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ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE

  PROCESOS DE SAN FERNANDO, 2013 - Por ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE


PROCESOS DE SAN FERNANDO, 2013 - Por ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE

PROCESOS DE SAN FERNANDO (GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA)

Por ALCIBÍADES GONZÁLEZ DELVALLE

Colección 150 AÑOS DE LA GUERRA GRANDE - N° 13

© El Lector (de esta edición)

Director Editorial: Pablo León Burián

Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina

Director de la Colección: Herib Caballero Campos

Diseño y Diagramación: Denis Condoretty

Corrección: Milcíades Gamarra

I.S.B.N.: 978-99953-1-436-1

Asunción – Paraguay

Esta edición consta de 15 mil ejemplares

Noviembre, 2013

(116 páginas)




CONTENIDO

Prólogo 9

Algunos protagonistas de la tragedia 11

Acto I

Humaitá 17

Los acorazados fuerzan el paso de Humaitá. 23

Acto II

Algunos de los muchos personajes extranjeros en escena. 26

Acto III

Regalo con desenlace inesperado. 31

Se reúne el Consejo Consultivo. 35

Carta de López al vicepresidente. 37         

La respuesta del vicepresidente. 38 

Convocados a Paso Pucú. 40 

La exposición del capellán de la familia López. 41

Acto IV

Los mediadores. 44       

Mediación del ministro norteamericano. 45        

Acto V

La retirada al Chaco. 49

Acto VI

San Fernando      53    

La muerte de Saturnino Bedoya. 55

El Mariscal anuncia la conspiración. 59

Plan para eliminar a López. 60

Los métodos de torturas. 63

El otro cuñado del mariscal. 65

José Berges, canciller de la República. 66

Gumercindo Benítez. 72

Venancio López. 74

Doña Juana Carrillo de López. 76

Entreacto. 83

Dos personajes trágicos. 83

El padre Maíz deja la celda policial. 89

La nueva situación de Maíz. 91

Las penalidades de un obispo. 94

Acto VII

Muestra resumida de un sumario. 99

Gustave Bayón de Libertat. 99

Porter Cornelio Bliss. 107

Epílogo. 108                 

Fuentes consultadas. 109

El autor. 112



PRÓLOGO

LOS PROCESOS DE SAN FERNANDO es una obra en la cual el eximio escritor Alcibíades González Delvalle describe pormenorizadamente los acontecimientos acaecidos en aquel Campamento del Ejército Paraguayo en San Fernando durante el segundo semestre del año 1868.

Ya habían transcurrido más de tres años desde que las victoriosas tropas que marcharon al Mato Grosso regresaron al Paraguay, augurando una victoria de la causa paraguaya, pero diferentes factores intervinieron para que las tropas aliadas desembarcaran en territorio paraguayo y su flota de guerra se convirtiera en la dueña de los ríos de la Cuenca del Río de la Plata, cerrando la natural vía de comunicación del Paraguay con el mundo exterior.

Los Procesos de San Fernando fueron analizados polémicamente pues algunos sostienen que la conspiración no existió y que la misma fue consecuencia de la angustia y desesperación en la que se encontraba el mariscal Francisco Solano López; por su parte sus defensores afirman que los conspiradores estaban en connivencia con las tropas aliadas para traicionar a su jefe y al ejército paraguayo que heroicamente había resistido a los agresores soportando hambre, frío y carestía en los campos de batalla.

Sea cual fuere la posición de los lectores, este libro posee la riqueza de contrastar diferentes opiniones y documentos que arrojan luz sobre aquellos procesos que concluyeron con la ejecución de más de seiscientas personas, entre las que se encontraban desde sencillos soldados hasta ministros del Poder Ejecutivo, el obispo del Paraguay Manuel Antonio Palacios e incluso el propio hermano del mariscal López, Benigno y otros miembros destacados de la élite política y militar paraguaya.

Agradecemos al autor su colaboración con la colección, al analizar un tema polémico que forma parte de los capítulos de la guerra sobre los cuales se tendió un velo del olvido.

Asunción, noviembre de 2013

Herib Caballero Campos

 

ALGUNOS PROTAGONISTAS DE LA TRAGEDIA

 

Mariscal Francisco Solano López

Nació en Asunción el 24 de julio de 1827. Adolescente aún, formó parte de la modesta milicia, la que fue creciendo con su ayuda e interés. A los 18 años ya fue coronel y dueño de una cultura superior a la del común de sus conciudadanos. En 1853, con el grado de brigadier general, viajó a Europa para establecer relaciones diplomáticas con Francia, Prucia, Cerdeña y Gran Bretaña; también -o tal vez el principal motivo de su viaje- para comprar barcos y armamentos. En Paris conoció a la irlandesa Elisa Alicia Lynch, la que sería su compañera. En 1859 medió en el conflicto originado entre los gobiernos de Buenos Aires y Paraná que culminó con el Pacto de San José de Flores. Inspeccionaba con frecuencia la construcción de la fortaleza de Humaitá. En 1862 sucede a su padre y el Congreso del 16 de octubre lo elige presidente de la República por 10 años. El 5 de marzo de 1865 un congreso extraordinario elevó a López al grado de mariscal de los Ejércitos de la República. En marzo de 1865 deja la capital -a donde ya no volvería- para trasladarse a su cuartel general de Humaitá y conducir la Guerra contra la Triple Alianza. Empujado por los acontecimientos, el Cuartel General se traslada a San Fernando, al norte del río Tebicuary, donde llega la noticia de una conspiración.

 

Benigno López

Su padre lo había preparado para la función pública pero su hermano mayor nunca le dio la ocasión de ejercerla. Apenas tomadas las riendas del poder, le envió confinado a Concepción de donde regresó gracias al pedido de la madre y de las hermanas. Cuando López anunció "la gran conspiración" comenzó por incluir en ella a Benigno acusado de intentar sustituirlo en la presidencia de la República y luego de procurar su asesinato a puñaladas, estando ya preso en San Fernando. Cayó -o su hermano le puso- en manos de los temibles sacerdotes Maíz y Román, de quienes nadie se salvaba de la tortura y de la muerte. Luego de que mejorara en algo su salud como consecuencia de los golpes, Benigno regresó al tribunal que funcionaba con "una mesita todo desvencijada, recado de escribir y dos toscos bancos bajo el tupido ramaje de un naranjal". Benigno figuraba entre los 11 supuestos firmantes del acta de Satinares, situación que le impedía toda escapatoria. Fue sentenciado a muerte el 20 de diciembre de 1868, y al día siguiente fue fusilado en Itá Ybaté.

 

 

Venancio López

Hermano menor del Mariscal, y mayor de Benigno, ministro de Guerra y Marina, por su actuación cuando la entrada de los buques brasileños a la capital, y por haberse mencionado su nombre en las cámaras de torturas, cayó preso y llevado a San Fernando. También, como a los demás presos, se le exigió que confiese su participación en la conspiración y que la misma estaba dirigida por el ministro norteamericano, Carlos Washburn. Se salvó de la muerte en San Fernando, y luego en Lomas Valentinas, pero siguió preso hasta morir en Chirigüelo el 8 de febrero de 1869, poco antes de la finalización de la guerra.


José Berges (ministro de Relaciones Exteriores)

Nació en Asunción posiblemente en 1820 (no se tiene la fecha exacta). Fue un hombre ilustrado que prestó importantes servicios en el Gobierno de Carlos Antonio López. Se hizo acreedor de un sólido prestigio, tanto, que se lo tuvo como el seguro sucesor de don Carlos si el pueblo pudiera entonces elegir al mandatario. Cuando Solano López se hizo del poder tuvo en José Berges al mismo funcionario eficiente. Luego de haber demostrado sobresalientes aptitudes para la diplomacia, López lo designó canciller de su Gobierno. Se encontraba en ese cargo cuando el Mariscal lo convocó a San Fernando donde sufrió indecibles torturas. Finalmente, fue fusilado en Potrero Mármol, el 21 de diciembre de 1868 al inicio de la batalla de Lomas Valentinas.

 

General Vicente Barrios (cuñado del mariscal)

Nació en Asunción en 1825 en el seno de una distinguida familia. A los 18 años fue soldado en el Ejército Nacional. Con el grado de teniente coronel acompañó a Solano López a Europa. A su regreso contrajo matrimonio con Inocencia López Carrillo, en 1856. Fue ministro de Guerra y Marina. Combatió en las batallas de Tuyutí en mayo de 1866 y noviembre de 1867. Fue ascendido a general de división por su heroísmo. Antes, por el mismo motivo, ya obtuvo la Orden Nacional del Mérito. Fue uno de los que cayeron en el torbellino de San Fernando. Fue fusilado el 21 de diciembre de 1868.

 

Obispo Manuel Antonio Palacios

Nació en Luque en 1824. El obispo Basilio Antonio López le ordenó sacerdote en 1848. Era amigo personal del mariscal López. Siendo cura párroco de Villeta fue llamado a Asunción para bautizar a uno de sus hijos habido con madame Lynch. El padre Maíz se había negado hacerlo fuera de la iglesia. Palacios fue el primer capellán del ejército paraguayo y como tal estuvo en la guerra desde sus inicios. Acusado de traidor a la patria en San Fernando, fue fusilado el 21 de diciembre de 1868 en Lomas Valentinas.

 

Padre Fidel Maíz

Nació en Arroyos y Esteros en 1833. Fue ordenado sacerdote el 24 de abril de 1853, por el obispo Basilio López. Fue rector del Seminario Conciliar. En el Congreso del 16 de octubre de 1862, convocado por Francisco Solano López, Maíz se opuso a la candidatura de López quien, al subir al poder, decretó la cesantía de Maíz como rector, además de haber sido apresado y procesado ante un tribunal presidido por el general Robles y por el obispo Palacios. Al cabo de cuatro años de prisión se lo trasladó a Palo Pucú en vísperas de la batalla de Curupayty. La gran victoria de las armas paraguayas le posibilitó su completa libertad. Integró, con el padre Román, el temible tribunal militar por donde habrían de pasar algunas de las figuras nacionales más conocidas. Este tribunal sentenció a muerte, entre otros muchos, al obispo Palacios que era su tenaz enemigo en la competencia por ganar los favores del mariscal. Escribió ETAPAS DE MI VIDA.


Saturnino Bedoya (cuñado del Mariscal)

Tesorero de la nación. Presidió la delegación que entregó, en nombre de los asuncenos, valiosos obsequios al Mariscal, en su cuartel general de Paso Pucú en la Navidad de 1867. López ya no le permitió regresar dejándolo en una especie de “preso sambucú", hasta que los acorazados forzaron el paso de Humaitá y dijo que estaba preocupado por lo que pudiera pasar en la capital, en poder del enemigo. Este comentario intrigó a López, despertó su perspicacia y extrema desconfianza, y ordenó el apresamiento de su cuñado que luego ha tenido que pasar por las penalidades de las torturas. Un día amaneció muerto. Sobre este hecho se tejieron comentarios como que no había soportado los golpes o que había sido asesinado por los conspiradores. De todos modos, López nada consiguió acerca de lo que esperaba: datos sobre una conspiración.


Coronel Silvestre Aveiro

Nació en 1839 en Aveiro Isla, jurisdicción de Limpio. Su esmerada educación le situó como secretario personal de Don Carlos Antonio López, a los 17 años de edad. En el gobierno de Francisco Solano López fue Escribano de Gobierno y Hacienda y director del Archivo Nacional. En la guerra se incorporó al ejército y sirvió en los tribunales que investigaban y castigaban todo indicio de conspiración, real o ficticio. Llegó hasta Cerro Corá tras cinco años de penurias con los pocos sobrevivientes. Fue hecho prisionero y en tal condición escribió contra Solano López. Ya libre, de regreso a la patria del Brasil, rectificó sus opiniones sobre el mariscal, al que había servido con fidelidad. Justificó su postura de severo crítico al hecho de habérsele arrancado bajo presión de las fuerzas victoriosas. Publicó sus MEMORIAS MILITARES.



ACTO I

HUMAITÁ

 

En sus memorias, el padre Fidel Maíz escribe acerca de Humaitá: "Este punto estratégico, admirablemente escogido sobre el río Paraguay, había sido sabiamente fortificado, y también sus alrededores. Más de 40 piezas de artillería defendían sus poderosos baluartes, y un formidable sistema de estacadas, de obras de tierra, y de trincheras disimuladas defendían la costa contra toda sorpresa. Agreguemos que una enorme cadena atravesaba el Río Paraguay, delante de Humaitá, y que este obstáculo tenía necesariamente que atajar, bajo el fuego de arriba de la batería denominada de la cadena, las naves que hubiesen escapado a los torpedos fijados en el lecho del río.

''Esto para la vía fluvial. Esteros, reputados impracticables, rodeaban la plaza del lado Este y del Sud, e impedían al enemigo acercarse. Al Norte se halla el río Paraguay.

"En suma, Humaitá representaba, después del patriotismo de sus hijos, la principal defensa del Paraguay; de modo que en tanto se conservara en sus manos esta llave del río, el mariscal López podía afrontar los esfuerzos impotentes de los enemigos de su país".

