PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
MARTÍN VENIALGO

  EL BOSQUE DE ROSAS AMARILLAS - Cuento de MARTÍN VENIALGO


EL BOSQUE DE ROSAS AMARILLAS - Cuento de MARTÍN VENIALGO

EL BOSQUE DE ROSAS AMARILLAS

Cuento de MARTÍN VENIALGO

 


Era la siete de la tarde del séptimo día del mes de julio en aquel lugar de Louisiana; en medio de una tormenta nunca vista que presagiaba eventos sobrenaturales. El veterinario beodo Jim Talker, quien hacía circunstancialmente de partera, extrajo con mucho esfuerzo el cuerpo de aquel bebé de la vagina. Con expresión de asco se dirigió hacia el padre de aquel esperpento:

-Doctor Wilkinson, podríamos decir que es un ser humano solamente si no emite ladridos.

El doctor Wilkinson, aquella celebridad de la sociedad neoyorquina, vio con espanto aquella criatura; mientras su mujer parturienta gemía de dolor, un cuerpo deforme hería su vista, el dedo meñique derecho estaba soldado al siguiente, ¿la marca del Diablo? Wilkinson se dirigió a Talker pero éste estaba desvanecido en un costado.

-¡Talker, Talker!, despierte, por favor, tenemos que hacer algo con esta escoria.

Aquel notable cardiocirujano neoyorquino comprendió que Talker estaba muerto, la vida de aquel bebedor consuetudinario había llegado a su fin, se podría decir que muchos perros y gatos del lugar festejarían ese deceso. Wilkinson levantó a su esposa Deborah y con esfuerzo en medio de la tormenta la condujo al Rolls Royce Phantom. Una vez depositada allí, volvió y envolvió al bebé con gasas para perros y lo tiró en el asiento posterior del auto y partió raudamente.

-Jeff -dijo Deborah-, tenemos que deshacernos de ese monstruo, no podemos volver a Nueva York con él; algo maligno ocurrió con este parto prematuro.

Jeff Wilkinson conducía en medio del temporal y maldecía el momento que accedió a la tilinguería de su mujer de ir a Louisiana a ver plantas exóticas, lo tomó como un antojo de una embarazada; en medio de ese viaje, en el séptimo mes de embarazo, nace ese hijo presuroso.

-No veo nada por la tormenta, Deborah; allí hay un camino a la izquierda, vamos a entrar a ver si hay alguna salida a la autopista.

El Rolls iba atravesando la tormenta a velocidad reducida, de pronto la tormenta desapareció y se encontraron en medio de un bosque con rosas amarillas. Wilkinson apretó el acelerador y dejó atrás el rosedal, a un kilometro divisó un monasterio y se acercó despaciosamente. Vio unas rejas forjadas donde se leía Convento de las Hermanas Trinitarias; pese a la oscuridad reinante, se percató que no había nadie.

-Vamos a dejarlo aquí, Deborah, no se divisa a nadie en las inmediaciones, aquí lo van a cuidar si vive.

-Haz lo que quieras, Jeff, ¡pero hazlo rápido!

El doctor Wilkinson, el más notable cardiocirujano de Nueva York, llevó el cuerpo sanguinolento de aquella criatura y lo depositó enfrente de la verja; aún respiraba dificultosamente, miró alrededor suyo y se sintió seguro, nada ni nadie oteaba en el horizonte. Subió al Rolls y partió raudamente, pero en lo alto de un roble, un halcón sumerio, con su cuello de tonalidad roja, marca que delataba su divinidad, observaba imperturbable.

A la mañana, Jimmy Giffords, el jardinero del monasterio, recogió el bulto y corrió al despacho de la Madre Superiora:

-¡Sor Maggie, parece un bebé!

Con una tijera fueron cortando las gasas, frente a ellos se presentó una criatura desagradable, con algún signo de vida.

-Tiene muchas deformaciones, pero aún vive. Jimmy, vamos al hospital para ver si lo podemos salvar.

El médico de guardia de aquel hospital del suburbio de Nueva Orleans depositó su humanidad en el sillón desvencijado, abrió su petaca de whisky e hizo un fondo blanco. Con el brebaje chisporroteando en su cuerpo se dirigió a la Hermana Maggie:

-Es una cosa horrible, viene jorobado, tiene deformaciones y los dos últimos dedos de la mano derecha están soldados; seguramente es un enviado del Diablo.

-Doctor, solamente contésteme una cosa, esa criatura, ¿va a vivir?

El médico extrajo un cigarrillo de marihuana, en una actitud penada por la ley pero no por las costumbres de aquel estado sureño, dando una larga bocanada.

-Sí, va a vivir, yerba mala nunca muere, dicen, pero tenga cuidado, nació en el séptimo día del séptimo mes, el día en que las brujas son más prolíficas.

-Me tiene sin temor, nuestro convento está en la zona de la mayor bruja de Louisiana, estamos inmunizadas contra los hechizos, así que me llevaré a la criatura, después de todo, es también una criatura enviada por Dios, y si quiere vivir, la ayudaremos a vivir.

La Hermana Maggie se presentó al juzgado con la criatura; provisoriamente fue inscripto como Thomas Hopper y se le dio la custodia hasta que alguien reclamara su paternidad, para ello se dio vista a la sección de niños perdidos de los Estados Unidos. En su ficha figuraba que había nacido en el séptimo día del séptimo mes, día en que las brujas eran más prolíficas, según la creencia generalizada de aquel estado sureño.


..aquel manzano ya no floreció,

y fue tal vez, por su vejez,

por eso mi alma se entristeció,

al ver que se marchitó...


