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  MÁS QUE UNA SERIE, MR. ROBOT FUE UNA EXPERIENCIA - Por JOSÉ BIANCOTTI - Domingo, 26 de Enero de 2020


MÁS QUE UNA SERIE, MR. ROBOT FUE UNA EXPERIENCIA - Por JOSÉ BIANCOTTI - Domingo, 26 de Enero de 2020

MÁS QUE UNA SERIE, MR. ROBOT FUE UNA EXPERIENCIA

 

 

Por JOSÉ BIANCOTTI

 

biancotti.jose@gmail.com

El escritor y guionista Sam Esmail (Nueva Jersey, Estados Unidos, 1977) la concibió como película, pero el formato le quedaba corto a esta serie que protagonizarían desde su estreno Rami Malek (Elliot Anderson) y Christian Slater (Mr. Robot).

(Advertencia: se revelan detalles del argumento.)

Después de ver el último capítulo de Mr. Robot, muchas personas preguntan si podemos reconocerla como la serie más introspectiva de la década. La respuesta que pienso es arriesgada. Pero, como estamos hablando de Mr. Robot, me atrevo a darla. No creo ni siquiera que sea una serie. Pienso que Mr. Robot es algo más que una serie.

¿Recuerdan «Carne y Arena», la instalación que hizo Alejandro González Iñárritu? Quienes han asistido a ella han dicho que vivieron en carne propia la situación por la que atraviesan los inmigrantes indocumentados al cruzar a Estados Unidos desde México. Al finalizar el viaje, los participantes, que pisaron la arena del desierto y se acercaron a una experiencia tan peligrosa como desconocida, aunque recordaran lo vivido, terminaban en la realidad del museo, en donde ya no había amenazas visibles.

Sam Esmail, el director y guionista de Mr. Robot, ha logrado tal vez provocar la misma inmersión de aquella instalación (mejor no digamos que lo ha superado, pues no estamos seguros de ello): en 45 capítulos de casi una hora de duración, su obra ha transmitido los entretejidos complejos y contradictorios del interior de un hombre con personalidad disociativa. En lugar de tratarlo desde una perspectiva misteriosa y preponderantemente problemática, encara y disecciona este trastorno como si fuera una linterna metida dentro de una mente, visualizando sus numerosas facetas.

Mr. Robot es la historia de Elliot Alderson, un ingeniero informático que desea salvar al mundo destruyendo los registros financieros del conglomerado más importante del mundo: E Corp. Con un grupo de hackers, idea un plan que le permitirá borrar todas las deudas de la sociedad, en una «redistribución de la riqueza a nivel mundial».

Elliot sufre de un trastorno de personalidad disociativa, y también tiene ansiedad social y depresión. Nosotros, los espectadores, lo acompañamos en sus días oscuros, mientras prueba drogas que alivian su dolor, mientras intenta salvar a su novia o a sus amigos, e incluso somos parte de sus pensamientos. El personaje nos habla o nos mira directamente a donde estamos, rompiendo la cuarta pared, y logra integrarnos a su vida solitaria. De hecho, toda su historia es narrada, por momentos, como una larga conversación entre él mismo y su interior. Es una conversación repleta de planteamientos existenciales, cuestionamientos sociales y personales, y también preguntas sin respuesta, pues nosotros, aunque lo oigamos, no podemos responder.

Ya se ha hablado mucho acerca de la fidelidad o la búsqueda de representar (de la forma más honesta y rigurosa) a los hackers en Mr. Robot. Esta obra deja atrás la idea de que una pantalla se llena de ceros y unos durante un hackeo importante y peligroso. Pero pienso que su logro, no a un nivel técnico sino a uno de carácter artístico, ha sido más bien componer un relato que, como ya dije, propone una plena inmersión en los sentimientos y contradicciones de una persona con personalidad múltiple. Quiero hacer hincapié en este asunto, pues me he percatado de algo en las últimas semanas, cuando la historia aún se emitía. Es algo extraño y fantástico, pero digno de mención, si tenemos en cuenta las intenciones de la obra como ficción.

