la seguridad de estos pueblos ?

El doctor del Carril conocía muy bien los siniestros planes del Brasil. Por allí había pasado Paranhos, y aquel hábil intrigante les había revelado el pensamiento íntimo del Imperio. No hacía un año que habían caído envueltos en las redes de la artera diplomacia bragantina, comprometiéndose a cooperar en la desmembración del Paraguay. (Este es un hecho sumamente interesante, sobre el cual no se ha insistido lo suficiente. Cuando, en 1864 Urquiza hacía esfuerzos desesperados para impedirla « odiosa alianza con el Brasil », Mitre le recordó su conducta anterior, diciéndole : « El Brasil interesado en abrirse paso al Paraguay invoca cómo precedente LA OFERTA QUE LE HIZO EL SEÑOR DEL CARRIL EN NOMBRE DE V. E. PARA TRANSITAR POR EL TERRITORIO DE MISIONES, CUANDO EN 1859 SE HALLABA EN CUESTIONES CON EL PARAGUAY. » Y más adelante insistió en su afirmación, ampliándola así: « Me refiero al protocolo que los señores Derqui y López firmaron con Paranhos, AJUSTANDO UNA ALIANZA CONVENCIONAL CONTRA El, PARAGUAY ... Esta proposición de alianza, que fue reducida a protocolo, contenía otra cláusula que no era condicional, y era que, en todo caso, sea que se efectuase o no la alianza, LA REPÚBLICA ARGENTINA SE COMPROMETÍA A DAR PASO POR SU TERRITORIO A LOS EJÉRCITOS DEL BRASIL CONTRA EL PARAGUAY, por reconocer que la causa era común, y que el Brasil iba a combatir a la vez por la navegación de los ríos y LOS LIMITES DE LA REPÚBLICA ARGENTINA. » Y Urquiza hubo de callar ante esta verdad aplastadora. Véase « Archivo Mitre », tomo II, páginas 97 y 105)

Aquello era un remordimiento cruel y una pesadilla para los hombres del Paraná. Sabían demasiado que el Imperio volvería a la carga, para hacer efectivas sus promesas, y no dudaban de que, si rechazaban sus empeños criminales, como estaban ya resueltos a rechazar, buscaría aliados en Buenos Aires - como los buscó y los encontró - en su afán     de conseguir su objetivo.

Y esos eran los peligros que amenazaban a « ambos países y gobiernos », esas eran las « eventualidades posibles », que contrarrestaba el pacto de unión que, si vinculaba a los argentinos, debía ser también lazo de unión y base de seguridad para los dos países hermanos.

¡Nobles anhelos que no cuajaron en realidad!

Ni la unión argentina fue duradera, ni esos vínculos entre el Paraguay y la Confederación habían de resistir a las pasiones del localismo porteño y a las maniobras dolosas del Brasil.

La gran catástrofe era inevitable. Los hombres ingenuos del Paraná, y con ellos el Paraguay, tenían que caer aplastados por el carro del conquistador imperial.

Y en el mismo año, uno tras otro, Solano López y Urquiza, derramarían su sangre, sacrificados al odio de sus enemigos.

El futuro no era de fraternidad, sino de luto y de lágrimas para todos, aún para el monarca rapaz, que había de perder su corona, muriendo amargado en el ostracismo. Hasta Mitre, vería eclipsarse su estrella, entre los vapores de la sangre humeante, vertida, como un sublime holocausto, por la patria comunera en los altares de su libertad!

¡ Némesis y Belona se agazapaban en los recodos del porvenir! Felizmente, ese futuro es hoy nuestro pasado.

Y nosotros podemos recoger los votos del doctor del Carril y de todos los que, como él, desearon el abrazo perdurable de nuestras patrias, para hacer frente, unidos, a todas las contingencias de nuestro común destino..

¡Es tiempo todavía!

Y tal es la misión histórica de las nuevas generaciones del Plata...

El 19 de Diciembre de 1859 dejó. el general López la ciudad de Paraná, regresando a su patria abordo del vapor Ygurey.

Antes de partir, hizo todavía una última gestión, consiguiendo obtener del gobierno de la Confederación la formal promesa de que sería derogada la ley de los derechos diferenciales, decreto de guerra económica, dictado para combatir el monopolio bonaerense. Con esto solucionaba la única cuestión en pie, completando así su magnífica obra.

El general Urquiza, de quien no había podido despedirse, porque estaba ausente, le escribió el 27 de Diciembre, desde su palacio de San José, reiterándole su gratitud.

«V. E. ha adquirido - le decía - inestimable gloria en su venturosa misión, y mérito para su patria y la mía.

«Quiero tributar a V. E. - agregaba - un testimonio del aprecio que hago de sus virtudes, y no he encontrado un objeto que pueda recordarlo mejor que la espada que ceñí en Cepeda. Le presento a V. E. esa modesta ofrenda de mi amistad. Siempre me será agradable la ocasión de probar al gobierno del Paraguay y a V. E. mi gratitud. Conserve V. E. de ello aquella prenda.

Y el general López, desde Humaitá, le contestó el 26 de Enero de 1860, agradeciéndole aquel nuevo testimonio de su gentileza.

« Acepto - le decía -- con el más profundo reconocimiento el generoso obsequio de la espada que con tanta gloria V. E. ciñó en Cepeda. Cuando se presente la ocasión de desenvainarla., haré todo por rionrarla.

¡Siniestro augurio !.

El último testimonio de la gratitud argentina era una espada teñida en sangre fatricidia..