Thomas Hopper llevaba la voz cantante del villancico a ritmo de góspel mientras las Hermanas Trinitarias acompañaban con batir de palmas; pese a ser de raza blanca, su voz retumbaba como los de raza negra, en uno de los ventanales, el halcón sumerio observaba imperturbable.

-¡Feliz cumpleaños, Tom!, ¡quince años, quién diría!

El abrazo de Sor Maggie y las demás Hermanas casi lo asfixia en aquel séptimo día de aquel séptimo mes, después de todo, quince años no es poca cosa.

-¡Y además el mejor cantante de góspel que haya pasado por aquí!

Tom no pudo contener unas lágrimas por aquella muestra de alegría. Después de soplar las quince velitas de la torta de cumpleaños, tomó una porción y fue hacia el jardín a invitar a Jimmy Giffords.

-En esta época del año, hay que tener mucho cuidado con estos geranios, no les debe faltar luz solar -dijo Jimmy

Jimmy y Tom se sentaron en el césped, frente a ellos estaba la lápida de Henry Magic Robson. El halcón sumerio hizo un vuelo rasante y se posó en ella.

-Jimmy, ¿cómo tocaba la guitarra y la armónica Henry Magic Robson?

-Fue lo mejor que escuché en mi vida; según los viejos pobladores, solamente se lo comparaba con Robert Johnson, y eso que cuando llegó aquí estaba completamente destruido por la bebida y las drogas.

-¿Estuviste el día que llegó al convento?

-Sí, fue justamente un año antes de tu nacimiento. Era una tardecita, no podía tenerse en pie, no tenia dónde ir, las hermanas lo hospedaron en una pieza del fondo.

-Que historia más triste.

-Este halcón vino con él y nunca más se fue, es un ave rarísima; nadie vio esta especie en Louisiana, y además, te cuento un secreto.

Jimmy probó un bocado de torta, el manjar deleitó al jardinero que continuó.

-Cuentan que Melvina, la bruja mayor de Louisiana, que mora aquí cerca, en el bosque de rosas amarillas, le hizo un hechizo a Magic Robson, que lo convirtió en el mejor blusero sureño y le entregó este halcón como custodia. Luego de eso, Magic se convirtió en el mejor ejecutante de guitarra y armónica, daba conciertos por todos los pueblos del estado, nunca se quedaba más de un día en el mismo lugar, es como si sintiera la necesidad de divulgar su talento por toda la región.

Por un instante, un colibrí se detuvo a libar los geranios, tras lo cual partió raudamente.

-La bebida y los estupefacientes fueron haciendo mella en su humanidad, las Hermanas Trinitarias tuvieron que esconder hasta el alcohol de quemar porque él se lo tomaba. El día de su muerte, vino una tormenta nunca vista, es como si toda Louisiana lloraba la ida de su hijo pródigo, ese mismo día, te encontré en la verja del convento.

Un silencio profundo reinó en el ambiente, luego Tom preguntó:

-¿Dónde están la guitarra y la armónica de Magic?

-La tiene guardada Sor Maggie. Es una Gibson Les Paul con un pequeño amplificador de pie y una armónica diatónica Hohner con su sujetador para colgarla del cuello.

Aquella noche, antes de acostarse, Tom fue al despacho de Sor Maggie, quien estaba terminando de ordenar sus papeles. Tocó la puerta y pidió permiso para pasar.

-Sor Maggie, quería pedirle un deseo por el día dé mi cumpleaños.

-A ver, Tom. ¿Qué deseo te tiene tan ansioso?

-Quisiera ver la guitarra y la armónica de Magic Robson.

Aquella Hermana Trinitaria, que también había nacido en esa región de mitos y leyendas, miró impávida a aquel muchacho, levemente jorobado, con algunas otras deformaciones en su rostro y sus manos, sintió dentro suyo que aquello no era casual. Tomó unas llaves y se dirigieron por un largo corredor de aquel convento construido por los franceses, al llegar a una puerta tallada de Alstonia la abrió con varias vueltas de llave y se dirigió a un mueble empotrado. A través de sus cristales relucían la guitarra y la armónica.

-Sujétala, Tom, fíjate si no te es muy pesada.

Aquellas manos imperfectas de Tom iban acariciando aquella guitarra perfecta de caoba, se podía distinguir las vetas de la madera.

-Sor Maggie, nunca sentí algo tan sublime, es como si esta guitarra transmitiera esperanzas.

Sor Maggie sonrió, extendió sus manos y bajó la armónica.

-Esta es la armónica diatónica Hohner de diez celdas, las que usan los bluseros, muchos dicen que en esta armónica, está encerrada el alma de Louisiana.

La armónica destellaba alegría, finalmente la Hermana tomó el sombrero de paño negro y ala corta.

-A todo buen blusero le puede faltar la comida, la bebida o el tabaco, pero nunca su sombrero, es como una insignia.

-Hermana Maggie, la persona que está en esa fotografía, ¿es Magic Robson?

La instantánea ocre mostraba a una persona delgada de raza negra con su guitarra, armónica y sombrero negro.

-Sí, lo tenía entre sus pertenencias, es la única fotografía que se le conoce.

-¿Por qué hay una sola fotografía de una persona tan popular?

-Dicen que por el hechizo que tenía, ninguna fotografía pasaba el revelado, pero eso, Tom, es simplemente una leyenda, ¿no crees?

-¿Puedo probar de tocar mañana con estos instrumentos en la clase de música de Sor Patricia?

La risa de la hermana Maggie retumbó en la habitación, mirándolo a los ojos le dijo:

-Tom, estos instrumentos trataron de ejecutarlos varios profesores de música, sonaban como novatos. Magic Robson tocaba de una forma tan especial que cada tono seguía el tenor de su voz, daba la sensación que estos instrumentos solamente respondían a él, y además, solamente hay cinco canciones grabadas por él, es todo un gran misterio.