López llegó a Humaitá en el vapor Tacuary el 9 de junio de 1865. Previamente, el día 2, se dirigió a la nación en estos términos:

El desenvolvimiento que va a tomar la guerra en que se halla empeñada la patria con la triple alianza brasilero-argentina-oriental, no permite ya continuar haciendo el sacrificio de permanecer lejos del teatro de la guerra, y de mis compañeros de armas en campaña, cuando el orden público sólidamente afianzado en el país y el unánime entusiasmo de la nación me habilitan a concurrir allí donde el deber del soldado me llama.

Siento la necesidad de participar personalmente de las fatigas de los bravos y leales defensores de la patria, y dejo provista la administración pública para que pueda ser debidamente atendida.

Al separarme momentáneamente del seno de la patria, llevo la dulce satisfacción de que la administración del Estado continuará siendo servida con toda lealtad, dedicación y patriotismo con que los funcionarios públicos acostumbran desempeñar sus deberes.

Me asiste también la confianza de que todos los ciudadanos contribuirán incansablemente en sus respectivas esferas al éxito de la lucha en que la patria se halla empeñada; y para esto no es necesario que todos empuñemos las armas, ni todos corramos a la filas, sino que todos cooperemos al bien de la causa común.

Así debe constar del pronunciamiento uniforme con que la nación se levanta a pedir el desagravio de su honor ultrajado, la garantía de su existencia amenazada y el afianzamiento de sus derechos vulnerados.

La santidad de la causa que nos ha obligado a dejar nuestra vida pacífica y laboriosa, está en el corazón de cada ciudadano, y el Dios de los ejércitos velará sobre nuestras armas.

Estas expresiones de López eran la consecuencia de los hechos contenidos en la resolución del Soberano Congreso Nacional, que el 29 de marzo de 1865 decretó:

Art. 1º. Apruébase la conducta del P.E. de la Nación para con el imperio del Brasil, en la emergencia traída por su política amenazadora del equilibrio de los Estados del Plata, y por la ofensa directa inferida al honor y a la dignidad de la Nación, y usando de las atribuciones del art. 3º., título 3º. de la ley del 13 de marzo de 1844, autorízasele para continuar la guerra.

Art. 2º, Declárase la guerra al actual Gobierno Argentino, hasta que de las seguridades y satisfacciones debidas a los derechos, a la honra y dignidad de la Nación Paraguaya y su Gobierno.

Art. 3º. S.E. el Señor Presidente de la República hará la paz con uno y otro beligerante cuando juzgue oportuno, dando cuenta a la Representación Nacional conforme a la ley.

Art. 4º. Comuníquese al P.E. de la Nación.

En las deliberaciones se encontraban, entre otros, Juan Crisóstomo Centurión y Natalicio Talavera. En sus memorias, dice Centurión: "Después de la votación me quedé pálido con el corazón oprimido de una gran tristeza, a tal extremo que no pude resistir de decir, en voz baja, a mi compañero y amigo D.Natalicio Talavera, que se encontraba parado a mi lado en una de las puertas interiores: ¡Malo, amigo! El Paraguay podría tal vez haberse con una nación; pero con dos, que necesariamente han de hacer causa común, me parece muy aventurado. Es una gran imprudencia, y.. .el que mucho abarca poco aprieta. Él me contestó, con un aspecto igualmente triste: Qué quiere, amigo; veremos lo que resulta y continuó tomando sus notas para "El Semanario".

Francisco Solano López -ascendido a mariscal por el Congreso reunido el 5 de marzo de 1865- instala su campamento en Paso Pucú, a cinco kilómetros aguas abajo de Humaitá.

"Las mujeres del campamento -nos cuenta George Thompson- tenían a su disposición una hilera de ranchos en cada división, y en Paso Pucú había dos grandes aldeas de estas casuchas. Tenían sargentas nombradas por ellas mismas, que eran responsables del orden. Las mujeres podían recorrer libremente todo el campamento, excepto en el tiempo del cólera que no se les permitía separarse de sus divisiones. Al principio no podían permanecer en los cuarteles después de la retreta, pero hacia el fin de la guerra esta orden fue abolida. Asistían a los hospitales y lavaban la ropa de sus queridos. No podían dejar el campamento sin un permiso especial firmado por Resquín. No se les repartían raciones y tenían que vivir con lo que les daban los soldados".

Con el inicio de la guerra, las principales familias de la capital -incluida la del mariscal- junto con los representantes extranjeros y los empresarios, se mostraron inquietos y preocupados por las consecuencias sociales y económicas que podría tener la contienda. Por de pronto, ya no se repetirán las grandes fiestas populares que se han dado en los años 1863 y 1864 con motivo del cumpleaños del presidente de la República. Nos cuenta Centurión que "esas fiestas duraban hasta cuatro meses, -durante los cuales las diferentes capas sociales se turnaban en dar suntuosos bailes y serenatas, desplegándose en ellos gran lujo y magnificencia, y abundancia de bebidas finas [...] Los más espléndidos fueron los que se dieron por turno el Comercio Asunceño, los empleados civiles de la Administración, los jefes y oficiales de la guarnición y de la marina y los artesanos del Arsenal, en los salones del Club Nacional que ocupaba el mismo edificio que hoy día ocupaban los Tribunales (En la actualidad, el Banco de la Nación Argentina, en Chile y Palma)."

Agrega Centurión que concurría con puntualidad a dichos bailes “la alta clase de la sociedad paraguaya; que en aquella época era bastante homogénea y aristocrática, pero sin ninguna ilustración, con un espíritu de exclusivismo que rayaba en intolerancia, y algo huraña y apegada a las antiguas costumbres y preocupaciones localistas ".

Estas y otras preocupaciones mundanas pronto se convertirían en un auténtico horror por la realidad trágica de la guerra que, en sus inicios, instaló la frustración que habría de acompañar al país en todo el curso de la contienda, salvo algunos hechos en los que salieron victoriosas las armas paraguayas. También se reveló en su verdadera extensión la índole rigurosa, muchas veces excesiva, y por lo mismo injusta, del mariscal López.

El optimismo inicial de la ciudadanía, alimentado por los discursos oficiales, pronto se entibió con la desafortunada campaña de Uruguayana atribuida por López a la cobardía, indisciplina y traición a la patria del general Wenceslao Robles, quien el 14 de abril de 1865 desembarcó en Corrientes al frente del ejército paraguayo.

Este fracaso le costaría la vida a Robles. Fue el primer fusilamiento ordenado por López en el transcurso de la guerra del mismo modo que sería habitual en los procesos contra los "conspiradores y traidores a la patria'': Sin posibilidad que el reo tuviese defensa.

El 6 de enero de 1866, en Paso de la Patria, López firmó este documento del que extraemos algunos párrafos:

"Visto el Sumario: y resultado que el Brigadier Ciudadano Wenceslao Robles ha faltado a los deberes de su alta posición y a la confianza del Gobierno desde el primer día que pisó el territorio enemigo hasta su separación del mando de la División de operaciones del Sud, privando a la Patria de las ventajas que esa poderosa columna debió prestarle en la presente lucha, esterilizando la ocupación de la Provincia de Corrientes, e imposibilitando las operaciones ulteriores solamente porque alejándose del recto sendero del patriotismo y del honor militar, no ha cumplido las órdenes e instrucciones que han debido regular su conducta, y no ha hecho más que contrariarlas en detrimento del honor del soldado, del lustre de las armas nacionales y en gravísimo perjuicio de la causa de la Patria, y en provecho solo de la causa del enemigo, a quien en vez de perseguir y destruir, no ha hecho sino darle tiempo y fuerza moral para organizarse y crear los elementos de que carecía al principio de la guerra, aceptando la correspondencia de un traidor que, desde las filas enemigas, le hacía proposiciones de traición para volver contra su propia Patria las armas que para su defensa había confiado a la División de su mando, sin que rechazara abierta y enérgicamente tan infame propuesta como cuadraba a su honor y elevada jerarquía para no equivocar la confianza de sus subordinados, y alimentar la esperanza del enemigo como en el caso ha sucedido..."

...Condeno al Brigadier Wenceslao Robles, al capitán juan Francisco Valiente, al Alférez Manuel Gauna y al soldado José Villalba a ser pasados por las armas".

Los acorazados fuerzan el paso de Humaitá

Finalmente, al cabo de tres años, los acorazados de la Triple Alianza forzaron el paso de Humaitá el 19 de febrero de 1868. Esta acción aliada -que tardó en exceso en producirse por el temor de un descalabro en la bien plantada fortaleza- tuvo para el Paraguay otras consecuencias terribles que se sumaron al sacrificio de la guerra: Los resultados del proceso abierto en San Fernando.

Cuando se supo en Asunción el aislamiento de las tropas paraguayas, se especuló que el Mariscal estaba perdido y no habría más remedio que ser tomado, vivo o muerto, por los enemigos. Rodeado por tierra y por agua, López ya no tendría escapatoria. Ante esta situación, que en la capital se dio por un hecho infalible, las principales autoridades, con los hermanos del Mariscal a la cabeza, pensaron en cómo se administraría el país en la posguerra. Estas autoridades contaron con el apoyo, o el visto bueno, de los diplomáticos acreditados ante el Gobierno, comerciantes nacionales y extranjeros, y en especial de la familia completa de López, madre, hermanas, cuñados.

El Club Nacional se convirtió en el centro de los comentarios, rumores, chismes, proyectos políticos. Todos querían salvar sus vidas, sus bienes, el futuro del país, ante la segura presencia de las fuerzas de la Triple Alianza. El río Paraguay estaba a su entera disposición.

Muchos personajes no esperaron que los acorazados forzaran la fortaleza de Humaitá frente a las pocas posibilidades, o ninguna, que tenía López de salir victorioso ni siquiera con el gran triunfo de Curupayty, el 22 de setiembre de 1866, cuyas trincheras sepultaron a 9.000 enemigos. Esta misma feliz situación para la causa paraguaya resultó penosa para quienes la guerra les estaba arruinando el negocio. Algunos extranjeros querían salir del país en la idea de que la contienda, a partir de Curupayty, sería larga y ruinosa. Pero López ya había decretado, el 30 de marzo de 1864, que nadie saliera del país.

Este encierro, ya largo, y los acorazados que forzaron la fortaleza de Humaitá, empujaron a muchos ciudadanos a pensar en la posibilidad de instalar un nuevo Gobierno en reemplazo del que creían que ya estaba derrotado. Entonces, bajo la batuta del hermano menor del Mariscal, Benigno -que se tenía por el seguro sucesor del poder- acompañado por el ministro norteamericano, Carlos Washburn, desplegó una recia actividad tendiente a la realización de su propósito que, en apariencia al menos, parecía muy noble en momentos en que el Mariscal, en la situación en que se encontraba, ya no podría gobernar. Y el país necesitaba una total y urgente reorganización a más de componer sus relaciones con los países de la Triple Alianza sin los cuales no era posible que ningún proyecto nacional prosperara. A fin de cuentas, según la propaganda enemiga, la guerra no era contra el Paraguay sino contra "el tirano López".

La contienda llevaba ya tres años, con miles de ciudadanos que dejaron su vida en las trincheras, inmensas pérdidas materiales, con el campo casi vacío, más el hecho -para la desesperación de muchas familias - del reclutamiento de niños de entre 10 y 16 años. Los "conspiradores" no querían que el Paraguay se encaminara hacia una mayor devastación. Hasta Humaitá, en 1868, el país ya ha perdido gran parte de su antigua riqueza que le dio singular esplendor. Algo todavía se podría salvar aun con el honor intacto en caso de que López sucumbiera o cayera prisionero. En estas condiciones no sería deshonroso el propósito de "a rey muerto, rey puesto". Hasta allí, el Paraguay ya ha demostrado que estaba dispuesto llegar al máximo de los sacrificios, con el increíble heroísmo de sus hijos, por mostrarse digno ante la nación y el resto del mundo. Un nuevo Gobierno en reemplazo del anterior es enteramente lógico y nada tiene de vituperable ni mucho menos que ni siquiera se parezca a una traición a la patria. Así pensaron muchos de los revolucionarios aunque, desde luego, a otros les movían distintas intenciones e intereses.

El general Wenceslao Robles, primer oficial de alto rango

que fue fusilado en 1866

 

 



ACTO VI

SAN FERNANDO

 

El 28 de marzo de 1868, el mariscal López y su ejército cruzan de nuevo el río Paraguay para establecerse en San Fernando, sobre el río Tebicuary, a casi 10 kilómetros de su desembocadura del río Paraguay.

El padre Fidel Maíz, en su ETAPAS DE MI VIDA, evoca San Fernando con estas palabras:

“Qué de recuerdos tan tristes y luctuosos despierta aquel lugar!. Allí se iniciaron los procesos sobre la funesta gran conspiración, riendo la fatalidad que yo formase parte de una de las varias comisiones establecidas, para el enjuiciamiento de los reos cómplices en aquel crimen.

