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  LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES: CONTROL SEXUAL, SOMETIMIENTO Y PODER - Por VERÓNICA VILLALBA MORALES - Domingo, 08 de Marzo de 2020


LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES: CONTROL SEXUAL, SOMETIMIENTO Y PODER - Por VERÓNICA VILLALBA MORALES - Domingo, 08 de Marzo de 2020

LA VIOLENCIA HACIA LAS MUJERES: CONTROL SEXUAL, SOMETIMIENTO Y PODER

 

Por VERÓNICA VILLALBA MORALES

 

 

 verovillalbamorales@gmail.com

Hoy, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, retumba en el mundo la letra de lo que ya es un himno de la lucha de las mujeres y del movimiento feminista internacional: «El violador eres tú», performance del colectivo feminista Las Tesis, de Chile. Miles, quizás millones de mujeres repasarán sus historias –mientras otras tantas personas lloran a las asesinadas– de abusos, violación, acosos. Entre ellas, Victoria volverá a pensar si denuncia lo que le pasó.

Tenía 17 años cuando viajó a Medellín (Colombia) desde Asunción para un intercambio sobre liderazgo de jóvenes, durante el cual conoció a una compañera que la invitó a quedarse unos días más para conocer la ciudad; allá fue Victoria, rebelándose al mandato de su madre, que no le había dado permiso para ese viaje; el último día salió a cenar y bailar con el novio de su amiga y un amigo del novio. Cenaron, bailaron, bebieron y luego, sin darse cuenta, Victoria estaba en la habitación de un motel con el amigo del novio de su amiga, un joven como 10 años mayor que ella. También sin darse cuenta, fue violada por él. Al día siguiente, cuando se preparaba para volver a su casa, comprobó que su ropa interior estaba manchada, se la sacó y la tiró al basurero; enterró así lo sucedido esa noche, como si nunca hubiera pasado. Después de 20 años comenzó a recordar y a poder contar. Aunque en esos años no lo tuvo presente, su vida había girado alrededor de la violencia hacia las mujeres: fue tema de su tesis, de sus investigaciones, lecturas, debates, de los libros que leía, de las películas que veía, una y otra vez la violencia estuvo ahí: oculta, pidiendo a gritos salir. «La violación es algo de lo que no te puedes deshacer» (1), como tampoco de otras formas de violencia que vivimos las mujeres y las personas que rompen con las normas sociales de género –travestis, trans, no binaries, etc.

Victoria es una de tantas que sobrevivieron a una violación; la violencia hacia las mujeres se configura de diferentes formas, entre ellas la más letal: el feminicidio. Aunque hoy Paraguay cuenta con una Ley (Nº 5777/16 de Protección Integral a las mujeres contra toda forma de violencia) que reconoce 15 formas de violencia y penaliza el feminicidio, no eran reconocidas ni visibilizadas como tales, formaban parte de lo que sucedía en el ámbito privado, espacio de las mujeres según las normas sociales de su sexo y género (el antecedente de esta Ley es la Nº 1600/00 Contra la violencia doméstica).

¿Por qué las mujeres no han denunciado y no denuncian la violencia que viven?, se sigue hoy preguntando la sociedad a pesar de las masivas marchas en ciudades y pueblos de diversos países de cada continente que cada 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer Trabajadora) y 25 de noviembre (Día Internacional contra la violencia hacia las mujeres) han logrado mostrar la necesidad de transformar el mundo, las relaciones de poder entre mujeres y hombres, el cuidado y reproducción de la vida en un sistema capitalista que nos explota y sorbe cada día, y visibilizar la rebelión de las mujeres y las identidades trans/lésbicas/travestis/gays/bisexuales ante la opresión y el control de sus cuerpos y su sexualidad, y muy especialmente el reclamo de un mundo sin violencia.