La armónica daba destellos de luz, eso animó a Tom.

-Sor Maggie, si mañana yo pudiese dar algunos acordes, eso me sumaria muchos puntos en mi calificación con Sor Patricia.

La Hermana Maggie quedó pensativa, su intuición le decía que había algo sobrenatural en aquel pedido, ¿un acertijo de Dios, tal vez? Dio unas vueltas por la habitación en un silencio que pareció una eternidad.

-Mira, Tom, te daré permiso para que toques mañana, solamente como regalo de cumpleaños, pero no te desanimes en tus clases de guitarra española si no puedes ejecutar correctamente estos instrumentos.

Esa noche Tom, arrodillado frente a su cama, pidió que en la mañana siguiente tuviese la habilidad suficiente de tocar aquellos instrumentos; en su ventana, se posó el halcón sumerio.

-A ver, Tom, ¿con qué nos vas a sorprender?

-Es una canción con la que soñé anoche, Sor Patricia; debe ser porque siempre la tararea Jimmy cuando limpia el jardín, espero que me salga parecido.

La Hermana Patricia y unas novicias presentes se hacían señas cómplices y aguantaban la risa. Era dantesco ver aquel muchacho encorvado con los instrumentos de Magic Robson, Tom conectó la Gibson al diminuto amplificador y entonó:


Ella se llevó a Katy

y me dejó una mula para cabalgar

vi el humo de la locomotora ondear

y a mí dos amores partir

te juro, nena, que siempre te esperaré

ella se llevó a Katy

y me dejó una mula para cabalgar...


El legendario blues de Taj Mahal retumbaba como un sismo. El éter se llenó de chispa y las Hermanas Trinitarias miraban absortas aquella exhibición. Jimmy Giffords corrió desde el jardín y casi se estrella contra una columna por su apresuramiento. La sintonía entre la guitarra y la armónica era perfecta.

-¡Tom, así tocaba Magic Robson, no puedo creer esto!

Por un instante hubo un silencio sepulcral, la Hermana Maggie entró agitada.

-¿Cómo hiciste para tocar así?, ¡nadie ha podido tocar como él!

-Simplemente toqué, Hermana Maggie. Sentí que era lo más fácil del mundo, es como si los instrumentos me guiaran.

A partir de ese momento, Tom ejecutaba todas las tardes mientras los pobladores del lugar se concentraban frente a las rejas a escuchar las melodías bluseras. Luego de dos años, una mañana Tom se presentó en el despacho de la Hermana Maggie. Tenía puesta una mochila, su sombrero de paño negro y los instrumentos con él.

-Sor Maggie, le comunico que voy a retirarme del convento por un tiempo y quería pedirle permiso para llevar conmigo los instrumentos mientras dure mi viaje.

La Hermana Maggie comprendió que había llegado el momento esperado, la partida de aquel blusero. Se levantó de su asiento y le dijo:

-Te cuento una cosa, Tom, mi padre era pianista en la banda de Albert King, una vez se fue de gira con él y nunca más volvió a casa, espero que eso no suceda contigo.

-Algún día volveré, Hermana, ahora tengo que llevar la música de esta región a la gente y encontrar a mis padres.

La Hermana abrió un cajón de su escritorio y sacó unos dólares.

-Toma estos dólares, Tom, los necesitarás allá afuera y los instrumentos consérvalos como si fuesen la cosa más preciada, son una reliquia de Louisiana.

-Tomaré todo esto como un préstamo a devolver a mi vuelta y una cosa más, Hermana, todo blusero debe llevar un apodo, el mío será Boogie.

Dicho esto, el halcón sumerio se posó en el hombro de Tom, este dio media vuelta y emprendió la retirada, en los pasillos fue despidiéndose de las otras Hermanas; finalmente Jimmy Giffords le abrió la verja de aquel convento. El halcón sumerio inició un vuelo rumbo al bosque de rosas amarillas.

-En la antigua Sumeria, cuando alguien tenía algún don, los sacerdotes les ponían de custodia un halcón. Éste era inmortal y llevaba para siempre ese don para seguir transmitiéndolo en el tiempo.

Thomas Boogie Hopper miraba con asombro la figura de la bruja Melvina; tenía la belleza y frescura de las sacerdotisas egipcias.

-El halcón me ha guiado hasta aquí, supongo que por algo.

-Sabia que vendrías hoy, porque quieres despejar muchas dudas.

-Quiero encontrar a mis padres, quiero saber quién soy.

-Hay una gran ciudad al este, una ciudad cosmopolita que representa los claros y oscuros de esta nación, en ella hay una gran mansión de piedras terracotas. En su frente, inscripta en una mayólica portuguesa está la letra W; allí están tus padres.

-¿Qué ciudad es, Melvina?

La bruja se encaminó hacia él, de cerca su belleza se acrecentaba.

-Solamente llegarás a ella si tu espíritu está en calma. El halcón sumerio será tu guía, él sabrá el momento exacto en que tu corazón esté en calma absoluta.

Melvina se tomó un respiro y continuó.

-Si logras todos tus propósitos, algún día volverás a tu región. Para ese entonces, yo ya no estaré, el destino me dará otra misión.

Tom estaba fascinado por la escena, acarició la funda de su guitarra.

-Boogie, tienes que comenzar tu camino. Al salir del bosque de rosas amarillas, comienza el bosque de la locura, donde la gente se pierde y deambula eternamente; hay un sendero de muérdagos que es la única salida, es imperceptible a los ojos humanos pero no a la vista del halcón.