La verdad es que, en horas supremas para el país, cumpliendo órdenes ineludibles del primer magistrado de la República, obré como debía obrar, ciñéndome estrictamente a las leyes y a los procedimientos vigentes. Si la ley era rígida, cruel, bárbara si se quiere, no podía apartarme de su letra y de su espíritu; ni puedo ser responsable de lo que no fue obra de mi voluntad, ni estaba en mis manos modificar. Obré con las Partidas en las manos, en medio de las batallas, frente al enemigo que nos empujaba en trágica retirada".

De San Fernando nos dice Thompson: "A lo largo de los ríos Paraguay y Tebicuary se extiende, además del carrizal, un monte angosto, cuya anchura varía entre una y tres millas (también pantanoso) y por el cual corre el camino real; pero al otro lado de esta faja el país es completamente llano, sin un solo árbol, ni una sola colina por una extensión de muchas leguas. Parece un océano. En uno o dos lugares una palma solitaria señala a los viajeros el camino. Todo este extenso terreno es como se comprenderá inhabitable, por ser excesivamente húmedo, pero es considerado excelente para la cría de ganado. A lo largo del camino real, hay algunas casas construidas en terrenos apenas algo más elevados que el nivel general del país, pero en las grandes lluvias aun estos quedan sumergidos. San Fernando está edificado sobre un terreno seco, de cerca de 30 yardas cuadradas, y el ejército fuerte de 8.000 hombres tuvo que acampar en este lodazal. Sin embargo fue inmediatamente desecado, y como por encanto se levantaron cabañas, de manera que en el momento se formó una aldea. López mandó construir para él una casa con corredores. Hizo venir del arsenal al señor Carlos Thompson, para que estableciera allí sus talleres, sus hornos, etc. para componer los cañones o cualquier otra cosa que fuera necesario".

Este es el escenario de los famosos procesos que acabaron con la vida de un número impreciso de algunas de las personas encumbradas o anónimas que, culpables o inocentes, integraron la lista negra de López y de los fiscales de sangre. Entre estos los más "productivos" fueron los sacerdotes Maíz y Román en cuyas manos cayeron las que habían sido altas autoridades de la nación. López no perdonó ni la más mínima sospecha -aunque fuese arrancada en las cámaras de torturas- acerca de la posibilidad de una traición a la patria. Le enojaba terriblemente el contraste del soldado que daba su vida por la patria y la de los personajes, incluso miembros de su familia, que ese sacrificio fuese burlado con entendimientos con el enemigo a cambio de que se acabe una guerra que empujaba al país, cada vez más, hacia su ruina total.

 

La muerte de Saturnino Bedoya

Desde que hizo entrega de los obsequios al Mariscal, en nombre de la comunidad asuncena en Paso Pucú en la Navidad de 1867, a Saturnino Bedoya no le fue ya permitido su regreso a la capital. Estaba en libertad vigilada. Hasta ese momento nada, salvo la desconfianza del mariscal por algún motivo o sin él, hacía suponer que podría estar ni siquiera en algo parecido en una conspiración. Esta circunstancia cambió cuando los acorazados forzaron Humaitá e hizo el comentario acerca de lo que podría acontecer en la capital con la entera disposición del río Paraguay de las fuerzas enemigas. De las averiguaciones sobre el alcance de las palabras de Bedoya nada en concreto se pudo extraer por el momento.

Cuenta Silvestre Aveiro que el Mariscal le ordenó, junto con el obispo Palacios y Gumercindo Benítez, que averiguaran con las personas, traídas de Asunción a su campamento, acerca de lo que habían hecho -o dejado de hacer- cuando los acorazados llegaron a la capital. Entre estas personas se encontraban José Berges y Saturnino Bedoya, quienes, durante la sesión, "se tomaron algo acalorados". Irritado Bedoya "hizo ademán de arremangarse los puños y decir en tono de amenaza a Berges y los demás, que si hubiera tenido lugar lo que se habían propuesto, hubiera sido otra cosa". Bedoya confesó que no había tenido "sino una simple conversación de familia, entrando en ella Berges, a propósito de quién debería suceder al Mariscal en aquellos casos, y todos habían opinado que debía ser Don Benigno. A esto Berges observó negativamente, alegando que no había tomado parte en la conversación, y de allí provino el disgusto".

López, que estaba cerca, sabía al instante lo que se decía

Al disolverse la reunión, "teniendo Bedoya que pasar por enfrente de la carpa de él” sin descubrirse la cabeza, López ordeno “a uno de sus ayudantes que fuera a darle cintarazos a su cuñado para que aprenda a guardar respeto a sus superiores, como en efecto sucedió, causando no poco asombro a los circunstantes".

La situación de Bedoya iba empeorando de tal modo que fue sometido a torturas hasta que finalmente falleció. Acerca de este suceso surgieron dos versiones: que murió asesinado o como consecuencia de los golpes. De todos modos, a López no le convenía la muerte de su cuñado porque podría tener conocimiento de la conspiración hasta entonces basada en indicios.

Acerca de Bedoya, Héctor Francisco Decoud en su libro LA MASACRE DE CONCEPCIÓN, dice que Bedoya negó al médico Cirilo Solalinde, que lo atendía, de haber pronunciado la frase que se le atribuía. Y agrega Decoud:

Pero, dada por cierta toda esta repugnante invención, puesta por sus verdugos en boca de Bedoya ¿qué maldad, delito o crimen habría en tal inocente manifestación?

Cualquiera, acaso, cuando ve producirse un acontecimiento que puede redundar en daño de otro que se encuentra distante del lugar ¿no dice, con la mayor naturalidad, lo que se hizo poner en boca de Bedoya, con la más aviesa y pérfida intención?

El pretexto que buscó el Mariscal para su cuñado, lo encontró en el pasaje de los acorazados.

Tanto es así, que inmediatamente de haberse producido, se lo redujo a prisión para arrastrarlo en pos de sí a San Fernando, donde se había adelantado, como se adelantaba siempre, ante el más remoto peligro a su persona. Aquí le mandó remachar un par de grillos y lo tuvo con centinela de vista.

De entre las diferentes comisiones nombradas para procesar a los autores y cómplices de la supuesta conspiración, le tocó a Bedoya ser juzgado por la 2º. de aquellas, integrada por los terribles tonsurados, presbíteros Fidel Maíz y Justo Román, como queda dicho, quienes debutaron con el desgraciado reo en el triste papel de inquisidores, que ejercieron del uno al otro confín de la República, dejando jalonada su larga y sangrienta trayectoria con los huesos de honorables matronas y ciudadanos, de honestas doncellas y de angelicales criaturas.

Como era natural, Bedoya no atinó a comprender lo que se quería de él, porque le hacían preguntas sobre hechos que nunca habían pasado ni remotamente por su imaginación.

Los inquisidores, empeñados en probar a su jefe su habilidad, comenzaron por mandarlo azotar, haciéndolo desnudar hasta la cintura, como a todos. Luego se le volvió a preguntar si estaba dispuesto a declarar la verdad, es decir, ser convicto como autor del robo del tesoro nacional. Bedoya, indignado, protestó una y mil veces contra semejante impostura de sus jueces y fiscales; pero estos ni siquiera se dieron por entendidos y ordenaron nuevos azotamientos. Aun así, tampoco consiguieron sus infames deseos.

Muchos días seguidos continuaron ensañándose contra el desventurado hombre, hasta con visible encono, por verse burlados en sus negras maquinaciones. En vano le reconvienen sobre su negativa a decir la verdad, en vano le aperciben para que confiese de una vez el robo del tesoro nacional. Bedoya se mantiene siempre inexorable al juramento prestado, cual es el de confesar únicamente la verdad.

Maíz, particularmente, se indigna ante la persistencia del desgraciado, y ordena que sea acariciado con la Uruguayana. Bedoya, no pudiendo resistir este brutal tormento, se desmayó y es conducido en peso a su prisión. Horas después, reacciona y es nuevamente conducido ante el famoso tribunal inquisitorial.

Se le vuelve a interrogar, siempre sobre lo mismo, pero Bedoya no se aparta de la verdad.

Por segunda y tercera vez se le acaricia con la Uruguayana, y nuevos desmayos; lo hacen retornar a su prisión.

Al fin, Bedoya se dio cuenta de la perversidad de su cuñado, y resolvió seguir el ejemplo del prócer de la independencia nacional, Caballero, no suicidándose con una navaja de afeitar, como éste, por no contar con un solo instrumento, pero sí no probando, desde entonces, alimento alguno, pretextando para ello encontrarse enfermo.

Al sexto día, el preso amaneció sin poder casi hablar. Su cuñado, el Mariscal, que no quería verlo todavía muerto, por tener muchas invenciones que solucionar con él, como las ya puestas en juego, mandó a su médico Solalinde a verle con la recomendación de atenderlo debidamente, por tratarse de uno de los procesados que daría mayor luz acerca de la gran conspiración.

El enfermo, a pesar de los esfuerzos del médico Solalinde, no pudo resistir más y murió antes del mediodía.

Fue torturado tan brutal e inhumanamente, que la última vez que le aplicaron la Uruguayana, le dislocaron la espina dorsal y se encontraba en grave estado. Además, padecía de disentería, de carácter maligno, la que rápidamente le redujo a un agudo estado de atonía general, que con la privación de alimento aceleró el desenlace que buscaba.

(Acerca de estos datos, Decoud dice haberlos obtenido del médico Cirilo Solalinde y de Buenaventura Bordón, exjefe político de Villarrica, que actuó en San Fernando, primeramente como sargento encargado del azotamiento y la aplicación Uruguayana a Bedoya, habiendo sido también él azotado más tarde por haberse conducido con relativa bondad con el obispo Palacios y otros. Decoud nombra también a Rafaela López viuda de Bedoya, que había relatado el hecho a muchos de sus amigos).

 


El Mariscal anuncia la conspiración

El 10 de julio de 1868, el mariscal López se reúne con sus colaboradores inmediatos para anunciarles que se había descubierto una gran conspiración. Así nos cuenta Centurión:

"Enseguida reunió en el corredor de su mismo cuartel a los siguientes: Los generales Barrios, Resquín y Bruguez, el señor Obispo Palacios y muchas otras personas caracterizadas, hallándose también presente el que escribe estas memorias, y dijo: Que acaba de descubrirse una tremenda conspiración contra su gobierno y contra aquellos que le eran fieles, que los conspiradores se habían puesto en comunicación con el enemigo y que este, de esta manera, estaba al corriente de sus planes de campaña y que como le interesaba el proyecto o plan que ellos tenían con el enemigo, pedía el parecer de los presentes sobre el medio más eficaz que debería adoptarse para abreviar y terminar lo más pronto posible el enjuiciamiento de ellos.

"Después de un rato de silencio en que todo el mundo quedó pensativo y hasta cierto punto estupefacto por tan grave denuncia, el general Resquín tomó la palabra y dijo: Señor, yo pienso que para abreviar todo procedimiento debería de adoptar los medios con que autorizan las ordenanzas a tratar a los traidores cuando son contumaces, es decir, las torturas. Pero a esto el Mariscal, visto que nadie apoyaba ni desaprobaba, contestó diciendo: Que en el siglo en que vivían ya no se acostumbran a emplear esos medios.

"Luego habló el señor Obispo (Palacios) diciendo: Que en su opinión el Mariscal debería disponer que fuesen pasados por las armas los cómplices, a medida que fuesen descubriéndose. No bien acabó de exponer el señor Obispo su opinión, le hizo una gran reverencia, diciéndole en tono sarcástico: Ilustrísimo señor! V.S Iltma. comprenderá que yo tengo especial interés en saber también aquello que ellos saben, de modo que en ningún caso que puede convenir la medida que V.S Iltma. propone”.

En sus memorias, Silvestre Aveiro apunta que la sugerencia del obispo Palacios a López era porque él ya formaba parte de la conspiración.

 

Plan para eliminar a López

Benigno López, hermano del Mariscal, se encontraba arrestado en San Fernando, por ser uno de los dirigentes -o el principal- de la proyectada revolución. La acusación principal, y la más grave, era que se comunicaba con Caxías, jefe de las fuerzas aliadas, a través del ministro norteamericano, Washburn. La propuesta de los revolucionarios habría sido que Caxías aproximara unos 10.000 hombres al Paso de Santa María, del Tebicuary, mientras López se hallaba encerrado.

"Este cuerpo -apunta Aveiro- daría lugar a que la revolución estallara en la Asunción, sirviendo de punto de apoyo en caso de éxito o fracaso. Pero Caxías no cumplió con el apoyo prometido. No se sabe si por desconfianza de alguna emboscada o porque alimentaba a los solicitantes con el fin de que con un descubrimiento, tarde o temprano, el país perdería a sus principales hombres". De haber sido éste el diabólico proyecto de Caxías, fue cumplido sobradamente, pues la guerra misma, agravada por los fusilamientos de los culpables y de los inocentes, descabezó el país de sus mejores hijos, muchos de los cuales habrían prestado invalorables servicios en la reconstrucción del Paraguay.