Una posible respuesta podría ser que la violencia es un dispositivo de control de la cultura para la subordinación del lugar de las mujeres en la sociedad, y las desigualdades de género, una consecuencia de ese lugar al que son sometidas. Es decir que no poder denunciarla ni acabar con ella es parte de lo que esta forma de violencia está controlando. La antropóloga mexicana Marcela Lagarde, que acuñó la palabra feminicidio, afirma que: «La violencia se produce por la desigualdad entre mujeres y hombres. Y funciona para mantener esa desigualdad, para atemorizar al resto de mujeres y lograr que no salgamos de los límites que se nos fija en cada sociedad. Cuando se mata a una mujer hay pedagogía: sirve para que las demás nos enteremos, nos aterroricemos y cojamos miedo. Que no seamos dueñas ni siquiera del espacio privado» (2).

La violencia como dispositivo de control articula, como si fuera un engranaje mecánico, por lo menos cuatro ejes:

(i) Poder de los hombres por encima del de las mujeres: la distribución y el ejercicio del poder real están relacionados con quienes ejercen la violencia y quienes la sufren, y en la mayoría de los casos de violencia sexual (violaciones, acosos, abusos, etc.) intrafamiliar la violencia la sufren las mujeres, niñas y niños, siendo hombres los victimarios. Una de las contracaras, si miramos el poder en relación a quien gobierna el Estado, en nuestro país es la proporción de escaños de parlamentos nacionales y gobiernos locales (Cámara de Senadores y de Diputados, concejalías municipales y departamentales): según datos oficiales, en 2016, con 81,4% de hombres y 18,6% de mujeres, la brecha fue de 62,8%; en 2017 no hubo gran variación (81,2% de hombres, 18,8% de mujeres y una brecha de 62,4%) (3); en toda nuestra historia como república, nunca hubo una presidenta.

(ii) Ideología machista: que se fusiona con la raza y la clase; machismo es creer y promover que los hombres por ser hombres son superiores a las mujeres; se manifiesta, por ejemplo, no aceptando ni promoviendo el trabajo intelectual de las mujeres, descalificándolo con adjetivos relacionados con lo personal que están naturalizados y pasan así desapercibidos, la que lo vive se dará o no por aludida y podrá responder dependiendo de la transgresión a la norma que pueda realizar; de ahí que el contexto (tecnologías de la información, redes sociales, etc.) incentive cada vez más la rebelión de las mujeres ante esta ideología. La frase «muerte al macho» apunta a transformar en ese nivel simbólico la cultura;

(iii) División de los sexos en construcciones de género binarias y excluyentes: en Paraguay las mujeres dedican 28,7 horas semanales a trabajo no remunerado (actividades domésticas, para la comunidad, de cuidados, y agropecuarias para autoconsumo del hogar), más del doble que los hombres (12,9 horas); tanto en el área urbana como rural, las mujeres invierten más tiempo en trabajo no remunerado, siendo la brecha entre hombres y mujeres de alrededor de 16 horas; el tiempo de trabajo no remunerado de las mujeres alcanza en áreas rurales las 33,3 horas a la semana. Es decir, los hombres realizan menos trabajos de cuidados y domésticos, y acceden en mayor proporción a trabajos remunerados.

(iv) Control sexual a través de ideas/normas sobre sexo bueno/malo para hombres y mujeres, y de discursos sobre la sexualidad y la inmutabilidad de la diferencia sexual: la violencia por ser mujer se manifiesta para instaurar las normas que deben seguir las mujeres buenas; de lo contrario, pasarán a ser malas. A las buenas no les gusta mucho el sexo por placer (el sexo es para la reproducción), el mejor destino para las buenas mujeres es el de madres/esposas cuyo deseo fundamental es cuidar a su familia y hogar, la heterosexualidad es el deseo normal y las identidades sexuales/de género deben ceñirse al sexo definido de nacimiento.