Si algo se llevan consigo las historias que tienden a colocar «pistas» a lo largo de sus capítulos, es la gran cantidad de espectadores que teorizan y especulan acerca de la naturaleza o el sentido de lo que ven. Llámenlo un pasatiempo, o como quieran, pero el punto es que Mr. Robot no se ha quedado sin su marea de teóricos, tanto en Reddit como en YouTube (quien les habla, incluso, se ha visto tentado a hacer lo mismo, y con emoción). ¿Pero por qué les cuento esto? Porque encuentro este comportamiento, el de quienes especulan, muy en consonancia con la personalidad del protagonista. Elliot, casi siempre, presta atención a todos los detalles que lo rodean. Es un personaje que permanece a la defensiva, buscando descubrir quién está jugando con su mente, o quien lo está persiguiendo, o cuál es el significado de lo que encuentra en el camino.

Una de las cuestiones que más ha llevado a teorizar a los fans ha sido la máquina de Whiterose, el personaje que maneja los hilos de la economía mundial en el universo de Mr. Robot. Desde la temporada 3, la idea de que algo puede ser reconstruido, o renovado, gracias a un proceso extraño que desconocemos, se ha planteado mediante diálogos sobre la naturaleza del tiempo y menciones de películas como Volver al futuro y Kazaam (clara referencia al «efecto Mandela»), y esto ha hecho que los seguidores se plantearan la posibilidad de que Whiterose estuviera construyendo una máquina del tiempo. Sí, algo como eso, en una serie de talante tan realista, por supuesto que suena sacado de los pelos. Pero la teoría fue difundida y muchos comenzamos a albergar la posibilidad de que quizás fuera posible. Porque, vamos, si Mr. Robot sale con un giro de tuerca tan... disonante, en donde tal vez Elliot salve al mundo patinando en el aire como en una de sus películas favoritas, pues se lo perdonamos. Y es que después de tamaña reflexión sobre la condición humana, una pizca de Sci-fi no hace nada... Así hablábamos los que creíamos en la especulación.

Pero entonces llegó el capítulo final. Y todo cambió.

No quiero sonar como una persona paranoica, ni mucho menos obsesiva, pero... si, como vimos en el final de la historia, Elliot es un constructo complejo que abarca las reminiscencias de su madre, de su padre y de él mismo en su interior, ¿no eran las «pistas» sobre la máquina del tiempo, en realidad, parte de una técnica narrativa a través de la cual la historia buscaba introducirnos aún más en la mente de Elliot? Por el lapso de unas semanas, de unos meses o del tiempo que nos tomara acabar con la serie, nosotros, los espectadores, pensamos en cada detalle, en cada elemento.

Durante mucho tiempo, buscando entender lo que sucedía o subyacía, sin querer experimentábamos un poco lo que seguramente Elliot sentía a diario. Como él desconfiaba de sí mismo, nosotros comenzábamos a desconfiar de lo que veíamos. Y nos acercamos así a su mente no sólo dentro de su psiquis (que fue progresivamente representada en cada capítulo), sino también fuera de ella, en nuestra realidad, donde podíamos conectarnos, semana a semana, con su desconfianza, con su inseguridad. Prácticamente fuimos Elliot. (O tal vez no. Tal vez fuimos más como Whiterose, grandes escapistas que albergamos la posibilidad de viajar a otra realidad, aunque esto significara quebrar las reglas del realismo. De todas maneras, pensar en ello nos permitió aspirar a un sitio completamente distinto, un mundo donde el protagonista no ha sufrido abusos y vive una vida de éxito junto a la mujer y la familia que ama. ¿Y no es, acaso, ésta la realidad en la que vive una de las múltiples personalidades de Elliot? ¿Fue Whiterose, entonces, un reflejo del propio Elliot?) Pero quizás todos nos equivocamos, y lo que en verdad sucedió fue que las referencias a otra realidad, a otra posibilidad, fueron introducidas en la historia para desembocar en la exploración de otra dimensión más (una inesperadamente desconocida) en la mente del protagonista.

Si todo esto tiene algún sentido, si todo esto es algo más que una teoría de un seguidor empedernido y entusiasmado, entonces el responsable es Sam Esmail. Fue él quien nos hizo pensar, por varios días, tanto a nosotros como a los medios de comunicación (¡que incluso publicaron que la historia podría migrar a la ciencia ficción!), que Mr. Robot abandonaría su realismo y terminaría siendo una gran tomadura de pelo o, quien sabe, la gran reconciliación entre el realismo y la fantasía, el híbrido más destacado de la última década. Pero no fue un híbrido, ni una fantasía. Fue algo muy real, que nos jodió la cabeza. Porque Mr. Robot fue eso: una experiencia.


 

 

 

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Edición Impresa del Domingo, 26 de Enero de 2020

Páginas 2 y 3

www.abc.com.py

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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