Benigno López, desde su lugar de reclusión, habría entrado en entendimiento con un ayudante del Mariscal de apellido Fernández, quien le pondría en contacto con el trompa de órdenes del cuartel general. Este trompa se encargaría de asesinar a López a puñaladas. El mismo Fernández habría mandado construir el puñal por un herrero del ejército".

Cuenta Aveiro: "Vino la casualidad de que la noche en que Fernández le trajo ese instrumento, Serrano, que había salido del cuartel general a alguna diligencia hacia el rancho de Benigno, pasando por cerca de este y percibiendo una conversación en voz baja, se paró a escuchar, pudiendo percibir algunas palabras, referentes al plan ".

"Esperó y cuando salieron trató de reconocerlos. Los acompañó y los llevó a la guardia del Estado Mayor, donde les intimó prisión [...] Este suceso agravó la situación de Bedoya, fue engrillado y Benigno fue reducido a arresto efectivo y engrillado [...] interrogado a su vez Fernández sobre lo que hablaban con Benigno y el trompa la noche referida, al principio se mantuvo remiso a declarar, y por consejo del Obispo, con él se principió la tortura, que fue administrada por Serrano y que era cepo de campaña, bajo la presión del cual, prestó sus declaraciones en el sentido del plan indicado, y refiriéndose a Benigno por el dicho de este, complicó al padre Moreno y al comandante Gómez, jefe del Estado Mayor en Asunción, diciendo que aquel le había dicho que el plan debía llevarse a cabo, si lo que se proyectaba en Asunción demorara en surtir efecto".

Fernández habría dicho también que Benigno nombró al padre Moreno y los presos de Cerro León (comunes y políticos) como interesados en el arribo de los acorazados.

El coronel Centurión dice con respecto al plan criminal de Benigno: "Ignoro qué fondo de verdad tendrá esta versión que hacía correr el Mariscal y otros de su intimidad sobre este proyecto de asesinato; pero lo que hay de cierto es que una de las personas llevada presas de la capital con motivo de la denominada conspiración, por eso mismo tiempo confesó espontáneamente comprometiendo a más de doscientos, entre ellos los hombres más conspicuos de la Asunción con muy raras excepciones y a muchos otros de la campaña, sobre todo los que ejercían el cargo de juez de paz y jefe de las milicias urbanas".

"Cuando el Mariscal vio que había tantas personas citadas, y que la cosa asumía un carácter serio, mandó remachar una barra de grillo a Benigno, entregándolo a la custodia de una guardia especial que se instaló a alguna distancia del cuartel general y atrás de la mayoría, bajo unos árboles".

La persona a la que refiere Centurión y que comprometiera "a más de doscientos ", es la señora Ramona Egusquiza de Decoud. "Interrogada sin tortura" dijo haber visto una carta intercambiada entre el comandante Gómez y otros sospechosos más una lista "de las personas que componían el Directorio y varias otras de distintas nacionalidades, que se hallaban afiliadas a la conspiración".

"La declaración de esta mujer, continúa Aveiro, fue la que ocasionó la prisión de más de cien personas, entre nacionales y extranjeros, habiendo obtenido su libertad por la franqueza que manifestó en sus declaraciones".

Entre las personas nombradas por la señora Egusquiza, figuraban dos italianos: Pío Pozzoli y Simón Fidanza. Éste había vendido al gobierno de Francisco Solano López el vapor  Salto con estas condiciones: el 50% en efectivo y el saldo en yerba mate, la que nunca recibió.

Fidanza aparece como uno de los 11 supuestos firmantes del acta de Salinares (documento que nunca apareció, pero los fiscales en su interrogatorio siempre lo mencionan como prueba de la conspiración). Fidanza, llevado preso a San Fernando, pronto fue obligado a confesar, bajo torturas, que estaba con la idea de la revolución. Se lo fusiló el 21 de diciembre de 1868 en Itá Ybaté.

 

Los métodos de torturas

Según Héctor Francisco Decoud: "Los feroces azotamientos sobre la piel viva, sin dejar un espacio libre; la prensa del tronco en el cepo uruguayana, que a menudo producía el dislocamiento del espinazo; la desnudez y el hambre, pues apenas se les tiraba como a perros un pedacito de carne, cuando no un hueso para roer, los poderosos agentes descriptos acabaron por aniquilar al más robusto y vigoroso organismo.

Aparte de todas estas torturas se les hacía dormir a campo raso, y las continuas heladas que parece adrede cayeron en los meses de junio a agosto, inclusive de aquel año (1868) precedidas de la glacial temperatura nocturna, contribuyeron más eficazmente aún para apresurar el desastre final de aquellos desgraciados, para quienes estaba vedado el más leve gesto de compasión y menos de algún socorro.

Todo este lujo de castigos brutales, llevados hasta el máximo extremo, no tenía tregua ni límites: se aplicaban tanto de día como de noche, sin respetar los días festivos, fuesen ellos consagrados a la patria o al culto religioso. Mas como si fuera un sarcasmo lanzado a la religión, el viejo felino (López) mandó construir una capilla en San Fernando, y queriendo dar a entender a sus verdugos que para todo recibía la inspiración de Dios, hacía la farsa de concurrir allí todos los días, guardando una postura estudiada de mansedumbre y beatitud. ¡Y sin embargo en ese oscuro y tenebroso antro de su corrupto fuero interno, rugía enconada tempestad de desolación y exterminio de la patria y sus más preclaros hijos".

Según George Thompson: "Los que no querían confesar eran atormentados con el cepo Uruguayana; muchos eran muertos castigándoseles con lazo; a otros los apaleaban hasta que morían, y muchos les machacaban las manos a martillazos. Sobre todas estas atrocidades se guardaba el más profundo silencio, aunque todo mundo sabía más o menos que se hacían en gran escala. Los que figuraban en la lista como muertos en la cárcel, murieron en la tortura o de sus efectos; y los que se dice haber muerto en el camino de San Fernando a Pikysyry, eran prisioneros que se cansaban y que no pudiendo seguir adelante (la marcha era de casi 120 millas) eran llevados al monte y bayoneteados".

Según Juan Crisóstomo Centurión, "es innegable que todas las declaraciones han sido arrancadas por la fuerza, mediante la aplicación de la bárbara y cruel tortura, cuyo medio indagatorio está completamente desterrado de la legislación y práctica de todos los países civilizados. Bajo este concepto, aquellos procesos no pueden merecer fe, y como documentos históricos, adolecen de una nulidad absoluta, tanto más cuanto que en ellos, según me han asegurado personas bien informadas, no se ha hecho constar cómo fueron tratados los procesados. ¡Oh! Aquello fue un sarcasmo

Observación: En realidad no se hace constar que las personas interrogadas confesaron bajo torturas; pero, como el caso de Silvestre Aveiro, sí hace constar con esta frase: "Interrogada sin tortura". Es para darles valor a las confesiones frente a las otras arrancadas a golpes.

 

 

 

 

 

ENTRE ACTO

DOS PERSONAJES TRÁGICOS

 

Entre los muchos personajes de esta singular tragedia sobresalen dos sacerdotes: El obispo Manuel Antonio Palacios y el padre Fidel Maíz. Mientras uno estaba a la diestra del mariscal López, en el goce de los privilegios del poder, el otro vivía el calvario de los excluidos, quemándose en el fuego lento del castigo dictatorial. Pasado un tiempo, se invirtieron los roles. Subió a los cielos el que estaba abajo, y se precipitó a los infiernos el que estaba en la cumbre.

Fidel Maíz era cura párroco del pueblo de Arroyos y Es-teros, lugar de su nacimiento. El presidente Carlos Antonio López fundó el Seminario conciliar y nombró rector al padre Maíz y catedrático de algunas materias como teología moral, oratoria sagrada, liturgia eclesiástica.

Don Carlos falleció en setiembre de 1862 y en octubre le sucede el hijo, el general Francisco Solano López. "El cambio de gobierno -cuenta el padre Maíz- fue fatal para mí. Tanto como me estimaba el padre, así el hijo no tardó en mirarme con espíritu prevenido, a causa de pequeños incidentes de desagrado, habidos involuntariamente". Uno de esos incidentes se dio cuando don Carlos aún vivía. Elisa Alicia Lynch le había hecho decir que deseaba bautizarle a uno de sus hijos en su domicilio particular. Maíz se negó a hacerlo en otro sitio que no fuera la Catedral. López tomó a mal esta actitud e hizo llamar al presbítero Palacios, cura párroco de Villeta y condiscípulo y amigo del general quien, poco tiempo después, ascendió a la primera magistratura y Palacios ya no se le despegaba. El nuevo Presidente hizo los trámites ante la Santa Sede para que Palacios fuese obispo coadjutor con derecho a suceder al Diocesano. Al poco tiempo llegó de Roma el nombramiento.

El otro incidente, el más grave de todos, ocurrió con posterioridad a la negativa del bautismo en una casa particular. Cuando el Congreso, reunido el 16 de octubre de 1862, designa presidente de la República a López, las campanas de la Catedral saludaron el acontecimiento. El padre Maíz comentó: "¡Para cuántos serán dobles estos repiques!". Hasta hace poco era habitual en las iglesias los "dobles" como expresión de duelo.

El padre Maíz deseaba también una nueva constitución política en remplazo a la de 1844, que "daba al presidente atribuciones extraordinarias y dictatoriales". Esta idea se sustentaba en el carácter de López y temía que abusara "del poder omnímodo de que iba a investirse al ser electo Presidente de la República, y por eso mismo -continúa Maíz- deseaba una Constitución que le quitara las facultades absolutas y pusiera un freno a posibles arbitrariedades. Hacer, en fin, que se encontrase, según la hermosa frase del deán Funes, en la feliz imposibilidad de poder obrar el mal".

Pronto las frases e ideas de Maíz llegaron a oídos de López y este, más pronto aún, ordenó la prisión del sacerdote y lo destituyó del Rectorado. El padre Maíz apuntó como responsable de estos sucesos -y de los que habrían de venir- a Manuel Antonio Palacios, de mucha influencia en el nuevo Gobierno. Se conformó un tribunal eclesiástico y otro civil. El primero, bajo la inmediata dirección de Palacios que había sido consagrado obispo el 3 de agosto de 1863, y el segundo, del general Wenceslao Robles. Se encontró culpable a Maíz de "haber claudicado en la fe y pervertido el sentimiento religioso" de los educandos del Seminario conciliar. Coincidentemente, los titulares de ambos tribunales murieron fusilados en distintas circunstancias pero por un mismo motivo: traición a la patria.

La oposición a López del padre Maíz obedecía al hecho de que sabía "cómo había sido mimado por el poder desde la más temprana edad: apenas tenía 15 años cuando ya era coronel y organizó la guardia nacional; y 17 años, cuando ascendió a general de brigada, con mando en jefe del ejército paraguayo en operaciones fuera del país; enseguida ministro de Guerra y Marina, levantó la fortaleza de Humaitá donde tenía disciplinada una fuerza de 12 a 15 mil soldados de las tres armas bajo sus inmediatas órdenes. Aquel joven militar, mandatario supremo en la flor de su edad, con la conciencia de su dignidad y e mayor celo por la estabilidad del orden público, mal podría transigir con idea alguna que pudiese traducirse, pero ni lejanamente, en una oposición a su persona, mucho menos al sistema establecido de gobierno. Y en ese sentido fue tomado cabalmente mi deseo de una nueva Constitución que estableciera la independencia de los tres poderes: el Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial".

Fidel Maíz fue sentenciado a guardar prisión. Al año de haberla cumplido, lo condujeron a la curia del obispado y le acusaron de haberse adherido al protestantismo por un retrato de Lutero que lo tenía escondido en su antiguo escritorio. También se le declaró "incurso en excomunión" porque en su biblioteca se encontraron obras de Voltaire, Rousseau, Víctor Hugo "y otros disidentes del catolicismo". En esta ocasión, el obispo Palacios le dijo: "Es usted un sinvergüenza que está engordando como un cochino, cuando debía estar llorando sus crímenes contra la patria y su gobierno".

"Enseguida -cuenta Maíz- me hizo otra vez conducir a la prisión; y desde el otro día ya no me entró con regularidad la comida. Hubo ocasión de hacerme pasar hasta seis días sin una gota siquiera de agua; este ayuno riguroso continuó hasta cinco meses y quince días, cifra que dejé grabada en la pared de mi celda. Al fin, cuando caí en tierra, próximo a morir de hambre, se me levantó. Un cirujano vino a verme y otra vez me hizo entrar la comida".

Estas escenas me inspiraron, en la obra teatral "San Fernando", el siguiente diálogo:

Maíz: Señor obispo, le suplico que escuche mi inocencia y le transmita al señor Presidente

Palacios: El señor Presidente se encuentra, con sobrada justicia, preocupado por usted

Maíz: ¿Preocupado?