El vuelo del halcón iba marcando el sendero; al rato, el verde de aquel bosque se convirtió en un maizal extenso, miles de abejas y coliflores vagaban por los maíces floridos. Boogie se desplazaba por un liño y sus pies iban machacando las chalas, al terminar el liño, una vieja parada de trenes se presentó ante él; tomó asiento en un banco y a lo lejos sintió el pitido de una locomotora.

El tren carguero paró en aquella vieja estación. Boogie recorrió el andén; en el último vagón flameaba una bandera texana, de allí emergió una figura longuínea que terminaba en un sombrero Stetson.

-Muchacho, ¿para dónde vas?

-Vamos para el este, somos dos, el halcón y yo.

-Nunca vi un halcón de estas características, ven, sube, porque el tren sigue su marcha.

El vagón llevaba equinos y bovinos, el color alazán de sus siluetas alegraba la vista.

-Sabes, muchacho, todos los trenes paran en esta estación antigua porque en ella dio su primer discurso Huey Long cuando inició su campaña a Gobernador de este estado, luego fue asesinado cuando era senador y se encaminaba a la Presidencia de los Estados Unidos, pero déjame presentarme, soy Harold Kid Adamson, de Kingsville, Texas y no me preguntes mi edad porque ni yo me acuerdo, jajajaja.

-Soy Thomas Boogie Hopper y soy de la región.

-Ok, mientras voy asando esta pata de cordero Corriedale cuéntame para dónde vas.

-Voy a alguna ciudad grande de la costa este, voy a probar suerte como artista.

-Entonces te conviene bajar en Bethel, de allí a Nueva York hay un paso, porque este tren sigue hasta el norte.

-Qué hermosos son las vacas y los caballos que van aquí, ¿de donde son?

-Pertenecen al King Ranch, en ese rancho nací y toda mi vida trabajé para ellos, voy cuidando estos animales hasta una feria ganadera; seguro vamos a arrasar con todos los premios y de paso te cuento una historia.

Kid Adamson iba dorando la pata de cordero mientras hablaba.

-¿Ves las gibas de las vacas?, es porque tienen sangre cebú de la India. Mi patrón, Robert Kleberg, trajo los primeros animales de allá para cruzarlos con la hacienda del rancho. Cuando estuvo en la India le sorprendió que los cebúes dormían en círculo y en el medio de ellos dormían los terneros, era para cuidarlos de los ataques de los tigres de Bengala.

-Qué interesante, Kid, dime. ¿Cómo hicieron para que el pelaje de los caballos y las vacas sean similares?

-Ya te responderé eso, ahora vamos a tomar un café texano, que siempre debe estar cargado con una pizca de whisky, si no es así, no es genuino.

Mientras tomaban el espléndido café, la pata de cordero iba adquiriendo la tonalidad deseada.

-Mi patrón fue cruzando los caballos Mustang y Pintos que pertenecieron a los indios de Texas, de estos logró la resistencia y la velocidad y luego con los caballos ingleses consiguió la pigmentación, finalmente los denominó cuartos de milla; a ver, muchacho, esta pata ya está lista, vamos a darle un corte para probar.

Kid agarró con la mano izquierda la pata y con la derecha su cuchillo texano e hizo un corte, se lo llevó a la boca y dio signos de aprobación.

-Prueba un corte, Tom, esto es un manjar.

Kid Adamson puso el cuchillo en la mano derecha de Tom, le ayudó a cerrar los dedos soldados y éste dio un corte a la pata de cordero, lo llevó a la boca y sintió el sabor sublime del asado.

-En cuanto a las vacas, el cruzamiento de los cebúes y los Shorthorn les dio este volumen y pigmentación, les bautizó con el nombre de Santa Gertrudis.

La conversación iba discurriendo con la marcha del tren.

-Debe ser hermoso vivir en un rancho lleno de caballos y vacas de este pelaje.

-Te contaré mi primera salida como cuidador de estos caballos, fue siendo muy joven. El viejo Robert Kleberg aceptó el desafío de una carrera en Encino, allí había un caballo árabe de nombre Aura, el mejor árabe que haya pisado Texas. Cuando llegamos, todo el pueblo estaba en la pista para ver la carrera, nosotros habíamos llevado a Oscuro, el mejor cuarto de milla de carrera del King Ranch.

Adamson dio otra mordida al asado y continuó.

-Todo el pueblo de Encino quería jugar a las patas de Aura, entonces Kleberg dio orden a sus contadores que tomaron todas las apuestas que quisiera hacer la gente contra Oscuro. La toma de las apuestas duró como dos horas, luego de lo cual, los caballos se instalaron en la línea de largada, créeme Tom, mis pies temblaban de la emoción, todo el pueblo de Encino había apostado contra nosotros.

-¡No puede ser! ¿Y qué sucedió?

-Al largar la carrera, la silueta de los caballos no se distinguía por la velocidad que llevaban, solamente se percibían dos estelas y atrás la polvareda.

-¿Dos estelas?

-Así es, pero a la llegada la estela alazán de Oscuro cruzó el disco superando a la estela blanca de Aura, la desazón de la gente era inmensa, muchos lloraban por la pérdida de aquella carrera que no estaba en los cálculos de nadie; viendo eso, Kleberg tomó el micrófono y frente al alcalde de Encino llamó a sus contadores y les consultó a cuánto ascendía la apuesta que había ganado.

-Exactamente son dos millones quinientos ochenta mil dólares, señor Kleberg.

Con la cifra en la mano, Kleberg se dirigió al alcalde de Encino.

-Despéjeme una duda, señor Alcalde, soy un poco lento para los números, ¿cuánto whisky se puede tomar con dos millones quinientos ochenta mil dólares?

-Creo, señor Kleberg, que con esa cifra se puede comprar la destilería Seagram.

