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BLAS BRÍTEZ

  ALIENACIÓN CORPORATIVA Y REBELIÓN EN SEVERANCE - Por BLAS BRÍTEZ - Viernes, 17 de Febrero de 2023


ALIENACIÓN CORPORATIVA Y REBELIÓN EN SEVERANCE - Por BLAS BRÍTEZ - Viernes, 17 de Febrero de 2023

ALIENACIÓN CORPORATIVA Y REBELIÓN EN SEVERANCE

 

Por BLAS BRÍTEZ

 

bbritez@uhora.com.py

Severance (Apple, 2022) es una serie sobre, otra vez, la identidad. Es el viejo tema de Alfred Hitchcock, una obsesión norteamericana (y mundial) desde entonces, al menos en el cine y la televisión.

Pero, oh sorpresa, este show –cuyo primer plano nos muestra a una mujer que hitchcockianamente se despierta tendida sobre la mesa de una sala de reuniones, solamente “acompañada” por una voz que emerge de un speaker y que la conmina a despertarse–, esta serie, digo, se desarrolla en el mundo de los trabajadores. Esta es una novedad, de entrada, agradecida ante tanto cine y televisión norteamericanos de, sobre y para ricos. Una novedad que está en el momento fundacional del lenguaje audiovisual moderno, hay que decirlo: Metrópolis (1927).

Estos empleados de una gran empresa de megadatos se separan voluntariamente de su yo, mediante una intervención e implante quirúrgicos. Es decir, literalmente se alienan en el sentido más marxiano posible: se extrañan, se olvidan de sí mismos en pos de un trabajo monótono y esclavo, a pesar de las sesiones de alegría obligatoria que ofrece cierto departamento, pero solo durante las ocho horas laborales de rigor. El resto del tiempo, se reintegran al mundo real, fuera de la Corporación, al cruzar la puerta del ascensor. Resumiendo: los empleados son unos mientras trabajan, otros cuando no están en la empresa: no saben, por supuesto, los unos de los otros fuera de ella.

Salen sin memoria de lo que han hecho durante las ocho horas laborales. Por eso son el autoinfligido olvido de las miserias históricas del trabajo, también. Porque el yo de los personajes subordinados de Severance es un yo escindido: el sufrimiento laboral queda escépticamente del otro lado del yo doméstico o público, eso es lo que el empleado busca, precisamente, escindirse como el personaje central de Adams Scott, quien arrastra el sufrimiento de la muerte de su esposa. Por supuesto, esto no significa que el yo que ofrece sus ocho horas diarias a la Corporación no sufra. Todo lo contrario. Ese yo rápidamente se convierte en un nosotros que ha comprendido –como en Platón, como en Matrix– la doblez ideológica de la realidad ante la que, sin leer a Marx, los personajes se rebelan relacionando la vida individual con la colectiva, aunque no sean más que cuatro los conjurados.

Los restantes son John Turturro, como el empleado fiel y ejemplar; Zach Cherry, como el productivo nerd ciertamente insatisfecho pero correcto, y, sobre todo, Britt Lower, como la que enciende la llama de la rebelión contra la Corporación y, (otro hallazgo de la serie) contra ellos mismos: el yo laboral debe buscar la manera de “despertar” a su no menos rutinario yo doméstico, obviamente ignorante de lo que sucede en el lugar de trabajo y plácidamente presumido de su alienación. El Némesis de todos ellos es Patricia Arquette, una directora que se reparte con naturalidad entre la disuasión amenazante de una dictadora y la moralidad mística de una santa.

De entre los actores, son Turturro y Arquette quienes sobresalen con nitidez. No recuerdo haberlo visto nunca a él tan eminente como en Severance (excepto quizá en Barton Fink, 1990). Su personaje, en su versión doméstica, pinta cuadros solo con matices del negro, al son de la avalancha de Ace of spades, de Motorhead, virilmente con el trémulo pincel; antes, en el trabajo, es un envarado hombre que mide su veteranía mediante el tamaño de su sumisión, mientras descubre su sexualidad gracias al personaje de Christopher Walken, un restaurador de cuadros que rememora la historia de la empresa, director de toda una misteriosa sección corporativa. Como en la película de los Coen, Turturro extrae aquí su esencia de la naturaleza dúplice, desconfiada, paranoica de su personaje.

Arquette, finalmente, es una especie de virginal deidad rubia que, al parecer, no pudo ser madre y, como directora de la Corporación, tiene un sentido de la maternidad basado en el premio y el castigo.

Aceitado guion, fotografía algo surrealista, lúcido casting: vale la pena


 

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Viernes, 17 de Febrero de 2023

www.ultimahora.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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