Palacios: Digamos...enojado

Maíz: De eso me consta puesto que estoy en prisión. Debo creer que no ha sido debidamente informado de mis propósitos

Palacios: Está bien informado

Maíz: Entonces debería ordenar mi libertad

Palacios: ¿Sugiere usted que el señor Presidente tomó una medida injusta? ¿Que se encuentra al frente del Gobierno para cometer arbitrariedades?

Maíz: Nada de eso sugiero, pero no merezco la prisión ni estos grillos

Palacios: La conspiración...

Maíz: No he conspirado

Palacios: ¿No dijo usted, cuando las campanas repicaban jubilosas para festejar la ascensión del señor Presidente al elevado sitial dejado por su ilustre padre, no dijo usted "para cuántos serán dobles esos repiques"?

Maíz: Como sacerdote y ciudadano tengo obligaciones con mi país. Yo deseaba una nueva constitución política en reemplazo de la que otorga al Presidente atribuciones extraordinarias y dictatoriales

Palacios: El señor Presidente no hace uso de esas atribuciones, salvo en caso extremo

Maíz: ¿Soy yo un caso extremo? Como sacerdote...

Palacios: Como sacerdote no debía usted predicar la división de la familia paraguaya. Tenemos una misión que está por encima de las cuestiones meramente terrenales. ¿No dijo nuestro Señor Jesucristo "dad al César lo que es de César”. Dejemos a los políticos, a los gobernantes, discutir los asuntos del país. ¿Qué pretende con su actitud, padre? ¿Soliviantar los ánimos de la juventud? ¿Quebrantar esta bendita paz que vivimos? ¿Convertir el Paraguay en un país sacudido por la violencia, tal como sucede en otras naciones? ¿Eso quiere usted? Ayudemos al señor Presidente para que su genio de gobernante continúe labrando la grandeza del país. Nunca hemos tenido tal grado de desarrollo ni hemos gozado de tanta paz.

Maíz: No predico contra el desarrollo ni contra la paz. Alzo mi voz de sacerdote a favor de la justicia, de la virtud, de la tolerancia. Mi prédica busca que la ciudadanía ejercite sus derechos y viva sin miedo.

Palacios: La obligación de un ciudadano es que sea buen cristiano. Y la nuestra, ayudar a que lo sea

Maíz: Precisamente. Y no puede llamarse cristiano quien utiliza la fuerza para imponer sus caprichos, para someter a los demás. El verdadero cristiano es justo, humilde, es un hermano

Palacios: Temo por su alma, padre. Está usted lleno de soberbia. Debajo de su aparente buena intención, palpita un malsano deseo en contra de todo lo bueno que el señor Presidente hace por el país. Me admira la facilidad con que usted repite el pensamiento de los malos paraguayos. Desde luego que usted es uno de ellos. Precisamente por eso está en esta situación. Saque provecho a su prisión y recapacite. Somos ministros de Dios...

Maíz: Así es, señor obispo. De Dios y no ministro de un gobierno terrenal

Palacios: Nuestro país tiene la suerte de contar con un gobernante cristiano y patriota. Y en bien de la religión y de la patria estamos obligados a apoyar a nuestro esclarecido gobierno

Maíz: No estoy en contra. Solo deseo mejorar los instrumentos...

Palacios: Esa preocupación deje usted a los políticos

Maíz: La Constitución...

Palacios: No es teología

Maíz: Igual me siento capaz de discutirla

Palacios: ¿Cómo? ¿Todavía no escarmienta, padre?

Maíz: Este injusto castigo fortalece más aún mis convicciones. Si la Constitución no diese tanto poder al presidente de la República, el general López no me tendría engrillado por pensar como pienso

Palacios: Le hago notar sus expresiones subversivas. Podría suceder que su excelencia...

Maíz: Mi conciencia está tranquila

Palacios: Pero su cuerpo tirado en una celda

Maíz: Donde me siento más libre que usted. En mi prisión a nadie adulo. No preciso mentir ni intrigar

Palacios: ¿Quiere pudrirse en la celda?

Maíz: Será lo que Dios quiera

El padre Maíz deja la celda policial

Al cabo de cuatro años de prisión en el Cuartel Central de Policía, en la mañana del 8 de setiembre de 1866 un oficial le saca los grillos y luego de una hora le conducen al puerto. Le suben a un vapor y le dan un camarote con centinela a la vista. Al día siguiente llega a Humaitá y de aquí a Paso Pucú donde el Mariscal tenía su cuartel general. De vuelta el Padre Maíz fue engrillado y se lo tuvo a campo raso con un centinela armado a la vista.

"Había sido -escribe Maíz- que los políticos éramos allí reunidos en espera del combate de Curupayty [...] El sitio que ocupábamos estaba al alcance de las balas, lanzadas con profusión, desde las corazas imperiales, y que de rebote caían entre nosotros, pero sin tocar a ninguno [...] Llegó por fin el 22 de setiembre, día eternamente memorable en las efemérides patrias. Un oficial se acercó a mi centinela y le dijo: Si Curupayty no resiste al enemigo, dele bala a este y recójase al Cuartel General".

Terminado el combate con el gran triunfo de las armas paraguayas, un oficial le quitó los grillos a Maíz y lo llevó "como simple arrestado", a la Mayoría del Cuartel General. Tiempo después, por orden de López, lo llevaron a saludar al general Díaz, vencedor de Curupayty, el cual le anunció que va a obtener su libertad pero le advirtió que se condujese "con cuidado".

Libre ya, Palacios seguía demostrándole, en Paso Pucú, "el odio que me tenía".

Después de la victoria de Curupayty, López suavizó su carácter. Se había reunido con el padre Maíz a quien le recordó haberse opuesto a su ascensión al poder. Maíz le contestó: "Era mi modo de pensar entonces, sin que eso importase de manera alguna haberme opuesto a su elección. Me habré equivocado, sin duda, y lo deploro de corazón; pero el error es patrimonio del hombre: humanum est errare. Como paraguayo, mi pensamiento era sano, mi intención pura y patriótica; y por lo mismo espero ahora que V.E. me concederá el perdón. Con esta esperanza sobrellevo resignadamente mi desgracia y sufrimientos".

"El Mariscal se levantó, y me despidió sin desagrado, diciéndome: Ud. se ha precipitado en sus ideas; pero espero que reconociéndolo se hará digno de recuperar su libertad. Estas palabras del hombre, en cuyas manos estaba mi suerte, hicieron crecer en mi alma esa dulce virtud, que hace como si poseyéramos ya los bienes prometidos ".

Natalicio Talavera y Juan Crisóstomo Centurión fueron los fundadores y redactores de CABICHUÍ quienes le invitaron al padre Maíz a colaborar en el periódico. Este hecho abrió enteramente las puertas al sacerdote para acercarse a López que pronto se valdría del antiguo "subversivo" para castigar con extraña brutalidad a los nuevos "conspiradores"

La nueva situación de Maíz

En el diálogo con López el padre Maíz trazó el nuevo rumbo que habría de seguir de ahí en más. Estaba dispuesto a ganar los favores del mariscal López a través del camino más fácil y que más gusta a los autoritarios: la alabanza desmedida.

El 27 de noviembre de 1866, en Paso Pucú, el Padre Maíz dio a conocer un extenso escrito, algunos de cuyos párrafos son los siguientes:

Pudiera relegar a un eterno olvido los tristes antecedentes de mis graves y multiformes culpabilidades políticas y morales, por las que atraje sobre mí la acción vengadora de la ley y la justa indignación del público ofendido; por no renovar con su recuerdo las funestas ideas de tamañas aberraciones y miserias tan desdorosas!

Pudiera cubrirles para siempre con el manto del más profundo silencio, y no hacer jamás de ellos ni la más ligera indicación; por no reproducir ante los ojos de la pública consideración ese negro y odioso cuadro de mi pasado sobradamente criminal, cuyas lastimosas consecuencias deploro y deploraré mientras viva con todo el pesar y amargura de mi espíritu!

Más, no es posible: ellos son, y continuarán siéndolo, del dominio público hasta la más lejana generación. ¡Sea! Justo es.

Hállome, pues, en la circunstancia y dulce empeño de expresar a la faz del universo mi más profundo, sincero y humilde reconocimiento al Exmo. Sor. Mariscal D. Francisco Solano López Presidente de la República y General en Jefe de sus Ejércitos, por la extraordinaria y singularísima gracia de perdón y libertad que por su sola bondad e inagotable clemencia se ha dignado concederme.

Y en el vivo interés de apreciar debidamente, y hacer resaltar cuanto me sea posible en toda su magnitud e importancia tan inmerecido e inestimable beneficio, no me es posible prescindir de marcar a grandes rasgos los tópicos más absorbentes de mi pasado. La luz brilla más sobre un fondo de oscuridad, y el bien se hace más tangible al lado del mal.

Ojalá alcance, cual deseo y conviene, el fin que me propongo w escribir estas líneas. Mi intención muy pura y sana, sin más pretensiones que el cumplimiento del más sagrado deber, me hace esperar la indulgencia del ilustrado público y bondadoso pueblo paraguayo.

Apoderadas de mí prematuramente las perniciosas y perversas ideas de una falsa y dorada libertad, que en realidad no es sino libertinaje o la insubordinación, y el desenfreno de todas las pasiones, con que se incita al hombre a no depender de nadie haciéndosele creer que no ha nacido sino para sus deseos y caprichos, ni quien le dirija no gobierne.

Víctima de esos odiosísimos principios de disolución, y sistemas detestables de un mentido liberalismo, que en suma no importan otra cosa que el desconocimiento o negación práctica de todo respeto y obediencia a las autoridades establecidas, y el rompimiento de todos los lazos que tiene el hombre con Dios y con las potestades legítimas así espirituales como temporales, que nos mandan y gobiernan en su nombre, y que le han de dar cuenta de nuestras almas; para si fuera posible, sacudir el yugo de toda ley divina y humana, y aun de la propia conciencia; con lo que el hombre quedaría como la fiera indómita.

Nutrido, en fin, con las ponzoñosas savias de pasiones malignas, y bajo las dañosas impresiones de ruines animosidades, que hacen a los pueblos lo mismo que a los individuos infelices y miserables, precipitándolos a su ruina, degradación y muerte: los efectos consiguientes fueron en mí desde luego muy pronunciados y alarmantes.

Afecciones desordenadas, vanidad, envidia, malas inclinaciones, ambición, soberbia...el error y el vicio, aun sin saberlo yo, me dominaron y me inclinaron demasiado fuerte y tempranamente a la irreligión, al libertinaje y la relajación; y mi corazón y mi entendimiento quedaron así hondamente lisiados, y, dirélo a mi modo, sustancialmente pervertidos en la madrugada misma de mi primera existencia.

¡Oh gracia! ¡Oh insigne gracia de perdón y libertad que me ha concedido el Exmo. Sr. Mariscal Don Francisco S. López"

A mí, que desleal y pérfido, atenté contra mi Patria y Gobierno, subersioné[sic] el orden establecido, turbé la paz y tranquilidad públicas, y suspendí el curso del adelanto social en su más rápido y colosal desenvolvimiento.

A mí, que ingrato y desnaturalizado, no me detuve ante la idea mil veces pavorosa de ver la tierra de mi nacimiento bañada con sangre de hermanos, a trueque de arrancar los fundamentos de la estabilidad y engrandecimiento de la Patria, la ley que constituye su administración y Gobierno eminentemente republicano, liberal y progresivo.

Sólo me gusta y deseo hablar, y oír hablar de Francisco S. López, sólo este nombre absorbe todo mi pensar, y satisface todas mis esperanzas: es para mi Nombre de salud y vida, de resurrección y libertad. ¿Cómo, pues, olvidarlo un momento? ¿Cómo no bendecirlo eternamente? ¿Cómo no me ha de ser dulce y suave, armonioso y placentero? ¿Cómo, en fin, no consagrarle todo mi afecto, toda mi voluntad, toda mi veneración, toda mi gratitud...mi vida toda, sin la menor reserva, al mismo que me ha concedido tan generosa y graciosamente, y a quien sólo, por consiguiente, soy deudor de todo?

¡Ah! Francisco S. López es para mí más que para ningún otro paraguayo verdadero Padre y Salvador; y por lo mismo también para mí muy especialmente el objeto de las nuevas afecciones de mi corazón convertido. Que Él se digne mirar siempre propicio a su hijo pródigo prosternado a sus pies.

Con este diluvio de alabanzas desmedidas, el Padre Fidel Maíz se hizo imprescindible al mariscal Francisco Solano López en sus propósitos de castigar sin piedad a los "traidores de la patria" entre quienes se encontraba el obispo Manuel Antonio Palacios.

Las penalidades de un obispo

Cuando el Mariscal anunció, en una reunión con las personas de su confianza, que se había descubierto una vasta conspiración contra él y su Gobierno, solicitó la opinión de los presentes acerca de las medidas que debería tomarse. A su turno, el obispo Palacios dijo que "atento a la gravedad del asunto y a la perversidad de los fines que se proponían los conspiradores, S.E. debería disponer que a medida que fuesen descubriéndose los cómplices, fuesen pasados por las armas".