-Entonces señor Alcalde, voy a girar este dinero ganado por mi a la destilería Seagram, con la orden que manden whisky a Encino hasta cancelar la cuenta. Aunque esto dure años, no quiero que ningún habitante de Encino quede sin brindar conmigo, porque hoy no he ganado una carrera, hoy he ganado la amistad de todo el pueblo de Encino.

-La ovación fue majestuosa, Tom, todo el pueblo de Encino bebió whisky gratis por años.

Tom estaba absorto, no podía creer lo que había escuchado. -¡Es maravilloso! ¿Sucedió realmente así?

-Así fue, Tom, por eso y muchas cosas más, Robert Kleberg es una leyenda en Texas.

La noche caía en aquel furgón, Kid Adamson sacó una armónica de su bolsillo y le dijo a Tom.

-Veremos qué tan buen músico eres, vamos a tocar un tema country.

Tom extrajo su armónica y el sonido al unísono parecía el de toda una orquesta, finalmente Adamson entonó con su acento característico


Oh Susana, no llores más por mí

viajaré desde Alabama con mi banjo para ti

en la noche tuve un sueño

en el catre en que dormía

vi a Susana en la montaña

en su eterna fantasía.


La noche caía en aquel furgón, el halcón sumerio observaba posado sobre el lomo de un Santa Gertrudis; afuera, la bandera texana flameaba al viento.

-Despierta, Boogie, ya llegamos a Bethel.

Tom se despabiló, a través de la mirilla divisó la estación de Bethel.

-Antes de bajar, toma este cocido texano con panceta, todo buen blusero debe tener el estómago lleno para iniciar su travesía.

Tom desayunó a las disparadas, antes de bajar Adamson tomó un poncho texano y se lo entregó.

-Boogie, esto te ayudará con el frío de Nueva York. Es el tipo de poncho que usaba Steve Roy Vaughan en sus presentaciones.

Al bajar al andén, Tom se dirigió a Adamson.

-Dime, Kid, ¿cómo hago para contactar contigo?

-Es muy fácil, en cualquier tren que transite por esta nación, donde veas una bandera texana flamear, allí estaré yo.

-Una cosa más, Kid, ¿todo lo que me contaste sucedió verdaderamente así?

Una sonrisa surcó el rostro ajado de aquel texano de edad incalculable.

-Si no fue así, merecería que haya sido así, no hay cosa más sublime de que la realidad se mezcle con la fantasía.

El largo pitido del tren anunciaba su partida, Harold Kid Adamson tomó su Stetson y lo balanceó a modo de despedida, su figura fue desapareciendo con la ida del tren. El halcón inició su vuelo marcando la trayectoria de la nueva travesía.


...me llaman como el viento

porque soplo por los caminos

me llaman como la brisa porque

deambulo por los senderos...


Una hilera de plátanos encerraba un boulevard de aquella Bethel campesina. Al final de dicho boulevard una gasolinera daba refugio a los camioneros. Boogie se acercó a un grupo de ellos que estaban tomando unas Miller negras.

-Buen día, ¿por casualidad alguno de ustedes va para Nueva York?

Aquellos camioneros se quedaron estupefactos frente a esa figura encorvada con un halcón en el hombro. Uno de ellos reaccionó y le consultó

-Dime, ¿de dónde vienes?

-Soy de Louisiana y sigo viaje a Nueva York.

Sin saber qué responder aquellos camioneros se miraron entre sí. Finalmente uno de nombre Jeff le dijo.

-Veo que andas con guitarra y armónica, ¿puedes ejecutar algo?

Boogie desenfundó la guitarra y la enchufó a su amplificador de pie. Sus dedos defectuosos iniciaron los acordes de Star Splanged Banner. La melodía pareció llegar hasta el último rincón de Bethel; la gente que estaba dentro del comedor de la gasolinera salió presurosa a ver quién era el ejecutante, no podían salir de su asombro. Al terminar la melodía, un veterano lugareño se dirigió a los gritos.

-¡No puede ser!, el único que tocó de esa manera el himno americano fue Jimi Hendrix, yo lo vi aquí en el festival de Woodstock.

Jeff Greenberg se acercó a Boogie agitado.

-¡Es cierto!, no me canso de ver esa parte en la película. Creí que era imposible que otra persona pudiese tocar de la misma forma.

La algarabía era general, finalmente Jeff lo invitó con una Miller negra; Boogie dio un sorbo que lo reconfortó, luego se presentó a toda la gente, compuesto mayoritariamente por granjeros y camioneros.

-Soy Thomas Boogie Hopper y este es mi halcón, que es inofensivo.

La gente aplaudió como si estuviese frente a una estrella de rock.

Jeff Babyface Greenberg se presentó y le dijo:

-Voy para Nueva York, si quieres puedo llevarte.

Boogie subió al camión con el halcón. Al partir, Babyface hizo sonar la alarma, la gente reunida en la gasolinera los despidió con los pañuelos y sombreros al viento. El camión tomó la autopista 17 y se encaminó a La Gran Manzana.

-Sabes, Boogie, cuando joven yo quería ser una estrella de rock, tocaba en una banda del Brooklyn como baterista, quería ser como Keith Moon, pero ya sabes, no es fácil ser como Keith Moon.

-Claro, Keith fue el mejor hatero de la historia del rock.

-Así que no tuve futuro y tenía que comer. Nunca fui bueno para el estudio y empecé a manejar camiones, al día de hoy te cuento que conozco todas las rutas de Estados Unidos.

-¿Anduviste por la Ruta 66?

-Por supuesto, fue uno de mis primeros viajes. Recuerdo que salí temprano de Chicago e iba parando en todos los lugares que aparecen en la canción, tardé una semana en llegar a Los Ángeles.