Cuando llegó el momento de probar al Paraguay su amistad, Urquiza olvidó sus promesas.         '

Sólo cumplió la suya Solano López, al desenvainar esa espada, para luchar con el vencido de Cepeda ! (Un año después, Urquiza volvía a reiterarle su gratitud al comunicarle la resolución de la Convención de Santa Fe sobre el Pacto de Unión. del 10 de Noviembre. El héroe paraguayo, al contestarle, en carta del 5 de Noviembre de 1860, hacía « VOTOS LOS MÁS FERVIENTES POR LA ESTABILIDAD DE LA UNIÓN DE LA FAMILIA ARGENTINA. .

- Documento inédito, en mi archivo.

La siguiente nota nos informa sobre el último homenaje de los argentinos

Asunción, Febrero 5 de 1861

Exmo. señor Capitán General don justo José de Urquiza, Gobernador de la Provincia de Entre Ríos.

Mi muy distinguido señor y amigo

Por el señor Coronel don Alfredo M. du Graty, antiguo edecán de V. E., he tenido el honor de recibir su estimable del 1° del pasado Enero, y con ella la medalla de oro conmemorativa de la unión nacional argentina, con que V. E. ha querido recordar, una vez más, la parte con que tuve la fortuna de contribuir a aquella grandiosa obra.

Yo la acepto, con la más viva gratitud, y la conservaré como un precioso recuerdo de los gene-rosos sentimientos con que V. E. ha querido acompañar esta nueva distinción, que añadiré a las que V.E. me ha dispensado ya.

Sensible a los amistosos deseos que en ocasión del nuevo año V. E. se digna manifestar por mi prosperidad, me es grato retribuirlos muy cordialmente, HACIENDO VOTOS POR LA FELICIDAD DEL PUEBLO ARGENTINO y por la ventura personal de V. E.

Me reitero de V. E. afectísimo compadre y amigo.

Francisco S. López

- Manuscrito en mi archivo.)

 


V

-Después de la paz - La obra de la oligarquía mitrista - La " República del Plata " - Se enciende de nuevo la guerra - Batalla de Pavón - Había llegado el momento de unirse - Mitre, aliado del Brasil - La palma del martirio - Olvido sistemático de aquel servicio del Paraguay - Las fiestas de 1920 - Sólo Quesada recordó al Mediador de 1859 - Un episodio final - La estatua de Urquiza y el futuro monumento del Mariscal López.

 

Hemos visto a la Argentina unida y pacificada por los esfuerzos del Paraguay.

Pero esa paz no podía durar, porque no aseguraba, el predominio de los porteños.

La oligarquía imperante, encabezada por Mitre, no tardó en hacer sentir su acción disolvente.

Y pronto cayó en olvido el pacto del 10 de Noviembre y volvió a surgir el ESTADO DE BUENOS AIRES, frente al resto de la nación confederada. Electo gobernador el vencido de Cepeda, buscó la manera de traer de nuevo un rompimiento, para confiar por segunda vez a las armas, no la suerte de su país - que había sido definida en San José de Flores - sino el logro de sus ambiciones.

Si no había de imperar sobre toda la República imperaría, al menos, sobre Buenos Aires, convertida en nación independiente.

El 21 de Setiembre de 1859, en las vísperas Cepeda, le escribía uno de sus confidentes

« Espero, mí buen amigo, que usted habrá olvidado su bella teoría de la REPÚBLICA DEL PLATA. »  (1)

Y se encargan de probar que no había olvidado las siguientes palabras de una carta de don Pastor Obligado, en que le daba cuenta de la marcha de los trabajos para hacer efectiva « su bella teoría »:

«Mármol salió ayer  ( para el Brasil ). Sus instrucciones fueron limitadas en lo concerniente al caso de independencia absoluta, que creímos inconveniente fuese escrito, dejando a su prudencia que haga alguna indicación sobre el particular. El doctor Torres saldrá hoy para el Paraguay. Lleva instrucciones análogas a las de Mármol. » (2)

Esta carta es del 17 de Julio de 1861.

En aquellos momentos la guerra se había encendido de nuevo, y Mitre marchaba al encuentro del ejército de la Confederación, no sin antes negociar la independencia de Buenos Aires, para el caso de que fuese derrotado. (3)

El choque tuvo lugar en Pavón el 17 de Setiembre, tocándole en suerte ser el vencedor de una batalla en que su ejército había sido despedazado.

Por razones que no son del caso apuntar, el general Urquiza, victorioso, abandonó a sus soldados, regalándole la migaja de aquel mísero triunfo. (4) Y de Pavón salió presidente de la República Argentina el que se contentaba con ser presidente de la  «República del Plata ».

Flores, Sandes, Paunero, Arredondo, Rivas, todos militares uruguayos a su servicio, se encargaron después de imponer su ley a la nación, llevando el terror a las provincias, al frente de hordas sanguinarias, en que los más eran los indios salvajes de la Pampa;.

El degüello, ese mal endémico en la Argentina, según Sarmiento, hizo estragos, corriendo la sangre desde un confín al otro del país.

Pero como los hechos históricos consumados son irremediables, al fin se constituyó la Argentina sobre las bases que echó Solano López en el pacto del 10 de Noviembre.

En 1864 los temores del doctor del Carril se habían realizado.

La posible eventualidad prevista era un hecho.

El Brasil, entendido con Buenos Aires, había desencadenado la tormenta en el Río de la Plata.

Había llegado el momento de unirse...

Por desdicha, era imposible.

¡ Los hombres del Paraná ya nada pedían!