Al padre Fidel Maíz -también presente en la reunión- le pareció que este parecer del obispo era lógico "pues, como resultó más tarde, había estado él también complicado en el asunto, y por esta razón le convenía que no se tomara declaración a los que fuesen apareciendo como cómplices".

López dispuso la formación de seis tribunales, cada uno de ellos con dos jueces fiscales. No había defensor. El segundo tribunal estuvo compuesto por los sacerdotes Maíz y Román que procesaron y encontraron culpable al obispo Palacios.

Ambos religiosos firmaron un extenso relato, fechado en el campamento de Pikysyry el 1 de diciembre de 1868, dirigido al Mariscal acerca de las "monstruosidades" cometidas por el obispo como sacerdote y como ciudadano. La redacción lleva el estilo inconfundible de Maíz: hiperbólico, citas bíblicas, frases en latín, servil, vengativo.

He aquí algunos párrafos:

El mariscal López es el padre de la vida y de la Patria, es el legítimo y Supremo Jefe de la Nación, es el Cristo del Pueblo Paraguayo! ¡Y pues el obispo Palacios ha levantado en su corazón el tenebroso calvario de la más odiosa traición para sacrificarle! ¡reus est mortis, clamaba en sus adentros con la misma satánica algazara que los infames regicidas de Judea contra el Ungido de su gente!

Los fiscales que abajo firmamos, creemos de nuestro deber llegado el momento imprescindible de elevar oficialmente al superior conocimiento de V.E. la presente jurídica relación de las gravísimas criminalidades del Obispo Diocesano de la República Manuel Antonio Palacios, para lo que V.E. tenga por conveniente proveer.

Ellas son de alta trascendencia política y religiosa, y desde ya el Estado y a Iglesia reclaman resoluciones de justicia contra el Obispo Palacios, porque ni aquel puede sustentar en su seno hijos desnaturalizados, ni ésta soporta en sus altares ministros indignos de la pureza de su espíritu.

Y sólo nos inspiramos en este espíritu fundamental de las Leyes, sino también de la forma que ellas prescriben en el proceder. Según los mejores canonistas, en el día ya no existe inmunidad para los Obispos, de manera que haciéndose culpables de algún crimen político, deben ser sometidos como simples seglares al juicio de la autoridad civil.

Y el Obispo Palacios se ha colocado en este caso; y nosotros hemos procedido en el conocimiento de su causa por lo que ha resultado contra él de los procesos seguidos a los reos de alta traición a la Patria y su Gobierno y él está confuso, y su culpabilidad es de la entidad denunciada.

Pero antes de entrar en los detalles de su relación, nosotros conocedores inmediatos del proceder altamente criminal del Obispo Palacios, y hondamente penetrados de las funestas consecuencias de una tal conducta en el Prelado de nuestra Iglesia, nos anticipamos rogando a V.E. se digne admitirnos la formal protesta, que desde luego, llenos de vergüenza por un lado y de justa indignación por otro, hacemos en nombre del Clero Nacional contra semejante desleal y traidora conducta del Obispo Palacios.

El Obispo Palacios se ha desviado de ese principio fundamental del orden establecido para la salud y edificación de los pueblos, faltando a la vez al solemne juramento que ha prestado en aras de la Patria, de no atentar abierta ni indirectamente contra ella y el Jefe Supremo que la preside.

Sin fe, ni religiosa ni política, y arrastrado de interés y ambición se ha hecho doblemente prevaricador; como Obispo ha prostituido su ministerio, y como ciudadano se ha rebelado contra su Gobierno.

Cuando en el curso de la causa dimos con la hebra del negro plan de la conspiración, redoblamos nuestro interés y aguzamos nuestro criterio cuanto nos ha sido posible, para dar con la intrínseca realidad del hecho envuelto en el más intrincado elaboratorio de la más astuta perversidad.

Con este fondo, pues, de ciencia y conciencia propia, y con los procesos en las manos y vivos aún los testigos o acusadores del Obispo Palacios, instruimos a V.E. la presente relación de sus criminalidades, tanto más atendibles cuanto que implican consecuencias de inmensa trascendencia, no solo por el carácter mismo de ellas, como por la elevada posición del reo.

El Obispo Palacios es opuesto al sistema fundamental de la República, como que no conviene el Gobierno de un solo hombre porque siempre tiende al absolutismo, atribuyendo de aquí esta calificación al Gobierno de V.E. (f.347).

El solo hecho, dice un autor, de desacreditar al Gobierno Nacional, vituperar sus leyes y costumbres, y alabar con preferencia a los extranjeros, es ya la prueba patente del desamor a la Patria, es la respiración evidente de un pecho desleal y peligroso.

La intención es por la que se juzga principalmente al hombre; y la del Obispo Palacios no puede ser ni más explícita ni más mortal: ella nos autoriza para decir no en un sentido meramente espiritual, lodo aquel que odia a su hermano es un homicida.

No. .el Mariscal López es el padre y la vida de la Patria, es el legítimo y Supremo Jefe de la Nación ¡es el Cristo del Pueblo Paraguayo! Y pues, ¡el Obispo Palacios ha levantado en su corazón el tenebroso calvario de la más odiosa traición para sacrificarle!

¡Un abismo llama a otro abismo! Tocamos aquí, Exmo. Señor, un punto de culpabilidad del Obispo Palacios, tal que nos cubre de nuevo rubor, y no alcanzamos ciertamente a descubrir el abismo inconmensurable de prevaricación y completa perversión a que ha llegado este indigno ministro de la Religión, que mal cristiano, peor Obispo y pésimo ciudadano ha jugado con las cosas más sacrosantas ¡ha profanado la santidad misma!

El Obispo Palacios no tiene, ni merece disculpa por título ni razón alguna: él es culpable en todo sentido con sobrada malicia y refinada malevolencia.

En política lo mismo que en religión no hay lugar a la libertad de pensar sobre los principios fundamentales de uno y otro credo, y sobre las decisiones y aclaraciones de ambas autoridades. Para el cristiano en las verdades de la fe, lo mismo que para el ciudadano en las verdades de la Patria, no hay más que una voz, un sentir, una misma conformidad.

Lo contrario es rebelión, es cisma, es escándalo, equivale necesariamente a la impiedad, y acarrea consiguientemente la ruina de ambas sociedades.

En presencia de la unidad de los dogmas y de la Suprema Autoridad de los Gobiernos, al católico como al patriota no le queda el derecho de la imaginación, sino el deber de la voluntad: no pensar con orgullo, obedecer con amor.

Con efecto, entraba en sus infamias planes el derrocamiento de V.E. del mando presidencial por convenio explícito con algunos de los principales de la revolución, con quienes trató de inteligenciarse previamente con los atroces enemigos para imponer a V.E. con fuerza armada a resignar el poder y salir precisamente del país (f.440 vta. y 442 vta.) siendo el Obispo Palacios el encargado personal de tal intimación a V.E. (f.444 vta.)

Protestamos, Exmo. Señor, que el Obispo Palacios ya no es ni puede ser el Esposo de la Iglesia Paraguaya; ya no es ni puede ser el pastor de esta preciosa porción de la grey de Jesucristo, ni hay alguno que a estas horas tenga sus veces, pues el Provisor y Vicario general de la Diócesis se halla in eodem criminosus.

¡La Iglesia Paraguaya está huérfana y viuda! ¡Triste y deplorable situación! Ella en tan penosa soledad y sólo de V.E. espera su consuelo, y V.E. no la abandonará.

El mariscal López atendió esta petición y ordenó el fusilamiento del obispo Manuel Antonio Palacios el 21 de diciembre en Pikysyry.



ACTO VII

MUESTRA RESUMIDA DE UN SUMARIO GUSTAVE BAYÓN DE LIBERTAT

 

El día 20 de octubre de mil ochocientos sesenta y ocho, los señores fiscales mandaron comparecer ante a Mr. De Libertat, a fin de evacuar las citas que contra él resultan de estos procesos, y hallándose presente, por ante mí, el infrascrito Escribano, le recibieron juramento, que según forma del Dro. Lo prestó Dios nuestro Señor, con cargo de decir la verdad en lo que supiere y le fuere preguntado. Preguntado por sus circunstancias generales, dijo: que se llama Gustave Bayón de Libertat, natural de Francia, de cuarenta y uno años de edad, de estado soltero, y que profesa la religión Católica Apostólica y Romana. Preguntado desde qué tiempo, y en qué carácter vino a la República, dijo: que desde el 13 de octubre del año próximo pasado, y en el carácter de Canciller del consulado francés. Preguntado en qué calidad se encuentra actualmente en este campo, dijo: que ha venido en calidad de arresto. Preguntado si conoce la causa de hallarse en tal estado, dijo: que no la conoce. Preguntado si no tiene conocimiento de la conspiración maquinada en el país contra la Patria y su Gobierno, dijo: que tuvo conocimiento de ella por las publicaciones del "Semanario", pero no antes. Reconvenido cómo niega cuando consta de los diferentes procesos seguidos sobre esta infame trama de conspiración, que el declarante ha sido uno de los que han tomado parte muy especial en ella: confiese la verdad de la parte de su criminalidad en el sentido de esta reconvención, dijo: que recuerda que antes del 13 de julio, y con motivo de la prisión de Berges, había hablado con los cónsules de Italia y Francia, diciendo entre sí, que aquella medida no podía por menos que ser una causa grave, como una conspiración; pero que el declarante jamás ha tomado parte en ella. Preguntado si ha estado en la quinta de dicho Berges en Salinares, cuántas veces, con quiénes, y cual el objeto de su ida allí, dijo: que dos veces estuvo, la primera con el gerente del Consulado francés, Mr. De Cuverville, a objeto de visitarle, y la segunda vez con el fin de sentir la salud del citado Berges, que se hallaba indispuesto, habiendo ido solo esta vez el declarante. Preguntado si a más de estas ocasiones no recuerda haber estado también en la expresada Quinta, y cual el documento que entonces firmó el declarante con otros, debiendo nombrar igualmente a estos, dijo: que en ninguna otra ocasión ha estado en dicha Quinta, y mucho menos que haya firmado documento alguno.

En este estado, los señores fiscales hicieron venir al reo José María Leite Pereira (cónsul de Portugal), previo juramento que en presencia del declarante le recibieron encargo de decir la verdad, se le preguntó si se afirma y ratifica (Leite) en la diligencia de su declaración constante a la vuelta de fojas 217 y 218 vuelta en la que ha confesado haber firmado un documento en la Quinta de José Berges en Salinares, con otros diez individuos, entre ellos Mr. De Libertat, el cual se halla presente, comprometiéndose para en caso de fracasar los medios convenidos para la realización del pensamiento revolucionario, buscar cómo y recurrir al asesinato de S.E. el señor Mariscal; comprometiéndose igualmente los firmantes bajo el más solemne juramento, a guardar todo sigilo y a morir mil veces, antes que descubrir los planes de esta infame coalición; mostrándosele (A Leite) a la vez la firma que aparece al pie de dicha diligencia, para que diga si es suya propia y de su puño y letra, dijo: que es el mismo sujeto sin equivocarse en su persona, expresando además su carácter de Canciller del Consulado de Francia en esta República. Enseguida se preguntó a Libertat si se conforma o no con la cita que de él hace Leite Pereira, en el sentido de haber firmado el documento arriba expresado, a los fines indicado, dijo: que no, pues es completamente falso.