-Qué bueno, algún día voy a recorrerla íntegramente.

-Este es un trabajo duro, pero hay algunas gratificaciones; es más, te comento que este trabajo te lleva a conocer a todas las putas de Estados Unidos.

-¿Ah, sí?

-Sí, por ejemplo, la mejor mamadora es Betty Red Stanley de Albany, le dicen la Diosa del Felatio, ¡tiene una boca de terciopelo!

Mientras hablaba Jeff Babyface Greenberg iba acompañando con gestos sus afirmaciones.

-Y en cuanto a la media francesa, no hay como Allyson Storm Brown, de Tulsa, créeme Boogie, no puedes irte de este mundo sin cabalgar con Allyson. Dime Boogie, ¿ya tienes experiencia con mujeres?

-En verdad, Jeff, nunca he estado con una mujer, toda mi vida me la pasé en un convento; soy huérfano y recién ahora estoy conociendo el mundo.

-Entonces escúchame bien, esto es un consejo que te va a servir para toda la vida.

Jeff Babyface Greenberg adoptó una postura de rígido profesor de Harvard frente a un alumno.

-La mujer es un bicho que se mueve por instinto, tienes que agarrarla en el instante en que está con las defensas bajas, porque si no lo haces allí, nunca más tendrás posibilidades con ella, aunque la veas toda la vida, nunca más te va a dar posibilidad de montarla.

Boogie escuchaba absorto las afirmaciones de Jeff, éste seguía explicando sus aseveraciones.

-En ese momento tienes que poseerla, no importa el lugar ni el ambiente, aunque te estén mirando un millón de personas, tienes que actuar sin contemplaciones.

La conversación iba y venía sobre distintas situaciones; al rato se presentó frente a ellos una ciudad ocre; Nueva York estaba a la vista.

-Dime, Jeff, ¿qué sitio me recomendarías para hospedarme en Nueva York?, estoy con poco dinero.

-Si quieres ser artista, debes ir al Soho, el barrio bohemio. Te cuento que allí hay un lugar que no figura en ninguna guía, El Hotel de Corazones Solitarios donde solamente son admitidos los prodigios. Muchos dicen que solamente es una leyenda urbana, pero no pierdes nada en buscarlo.

-Suena raro, si no figura en ninguna guía, ¿cómo llegaré al lugar?

-Dice la leyenda que si eres bueno como artista, el camino te lleva solo al lugar, pero ya sabes, Nueva York está llena de leyendas urbanas.

El camión aparcó a la entrada del Soho. Boggie bajó y desde la acera se despidió de Babyface, éste le dio la última recomendación.

-Recuerda, Boogie, cuando se presente tu oportunidad con una mujer, actúa sin contemplaciones.

El halcón sumerio iba volando en dirección este, al final de una calle, esta se convirtió en un callejón. El color ocre de la ciudad se convirtió en multicolores; de pronto divisó un gran cartel con la leyenda Hotel de Corazones Solitarios, Boggie y el halcón entraron al lugar. Luego de recorrer interminables pasillos revestidos en nogal, se encontraron frente a una recepción donde una mujer morena como el ébano estaba apoyada; en su pecho se leía la identificación Laura Jojo Halley.

-Buenas noches, señora, soy Thomas Boggie Hopper de Louisiana y quería saber si hay habitación disponible.

La morena hizo una rápida inspección ocular, luego dijo:

-Sabes, Boogie, que para admitir a alguien en este hotel, esa persona debe demostrar alguna habilidad extraordinaria. ¿Cuál es la tuya?

-Doña Laura, yo pretendo ser un blusero, para eso vine a Nueva York.

-Te cuento una anécdota; cuando Bob Dylan vino por primera vez a esta ciudad entonó frente a mí su canción Blowing in the Wind. ¿Con qué puedes sorprenderme tú?

-Va a ser difícil igualar a Bob Dylan, trataré de que me salga algo que esté a la altura de las circunstancias.

Boogie desenfundó su guitarra; miró fijamente al halcón como buscando alguna inspiración. De pronto sus dedos deformes comenzaron a buscar las cuerdas de la Gibson.


...hola, Doña Laura, necesito un gran favor,

sabe lo que pasa, lo que pasa es que hoy,

ya no tengo, ya no tengo un dólar más,

sabe Doña Laura, necesito un gran favor,

en la próxima semana, pagaré con gran dolor,

no me eche, ¡déjeme la habitación!


El ancestral blues de Manal se iba expandiendo por aquel mágico hotel. Por un momento los colores se iban alternando en aquella recepción. Al terminar de ejecutarlo, Jojo dijo:

-¡Nunca escuché ese blues!, ¿tú lo compusiste?

-No es mío, simplemente lo habré escuchado alguna vez. Laura Jojo Halley le entregó una llave con el número 77; tal vez por el día y mes de nacimiento de Boogie. Con el halcón subió por las escaleras; al abrir la habitación encontró una cama y una mesa donde había una jarra de agua y un pan de cebada humeante. Boogie se dirigió a la ventana. Afuera mil idiomas y dialectos se escuchaban; en el horizonte unos relámpagos anunciaban una lluvia; el color ocre de la ciudad cambió a sepia.

Boggie se ubicaba todos los días en la estación de subterráneos del Greenwich Village. Allí tocaba para los transeúntes quienes iban dejando propinas en el sombrero. En las horas picos, una multitud se arremolinaba para escuchar a aquel muchacho misterioso que hacia fluir tonos maravillosos de su guitarra y su armónica. Cierta tarde, ejecutó I’m Go Home; el tema de Ten Years After parecía mover la estación. Al término la gente aplaudió a rabiar; entre la multitud se abrió paso una chica alta, pecosa, de anteojos y frenillos en la boca.