La violencia hacia las mujeres no tiene etapas ni círculos; tiene poder, ideologías, discursos. Su fin es seguir manteniendo un sistema social de sometimiento y abuso a través del control de los cuerpos, la sexualidad y nuestros deseos. ¿Por qué Victoria no denuncia su violación? Dice Virginie Despentes, en Teoría King Kong, libro de culto donde relata su propia violación: «Declararse víctima de una violación, en una comisaría, pensaba yo de forma instintiva, era una manera de ponerse de nuevo en peligro»; como Despentes, las mujeres que no denuncian la violencia reconocen como principales obstáculos para hacerlo la vergüenza y el miedo a la revictimización. Victoria pensaba en su familia, sus hijos, su mamá, que le diría: «fue porque no me hiciste caso». ¿Quién querría ser una víctima que será acusada/observada por la sociedad? Al denunciar, los mecanismos de vigilancia social se activan, poniendo en duda la palabra de quien sufrió la violencia: es la «víctima» la que deberá probarla. Si le creen, tendrá que dar explicaciones de cómo y por qué la sufrió; por ejemplo, a las mujeres que denuncian a sus parejas por maltrato se les reclama que no piden ayuda, que no dejan a sus parejas, que no están empoderadas, que «son luego sumisas».

Se trata a las mujeres como víctimas corresponsables de la violencia ejercida sobre ellas, fortaleciendo de ese modo el dispositivo que la activa: si te hago responsable de lo que te pasó, te someto una vez más al poder ejercido sobre tu cuerpo con la violencia. La performance «El violador eres tú» resume esto en su letra: «…y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía» y en la puesta en escena, donde las mujeres se vendan los ojos y se visten como «malas mujeres». Despentes pudo aceptar su violación al leer a Camile Paglia (controvertida feminista norteamericana), quien: «Propone pensar la violación como un riesgo inevitable, inherente a nuestra condición femenina… Paglia nos permitía imaginarnos como guerrilleras, no tanto responsables personalmente de algo que nos habíamos buscado, sino víctimas ordinarias de algo que podíamos esperar cuando se es mujer… una circunstancia política». La violencia hacia las mujeres comprendida como una cuestión política y de poder cambia la perspectiva de las víctimas sumisas corresponsables, son «heridas de guerra» (Despentes, 2011) por ser mujeres, por transgredir y rebelarnos ante los mandatos.

Para que la violencia termine, no sólo necesitamos una educación que promueva la igualdad de niñas y niños y las decisiones sobre sus deseos fuera de las normas de género impuestas, no sólo necesitamos políticas públicas que atiendan las necesidades de quienes sufren violencia, no sólo necesitamos que los hombres compartan el poder en el ámbito público y asuman cuidados y tareas del hogar dejando el lugar de privilegio que la cultura les otorga, no sólo necesitamos que los hombres dejen de ejercer y promover el machismo: podríamos además comprender esta forma de violencia desde una perspectiva cultural (y simbólica) diferente, no como consecuencia de la desigualdad de las mujeres (niñas, niños y de cuerpos e identidades disidentes de las normas sexuales y de género como personas trans, travestis, lesbianas, gays y bisexuales), sino como la forma de someterlas y controlarlas para seguir manteniendo el poder sobre ellas.

Notas

(1) Virginie Despentes: Teoría King Kong, Melusina, 2011.

(2) «Se mata a una mujer para aterrorizarnos a todas». Entrevista a Marcela Lagarde, en: https://e-mujeres.net/marcela-lagarde-se-mata-a-una-mujer-para-aterrorizar-a-todas/

(3) Dirección General de Estadísticas, Encuestas y Censo: Atlas de Género. Datos y mapas basados en estadísticas de Paraguay, 2019. En: https://atlasgenero.dgeec.gov.py/index.php

(4) STP/DGEEC. MH-BID. Encuesta sobre uso del tiempo, EUT 2016. En: https://www.dgeec.gov.py/Publicaciones/Biblioteca/eut2016/EUT2016.pdf


 

 

 

 


Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Edición Impresa del Domingo, 08 de Marzo de 2020

Páginas 2 y 3

www.abc.com.py

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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