Con este motivo, se les hizo entrar en formal careo, y comenzó Leite diciendo a De Libertat, que no sabía cómo negaba una cosa que había pasado entre tantos; a lo que Libertat contestó: que el porqué negaba, era una cosa muy sencilla, pues que no podía confesar una falsedad tan grande, Leite continuó diciendo que: en prueba de que Libertat tenía conocimiento y parte en el proyecto revolucionario, hace ahora memoria de tres conversaciones que tuvieron en Luque, en casa del mismo Libertat, habiendo estado también en una de esas ocasiones Domingo Pomier, que en esas ocasiones hablando con Benigno, dijo de este, Libertat, que había sido llamado al ejército, y que es su amigo íntimo, y que se habla que iba como preso, pero que él (Libertat) lo defendería hasta con su propia vida; que paseándose por el cuarto de un lado a otro, produjo esta expresión diciendo: el hombre que nos ha dado chaira, caballos y regalos todos los días he dicho que lo defenderé hasta con mi propia vida. Que también dijo de Libertat que Benigno estaba muy bien, pues que sabía que no le había sucedido nada, según había contado de su vuelta del ejército, Mr. De Cuverville; por lo que se alegraba mucho Mr. De Libertat. Que éste, en una de esas ocasiones, y cuando Pomier estaba presente, dijo igualmente que: Benigno era el más apto para la Presidencia de la República; a lo que Pomier contestó que no había duda [...] Aquí el Tribunal observó a Libertat que, con el hecho de no negar las conversaciones referidas por Leite, y cuyo espíritu no se explica, sino en relación a una complicidad con Benigno, importando, por consiguiente, una tácita confesión de su culpabilidad, en el sentido de la revolución, manifiesta ya un antecedente, en fuerza del cual debe consiguientemente confesar de una vez el conocimiento y parte que ha tomado en ese criminal proyecto, firmado el documento del compromiso; cosa que, desde luego, no podrá continuar negando sobre su mero dicho, en presencia de la conteste deposición de los diez individuos firmantes, uno de los cuales tiene ya presente (Leite) y los demás están también a decirle lo mismo. Dijo (Libertat) que no ha firmado el documento; y que esta es la pura verdad. En este estado, los señores fiscales, viendo que Libertat ex profeso huye de las razones, y se limita solo a redondas negativas, mientras Leite sostiene sobre datos positivos, en la certeza de su declaración, mandando cerrar la presente diligencia de careo, la que, leída a ambos, dijeron que estaba, y que así, respectivamente, cada cual se afirma y ratifica en la parte que les toca; firmándola con dichos señores Fiscales, por ante mí, el Escribano que doy fe. (Firmado) Justo Román (Firmado) Fidel Maíz - G. de Libertat (Firmado) José María Leite Pereira (Firmado) Donato Gamarra - Escribano

Mr. de Libertat se mantuvo tenazmente en la negativa; pero, puesto en careo con sus cómplices José María Leite Pereira, cónsul portugués, y Porter Cornelio Bliss, de la legación Washburn, se dio por convencido, y dijo que, "últimamente confiesa haber firmado el documento arriba indicado en Salinares con los citados individuos, es decir, Benigno López, José Berges, Saturnino Bedoya, Dr. Carreras, Rodríguez Larreta, Leite Pereira, Antonio Vasconcelos, Simón Fidanza, Domingo Pomié y Bliss; recordando también que Manlove debió igualmente firmar el documento, pero que no lo hizo por no haber concurrido a tiempo".

Confiesa también Mr de Libertat, "haber recibido a los fines de la conspiración la cantidad de dos mil patacones y veinte mil pesos en billetes en el consulado de Luque con los señores Delfino, Pomié, Fidanza y Tubo, quienes por su parte recibieron igual cantidad que el declarante; que Pomié y Delfino trajeron para esta repartición la suma de doscientos mil pesos en billetes, y veinte mil patacones, cuya otra mitad se quedó en el baúl de Pomié, para distribuirla a los otros italianos y franceses que tomaron parte en la revolución; que la procedencia de esta suma era del Tesoro Público, por la causa de la conspiración".

Llamado don José Berges a declaraciones refirió sus relaciones amistosas con Libertat y el ministro Washburn, ambos metidos en la conspiración y activos propagandistas de ella. Berges confiesa haber firmado en su quinta Salinares el documento de ese complot revolucionario, y dijo textualmente: que "cree deber consignar aquí, que por algunas palabras que le dijo Mr Washburn, el proyecto no era extraño a Mr de Cochelet, y vino a confirmar lo que anteriormente le había informado el cónsul argentino Soler, de que se pensaba organizar una revolución contra el Gobierno paraguayo entre Sauvan y Viana de Lima y Amaro José Barboza, el primero ministro y el segundo cónsul de Brasil, y Mr Washburn, Mr Cochelet y Antonio Nin de Reyes, siendo solicitado para esto el mismo Soler, quien aseguró también al declarante Berges que Cochelet era el alma de este pensamiento, y que creaba dificultades de toda clase al Gobierno de la República".

Berges declaró también haber entregado a Libertat en Salínares "por encargue de Bedoya la cantidad de diez mil pesos en billetes, para sus gastos menudos, por los servicios que pudiera prestar a la causa", y Libertat negó haberla recibido. Con tal motivo fue puesto en formal careo con Berges, quien trató de convencerle, recordándole todas las circunstancias del lugar y tiempo en que le entregó el dinero; pero Libertat persistió en negarlo, y además se retractó de todo lo anteriormente confesado; de manera que de nuevo hubo necesidad de confrontarlo con Bliss; y Bliss otra vez lo convenció.

Entonces Libertat dijo (a.f.9 vta.) que "confiesa otra vez haber firmado el documento en los mismos términos que confesó en la expresada diligencia de careo con Blis; y que el motivo que le indujo a retractarse de esa primera confesión, fue por un sentimiento natural de no querer aparecer culpable, creyendo además que con negar el hecho otra vez no se le podía probar; pero que ahora de nuevo y para siempre se afirmaba y ratificaba haber firmado el expresado documento, inducido, como ha confesado en otra parte, por Mr. Washburn, quien, dice que le encontró ya con el espíritu predispuesto, con motivo de que Cochelet, en su propartida, después de haberle hablado bastante sobre la situación: del país y del gobierno en sentido desfavorable, le dijo que para lo demás se entendiese con Mr. Washburn.

"En esto Bliss le dijo a Libertat, que como amigo le hablaba, y como cómplice que ha sido con él, e interesado por su propio bien, para que salga de una vez del error en que ha caído, afirmando en la verdad, y no intentando ya nunca querer tergiversarla; que haga su confesión con toda ingenuidad, sin guardar respetos indebidos, no consideración alguna a personas que, por lo demás, por su carácter en general, y muy particularmente por haberle metido en este laberinto, debe justamente aborrecer; y que contando a él (Blis) que Libertat tiene cosas importantes que revelar en cuanto a las actitudes de Cochelet, Washburn y otros, que deje a la conciencia de Libertat, no trepide en nada para manifestar toda la verdad, según aquello: fíat justitia, et coelum. Y Libertat manifestó a Blis, que tal era ya su disposición, que hará todo lo posible para aclarar todos los conocimientos que tiene con respecto a la revolución, para satisfacer a la justicia tan completamente como desea, despojándose ya, por tanto, de las consideraciones de familia y otros miramientos que lo han inducido a retardar hasta ahora la ingenua confesión, que desde luego debía haber hecho" (p-10)

Dijo, pues, Mr. Gustave Bayon de Libertat: "Que llegando a la capital el 13 de octubre del año próximo (1867) acompañando en su carácter de canciller al gerente del Consulado francés Mr. De Coverville, que venía a revelar de su función al Mr. Cochelet, y el declarante al canciller Pazcoz, y tomando posesión ambos de sus respectivos cargos, tuvo que hablar con Mr. De Cochelet durante veinte y cuatro horas, que este tardó para salir del país, y en esa ocasión en sus conversaciones logró infiltrar en el ánimo del declarante ideas desfavorables al país y su gobierno, diciéndole que hacía tiempo que esperaba la DESIDEE, y por ella a su reemplazante para salir del país, y pasar cuanto antes a su nuevo puesto del consulado de Gibraltar; pues que vivía acá bastante disgustado y descontento por la grande desinteligencia que había entre él y el Ministro de Relaciones Exteriores José Berges, a causa de que sus pretensiones y solicitudes, o le eran siempre denegadas, o cuando menos retardadas para ser contestadas o despachadas.

"Que ha expresado al declarante sus sentimiento de contrariedad y oposición al sistema de la administración de S. E. el señor Mariscal Presidente, de quien le dijo que era un hombre absoluto y déspota, que encarcelaba por cualquier cosa a los extranjeros residentes en el país, y que temía él (Cochelet) que la guerra dilatara mucho tiempo, hasta llegar a traer la ruina del Paraguay, por motivo de que los aliados tenían mayores recursos por su contacto con los pueblos del mundo, y que por esa razón era conveniente que el Mariscal entrase con los enemigos en un arreglo de cualquier modo que sea, para evitar la ruina de la Patria.

"Que le dijo además, que Mr. Washburn de acuerdo con José Berges tenían entre manos el proyecto de una revolución con el objetivo de derrocar del mando supremo al Mariscal, y hacer el pronunciamiento de elevar a la presidencia al mismo Berges, y establecer otra autoridad independiente, militar, en la persona de Benigno López, de quienes habló al declarante que eran ciertamente hombres buenos y aparentes para los puestos indicados.

"Que con este motivo recomendó al declarante que se viviera y entendiera en todo con Mr. Washburn que estaba al corriente de todos los trabajos que habían ya hecho a este respecto, y con el fin de llevar hasta su realización el pensamiento revolucionario; que al mismo tiempo Washburn había de instruir al declarante de los pormenores de todas estas cosas, y que así se prestara a ayudarle con toda la cooperación moral que estuviera al alcance del declarante, y procurara portarse con mucha prudencia y precaución hasta llegar a conseguir el fin que se proponía".



EPÍLOGO

La caída de Humaitá, el 5 de agosto de 1869, obligó a López a abandonar San Fernando ante la posibilidad cierta de quedar encerrado por las fuerzas enemigas. El 26 del mismo mes se puso en marcha hacia su próximo e inmediato destino: Pikysyry. "Desde tres días antes de su partida -escribe Decoud- mandó masacrar hasta 105 hombres por día, de entre las inocentes víctimas que por su orden se incluyó en la célebre causa que, como se ha visto, le llamó de la gran conspiración".

En La Tabla de Sangre figuran 605 fusilamientos, desde el 17 de junio al 14 de diciembre de 1868, anotados por día. Así leemos los últimos registrados: El 11 de noviembre "fueron pasados por las armas los reos..." y figuran 60 nombres como "traidores", entre tenientes, soldados y civiles.

El 1 de diciembre: "Entregáronse presos para ser conducidos al exterior, los traidores Peter Cornelio Bliss, norteamericano, y George I. Masterman, inglés".

11 de diciembre: Reos puestos en libertad: coronel Venancio López y presbítero Eugenio Bogado agregados al estado mayor.

14 de diciembre: Fue lanceado el traidor teniente Simplicio Linche.

Pero a esta lista deben agregarse los fusilamientos en Itá Ybaté donde, el 27 de setiembre de 1868, fueron fusiladas 52 personas. Las ejecuciones no cesaron hasta vísperas del 1 de marzo de 1870.

En Cerro Corá se fusiló a la presa mayor: el Paraguay.



FUENTES CONSULTADAS

Aveiro Silvestre: Memorias militares (1864-1870), Ediciones Comuneros, Asunción, 1989

Báez Cecilio: La tiranía en el Paraguay, Intercontinental Editora, Asunción, 1993

Bergonzi Osvaldo: El círculo de San Fernando, Edición del autor, Asunción, 1998

Centurión Juan Crisóstomo, Memorias o reminiscencias históricas sobre la guerra del Paraguay, Edit. El Lector, Asunción, 2010

Decoud Héctor Francisco, La masacre de Concepción, Imprenta Serantes Hnos., Buenos Aires, 1926

García Mellid Atilio, Proceso de los falsificadores de la historia del Paraguay, Biblioteca de estudios históricos, Asunción, sin año de publicación

Godoy Juan Silvano, El fusilamiento del obispo Palacios, Edit. El Lector, Asunción, 1996

González Delvalle Alcibiades, San Femando-Teatro, Servilibro, Asunción, 2004

Maíz Fidel, Etapas de mi vida, Imprenta Nacional, Asunción, 1970

Resquín Francisco Isidoro, Datos Históricos, Imprenta militar, Asunción, 1984

Thompson George, La guerra del Paraguay, RP Ediciones, Asunción, 1992

Zubizarreta Carlos, Cien vidas paraguayas, Aravera, Asunción, 1985



EL AUTOR

Alcibíades González Delvalle (Ñemby, 1936) es periodista, dramaturgo, ensayista y narrador. Trabajó en los diarios El Independiente, El País, La Tarde, en la década de los años 50 hasta mediados de los 60. En 1967 se incorporó, desde su fundación, al diario ABC COLOR.

Fue jefe de redacción de la revista DIÁLOGO y miembro del consejo de dirección de la revista NUESTRO TIEMPO.

Sus crónicas de investigación y denuncias le valieron el Premio Vladimir Herzog, otorgado por una entidad ecuménica de derechos humanos. Fue consejero cultural de la embajada paraguaya en Madrid. También, director del Centro Cultural de la Ciudad, Manzana de la Rivera; luego, director general de Cultura de la Municipalidad de Asunción.

Su dramaturgia tiene dos vertientes: la histórica y la folklórica. La primera incluye "Procesados del 70", "Elisa" y "San Fernando", una trilogía inspirada en episodios de la Guerra de la Triple Alianza. La segunda, "El grito del luisón", "Perurimá", "Hay tiempo para llorar", y comedias musicales. También es autor de "Nuestros años grises", comedia ciudadana. Con Antonio Carmona escribió "Velada" Y "Mascarada en río revuelto". Tiene publicada las novelas "Función patronal", "Un Viento Negro", y un cuento, "Correr tras el viento", incluido en el libro colectivo "Los siete pecados capitales". Es autor de los siguientes ensayos: "El drama del 47, documentos secretos de la revolución", "Contra el olvido, la vida cotidiana en los tiempos de Stroessner"; "¿Estudiar periodismo para QUÉ?, Y "Por QUÉ cayó el Partido Colorado", con varios autores. Así mismo ha publicado El golpe del 3 de febrero de 1989 en la Colección Guerras y Violencia Política en el Paraguay.

Ganó el Premio Nacional de Literatura 2013.


 

 

ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL DIARIO ABC COLOR SOBRE EL LIBRO

 


EL LIBRO “LOS PROCESOS DE SAN FERNANDO” APARECE HOY

Aparece hoy con el ejemplar de nuestro diario el libro “Los procesos de San Fernando”, de Alcibiades González Delvalle, decimotercer volumen de la Colección “A 150 años de la Guerra Grande”, de ABC Color y la editorial El Lector. El ganador del Premio Nacional de Literatura ya había escrito antes una obra teatral sobre este tema, que había sido prohibida.

 

El padre Fidel Maíz fue uno de los fiscales de sangre en los duros procesos de San Fernando./ ABC Color

 

Alcibiades escribió la obra teatral “San Fernando”, como parte de su trilogía sobre la Guerra Grande. En 1989, poco después del final de la dictadura stronista, un elenco teatral tenía la intención de llevarla a escena, pero la puesta fue prohibida. La comunidad teatral realizó varias protestas, pero la obra recién pudo ser representada en 1991, durante el gobierno municipal de Carlos Filizzola.
En esta entrevista, Alcibiades habla del proceso de San Fernando en que fueron torturados y ejecutados cientos de compatriotas acusados de haber conspirado contra el Mariscal para buscar un entendimiento con los aliados con el fin de acabar con la guerra.

–¿Cómo empezó la investigación sobre la conspiración en contra del Mariscal?

–Comenzó con un hecho curioso. El cuñado del Mariscal, Saturnino Bedoya, que se encontraba, obligado, en el cuartel general de Paso Pucú, hizo un comentario cuando los acorazados de la Triple Alianza forzaron Humaitá, en febrero de 1868, y tuvieron el río Paraguay a entera disposición.

–¿Qué dijo?

–Dijo estar preocupado por lo que podría suceder en Asunción cuya ocupación por los enemigos era inminente. López, enterado por el obispo Palacios de lo que su cuñado había dicho, ordenó que se lo sometiera a interrogatorios hasta que contara cuánto sabía. A partir de aquí se dieron los trágicos “sucesos de San Fernando”

–¿Quiénes fueron los fiscales de sangre en aquellos procesos?

–De los seis tribunales, uno, el de los padres Maíz y Román, fue el más “productivo”. Estos sacerdotes tuvieron los casos de las personas más importantes. Ordenaron los más bárbaros actos para hacer confesar a sus víctimas.

–¿En qué consistía el cepo Uruguayana?

–Este instrumento de tortura consistía en varios fusiles colocados sobre los hombros de la víctima, cuyas extremidades inferiores y superiores estaban atadas a esos fusiles. Muchos murieron así y otros quedaron con la columna inutilizada para siempre.

–¿De qué manera se desarrollaron los Procesos de San Fernando?

–No se investigaba a los acusados. Bastaba una delación, arrancada en torturas, para que la persona aludida pasara a integrar la caravana de infelices. Muchos, a punto de ser fusilados, pedían perdón al compañero de desgracia por haber dado su nombre a los fiscales. La tortura hacía que se confesase un crimen no cometido.

–Lo de San Fernando quiso ser ocultado durante la última dictadura.

–Parece que existía esa intención, pero no olvidemos que el gobierno de Stroessner publicó las memorias de Fidel Maíz y de Silvestre Aveiro. Si bien Maíz la escribió como respuesta a las acusaciones de Juan Silvano Godoy, se puede leer el “caso San Fernando” con detalles de la tragedia. Y está también en el libro de Aveiro.

–¿Hubo la conspiración para traicionar a López?

–Los lopiztas defendieron siempre las torturas y los fusilamientos como justo castigo a la traición. Pero ubicándonos en el tiempo y la circunstancia, es enteramente justificada la actitud de quienes habían pensado en instalar un nuevo gobierno desde el momento en que se creía, con razón, que el Mariscal y su ejército estaban encerrados por la Triple Alianza, y que era inútil continuar con esa guerra.

–López estuvo en una encrucijada difícil respecto a sus familiares acusados.

–El dilema se dio con su madre y sus hermanas, a quienes confinó por 10 años. Su hermano Benigno fue fusilado; su otro hermano, Venancio, sufrió castigos hasta su fallecimiento; los dos maridos de sus hermanas, entre ellos Saturnino Bedoya, fueron muertos. Con estos, López no se hizo problema de conciencia.

Publicado en fecha : 01 de Diciembre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py

 



GONZÁLEZ DELVALLE TRATA EL TEMA DE SAN FERNANDO

El 28 de marzo de 1868, el Mariscal López y su ejército cruzaron de nuevo el río Paraguay desde el Chaco para establecerse en San Fernando, sobre el río Tebicuary, a casi 10 kilómetros de su desembocadura del río Paraguay. Allí ocurriría una tragedia, narrada ahora en un libro imperdible.

El libro de referencia es “San Fernando”, de Alcibiades González Delvalle, y aparecerá mañana con el ejemplar de nuestro diario como volumen número trece de la Colección “A 150 años de la Guerra Grande”, de ABC Color y la editorial El Lector.

San Fernando fue el escenario de los procesos que acabaron con la vida de un número impreciso –se habla de alrededor de 600– de personas encumbradas o anónimas que, culpables o inocentes, integraron la lista negra de Francisco Solano López y de los fiscales de sangre, a causa de una conspiración.

Uno de esos fiscales de sangre fue el padre Fidel Maíz, quien en sus memorias, rememora: “Qué de recuerdos tan tristes y luctuosos despierta aquel lugar. Allí se iniciaron los procesos sobre la funesta gran conspiración, queriendo la fatalidad que yo formase parte de una de las varias comisiones establecidas para el enjuiciamiento de los reos complicados en aquel crimen”.

Dice González Delvalle en su obra que López no perdonó ni la más mínima sospecha acerca de la posibilidad de una traición a la patria. Le enojaba terriblemente el contraste entre el soldado que daba su vida por la patria y los personajes, incluso miembros de su familia, involucrados en una conspiración para acabar con el Mariscal y negociar el fin de la guerra con los invasores.

El coronel Germán Serrano apuró el castigo del propio hermano del Mariscal, Benigno López, al denunciarlo tras haber supuestamente escuchado una conversación entre este y el presunto hombre designado para ultimar de una cuchillada a Francisco Solano.

Benigno López Carrillo, quien según varios de sus biógrafos nunca tuvo buenas relaciones con Francisco, fue brutalmente torturado a tal punto de dar varios nombres de otros conspiradores.

Otra de las víctimas notables de los procesos de San Fernando fue el canciller José Berges, uno de los hombres más ilustrados del país, y con frecuencia señalado como sucesor de Carlos Antonio López de no haber mediado la irrupción de su hijo. Fue fusilado el 21 de diciembre de 1868, pocas horas antes de librarse la batalla de Lomas Valentinas.

Publicado en fecha : 30 de Noviembre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py

 



EL DOMINGO APARECERÁ LA HISTORIA DE SAN FERNANDO

Un proceso histórico infaltable en toda narración de la Guerra de la Triple Alianza es el referente a San Fernando, el lugar donde ocurrió uno de los hechos más terribles durante la contienda, que culminó con la ejecución de alrededor de seiscientas personas por orden del mariscal Francisco S. López.

 

Benigno López Carrillo, hermano del Mariscal, procesado en San Fernando

y muerto, acusado de conspiración./ ABC Color

 

Dicho proceso, desatado tras la denuncia de una conspiración que acabaría con la vida de López para una posterior negociación con los invasores, se describe en el libro “Los procesos de San Fernando”, escrito por Alcibiades González Delvalle.

El tema en sí es delicado, pues todavía despierta polémicas que no se pueden superar en el colectivo nacional, en el que existen aún resabios de lopiztas o antilopiztas, o acusaciones como la de “legionarios”. Pero el libro que aparecerá el domingo 1 de diciembre con el ejemplar de nuestro diario, en el marco de la Colección “A 150 años de la Guerra Grande”, trata el tema con el rigor histórico que la materia exige. Por ello mismo, el libro fue encomendado a un escritor que conoce profundamente lo ocurrido en San Fernando, por haberlo estudiado de manera amplia y por haber escrito sobre el punto una obra de teatro que durante mucho tiempo fuera censurada por la dictadura de Alfredo Stroessner, y aún ya en pleno gobierno del general Andrés Rodríguez.

El propio Benigno López, hermano del Mariscal, fue uno de los primeros arrestados en San Fernando, acusado de ser uno de los dirigentes –o el principal– de la proyectada revolución que acabaría con Francisco Solano.

La acusación principal, y la más grave, era que se comunicaba con Caxias, jefe de las fuerzas aliadas, a través del ministro norteamericano Charles Ames Washburn. La propuesta de los revolucionarios habría sido que Caxias aproximara unos 10.000 hombres al Paso de Santa María, del Tebicuary, mientras López se hallaba encerrado.

“Este cuerpo –apunta Silvestre Aveiro en sus “Memorias militares”– daría lugar a que la revolución estallara en la Asunción, sirviendo de punto de apoyo en caso de éxito o fracaso. Pero Caxias no cumplió con el apoyo prometido. No se sabe si por desconfianza de alguna emboscada o porque alimentaba a los solicitantes con el fin de que con un descubrimiento, tarde o temprano, el país perdería a sus principales hombres”.

Sigue Aveiro: “De haber sido este el diabólico proyecto de Caxias, fue cumplido sobradamente, pues la guerra misma, agravada por los fusilamientos de los culpables y de los inocentes, descabezó el país de sus mejores hijos, muchos de los cuales habrían prestado invalorables servicios en la reconstrucción del Paraguay”.

Aveiro dice que Benigno López, desde su lugar de reclusión, habría encargado que un ayudante apuñale al Mariscal López.

Publicado en fecha : 28 de Noviembre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py

 




ANÁLISIS OBJETIVO SOBRE UN PROCESO MUY PENOSO

“Los procesos de San Fernando” es el próximo título de la colección “A 150 años de la Guerra Grande”, escrito por Alcibiades González Delvalle, ganador del Premio Nacional de Literatura 2013. El texto relata en sus más variados detalles uno de los procesos históricos más dolorosos y polémicos de nuestra historia.

 

El obispo Manuel Antonio Palacios, uno de los fusilados en San Fernando,

acusado de conspirar contra López./ ABC Color

 

Es el número trece de la colección que publica ABC Color y El Lector y aparecerá el próximo domingo.

En el prólogo del libro, el historiador Hérib Caballero Campos señala que sea cual fuere la posición de los lectores, “este libro posee la riqueza de contrastar diferentes opiniones y documentos que arrojan luz sobre aquellos procesos que concluyeron con la ejecución de más de seiscientas personas”.

Entre los ejecutados se encontraban desde sencillos soldados hasta ministros del Poder Ejecutivo, el obispo del Paraguay, Manuel Antonio Palacios, e incluso el propio hermano del mariscal López, Benigno, y otros miembros destacados de la élite política y militar paraguaya.

Los procesos de San Fernando se abrieron tras la denuncia de una conspiración que involucraba a altos funcionarios y a la propia familia del jefe de Estado, para derrocar al mariscal López y luego tratar de negociar una paz con los aliados.

En su libro, Alcibiades señala que el 10 de julio de 1868, el mariscal López se reunió con sus colaboradores inmediatos para anunciarles que se había descubierto una gran conspiración.
El autor se apoya en una referencia del coronel Juan Crisóstomo Centurión, quien en sus memorias afirma: “Enseguida reunió (López) en el corredor de su mismo cuartel a los siguientes: generales (Vicente) Barrios, (Francisco Isidoro) Resquín y (José María) Bruguez, el señor obispo (Manuel Antonio) Palacios y muchas otras personas caracterizadas, hallándose también presente el que escribe estas memorias, y dijo (el Mariscal): Que acaba de descubrirse una tremenda conspiración contra su gobierno y contra aquellos que le eran fieles, que los conspiradores se habían puesto en comunicación con el enemigo y que este, de esta manera, estaba al corriente de su plan de campaña y que como le interesaba el proyecto o plan que ellos tenían con el enemigo, pedía el parecer de los presentes sobre el medio más eficaz que debería adoptarse para abreviar y terminar lo más pronto posible el enjuiciamiento de ellos”.

De acuerdo con lo relatado por Centurión, y consignado por Alcibiades González Delvalle en su libro, el general Resquín pidió que se torturara a los complotados para que dijeran toda la verdad; a su vez, el obispo Palacios pidió que los implicados descubiertos fuesen pasados por las armas.

López, en tono sarcástico, según Centurión, le contestó al obispo: “Ilustrísimo señor, V.S. Iltma. comprenderá que yo tengo especial interés en saber también aquello que ellos saben, de modo que en ningún caso me puede convenir la medida que V.S. Iltma. propone”.

En sus memorias, resalta Alcibíades, “Silvestre Aveiro apunta que la sugerencia del obispo Palacios a López era porque él (el obispo) ya formaba parte de la conspiración”.

Publicado en fecha : 26 de Noviembre de 2013

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