-¡Suena como Alvin Lee!, es increíble, pareciera que toda la banda estuviese tocando.

Acto seguido, la chiquilina se presentó.

-Soy Bonnie Popotitos Moronie y trabajo en la revista Rolling Stones. Vivo en el Village, por eso tomo el subte en esta estación.

Boggie hizo las presentaciones de rigor. El halcón revoloteó hacia el sombrero donde la gente depositaba las propinas.

-¿Y si tomamos un café y me contás tu historia? -comentó Popotitos.

Boogie y ella se dirigieron hasta un café de la estación que regenteaba la guatemalteca Dorys Chatita Pesoa. En el muro tenía puesta una frase en español:

HOY NO SE FÍA, MAÑANA SÍ

El café humeante nublaba los lentes de Popotitos, los frenillos relinchaban al rozar la taza de café.

-Todavía estoy en el High School, pero conseguí un puesto de ayudante de Sally Tall Springfield en Rolling Stones. Es la cronista más célebre del país en rock y blues; su programa de televisión, Long Tall Sally, es el de mayor rating.

Mientras conversaban, Boggie veía el incesante desfile de gente por la estación, mil promesas se desvanecían y mil juramentos se renovaban.

-¿Y qué podés contarme de vos, Boogie?

-Vengo de Louisiana, estoy buscando a mis padres y también viendo de salir adelante como músico.

-¿Dónde estás viviendo?

-En el Soho, en el Hotel de Corazones Solitarios, pero solamente a vos te lo comento porque la gente me tomaría por loco.

-El Hotel de Corazones Solitarios es una leyenda urbana. Se dice que grandes bluseros como B. B. King, Muddy Waters y John Lee Hooker estuvieron allí, pero no pasa de ser una fábula, no figura en ninguna guía de la ciudad.

-Por eso mismo es mejor no comentarlo, todos los días vengo al subterráneo porque esto es como una ciudad y permiten a los artistas interpretar sus temas libremente.

-Mira, Boogie, estamos preparando el concurso del Novato del Año, te puedo inscribir; no cualquiera entra en la preclasificación, nosotros como patrocinantes tenemos cupos.

-¿Cuándo es el certamen?

-Dentro de quince días, yo voy a hablar con mi jefa para inscribirte.

Sally Tall Springfield era una neozelandesa hija de campesinos ovejeros que un día llegó al puerto de Nueva York con sus alforjas cargadas de ilusión. Debido a su instinto maorí fue superando todos los obstáculos y se convirtió en el icono de la crítica musical de Estados Unidos; aquella tarde bajaba por la escalera mecánica del Village acompañada por su asistente Popotitos. Ya a lo lejos escuchó los riffs de la Gibson de Boogie interpretando Roll over Beethoven. Se acercó lentamente y se fue abriendo paso entre la multitud. Al estar frente a la figura de aquel extraño personaje, se dio cuenta que se encontraba frente a un talento. Luego de la ovación de la multitud, se dirigieron a la cafetería de Chatita Pesoa, ésta había colocado una nueva leyenda en español:

HOY NO SE ADMITEN BOLUDOS, MAÑANA SÍ

-El único que tocaba Roll over Beethoven de esa forma era Leslie West. La guitarra sonaba como el ronroneo de un gato. ¿Cómo podés imitarlo tan bien? -preguntó Sally.

-No lo imito, simplemente me sale así.

-Mirá, Boogie, veo que tocás como los verdaderos bluseros, los que escribieron la historia. Hoy está lleno de raperos mediocres que no se les cae una idea, ya lo principal no es la música sino todo el show businnes. Uno poniendo luces multicolores y mil estupideces pasa a ser un artista aunque no sepa ni cantar.

Sally Springfield pidió un whisky irlandés de máxima graduación y siguió hablando.

-Por eso hago el concurso del Novato del año, es para conseguir talentos. La gente de todo el país vota por sus candidatos, ese día tenemos más audiencia que el Dr. House.

-¿Y creés que puedo actuar?

-Si tocás como hoy, podés ganar. Es muy difícil encontrar algún talento musical hoy, todo lo que circula es basura, así que te esperamos, te voy a anotar en la lista.

Dicho esto, Sally Springfield hizo un fondo blanco y se despidió. Boogie y Popotitos se quedaron mirándose, los anteojos de ella parecían un calidoscopio.

-Debés tener confianza, vas a sacar patente de blusero.

Boogie la miró detenidamente, sus frenillos parecían una alambrada de púas.

-¿Querés conocer el Hotel de Corazones Solitarios?

-¿En serio? ¡Me encantaría!

Ambos fueron a buscar la guitarra y el sombrero con las propinas; el halcón sumerio se posó en el hombro y aquellos adolescentes iniciaron la caminata hacia el hotel. Sus pisadas iban dejando huellas en aquella Babel moderna. Al llegar al callejón los colores se iban multiplicando; entraron por los laberintos de caoba y al llegar a la recepción notaron la ausencia de doña Laura. Subieron las escaleras y entraron a la habitación setenta y siete. A través de los ventanales vieron el cielo cubrirse de nubes y relámpagos. Boogie miró el rostro de Popotitos y recordó las enseñanzas de Babyface Greenberg. Quitó suavemente las gafas y actuó sin contemplaciones, como deben actuar los hombres en situaciones como esa. Afuera comenzó una lluvia persistente. El color sepia de la ciudad cambió a una tonalidad cobriza.