Y Mitre gritaba desde su diario

El gobierno brasileño es un gobierno liberal, civilizado y amigo de la Argentina. Su alianza está en el interés de estos países (5) y representa el triunfo de la civilización.El gran peligro está en la preponderancia del Dictador paraguayo que aspira a ser el ATILA DE AMÉRICA. Como argentinos, pues, y como enemigos de la barbarie, deseamos que el gobierno paraguayo sea derrotado por el Brasil ... » (6)

¿ Después ?. . .    La Triple Alianza, nuestro exterminio y la repartición del Paraguay.

Esa era la « palma » que Urquiza pedía a Buenos Aires para Solano López, al recomendar su conducta a la gratitud de los argentinos.

¡ La palma del martirio!

Después de nuestra caída, aquella página de gloria de la diplomacia paraguaya quedó oscurecida.

Y nadie recordó más al hombre a quien se juró « eterna gratitud ».

Convertido en ATILA AMERICANO después de haberse proclamado que estaba llamado por la providencia a dirigir los destinos de una gran nación, en que se refundiesen las tres patrias rioplatinas, para equilibrar el poder amenazador del Imperio del Brasil - su nombre esclarecido fue pasto del vilipendio, de la mofa., y del escarnio.

Durante medio siglo se educó a la juventud argentina en el odio a su memoria y en el olvido de sus grandes merecimientos.

En los libros de texto - como las Lecciones de Historia argentina de Ricardo Levene- no se le menciona siquiera, al estudiar los antecedentes del pacto de Unión de 1859.

Y así, en 1920, al festejarse por primera vez aquel magno acontecimiento, en toda la República, con motivo de la inauguración del monumento de Urquiza, ninguno de los innumerables oradores recordó al Paraguay y al autor único del hecho histórico que se conmemoraba.

Sólo el doctor Ernesto Quesada, rectificando juicios anteriores, se atrevió a decir la verdad, afirmando que en los fastos de la historia de su país el 10 de Noviembre es una de las fechas indiscutibles, como el 25 de Mayo de 1810 y el 16 de julio de 1816, y citando al gestor glorioso de aquel acto trascendental.

Tocóme en suerte representar al Paraguay en aquella inolvidable ocasión.

Y hablé también al pie del monumento, haciendo míos los términos de la invitación que había recibido nuestro ,gobierno.

« La concurrencia del representante del pueblo paraguayo será singularmente grata al sentimiento público argentino - decía ese mensaje - por los vínculos de fraternidad que nos unen a ese pueblo, colaborador eficaz en la obra de la integridad nacional, YA QUE FUE DEBIDO A LA EFICAZ MEDIACIÓN DEL PARAGUAY QUE PUDO CELEBRARSE EL PACTO DE UNIÓN QUE AHORA SE CONMEMORA.

Así, al menos, repitiendo lo que nadie tenía la generosidad de decir en aquel momento, dejé constancia de que sin la mediación del vencido de Cerro Corá no estaríamos allí aclamando al vencedor de Caseros, reunidos paraguayos y argentinos, sesenta y un años después, vinculados por el recuerdo de una gloria común.

Y ahora, para terminar, he de recordar un episodio de aquellas fiestas. Comentaba con el doctor Adolfo Mujica, ferviente admirador de Urquiza, el éxito de los festejos, cuando, llevado de mi sinceridad, deploré el egoísmo de todos los oradores - entre los que figuraba él- que no habían consagrado una sola palabra de gratitud al Paraguay y a Francisco Solano López.

- Ustedes han ensalzado el milagro, le dije familiarmente, pero se han guardado muy bien de mencionar al santo.

Y el doctor Mujica no pudo ocultar su turbación, buscando, sin encontrar, una explicación a aquel hecho inexplicable.

El mariscal López fue entonces el tema de nuestra conversación.

Mis palabras, demasiado cálidas,. talvez, le impresionaron.

Y después de convertir conmigo en muchos de mis asertos, me preguntó, lleno de curiosidad

-¿Cree usted que alguna vez ha de ser vindicada por completo la memoria de Solano López ?

- Lo que yo sé, le contesté, es que Urquiza, EL TIGRE DE MONTIEL, el bandido vulgar, el degollador que pintaron los unitarios, el hombre siniestro de Vences, India Muerta y Pago Largo, se afirma en su caballo de bronce, sobre su alto pedestal, aclamado por la admiración de todos sus compatriotas. Y así como hemos venido a acompañarles en su apoteosis, espero que han de ir todavía los argentinos a participar de nuestro júbilo en la inauguración del grandioso monumento que ha de perpetuar en Asunción nuestra admiración al héroe nacional del Paraguay...

 

NOTAS

(1) Archivo del General Mitre, tomo XVI, pag, 301.

(2) « Urquiza y Mitre», por Victorica, pág. 407. Y Juan Carlos Gómez le decía en su famosa polémica sobre la Triple Alianza : « Usted fue de los desfallecidos que nos propusieron por remedio la separación absoluta de Buenos Aires, constituida en República del Plata. Tengo en mi poder instrucciones escritas por usted, « de su puño y letra », para nuestro enviado a Río Janeiro, instrucciones que no quiso firmar don Pastor Obligado, en que le prevenía usted se cerciorase de la actitud que asumiría el Brasil en el caso de que Buenos Aires se declarase nación independiente. ¿No sabía usted de antemano, que la separación absoluta de Buenos Aires, que la disolución definitiva de la nacionalidad era el « desiderátum » de la política brasileña ?

Consultar ese punto al gobierno del Brasil y a los hombres de estado brasileños era conciliarse su concurso y hacer, en 1859, la alianza que ha reducido usted a tratado en 1865. Gracias al provincialismo de Pastor Obligado su pensamiento fracasó entonces. . .» :MITRE, por José M. Niño, pág. 282.

(3) Llevadas las cosas al terreno de la guerra, volvieron a acordarse del Paraguay, haciendo insinuaciones a los agentes de nuestro gobierno, para sondar su pensamiento. Solano López habló claramente en una carta a José Ruto Caminos, del 20 de julio de 1861. « Ya antes de ahora - le decía - he indicado a usted que la garantía del Paraguay había caído en caducidad por la conducta antipolítica y ofensiva de las partes contratantes. Esas mismas artes han estipulado entre sí nuevas obligaciones, infringiendo, mas o menos directamente, las disposiciones del Pacto que el Paraguay garantiera, sin noticia previa ni posterior del garante. A esta conducta inusitada añada usted la marcada desatención o indiferencia con que ambas partes han mirado el salteamiento del « Tacuarí », estando hasta aquí pendiente la justa satisfacción reclamada por tal ofensa. Estas dos consideraciones, aun cuando otras no existieran, bastarían para que el Paraguay se mostrase menos empeñoso en hacerles nuevos servicios . . . No crea usted que cuando hablo de una satisfacción previa tenga en cuenta para nada los sinsabores personales ; ellos no deben tener peso alguno cuando se trata de negocios públicos ; pero hay cosas que no pueden mirarse con indiferencia porque afectan la dignidad nacional, y en esa categoría se encuentran los desaires gratuitamente inferidos al gobierno del Paraguay, precisamente en los momentos en que debía creerse con más títulos a la consideración y lealtad del gobierno argentino. » - Documento inédito en mi archivo.

El gobierno de Buenos Aires resolvió mandar al doctor Lorenzo Torres como agente confidencial, para conquistarse la buena voluntad del Paraguay. Alarmada la Confederación, nombró Ministro Plenipotenciario al doctor Baldomero García, y, por una rara coincidencia, ambos llegaron a Asunción en el mismo buque, á fines de julio de 1861. Dieron amplias satisfacciones por la desleal conducta de sus gobiernos, pero nada consiguieron en el sentido de hacer intervenir de nuevo al Paraguay en sus querellas. .¡Estábamos ya demasiado escarmentados!

« El general Urquiza - decía Solano López a Félix Eguzquiza, en carta del 5 de Agosto de 1861 -, en una visita que le hizo el señor Caminos en el Diamante, se manifestó deseoso de que el Paraguay volviera a aparecer por allí, y le encargó me expresara su vivo deseo de verme cuanto antes, pero yo no tengo muchos deseos de complacerle. Esos caballeros son de excelente memoria cuando entrevén la posibilidad de prestárseles un servicio, pero son muy olvidadizos en sus épocas de ventura. Pero dejemos a un lado una política siempre tan tenebrosa . . . » - Documento inédito en mi archivo.

(4) Vélez Sarsfield, cuando conoció los pormenores de aquella victoria original, formuló este agudo juicio: . «BATALLA GANADA, GENERAL PERDIDO ».

(5) El que así hablaba en 1864 era el mismo que en 1859 escribía al general Paunero, juzgando la actitud brasileña ante la anarquía argentina:«Los brasileños están a la expectativa y comprenden sabiamente que no les conviene favorecer la organización de un poder fuerte en el Río de la Plata, que pueda pedirles cuenta más hoy más mañana de su POLITICA INSIDIOSA DE TANTOS AÑOS y de sus avances sobre el territorio oriental ».

- Véase « Archivo Mitre ., tomo XVI, pág. 139.

Y el que clamaba contra el Dictador paraguayo contra « el Atila guaraní », era también el mismo comediante que meses antes le había escrito a Solano López: «V. E. se halla bajo muchos aspectos en condiciones más favorables que las nuestras, a la cabeza de un pueblo tranquilo y laborioso, que se va engrandeciendo por la paz y llamando en este sentido la atención del mundo; con medios poderosos de gobierno que saca de esa misma situación pacífica ;respetado y estimado por todos los vecinos que cultivan con él relaciones proficuas de comercio; su política está trazada de antemano y su tarea es talvez más fácil que la nuestra en estas regiones tempestuosas, pues como lo ha dicho muy bien un periódico inglés de esta ciudad, V. E. ES EL LEOPOLDO DE ESTAS REGIONES, CUYOS VAPORES SUBEN Y BAJAN LOS RIOS SUPERIORES, ENARBOLANDO LA BANDERA PACIFICA DEL COMERCIO, Y CUYA POSICION SERA TANTO MAS ALTA CUANTO MAS SE NORMALICE ESE MODO DE SER ENTRE ESTOS PAISES» -« Archivo Mitre », tomo II, pág. 50.

(6) « Urquiza y Mitre », por Julio Victorica, página 471.


 

 

 

APÉNDICE

ALGUNOS JUICIOS SOBRE EL AUTOR DE ESTE LIBRO

 

Interesantísima lectura ha sido para mí la de la síntesis histórica que sobre la guerra da la Triple Alianza ha escrito O'Leary, luciendo en ella dotes de exposición elocuente, de habilidad narrativa y de eficacia crítica, que me confirman la idea que ya me tenía formada de su personalidad de escritor y de la significación que, á justo título, se le reconoce en el movimiento intelectual de su país.

JOSÉ ENRIQUE BODO

Maestro Uruguayo

 

- O'Leary es el escritor embebido en su pueblo, que en la entraña de su pueblo toma sustancia, veta de oro del alma paraguaya. ¿ Y el mariscal López ? Solano López es el espíritu del Paraguay convertido en acero de espada, como O'Leary es el espíritu del Paraguay convertido en acero de pluma. Y ambos aceros, el de la pluma y el de la espada ¿cómo en que se han empleado? Ambos han tenido el más noble y desinteresado empleo: el de defender la independencia, la verdad, el derecho, la justicia, la patria. No sé de nada mas bello.

RUFINO BLANCO FOMBONA

Maestro venezolano

 

-  O'Leary, eminente escritor, orador de mucho talento, es el que con mayor pasión y mas cultivada intelijencía defiende al mariscal Solano López. Por su boca, que es la de la elocuencia, sé toda la gloria que dió al Paraguay.

VARGAS VILA

Maestro Colombiano

 

- La guerra de la Triple Alianza coronó triunfal y cumplidamente el secular antagonismo hispanolusitano en esa sección de América, sucumbiendo el Paraguay en una forma tal que, malgrado el medio siglo transcurrido, la posterior resurrección todavía resulta precaria y O'Leary, con su voz tonitruaute e inspirada de profeta y predicador de la unión patriótica, es todavía vox clamantis in deserto, pues su eco se pierde en el aire y no se traduce en realidad alguna. Sigue su país en el sino fatal del desgarramiento interno, de las revoluciones constantes, del destrozarse los unos a los otros, como si pesara sobre sus compatriotas una nueva y estupenda maldición de los Atridas. La salud solo puede venir de la unión, pero nadie quiere oír esa «mala palabra»: parecen todos dantescamente enceguecidos y como condenados a cavar la fosa común con las propias manos. Es horrible, horrible! En vano, en un magnifico discurso exclama: «que en adelante sea nuestra historia la fuente luminosa en que vayamos todos a beber sentimientos de concordia y de reconciliación; que el recuerdo de lo que fuimos nos impulse a ir unidos a conquistar un porvenir mejor; que por sobre todas las divisas flamee siempre la bandera nacional, como enseña única de los paraguayos». Ay, su voz no ha sido oída, nadie quiere oírla, y continúa su país desangrándose, arruinándose, como si la cólera de los dioses pesara sobre sus destinos! Es O'Leary un nuevo Jeremías; lamentándose sobre el cautiverio babilónico: pero así como aquel no fuera entonces oído, tampoco quieren oírle sus compatriotas....

O'Leary debe ser felicitado por su constante producción, indispensable en la biblioteca de todo estudioso de la historia americana.

ERNESTO QUESADA

Ilustre Publicista Argentino ;

 

¡Gloria a Juan E. O’Leary, el historiador, el tríbuno que ha hecho de su vida un apostolado de patriotismo; un grito jamás silenciado de verdad y de justicia!

E.. RODRIGUEZ TRIANA

Publicista Colombiano

 

El timbre de sus versos queda en el oído por largo tiempo. Los hay que gimen con gemidos de cerdas metálicas.

En su prosa, la dicción tersa, casi rítmica, brilla, y quema.

Y en prosa y en verso ha hecho revivir las jornadas gloriosas de la patria.

Se trasporta al pasado. Ve de presente con sus ojos de poeta las cosas que fueron. Se pone en el alma del héroe, en el corazón de la heroína. Lo que sintieron el soldado, la mujer, el niño, él también lo siente y lo infunde a su lector. Escribiendo, sufre hambre y siente frio en el vivac de nuestro ejército, es actor en el sacrificio sin segundo, está en el Boquerón terrible. Y la procesión de héroes desfila al conjuro de su prosa rutilante.. .

MANUEL DOMINGUEZ

Pensador Paraguayo

 

Basta leer la jesta paraguaya, tan erudita y elegantemente expuesta por O'Leary en su HISTORIA DE LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA. para advertir que un pueblo contra el cual se coaligan Brasil, Argentina y Uruguay, arrebatándole cerca de seis mil leguas de territorio, pero sin lograr, apesar de ello, arrebatarle la independencia, es un pueblo de largo aliento y seguro porvenir.

CRISTÓBAL DE CASTRO

Literato Español

 

O'Leary es el poeta del Paraguay, el maestro de fuerte entendimiento, de luminoso cerebro, de integro carácter.

JUAN ZORRILLA DE SAN MARTIN

Poeta Uruguayo

 

El cantor del Paraguay es O'Leary, cuyo vigoroso númen ha exaltado la grandeza de su patria en estrofas que poseen sonoridades broncíneas. Pero O'Leary no es solo poeta, sino también historiador y conferencista, en quién corren parejas la fecundidad, y el brillo de la forma, realzado por una vasta erudición.... Con vibrante estilo ha vindicado la personalidad egregia del mariscal Solano López en una obra de justicia que habrá de perdurar en los anales de la historia de América.

LAUREANO VALLANILLA LANZ

Sociólogo Venezolano

 

En NUESTRA EPOPEYA O'Leary ilumina la selva, sublimemente heroica, de la historia de su terruño. Y cuando ese libro sea leído por un brasileño, por un argentino-¿y por qué no confesarlo?-por un uruguayo, sentirá cualquiera de estos el remordimiento que tortura la mente y muerde el corazón... Los compatriotas de O'Leary le quedarán eternamente gratos y le aplaudirán fervorosamente.

JULIO RAUL MENDILAHARZU

Poeta Uruguayo

 

O'Leary debe ser felicitado por su brillante campaña histórica. Se le lee siempre con placer y con provecho. Sus libros no deben faltar entre los de ningún hombre estudioso.

FRANCISCO GARCÍA CALDERÓN

Maestro Peruano

 

O'Leary ha sido calificado como el mas brillante de los poetas nuevos del Paraguay. Periodista valiente, es también autor de libros evocadores.

RUBÉN DARIO

Maestro Nicaragüense

 

De todo corazón aplaudo la idea general que desarrolla O'Leary en toda su brillante labor literaria: la de encaminar los bríos de aquel pueblo heroico que cayó aplastado por un colosal cuadrillazo, pero que, por su energía social, su patriotismo indomable ,y su inteligencia está llamado a resurgir y a ser grande, mas grande tal vez de lo que se imaginan sus mejores hijos. ¡Ojalá todos los paraguayos pensaran como O'Leary y vieran en el pasado la promesa del porvenir!

J. GUILLERMO GUERRA

Internacionalista Chileno

 

Tanto la prosa como la poesía de O'Leary prueban que en el existe un gran cerebro y un gran corazón. El libro del ilustre escritor paraguayo sobré Solano López, el famoso mariscal que con tanto heroísmo defendió a su patria en la guerra contra la Triple Alianza, es todo un alegato en favor del héroe paraguayo; un himno de admiración al vencido de Cerro Coro; la biografía, en fin, escrita admirablemente, de un hombre cuyo recuerdo es detestado por muchísimas gentes, pero cuya figura surge en las páginas de O'Leary como una de las mas simpáticas y mas nobles de la historia americana,

HORACIO MALDONADO

Literato Uruguayo

 

El paraguayo Juan E. O’Leary, cantor de su patria, crítico delicado y erudito, es mas colosal aun como narrador de la epopeya de que fuera heroína y mártir su tierra guaraní. Si Solano López, es como lo llama Blanco Foulbona, el MARISCAL DE HIERRO, O'Leary, por sus brillantes dotes de escritor y por su recia médula nacionalista, es el más apropiado glorificador de tal héroe.

MIGUEL B. MARRUPE

Publicista Uruguayo

 

EL LIBRO DE LOS HEROES es la obra cumbre de O'Leary, por cuyas 516 páginas históricas desfilan, en desfile heroico, desde Fariña, el hombre de los lanchones, y Saturio Ríos, el artista soldado, hasta el Sargento Cuatí, el canoero imperturvable, y Natalicio Talavera. el bardo de la epopeya, quienes con los imponderables mariscal López y general Díaz, forjaron esa inrrompible cadena de hazañas que principió en Yataí y Corrales, continuó en Curupayty y encuadró esa grandiosa guerra paraguaya, en la que, hace medio siglo, peleaban lanchones contra acorazados, individuos contra compañías, y en la que se llegó al extremo, que pudo ser cómico, si no hubiera resultado supremamente trágico, de utilizar como balas de cañón los cocos de las palmeras... Y como si no fueran suficientes esas páginas para la completa glorificación de los héroes paraguayos, continua O'Leary con la publicación de NUESTRA EPOPEYA, HISTORÍA DE. LA GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA, EL MARISCAL LÓPEZ, y tantas obras más, en todas las cuales ejercita este hombre justo su noble apostolado patriótico.

La voz de O'Leary ha repercutido de cumbre en cumbre por entre las montañas de América y ha llegado hasta el corazón del pueblo peruano....

CARLOS SÁNCHEZ GUTIÉRREZ

Escritor Peruano

 

Sopla en América un viento de reparación histórica. El Paraguay sufrió como nadie después de su caída, calumniado en la figura enorme de Solano López. Pero una racha de idealismo, al servicio de la verdad y de la justicia, fulminó la inicua campaña, y escritores como Blanco Fombona, García Calderón y Carlos Pereyra aclamaron al héroe paraguayo. Mas la gloria de la batalla ganada toca a O'Leary, que despertó la conciencia nacional de su pueblo, que infundió en la sangre de sus compatriotas ese viril patriotismo inspirado en el culto de los héroes y en las grandes hazañas realizadas por su patria, que impuso, en fin, la epopeya paraguaya en medio del aplauso de las nuevas generaciones americanas.

LUIS VELAZCO ARAGÓN

Publicista Peruano

 

Si la lectura del LIBRO DE LOS HÉROES y de tantos otros volúmenes del brillantísimo colega don Juan E. O'Leary, que enriquecen la literatura histórica americana, me habían permitido ya aquilatar las dotes que realzan su personalidad de escritor, ahora, después de leer el inmerecido artículo dedicado al primer tomo de la Historia de la Sociedad de Beneficencia, veo, lleno de satisfacción, que el talento no solo no excluye la generosidad, pocas veces juntas en estos egoístas tiempos, sino que llega el caso de que mantengan la íntima y ejemplar vinculación que su bondadosísimo juicio revela.

CARLOS CORREA LUNA

Escritor Argentino

 

He leído con verdadero interés NUESTRA EPOPEYA y EL MARISCAL LÓPEZ de O'Leary. Y debo declarar que el Paraguay tiene contraída con él una gran deuda de gratitud, por la luz que difunde en los motivos y hechos históricos de la guerra; y por el noble espíritu de sano patriotismo en que ambas obras se inspiran.

PEDRO CESAR DOMINICI

Literato Venezolano

Ministro en Argentina

 

O'Leary posee una inteligencia vasta, ampliamente revelada en la poesía, en la oratoria, en la historia, en la cátedra, en la polémica. Unánimemente es considerado como el fundador de la lírica nacional.

ALBERTO SOUZA

Publicista Brasileño

 

En los trabajos de O'Leary descubro al patriota ardiente, al pensador profundo y, sobre todo, al campeón de una tendencia histórica que ha de ser gratísima a todo patriota paraguayo.

CORONEL ENRIQUE JAUREGUI

Publicista Argentino

 

O' Leary, el glorioso historiador paraguayo, une a sus méritos de tal, el de ser un cultor de las mejores ideas de nuestro siglo.

Su pueblo le ha tributado un grandioso homenaje, que es toda una apoteósis. Yo, con toda el alma, deseo que otra, mas grandiosa aun, le reserve el futuro, solemnidad en la que participen mis compatriotas, porque ningún brasileño puede ser indiferente a la obra de reparación histórica a que el más eminente escritor del Paraguay ha mucho se entrega, con ejemplar devoción.

ALFREDO VARELA .

Publicista Brasileño

 

O’Leary es el poeta de su raza. Como historiador encarna las aspiraciones de su pueblo. Su saber es extenso y copioso. Escribe la historia de la guerra del Paraguay con alma de vindicador, con genio de profeta. Y siendo un patriota y un gran ciudadano, no es un agitador ni un revolucionario      .

PEDRO PARLO FIGUEROA

Escritor Chileno

 

Los trabajos de O'Leary son siempre entusiastas, amenos, conmovedores, reales, llenos de fe y de ese colorido que solo él sabe dar a lo que escribe.

Es mi convicción profunda que O'Leary ejercita un noble apostolado, desde que lo anima una virtud indiscutida: su profundo amor a la tierra que lo vio nacer y el propósito de mantener despierto y avivar mas aun, si es posible, el sentimiento de veneración y de respeto a que son acreedores los héroes de su país. . .

Recuerdo, y de ello guardo impresiones imborrables, los atardeceres pasados en su casa veo a su niña alegrando con sus trinos y gorgeos de pajarito la existencia de sus progenitores y alterando la quietud reinante en el jardín, mientras su padre, pontífice máximo de la epopeya paraguaya, rodeado de amigos y admiradores, con su gesto de vidente, con su autoridad que le da el dominio absoluto de la historia nacional, nos narraba hechos siempre instructivos, que constituían eslabones nuevos que agregar a esa cadena de recuerdos a travez de los cuales desfilaban las sombras luminosas de Caballero, Molas, Rivarola y cien más, hasta llegar a aquella pobre mujer que, en su impotencia de empuñar un arma, de esgrimir una espada, de manejar un fusil, no trepidó en levantarse las polleras, para gritar, en un gesto de olímpico desprecio a sus enemigos: MACACOS VENGAN A COMER ESTO.:.polpeandose fuertemente la vulva carnosa y velluda, mientras a su lado caían sus connacionales, con ese estoicismo que sus contrarios les reconocerán siempre..

CORONEL ANGEL DE HERNÁNDEZ

Publicista Argentino

 

Toda patria necesita su historiador, su cantor y su filósofo. Tiene mucho de estas tres excelsas condiciones O'Leary, y su patria, la heroica República del Paraguay, ha de tributarle honores, haciéndole justicia. Yo él admiro y le aplaudo, por que es un patriota y un talento!

CORONEL TEÓFILO T. FERNANDEZ

Publicista Argentino

 

Todo es admirable en la múltiple personalidad de O'Leary. Yo celebro al cantor de la raza guaraní, pero admiro también al poeta tierno del hogar y al que esculpió en impecables sonetos la figura épica de los conquistadores. Pero, por sobre todo, está el patriota que en una prosa elocuente escribe la historia de su tierra, que es una verdadera epopeya. Su obra es vasta y magnifica. El Paraguay tiene en él un gallardo exponente de su cultura.

SALVADOR RUEDA

Poeta Español

 

El mas alto exponente de la intelectualidad paraguaya es hoy, sin disputa, Juan E. O'Leary, insigne pensador y delicadísimo poeta. Es el iniciador de la gran campaña de reivindicación de la figura epopéyica del mariscal López, héroe de la guerra contra la Triple Alianza y mártir de Cerro Corá. Ni el mas indolente de los hombres logrará imponerse del contenido de EL LIBRO DE LOS HEROES- ultimo de los publicados por el historiador paraguayo - sin que expontánea y fatalmente se le humedescan los ojos. Este trabajo de O'Leary debe ser considerado como modelo en su género.

CARLOS REY DE CASTRO

Publicista Peruano

Ministro en el Paraguay

 

O'Leary nació predestinado para lavar de ofensas ,el nombre de su patria, tantas veces gloriosa. Desde hace veinte años viene enterando al mundo de la tragedia inicua y, gracias a sus formidables alegatos, se ha reabierto un proceso sin olvido y ha quedado en evidencia el aborrecible atentado, cuya magnitud crece a medida que avanza su honrada investigación retrospectiva:... Fundiendo como un inspirado la estatua de los otros, O'Leary ha acrisolado sin advertirlo el metal de la propia. De ella solo le separa la vida .... Es el vengador de su raza santificada por el martirio!

LUÍS ALBERTO DE HERRERA

Publicista Uruguayo

 

En la obra, de O'Leary se descubre el dolor de un hombre sensible y de elevada entidad moral; dolor que, si airado e implacable, lleva en sí una tristeza inmensa y una melancolía desesperante, en presencia de su patria sacrificada y luego después vilipendiada en sus héroes; inmortales, en sus arranques colosales de inverosímil resistencia, en él espíritu de una raza indómita y tenaz, que defendió, hasta sucumbir, su independencia, y la integridad de su terruño. Su tesis no es ya discutible, pues los que entre nosotros han estudiado la guerra del Paraguay trazan una línea divisoria entre el pueblo heroico-respetado y digno de loor-,y el conglomerado de aturdidos que han manchado la historia del Rio de la Plata con un crimen imborrable.

MANUEL M. CERVERA

Historiador Argentino

 

Conocía muy bien el talento de O'Leary; había medido las fuerzas de sus alas, y su nombre me lo repitió muchas veces el Dr. Cecilio Báez cuando me señalaba los mas esplendorosos ingenios que forman, hoy la pléyade en que culmina la juventud paraguaya; pero solo después he conocido su corazón y solo con palpitaciones del mío correspondo a su nobleza..

En mi soledad me he puesto a leer con detenimiento su obra, riquísima en datos, muy bien documentada e imparcial y elegantemente escrita. ¡Así se debe hacer la historia! Y yo felicito con todo entusiasmo a O'Leary por que esas narraciones llenas de verdad y de colorido encienden en los corazones el fuego del amor patrio. y obligan a seguir en la hora del sacrificio el camino que siguieron tan ilustres y heroicos antecesores.

JUAN DE DIOS PEZA

Poeta Mexicano

 

O'Leary es un valiente y alto escritor. Espiritualmente es un contemporáneo de José Marti y un hermano de aquel héroe dominicano que se llama Federico Henriquez y Carvajal. Y es en el Paraguay el benemérito apóstol de la religión del patriotismo.

DR. DIEGO CARBONELL

Publicista Venezolano

Ministro en el Brasil

 

El libro de O'Leary, NUESTRA EPOPEYA, es un canto fracmentario pero elocuente y fervoroso a su patria y a la deslumbradora gloria de sus héroes. Sus cálidas conferencias y sus vibrantes artículos elevan el espíritu y fortalecen el patriotismo. Es acreedor por ello al reconocimiento de sus compatriotas y al aplauso de América.

ALBERTO CARBAJAL

Poeta y Publicista Colombiano

 

 

 

 

 

 

EN EL NATALICIO PATRIO, DON QUIJOTE EN EL PARAGUAY, LA MARSELLESA

Poesías de JUAN E. O’LEARY

 

EN EL NATALICIO PATRIO


¡Patria! Yo no te olvido en este día,
y evocando tu fausto natalicio
siento todo tu horrendo sacrificio
y tu tristeza es la tristeza mía.

Ante tanto esplendor que me rodea,
en esta Roma de sin par historia,
siento el orgullo de tu inmensa gloria
y adoro, más que nunca, tu bandera.

Mi vida entera consagré a tu culto,
por tu honor me batí como un soldado,
ignoré en tu defensa el desaliento...

Y la calumnia, el odio y el insulto,
que mi largo camino han jalonado,
hoy los trofeos son que te presento.


DON QUIJOTE EN EL PARAGUAY


... Y un día don Quijote pasó por nuestra tierra,
en ideal cruzada, cruzado caballero,
erguido en los estribos, el continente fiero,
por la razón negada y la justicia en guerra.

Y en la vasta llanura y en la empinada sierra
aún queda de su paso, marcada en el sendero,
la señal sanguinosa del luchar tesonero
contra la fuerza bruta, cuyo poder aterra.

De su lanza en astillas los restos dispersados;
de su espada en pedazos los añicos violados,
a los flacos del mundo ya no defenderán;

¡que, tras de cinco años de lidiar, temerario,
frente a triple enemigos sucumbió solitario,
orgulloso y altivo, junto al Aquidabán!


LA MARSELLESA


Himno, plegaria, reto, clamor, voto sagrado,
implacable anatema, grito de libertad,
La Marsellesa llega, bramando, del pasado,
como si en ella hablara toda la humanidad.

Esculpida en el Arco sublime de la Estrella,
frente a la efigie regia del isleño inmortal,
parece en este día convertirse en centella
y pasar sobre el mundo en un vuelo triunfal.

Iracundos rumores de muchedumbre fieras,
redobles de tambores, desfiles de banderas,
tronar de los cañones y toques de clarín;

la purificadora hoz de la guillotina,
del humano derecho la cifra diamantina...
Todo eso hoy, Francia, evoca tu cántico viril.

Juan E. O’Leary (1879-1969): Poeta e historiador, llamado con justicia «el cantor de las glorias nacionales», por ser el primero en proyectar las luces de la verdad sobre la justa causa del Paraguay en la guerra contra la Triple Alianza y en justipreciar la inmolación de sus héroes. En poesía fue el precursor de los temas nativistas, en composiciones tales «El alma de la raza», «Salvaje» y «Los conquistadores» (sonetos).

En 1971 fue editada una colección de sus poesías bajo el título de «Canciones de Ultramar».

Sus estudios históricos son entre otros: «Historia de la guerra de la Triple alianza», «Nuestra epopeya», «El mariscal Solano López», «El libro de los héroes»...

Fuente: EL TRINO SOTERRADO. PARAGUAY : APROXIMACIÓN AL ITINERARIO DE SU POESÍA SOCIAL. TOMO II  AUTOR: LUIS MARÍA MARTÍNEZ EDICIÓN DIGITAL: ALICANTE : BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES, 2002 N. SOBRE EDICIÓN ORIGINAL: EDICIÓN DIGITAL BASADA EN LA DE ASUNCIÓN (PARAGUAY), EDICIONES INTENTO, [1986].

 

 

 

 

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Redactores: Lic. ANTONIO MARÍA BOERO y RAMIRO ANTONIO BOERO RUIZ

Abril del 2005 – Rivera Uruguay





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