Aquel miércoles todo Estados Unidos estaba prendido a la pantalla para ver el programa Long Tall Sally. En el convento, las Hermanas Trinitarias oraban para que Boogie gane la competencia. El programa comenzó con los distintos participantes queriendo hacer alguna acción extraordinaria, uno de ellos casi se desnuca queriendo imitar a Pete Townshend; salvado este inconveniente le tocó el turno a Boogie. Por un instante pareció que el tiempo se detuvo al ver aquel personaje deforme con indumentaria sureña y un halcón en el hombro; éste se dirigió a la audiencia.

-Hoy se tocarán mil canciones, todas ellas tendrán que ver con alguna vivencia, todas ellas son plegarias, todas ellas tienen encerradas algún tipo de amor.

Boogie miró a Bonnie Popotitos Moronie; sus gafas y sus frenillos relampagueaban en aquel estudio, sus dedos deformes comenzaron a tocar y de su boca surgió un blues.


...nuevamente el cielo, nuevamente el sol,

doblé en una esquina y apareciste tú,

con una golosina y me dijiste que,

tú me la regalabas, que era mía,

y en la propaganda, sonreías,

y era verdad, y era verdad,

nuevamente tú, nuevamente yo,

te vi esa sonrisa que como el sol brilló,

miraste entre la gente, también estaba yo,

miles de caramelos y tu rostro,

y yo que te quería, no sé cómo,

y era verdad, y era verdad...


La votación de la gente hecha a través de mensajes de texto dio una cifra nunca vista a favor de Boogie. Todo el mundo quería saber quién era aquel extraño personaje que tocaba con una habilidad prodigiosa. Sin embargo él no cambió su estilo de vida, siguió en el subterráneo y en el hotel. Su corazón iba teniendo la calma suficiente. Esa noche, desde su elegante mansión en Park Avenue, Deborah Wilkinson, viendo el programa, se percató que ese encuentro con su hijo, que la mortificaba por su actuación de mala madre, iba a ser ineludible.

Aquella tardecita en la pieza del hotel el halcón comenzó a revolotear en círculos, Boogie se levantó de su cama y lo siguió. El halcón se dirigió hacia Park Avenue; a mitad de dicha avenida, en medio de una jungla de rascacielos, se erigía una mansión de color terracota y en su frente había una mayólica portuguesa con la letra W. Boogie tocó el timbre y esperó pacientemente, un mayordomo chino lo recibió preguntándole qué quería, Boogie no le dio crédito, simplemente entró y se dirigió a las escaleras de aquella mansión; enmarcadas, Las Meninas jugueteaban displicentemente en la pared; Boogie pasó junto a ellas y se dirigió a la habitación principal, al entrar vio a su madre sentada en un sillón Luis XV. Su belleza era aun portentosa.

-Madre, he venido para que conozcas al hijo que repudiaste.

Deborah no hizo ningún movimiento, su corazón latía aceleradamente.

-No hay explicaciones para lo que hice, es una culpa que llevaré aún después de mi muerte.

El halcón sumerio se posó en una escultura de Rodin, su mirada era inquisidora.

—Te das cuenta, madre, del acto maligno que cometiste. Ni la bestia más despiadada que haya dado la naturaleza abandona a su cría, aún la más asesina pelea por su hijo.

-Entiendo hijo, sucede que ese día pasaron muchas cosas raras, ahora ya no tiene razón juzgarlas. Tu padre vivió toda la vida con esa carga, terminó pegándose un tiro y volándose los sesos; solamente te puedo decir que me arrepiento profundamente, esta sociedad materialista en la que vivo hizo que tomara esa mala actitud.

Boogie se preparó a salir de la habitación, consideraba que no había nada más que intercambiar con aquella mujer; el halcón empezó su vuelo de regreso, antes de retirarse él dijo una última cosa.

-En la sección de niños perdidos de los Estados Unidos está mi ficha, nunca nadie hizo el reclamo, espero que eso siga así en el futuro.

El blusero bajó las escaleras y se dirigió a la salida. En un salón Las Señoritas de Avignon deslumbraban con su desnudez. Al salir a la avenida, vio que el color cobrizo de la ciudad cambió a fucsia.

Pese a la popularidad y a las múltiples ofertas de trabajo, Boogie decidió volver a Louisiana; Popotitos lo acompañó, para eso presentó su renuncia a su jefa. Tomaron un tren en Pennsylvania Station y se dirigieron a New Orleans; al llegar a la estación, una multitud nunca vista en aquella región estaba esperándolos. Al bajar, Las Hermanas Trinitarias entonaron el villancico El cordero ha vuelto a su rebaño a ritmo de góspel. En dicha estación Boogie hizo entrega de la guitarra y la armónica a las Hermanas y se dirigieron al convento.

Finalmente Boogie y Popotitos decidieron vivir en el bosque de rosas amarillas. Reacondicionaron la casa que había dejado la bruja Melvina y el halcón sumerio pidió a sus Dioses que le quitaran el estigma de la inmortalidad, también él quería terminar sus días en esa región de mitos y leyendas; esa región que dio políticos como los hermanos Huey y Earl Long, músicos como Louis Armstrong y bluseros de la talla de Thomas Boogie Hopper, ese enigmático personaje nacido el séptimo día del séptimo mes, fecha en que, según la creencia mayoritaria de aquella región, las brujas eran más prolíficas.

 

 

ENLACE INTERNO AL DOCUMENTO FUENTE


(Hacer click sobre la imagen)

 

CUENTOS DE AQUÍ Y DE ALLÁ, 2014

Cuentos de MARTÍN VENIALGO

Arandurã Editorial.

Ilustración de tapa: RAQUE ROJAS PEÑA y GUSTAVO ANDINO.

Asunción – Paraguay.

Noviembre 2013 (356 páginas)



 

 

 

 

 

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA


(Hacer click sobre la imagen)







Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA