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EMILIANO GONZÁLEZ SAFSTRAND

  NUEVO ITINERARIO FILOSÓFICO, 2000 - Por EMILIANO GONZÁLEZ SAFSTRAND


NUEVO ITINERARIO FILOSÓFICO, 2000 - Por EMILIANO GONZÁLEZ SAFSTRAND

NUEVO ITINERARIO FILOSÓFICO

EMILIANO GONZÁLEZ SAFSTRAND

 

Intercontinental Editora

Diseño de tapa: Obra de VIVIANA MEZA

Asunción – Paraguay

2000 (348 páginas)

 

 

NUEVO ITINERARIO FILOSÓFICO

En palabras del autor, esta obra es el fruto de un trabajo que requirió una ardua investigación intelectual, que tiene un valor y una importancia relevante, pues en él se hace un planteamiento filosófico inédito en el que se consigue dar respuestas a las cuestiones filosóficas fundamentales con un enfoque que lo califica de revolucionario, de modo que la Filosofía tiene en este trabajo un instrumento idóneo del que servirse para seguir avanzando con pies firmes en las indagaciones que le son propias. No se trata de la exposición de ideas absolutamente originales, sino de una reinterpretación de los conceptos filosóficos descubiertos por el ser humano desde hace tiempo y hasta ahora, enlazándolos a la luz de la razón y de los últimos conocimientos científicos admitidos. Lo nuevo, lo realmente original, radica en esta interpretación  que constituye a la vez una labor de creación. En ese aspecto recalca el autor la sincera convicción de que la obra constituye una pieza que se erige como un hallazgo crucial dentro del camino que va recorriendo el humano espécimen, convicción que no atenta contra la modestia intelectual que todo ser humano está en la obligación de tener, ante la constatación de la inmensidad de su ignorancia.

 

 

 PRÓLOGO 

El objeto de la filosofía es la búsqueda de la verdad. Tal es también el objeto de la ciencia. Ambas nacieron siamesas, eran hermanas parteno-genéticas, por así decirlo, hasta que después se separaron por fuerza de las circunstancias, se diría que en virtud del proceso mismo de la evolución del conocimiento, herramienta que es utilizada por ambas en su cometido. Hoy a la filosofía se la considera más omniabarcante que la ciencia, ésta circunscribe su campo de aplicación a ramas específicas del conocimiento, mientras que aquélla se ocupa de todas ellas a la vez. Pero siguen caminando tomadas de la mano.

El surgimiento de la Filosofía tuvo lugar cuando el ser humano se planteó la siguiente pregunta: ¿Qué puedo conocer de verdadero por mis propios medios? Y esta otra: ¿Cómo puedo experimentarla verdad? Ambas preguntas son cruciales y la distinción entre ambas, desde el punto de vista conceptual, es fundamental. Pues conocer la verdad es una cosa y experimentar la verdad otra. Conocer es cometido del intelecto, y experimentar de los sentidos. Se pretende, a través de la filosofía, por un lado, saber la verdad y, por otro, ser la verdad.

Nos permitimos nosotros datar el inicio de esta disciplina, como cuerpo homogéneo estructurado, abocado a su cometido específico, a la labor desarrollada por Sócrates en Atenas, en el hemisferio occidental, y por Buda en la India, en el oriental.

Obviamente, ambos tuvieron sus predecesores. Los filósofos pre-socráticos planteáronse también las mismas preguntas y les dieron respuestas que tenían su fuente en intuiciones poderosas y penetrantes. Buda por su lado bebió su sabiduría de la fuente de los rishis o videntes de la India que antes que él plasmaron en diversos cuerpos de enseñanza las respuestas a estos interrogantes.

El hecho de que nosotros tomemos como punto de partida para el advenimiento de la disciplina filosófica la labor desarrollada por Sócrates y Buda se debe a que, a nuestro juicio, con ellos comenzó a perfilarse de una manera nítida y distinta el trabajo que compete realizar al filósofo: La investigación, por sus propios medios, de lo que es la verdad, tanto en el campo conceptual como en el experimental.

Mientras que Sócrates confesó no haber alcanzado plenamente su cometido, Buda sí dijo haberlo logrado. Ambos, por supuesto, decían la verdad, desde sus respectivos puntos de vista. El primero expresó su verdad con la conocida sentencia: sólo sé que no sé nada. Buda lo dijo en estos términos: Dentro de este mismísimo cuerpo de una braza de largo que contiene la mente y sus percepciones, doy a conocer el universo, su origen, su cesación y el camino que conduce a su cesación.

El método empleado por cada uno de ellos en la búsqueda de la verdad difiere uno de otro, en cuanto a la prevalencia que otorgaron al procedimiento intelectual y experimental respectivamente. Sócrates puso el énfasis sobre la especulación intelectual, en tanto que Buda lo hizo sobre la experiencia directa.

Ninguno de los dos dejó obra escrita. Las enseñanzas de Sócrates fueron recopiladas principalmente por Platón, en sus Diálogos. Las de Buda fueron inicialmente puestas en orden después de la muerte del mismo, en lo que se da en llamar el "Primer Concilio" o "asamblea de quinientos monjes y monjas" a través del denominado Tripitaka o Canon Budista, que al parecer en un comienzo fue trasmitido oralmente, pues los ejemplos más antiguos de escritura india que existen datan del siglo III antes de Cristo, ateniéndonos a los datos suministrados por los estudiosos.

Como yo lo entiendo, ciertamente Buda tuvo éxito en su cometido en la medida en que es posible tenerlo al ser humano mortal. Él llegó a saber la verdad y también a serlo. El conocimiento que él llegó a adquirir es realmente portentoso. No es que lo supiera todo, pero sí lo bastante o lo suficiente para todo ser humano nacido en este planeta, el cual puede tener la certeza de que ha de encontrar el sentido pleno a su vida de atenerse a las prescripciones por él impartidas en base a lo que aprendió en sus investigaciones. Como una muestra de que el énfasis de sus enseñanzas está puesto sobre la experiencia con prevalencia sobre la especulación intelectual, recalcó siempre que él sólo puede mostrar el camino para llegar a la verdad. Conforme lo había expresado a alguien que se interesó en sus enseñanzas: "No subo a nadie a cuestas para conducirle a la meta final. Nadie puede llevar a otro sobre sus hombros a la meta final. Lo máximo que se puede hacer es, con amor y compasión, decir: «Este es el camino y ésta la forma en la que yo lo he recorrido. Trabaja tú también, trabaja tú también y llegarás a la meta final». Pero cada persona tiene que andar por sí misma, tiene que dar todos los pasos por sí mismo. El que da un paso en el camino, está un paso más cerca de la meta. El que ha dado cien pasos, está cien pasos más cerca de la meta. El que ha dado todos los pasos, ha llegado a la meta final. El camino tienes que andarlo tú mismo" ("La Vippassana, El Arte de la Meditación Budista", de Willian Hart, Editorial Edaff S.A., 1994, pág. 42).

En cuanto a la especulación intelectual, no es que la desechara, o la considerara funesta ni perniciosa en sí misma, como suele creerse. Lo único que puso en claro de la manera más terminante es que la verdad debe saberla uno mismo, no tomarla como tal porque otros digan que tal es la verdad. En suma, lo dicho por otros en referencia a la verdad es insuficiente para conocerla. Es elocuente sobre este punto su admonición a los kalamas, un clan que vivía en el entorno de la ciudad de Kessaputta, en la India de su tiempo: "Sí, kalamas. Podéis muy bien dudar y vacilar ante la incertidumbre. Pero no os dejéis engañar por lo que otros digan, o por rumores, o por lo que está establecido en virtud de la autoridad de vuestras enseñanzas tradicionales. No os dejéis engañar por aquellos que son diestros en citar las escrituras, ni por lógica ni por inferencia, ni tras reflexionar sobre una mera opinión o teoría, ni movidos ciegamente por el respeto a un asceta o a unsacerdote. Sólo cuando lo sepáis por vosotros mismos: tales enseñanzas son buenas, no causan perjuicio, son aceptadas por los sabios, cuando se practican producen beneficios positivos y felicidad. Sólo entonces, kalamas, podéis aceptarlas y morar en ellas..." ( "El Budismo", de John Snelling, Editorial Edaf S.A. Madrid, pág. 20).

Nuestra percepción en referencia a este asunto es que la clave para que el Buda lograra su meta filosófica radica en que consiguió llegar a la distinción fundamental que es menester hacer cuando uno se coloca en el punto de vista conceptual del tema. Esa distinción puede ser enunciada con la siguiente sentencia: La Palabra no es la Cosa.

Las palabras representan a las cosas y, por ende, no son ellas mismas. Esto, que parece una perogrullada, es en verdad tremendamente difícil de asimilar. El hábito o, mejor, el condicionamiento del ser humano impuesto por el lenguaje del que está dotado, le hace ver la realidad fragmentada, le hace identificar el concepto con los objetos, a los que percibe separados unos de otros, sin advertir que éstos, tal como los ve, sólo están en la mente como en un banco de datos, la cual los ha clasificado y ordenado para tornarlos inteligibles a su razón. La existencia real de tales objetos es ajena a las palabras, y para que se vea con qué facilidad uno puede incurrir en el error por causa de ellas, basta observar que el mismo hecho de la existencia se debe sólo al surgimiento de esa palabra, antes de ello no existía, al menos en la forma imaginada por el humano espécimen o, para decirlo de otra manera, era inconcebible, impensable, inaprehensible, la existencia no existiría sin la palabra inventada para designarla, porque "la realidad real" que designa esa palabra escapa de las potencialidades del lenguaje humano hablado, siendo empero irresistible la tendencia a considerar la "existencia" como algo "real en sí misma". La "realidad en sí misma" es inaprehensible, es indefinible, está más allá de la existencia y la no existencia.

Para evitarla "trampa de las palabras", en consecuencia, es menester comprender claramente lo que son, por un lado, y aquello a lo que de-signan o representan, por el otro. Es necesario también comprender el sentido que tienen al ser empleadas, pues de lo contrario inducen a equívocos y confusiones.

Va de suyo que con esta somera explicación nadie va a entender fácilmente lo que se está expresando con ello. En eso precisamente consiste la necesidad de que cada cual llegue a la distinción predicha. Lo que y o digo no es la verdad o la realidad en sí misma, es sólo un enunciado que pretende corresponderse con esa realidad. En suma, la Palabra no es la Cosa. Como enseña el Buda, se requiere que uno camine por sí mismo el sendero de la investigación filosófica y llegue a la comprobación personal y directa de la verdad a través de la experiencia propia. En ese momento podrá él hacer enunciados que se correspondan con la verdad, independientemente de que los demás la vean de esa manera o no, puesto que las palabras que se empleen en ese enunciado no son la realidad en sí misma, sólo son su representación de acuerdo a la percepción de la realidad de quien haga el enunciado.

Sócrates por su parte no consiguió llegar a realizar esa distinción. Su especulación en el campo de las palabras medraba con ellas sin distinguir que la verdad del enunciado y la verdad real eran diversas. No s e piense que el esfuerzo intelectual de este padre de la filosofía fue vano. El condicionamiento impuéstole por su patrimonio genético y cultural le hacía ver y sentir que el Sócrates que creía ser coincidía en lo esencial con el nombre que le habían asignado que se refería a ese cuerpo "que contiene la mente y sus percepciones" con que se identificaba. La palabra para Sócrates, en un sentido general, era la cosa misma. Simplemente no pudo trascenderla. No consiguió saber la verdad, aunque se puede afirmar que con la mayor aproximación concebible llegó a serlo. De ahí su declaración de una integridad y probidad incomparables: Sólo sé que no sé nada.

Sócrates sabía muchísimo, en realidad. El hecho de saber que no sabía comportaba la llave maestra para acceder a infinidad de conocimientos, que ciertamente eran frutos de puras intuiciones, mas en modo alguno tales conocimientos son desdeñables. Sócrates había «adivinado", por decirlo así, que la práctica de la virtud confiere la sabiduría. Su vida entera estuvo dedicada a hacer hincapié en que el bien hacer conduciría al saber, tanto al saber hacer como al saber ser. Tal la razón por la que él, en particular, se impuso el deber de hacer bien lo que le competía, que entendió ser el enseñar a la gente a buscar la sabiduría. En ese menester su admonición primera y fundamental fue: Conócete a ti mismo. Intuyó él de la manera más clara que conociéndose a sí mismo los demás conocimientos vendrían, por decirlo así, por añadidura. Imbuido por completo de su papel actuaba como un tábano para los demás, instándoles a cumplir su rol de forma cabal, comprendiendo que en eso radicaba la felicidad y el bienestar para todos. Esta sabiduría compuesta de pura intuición no le habilitaba para atribuirse el apelativo de sabio, pues este epíteto implicaba infinitamente más de lo que él era capaz de conocer y entender. De ahí que, conforme a lo que se cuenta, cuando el oráculo de Delfos le endilgó el calificativo de el más sabio de los hombres, él pudo percatarse de que ello obedecía a que él sabía al menos que nada sabía, en contraposición a sus contemporáneos que no daban trazas de saber siquiera eso, pese a que frecuentemente alardeaban de saberlo todo.

Conócete a ti mismo: He ahí el punto de partida. ¿Quién o qué realmente soy yo?, diría Sócrates. Y he ahí la confusión entre la palabra y el ser en sí que no llegó a dilucidar Sócrates. El yo, la palabra yo, envolvía o encerraba en sus contornos, por decirlo así, a todo su ser. Yo soy Sócrates, es así como me percibo, aunque no llego a entender nítidamente cuánto abarca y hasta dónde va mi ser. Pero lo cierto es que esto que llamo y que llaman Sócrates soy realmente yo, así lo siento. Y no estaba equivocado en cierto sentido. Para decirlo claramente, de la manera sentida por él. Dios e entonces la identificación de la palabra con el ser en sí, mejor, la confusión entre ambos. No pudo Sócrates lograr la distinción imprescindible para conocer lo verdadero por sus propios medios, que es una de las metas de la filosofía. Sus intuiciones entretanto le permitieron experimentar la verdad de la manera más aproximada concebible.

Buda, por su lado, se percató de dicha esencial distinción. Llegó a ver claramente que el yo era sólo una palabra, un concepto creado por el lenguaje y el pensamiento humano. Independientemente del sentido que se le atribuyera, su discernimiento le permitió separar la palabra de lo que ella designaba, y de ahí infirió con absoluta claridad que todo "lo existente" en el universo en la "forma" percibida por el ser humano era también creación del lenguaje humano, que había asignado "nombres" a las cosas a los efectos de su inteligibilidad por la conciencia. No es que "las cosas" o "lo existente" no fuesen "reales", no es que se tratara sólo de palabras, sino, por el contrario, éstas le habían impuesto un "orden" de modo a poder ser entendidas. Le llevó ésto a determinar que el ser humano podía comprender la realidad desde dos puntos de vista o, en otros términos, en dos sentidos. O sea que podía sentirla y entenderla de dos maneras. En una de ellas, el ser humano veía a los seres separados unos de otros. Identificando su yo, o aquello a lo que designaba esa palabra, básicamente con su cuerpo, se colocaba a sí mismo aquí y a lo otro allá. A eso circunscribía la realidad. En la otra manera el ser humano podía percibir nítidamente que la realidad era una sola. Haciendo abstracción de las palabras que "separaban" a las cosas unas de otras, el ser humano podía "sentirse" todas ellas, identificarse con aquello que estaba más allá de las palabras, aquello que subyace debajo de ellas, en suma el en sí de las cosas. El ser de uno desde ese punto de vista radicaba en lo vasto, lo incondicionado, estaba en todas las cosas como su esencia misma. Ese punto de vista, en cuya virtud se ve que el mundo es uno y no muchos, es adquirido por el ser humano fundamentalmente por medio de la compasión que le permite a uno sentir exactamente lo que el otro siente, con lo cual se da cuenta de que la diferencia es creada solamente por la mente individual que circunscribe su visión a los intereses de su perímetro corporal.

Lograr dicha distinción no es cosa sencilla. Poder colocarse en el punto de vista de la unicidad de las cosas requiere un trabajo y una disciplina personal, pues el ser humano vive condicionado por impulsos atávicos y hábitos culturales de los que le resulta muy difícil sustraerse. Todo eso desde luego fue comprendido por el Buda, que creó todo un sistema para esa disciplina. Recalcó siempre, como quedó dicho, que el camino debía recorrerlo uno mismo, que debe necesariamente sufrir una transformación dentro de un proceso evolutivo personal que finalmente le ha de llevar a la meta.

Buda comprendió también que en el tema estaba involucrado real y verdaderamente un proceso cósmico. De ahí que declarara que todo, hasta la más pequeña brizna de hierba, tenía la naturaleza de Buda o la budeidad, que consiste en la misma esencia de todo lo existente y que tenía la potencialidad de alcanzarla merced a ese proceso.

Obviamente, Buda dio, por decirlo así, una mayor jerarquía a esa realidad que está más allá de las palabras, al ser en sí, que, no hace falta recalcarlo, la tiene ciertamente en un grado inconmensurablemente superior a la realidad creada con las palabras. Ello es fácilmente perceptible, pues esta última realidad se desvanece de la mente humana, que ve su propia muerte coincidente con su desaparición física.

La diferencia entre una y otra realidad radicaba entonces para el Buda, en cierto sentido, en que la primera era, por decirlo así, indestructible, en tanto que la segunda era impermanente. En otro sentido también puede decirse que la primera era una realidad no generada, como "existen-te por sí misma" o, para utilizar las palabras usuales, es "lo no nacido, no devenido". La otra realidad en cambio era generada por las palabras ( a su vez generadas por el pensamiento conceptual). Esta realidad construida o creada con las palabras confería lo que el Buda denominaba un conocimiento relativo, y puesto que él daba prevalencia a la otra, que está más allá de las palabras, que permitía acceder al conocimiento absoluto, consideraba que lo definitivamente correcto era posicionarse en el punto de vista de esta realidad para funcionar correctamente en este mundo y para entenderlo cabalmente.

Una de las consecuencias del posicionamiento del Buda en el punto de vista aludido fue la deducción de que no existía un alma inmortal, o sea, un yo individual que perdurara, pues, de acuerdo con su percepción, el yo individual integraba el todo indiferenciado y con la muerte física sobrevenía la disolución de ese "yo", producto del concepto, su "fusión" o "absorción" por "lo vasto", "lo incondicionado", por denominar de alguna manera a aquello que es definitivamente innombrable en lo que consiste "la verdadera realidad". Tal es su doctrina del anatman, en contra-posición a las creencias y enseñanzas vigentes en el hinduismo, que consideraban que acontecía la perdurabilidad del alma individual.

Importante es señalar que el Buda, posicionado en la región del no pensamiento, en lo impensable o acyntia, como le llamaba él, vio de esa manera la realidad y, en base a ello, restó importancia a la especulación intelectual, es decir, al intento que ya entonces y desde siempre los seres humanos venían haciendo para encontrar la verdad a través de laspalabras. Desde su punto de vista, como dijéramos, era una percepción correcta, pues desde ahí él podía percatarse de que la realidad generada con las palabras podía considerarse como una realidad mentirosa ya que nada permanecía, la impermanencia, "anyeca", era su esencia. En cambio, esa otra realidad no generada era eterna; en realidad decir eso es hasta impropio, pues para ella no existe el tiempo, no se encuentra condicionada por él, por lo que a ella, y nada más que a ella, debe tender todo ser.

Ya se dijo que Sócrates se posicionó en el otro punto de vista. Él tenía, por decirlo así, la fe puesta en ese método, en el de la especulación intelectual, como un método válido para llegar a alcanzar el conocimiento verdadero. No pudo conseguirlo desde su punto de vista, y así lo declaró. Es de advertir que la raíz de esta diferencia de percepción por parte de Sócrates se hallaba indudablemente en que para él su individualidad, su ser individual con todas sus vivencias, constituía evidentemente una realidad demasiado real para desdeñarla. Diríase que era muy cara a sus sentimientos.

Las implicancias de la diferencia en el enfoque de la realidad por parte de estos dos gigantes de la filosofía no son nimias. Para decirla verdad, este diferente modo de percibir la realidad tiene una connotación cósmica, pues forma parte del mismo proceso cósmico que había advertido el Buda existe en el Universo.

De lo que el Buda no se apercibió -y no podía hacerlo por ese tiempo-es de que la realidad creada por las palabras también tiende a hacerse indestructible. Tampoco se apercibió de ello en forma absolutamente certera Sócrates. Pero sus intuiciones iban caminando por el sendero correcto.

En el Fedón o Del Alma, el Diálogo de Platón que relata lo acontecido en la reunión que mantuvieron con Sócrates sus amigos momentos antes de que el mismo bebiera la cicuta, aquél, luego de señalar que el alivio que sentía al desembarazarse de los grillos que le aprisionaban le evocaba la idea de que el alma es la prisionera del cuerpo, confesó su creencia de que el alma realmente debía ser inmortal y que, desembarazada del cuerpo, era de suponer que podía dedicarse libremente a pensar.

Hay dos cuestiones involucradas en esta situación. La primera es que Sócrates, aquello con lo que él se identificaba, entendía que su ser estaba compuesto por dos sustancias separadas, por decirlo así, lo que habla de la conciencia de la dualidad, que es propia de la visión proveniente del punto de vista en el que se afincaba Sócrates, donde el propio ser, por un lado, y las demás cosas, por el otro, se ven separados uno de otras. La otra es que Sócrates, o lo que él consideraba como su ser esencial, su propia conciencia individual eterna, imaginaba que en ese estado podía abocarse por siempre a pensar, que era la práctica básica de la especulación intelectual, en lo que consistía su método filosófico.

Buda, con el no pensamiento, y Sócrates con el pensamiento, el primero posicionado en el punto de vista de su sí mismo integrando el cosmos, abstraída su individualidad, y el segundo en el de su ser individual perdurando en el tiempo, constituyen los dos enfoques de la Filosofía en su cometido de la búsqueda de la verdad. Uno de ellos pone el acento de la búsqueda en la experiencia, el otro en la razón.

Ambos métodos son válidos, y no sólo eso, sino que para llegar a la meta se requiere la utilización de ambos métodos. Y ello es así porque la Verdad, si bien es una, se ofrece en dos aspectos para la percepción humana, a los que se pueden denominar el aspecto conceptual y el aspecto real. Uno de ellos permite alcanzar la verdad del enunciado que se da por medio de las palabras o de la razón, y el otro la verdad en sí misma que se consigue a través de la experiencia directa.

En cuanto a la verdad en sí misma ella es inalterable y eterna. En lo que hace a la verdad del enunciado, ella está sujeta a un proceso de depuración o perfeccionamiento, tendiendo igualmente a volverse inalterable y eterna.

A la verdad en sí misma, a la cosa en sí, a Aquello que está más allá de la palabra, a la realidad sin nombre, el intelecto o la razón humana ha venido denominándola de diversas maneras y en particular en la época de Sócrates en Atenas, y este mismo, imbuido de la cultura helena, dieron en llamarla la Divinidad. Como es de observar, esta palabra, este concepto es comprensible para el ser humano hablante, en cuanto se refierea algo que él concibe en su mente o conciencia, pero dicha palabra no puede envolver en sí a todo lo que es designado por ella. La verdad del enunciado, la verdad conceptual que, como lo definiera Kant, consiste en la correspondencia del conocimiento con su objeto, no es algo que pueda darse en plenitud, por la razón apuntada, al menos en principio. Y esto aplicable principalmente a la Divinidad, concepto cuyo objeto no puede ser abarcado por ninguna palabra porque es sencillamente inabarcable por la mente humana, y la palabra lo que busca es abarcar, encerrar en moldes, por decirlo así, al objeto al que se refiere. En este contexto, al menos el ser humano individual puede ser concebido con contornos definidos, bien que no pueda darse fin de lo que realmente es, a la ligera, no obstante lo cual cada espécimen se identifica con su nombre, asignándose el pronombre "yo" que para él lo define y es comprensivo de su ser. Así tenemos a la Divinidad, por un lado, y al alma o conciencia individual, por el otro.

Conforme a lo señalado, lo que se da en denominar como la Divinidad comprende e integra dentro de sí a todo lo demás, incluido a las conciencias individuales humanas, aun cuando éstas van emergiendo de aquella en forma sucesiva y gradual dentro del proceso de realización del mundo, ese proceso que conduce a la realidad verdadera, entendiéndose como tal la que es susceptible de existir en "forma" inalterable y eterna, en contraposición a lo que creía el Buda de que esa realidad sólo puede darse sin estar sujeta a formas.

El proceso de construcción del mundo con las palabras culminó, en cierta medida, en una primera etapa, con el advenimiento en forma humana de Aquello que los especímenes humanos concebían desde antaño como la Divinidad. Era el Ser que se encarnaba, lo que venía a demostrar de la manera más inequívoca que el humano espécimen era capaz de construir con sus palabras algo incorruptible como lo que se concebía debía serlo la Divinidad. Este ser encarnado se llamó a sí mismo el Hijo del Hombre, puesto que era producto del concepto forjado por el Hombre con referencia a Aquello que es definitivamente inabarcable con los conceptos. Tal ser en su forma humana asumió el nombre de Jesús de Nazaret. En él convergieron, por así decirlo, la verdad conceptual o del enunciado y la verdad real o de la cosa en sí. Su nombre. Jesús, designaba al genuino ser incorruptible sin forma concebidodesde tiempos inmemoriales adoptando por intermedio de él la forma humana.

Tal cosa aconteció como parte de ese proceso total, ese proceso cósmico iniciado con el surgimiento de la especie humana en este planeta.

Jesús de Nazaret vino a confirmar la ineludible necesidad de realizar la distinción mencionada al principio, entre la palabra y la cosa en sí para alcanzar la verdad en la Filosofía. En tal sentido él lo dijo claramente: El Padre es mayor que Yo. El Padre es Aquello inconcebible, impensable, innombrable, es lo no creado, lo no devenido, el que no puede ser configurado de ninguna manera, el sin forma, que sin embargo contiene en sí a todas las formas. Jesús, en tanto, atendiendo a su forma humana, a su calidad de Palabra encarnada, a esa Palabra o Palabras que en todas las latitudes se utilizaron para designar a Aquello, era en ese sentido necesariamente menor que su Padre, puesto que la palabra no es la cosa.

Jesús vino también a darle la razón, por decirlo así, a la intuición de Sócrates. El alma individual del ser humano podía aspirar a la perennidad. A más de ello, posicionándonos en el punto de vista socrático, se podía colocar válidamente hacia un lado a la Divinidad, y en el otro al ser humano individual. Sólo que el ser humano individual debe ser construido en un proceso similar a la construcción del mundo que le sirve de sostén. Esta construcción corre fundamentalmente por cuenta de cada uno, que habrá de forjar su identidad en la fragua de los acontecimientos que le toque vivir, mas en ello, como también ya lo intuyó Sócrates, es ayudado por la Divinidad, como consta que lo había puntualizado en el Diálogo platónico Menón, o De la Virtud.

Esta exposición no podría llegar a su fin sin referirnos a un aspecto de la realidad que a la Filosofía le interesa sobremanera. Nos referimos a la cuestión del sufrimiento humano. La filosofía del Buda tenía como objeto primordial la erradicación del sufrimiento de la humanidad, y tal propósito, a más de ser loable en sumo grado, con el método por él inculcado y enseñado puede ser sin duda alcanzado en la mayor medida posible en esta vida. La erradicación del sufrimiento en el budismo se logra precisamente gracias a la superación de la ignorancia, lo que implica la necesidad de recorrer unsendero que en esencia se circunscribe a la práctica del bien y de la

La consecución de la meta es caracterizada en el budismo como la ausencia de deseos o la extinción de la sed.

Sócrates, demasiado ocupado en pensar y vivir su realidad inmediata, no se ocupó específicamente de este problema, hasta donde sabemos, pero en un momento que sin duda podría ser el más dramático para cualquier ser humano que se viera en una situación similar, como lo fue el inmediatamente anterior a aquel en que tenía que beber la cicuta para dar cumplimiento a la sentencia de muerte que sobre él pesaba, se refirió al placer y al dolor, haciendo una notable acotación, pues señaló que, a estar por lo que sentía y entendía en ese momento, ambos siempre iban juntos, eran gemelos.

La percepción de Sócrates, expresada en los términos mencionados, no es trivial. Esa percepción hace a la naturaleza esencial de la realidad conceptual, ésta que es construida con la palabra. Efectivamente, el placer y el dolor van juntos dentro de ese proceso de construcción, forman parte esencial del mecanismo de construcción del alma individual humana, impuesto a la Naturaleza. La vida entendida en el sentido de la emergente en este planeta -refiriéndose al Padre que obviamente trasciende a ésta y abarca el Universo entero y lo excede, dijo Jesús que tiene vida en sí mismo-, esta vida existente en la tierra, decíamos, tiene incorporado a su naturaleza, le es inherente a ella el placer y el dolor, y constituye evidentemente el medio apropiado para la individuación de los seres vivientes. Es así como todo aquello que me desagrada lo aparto de mí, lo separo, lo diferencio, en tanto que aquello que me agrada tiendo a unirlo a mi ser. Este mecanismo, en ciernes en los organismos inferiores, se manifiesta en el ser humano, cuya aparición es coincidente con el surgimiento del pensamiento conceptual y el lenguaje verbalizado en el espécimen reputado como tal, en el forjamiento de la conciencia individual. Esta conciencia individual, esta noción del yo funciona básicamente de la misma manera que en los demás organismos o seres vivientes, pero en el ser humano se produce la representación mental a través de la palabra que se convierte así en una especie de ente por sí mismo, se erige en un símbolo o signo separado del organismo que lo ostenta. Y ahí se inicia, por decirlo así, otro proceso de construcción. Es el individuohumano el que da inicio a la tarea de construcción de una nueva realidad por medio de la palabra, superpuesta a la otra preexistente, y en ese emprendimiento siente que quiere perdurar por sí mismo, pero su conciencia individual, su conciencia de separatividad le hace ver que lo que generalmente da como su ser, o sea su cuerpo, llega fatalmente a su destrucción, que él hace coincidir con el concepto de aniquilación. Pero a la vez advierte que su ser integra con todo lo demás una unidad de la que literalmente no puede separarse, siquiera por un segundo, para subsistir por sí mismo. He ahí, por consiguiente, el dilema esencial. Si lo que reputo como mi ser lo concibo como separado de lo demás en forma, por decirlo así, radical y definitiva, se produce inexorablemente su extinción al sobrevenirle la muerte. Si por el contrario, lo asocio con todo lo demás es evidente que perdura, de alguna manera, puesto que se puede advertir que los componentes de mi organismo están sujetos a un proceso de reciclaje, para utilizar un vocablo en boga en la actualidad. Por lo tanto, la conciencia de separatividad, el proceso de individuación, producto del mecanismo del placer y el dolor inherente a la vida en la Naturaleza, consigue afirmarse gracias a ese mecanismo, con lo que se advierte que no es vano ni fútil el sufrimiento que le sobreviene al ser humano, provocado por el dolor que tanto le desagrada y lo rechaza. De ahí la necesidad de reconocer el sufrimiento como inseparable de ese proceso de construcción, de crecimiento y perfeccionamiento de la realidad conceptual y, en particular, del alma humana individual en su tránsito hacia su perfeccionamiento definitivo.

Va de suyo que el alma humana individual en estado de perfección será inmune al sufrimiento, y por ello precisamente el Buda enseñaba el método para caminar hacia el perfeccionamiento. Mas lo que se deriva de esta cuestión es precisamente una cuestión filosófica esencial, cual es la de si la conciencia individual, el alma personal, ésta referida a cada ser humano concreto, perdura o no por sí misma como lo presumía Sócrates, o se extingue absorbida por lo no nacido o no devenido como lo entendía el Buda. En otras palabras, si el alma humana individual, esa cosa compuesta por todas las vivencias que llegan a conformar en su memoria una historia personal, es verdaderamente impermanente, como lo declaró Buda cuando se hallaba en el trance de su desaparición física, o si real y verdaderamente puede llegar a alcanzar la indestructibilidad como lo intuyó Sócrates cuando se hallaba en idéntica situación.

La respuesta filosófica, hoy, para nosotros, es que la intuición de Sócrates es la acertada, y su confirmación se encuentra, como ya lo señalábamos, con el advenimiento de Jesús de Nazaret.

De esta respuesta filosófica se derivan todas las demás, a las cuestiones que uno llegue a plantearse. (Esclarezcamos de nuevo que la respuesta de Buda también es acertada, considerada desde su punto de vista, pero, ya lo dijimos, la verdad conceptual evoluciona a la par que la misma realidad conceptual, hacia su perfeccionamiento. Este aspecto, que no lo percibió el Buda, se va haciendo evidente ahora por el mismo hecho del avance producido en el proceso cósmico desde entonces).

Una consecuencia de lo dicho en el precedente párrafo es el deber ineludible de cada ser humano de respetar de la manera más absoluta la libertad de conciencia de cada individuo humano que pueble este planeta. Está visto que la verdad depende del punto de vista de cada cual, y puede aparecer diversa según desde donde se la esté mirando. Lo que no significa que haya muchas verdades o que la verdad sea relativa, o que cada cual puede tener su verdad, sino que la Verdad Una tiene muchos aspectos y, por lo tanto, puede ser vista en diversas formas. Va de suyo que para que lo visto desde los distintos puntos de vista sea reputado como verdadero, se requiere la incuestionable buena fe del observador, pues cuando la malicia entra en juego ya no se puede hablar de verdad sino de mentira.

En lo que a mí se refiere, las respuestas filosóficas que he podido otener a las cuestiones fundamentales de la filosofía en el curso de mis inda-gaciones, las percibo nítidas y son plenamente satisfactorias para esta etapa de mi vida mortal.

En tal sentido, desde mi punto de vista, utilizando el lenguaje usual, hoy puedo decir que es correcto afirmar la existencia de Dios, como también la del alma inmortal o conciencia individual tendiendo a un perfeccionamiento definitivo que la libera de la destrucción o aniquilación.

Asimismo, mis conclusiones en este campo me permiten afirmar que la verdadera libertad del ser humano éste la ha de conseguir recién una vez que logre su perfeccionamiento. Aquello que se da en llamar la Divinidad es perfecta en sí misma, es decir, no tiene carencias, no adolece de necesidades, ella misma es plenitud, no existe para ella el azar sino que posee una libertad sin límites. Para ese estado del Ser es que el Buda hablaba de la ausencia de deseos, de la extinción de la sed, del nirvana, refiriéndose obviamente a los deseos y necesidades corporales, a la sed entendida como el ansia de posesión o rechazo, derivados de los condicionamientos genéticos y culturales dentro del desenvolvimiento de nuestra vida corporal. Jesús habló de la misma cosa cuando dijo que el que comiere del pan que él había de dar de comer ya no tendría hambre jamás, y el que bebiere del agua que é1 había de dar de beber ya no tendría sed jamás. No es que los deseos en el sentido genuino del término han de llegar a ser suprimidos, no es que la voluntad ha de cesar en esa instancia, sino que tales deseos, ajustados en un todo a lo correcto que coincide en ese sentido con la voluntad de Dios, podrán ser perpetua e invariablemente colmados, con lo que la libertad podrá ser ejercida en plenitud. El sufrimiento en tal contexto puede ser configurado como carencia, lo cual se determina con una simple ecuación: Carezco de salud y sufro la enfermedad. Carezco de alimentos y sufro hambre. Carezco de amor y sufro la soledad. Y así por el estilo. La ausencia de deseos, la extinción de la sed, es, por consecuencia, la cesación de la carencia, la plenitud. Hacia eso tendemos.

Así pues el ser humano individual, al conseguir su perfección, ha de adquirir el poder de crear todas las realidades imaginables para puro deleite de su Ser. En ese estado lo desagradable habrá concluido para él, ya que, culminado el proceso de su perfeccionamiento, adquirirá la naturaleza esencial de su ser, que es dicha sin límites. El placer y el dolor, ese mecanismo del proceso vital concluye en verdad en sólo placer, pero un placer o dicha absolutos, estado que es mejor denominarlo como plenitud, inherente al estado de la Divinidad, en sí perfecta. Tal estado de la Divinidad, susceptible de ser adquirido por el ser humano individual, permitirá que él mantenga su autonomía, como la propia Divinidad la ha mantenido y la mantiene desde antes y con posterioridad a la creación. En tal sentido y trayendo a cuento que el Buda entendía mejor no pronunciarse en torno a la realidad o no de un Ente creador del mundo, yo en particular considero que es apropiado hablar de un Dios creador del Universo, como viviente "por sí mismo", que por su omnipotente Voluntad. decidió crear a éste, imprimiéndole un mecanismo para su funcionamiento y desarrollo, del cual surgirían las "vidas o conciencias individuales" sometidas a un proceso de perfeccionamiento, tendientes a lograr la misma plenitud, dentro de los límites de esa creación, que la que posee el creador. La "creación" en cierta forma debe ser entendida como una especie de "autocreación" pues es Dios mismo el que emergió de su Ser "sin forma" en la "forma" del Universo. Implicó ello una "entrega" a su obra abarcando todo el Universo, que considerado desde el punto de vista conceptual humano necesariamente es finito, ya que todo lo que tiene forma tiene límites, pero atendiendo a que el creador carece de forma y de límites puede también ser considerado como infinito en el sentido de que la entrega implicada en el acto de creación no ha de cesar jamás, es eterna. Gracias a esa entrega primigenia, el alma individual eterna e indestructible, una vez adquirida su perfección, tendrá siempre a disposición a Dios, cuya esencia le es inherente, para realizar su voluntad y su anhelo de ser feliz para siempre, voluntad y anhelo por los que sin duda estuvo impulsada desde que fue creada.

Cuándo mi ser individual ha de llegar a ese estado de plenitud, y perfección, no lo sé, sólo puedo intuirlo. Si mi cuerpo físico tiene que pasar por el trance de su disolución, si la muerte corporal ha de hacer presa de mí, dicha contingencia se encuentra en las manos de Dios. Es posible que, como entendía el Buda, tenga que acontecer conmigo ese hecho para que se produzca lo que él dio en denominar el parinirvana. Mas, puesto que albergo en mí la certidumbre de lo dicho por Jesús a todo aquel que creyera en él que todavía viviera; de que no había de morir jamás, no se descarta que mi propio cuerpo físico pueda ir experimentando una regeneración que le permita culminar su proceso de perfeccionamiento y residir por siempre en lo que se da en llamar el reino de Dios. De todas maneras, estoy cierto desde hoy de que mi espíritu, mi conciencia individual y personal ya se tornaron indestructibles v que, con toda certeza, si mi cuerpo se destruyere, Jesús habrá de resucitarme en el último día.

Mientras tanto, debo seguir cumpliendo con el rol que me ha sido asignado en este lapso de mi vida corporal. Como Pedro, puede que pormomentos crea que no he de negarle ya a Cristo en adelante y, como aconteciera con Pedro, puede que mi inherente imperfección y falibilidad actual me hagan caer nuevamente en faltas, pero de lo que estoy seguro es de que voy caminando por la senda correcta y de que mi rumbo es irreversible. El logos socrático y la experiencia búdica me indican que estoy en posición fetal en la placenta de la Divinidad (que en cierto sentido soy yo mismo, pues yo estoy en ella y ella en mí), a punto de ser parido por ella, o de parirme a mí mismo, ayudado por la labor de comadrona que alegaba ejercer el primero y por el de indicador del camino que decía ser el segundo. Tendré que pagar quizás todavía alguna deuda kármica, de la que nadie puede declararse exento, como nos lo mostró Jesús con su admonición a los que querían apedrear a la mujer adúltera, pero tal cosa la asumo, como es mi deber, pues la incontestable justicia de la ley de Dios así lo requiere. Sócrates, cuando ya se apoderaba de sus miembros el entumecimiento y estaba penetrando en la inconciencia que le producía la cicuta, nos lo recuerda con la última exhortación que hiciera a sus amigos para que pagaran la deuda que tenían contraída con Esculapio, consistente nada más -y nada menos- que en un gallo que habían prometido darle en sacrificio.

 

 

 ÍNDICE 

-        Dedicatoria

-        Prólogo

-        Introducción

1.       El Punto de Partida: Descartar los prejuicios

2.      La noción de la propia Existencia

3.      Un sistema filosófico consistente

4.      Las constantes de la auténtica experiencia en la Filosofía

5.      La Conciencia: Punto de referencia de todos los sucesos e Identidad entre éstos y aquélla

6.      La Iluminación, aptitud para entender la realidad en cada instante y para descubrirla y crearla

7.      La explicación de algunas de las premisas expuestas: (1) El espacio

8.      La explicación:.. (2) El tiempo

9.      La explicación:.. (3) El yo10.El "percibidor" es "lo percibido"

11.    La mente, rectora de los acontecimientos y sucesos para darles inteligibilidad

12.    La "realidad real" y la "realidad conceptual"

13.    De la necesidad ineludible de establecer clara distinción entre la "realidad conceptual" y la "realidad real"

14.    La materia: ¿realidad "real" o "conceptual"?

15.    Conjeturando sobre del "ser en sí" de las cosas

16.    La Energía creadora; soporte de la conciencia y fuente del lenguaje humano, instrumento generador de la "realidad conceptual"

17.    De la identificación del individuo humano con el "ser uno" o la "unidad del ser"

18.    La distinción entre la "realidad real" y la "realidad conceptual": Conquista de una etapa superior del conocimiento

19.    Breve recuento sobre el proceso evolutivo en el Universo

20.    Revisando los antiguos prejuicios

21.    Reinterpretando antiguas enseñanzas

22.    Escudriñando el territorio del budismo

23.    La doctrina budista, una de las más aptas para alcanzar el conocimiento de la verdadera realidad

24.    Consideraciones en torno a tres postulados básicos del budismo

25.    El lenguaje humano, responsable de la "creación" de la «realidad conceptual"

26.    La doctrina budista: Una especie de "filosofía científica"

27.    La Iluminación: comprensión de la realidad y meta de las enseòanzas del budismo

28.    Eliudeocristiarnismo, otra manifestación de la Sabiduría Universal

29.    Breve preámbulo sobre un tema importante de la Filosofía: El origen del mundo

30.    Discusión y cotejo del concepto de "Dios" en las distintas filosofías y formulación de la hipótesis de su avance en el proceso evolutivo

31.    De la meticulosa y concienzuda re-masticación de los mismos conceptos 32.   De la enunciación de las hipótesis inferidas de la anterior exposición: (1) La indestructibilidad de la "realidad real"

33.    De la enunciación...: (2) Más allá de los conceptos existe "ALGO" que es la fuente de todo lo existente

34.    De la enunciación...: (3) AQUELLO, designado como "realidad real", está en cada cosa, quedando esclarecido que ello" no es la "ENERGÍA", sino "ALGO" definitivamente incognoscible e "innombrable"

35.    Nuevo recuento apresurado y desordenado de las hipótesis inferidas de lo indagado hasta ahora

36.    Paralelismo y analogía entre las distintas filosofías: Signo de la manifestación de la "Suprema Sabiduría" al intelecto humano enmarcada dentro de un "proceso evolutivo"

37.    Desde el punto de vista "humano" descubrir es crear; y también creer es crear

38.    La "realidad conceptual" verdadera, una sola cosa en unión con la "realidad real"

39.    El proceso de "diferenciación" entre la "realidad real" y la "realidad conceptual", paso necesario para la consolidación de esta última

40.    Reiteración de la hipótesis ínsita en las disquisiciones precedentes: La "realidad conceptual" va camino de la indestructibilidad

41.    Contribución de otras civilizaciones y culturas en la construcción de la "realidad conceptual"

42.    Llamativa coincidencia entre la doctrina de Parménides y la del judaísmo configurando lo ABSOLUTO con el concepto del SER

43.    El pensamiento filosófico griego: Punto de partida de la sistematización del conocimiento racional

44.    La CONTINUIDAD en el desarrollo del conocimiento a través de las distintas doctrinas muestra la evolución del propio SER, el aspecto conceptual de la realidad

45.    Precisión de algunos conceptos fundamentales

46.    Bosquejando el paralelismo entre las diversas doctrinas: La unicidad del mundo

47.    Puntualizaciones de algunas "diferencias" entre las diversas doctrinas como elementos demostrativos del proceso evolutivo en el campo del conocimiento

48.    Sobre el método para acceder a la "unión con el creador" en las distintas doctrinas: La conciencia ética

49.    Consideraciones sobre el surgimiento de la "conciencia ética", coincidente con el de la especie humana

50.    El requisito de la adquisición de la Sabiduría o superación de la ignorancia, necesario para alcanzar la meta en todas las doctrinas estudiadas

51.    Mención de otros textos que confirman la analogía de los mismos con referencia a la unicidad e interrelación de todas las cosas, la práctica del "bien" en pos de la "perfección" y la ecuanimidad como postulados de todas las doctrinas

52.    Sobre las similitudes en el criterio de la cualidad dinámica e impermanente de la "realidad conceptual" en las diversas doctrinas

53.    En torno al desapego como punto de coincidencia en la prédica de las diversas doctrinas

54.    Cotejo entre lo enseñado en las diversas doctrinas consideradas sobre los conceptos de reencarnación, transmigración de las almas o renacimiento

55.    Desmenuzando el sentido del karma o pecado en las diversas doctrinas

57.    Diferencia de matices en las distintas concepciones sobre el tema, derivadas de la necesidad de adaptar el sentido del postulado básico a las creencias corrientes en los respectivos habitáculos de cada grupo humano

58.    Breve digresión en referencia a Cristo y la implicancia del hombre concreto utilizando como marco de sus enseñanzas el entorno cultural en que vivió y la recíproca influencia de éste sobre el mismo

59.    Prosecución de las disquisiciones sobre los mismos planteamientos precedentes

60.    Proponiendo un nuevo enfoque para acercar el lenguaje corriente a la visión unificada de la realidad y tratar de conjugar los puntos de vista de la ciencia y de las filosofías o religiones en estudio

61.    Investigación de los orígenes, en aras de una mejor comprensión

62.    La palabra inventada por el ser humano portadora desde entonces de la verdad del "enunciado" o de la "realidad conceptual"

64.    La palabra y el pensamiento conceptual manifestados a través del "sueño", generadores de "realidades irrefutables" provenientes del "campo de la conciencia"

65.    Conocimiento, descubrimiento y creación, los tres aspectos del proceso de la construcción del Universo en la "forma" en que lo concibe la humana conciencia, a la que denominamos "la realidad conceptual".-

66.    Cabalgando sobre las premisas expuestas se incursiona de nuevo en el campo de los conceptos de "karma" y "pecado" a fin de demostrar su parentesco ideológico

67.    Intento de "unificar" varias "leyes científicas" en juego en una sola "visión" que permita la formulación de una "ley" aplicable al caso considerado

68.    De la "regla" provisoria enunciada, derivada de la constatación de la validez de la ley del "karma o pecado" a la determinación de otro postulado consistente en la perdurabilidad "de alguna

manera" de la conciencia individual

69.    La perdurabilidad de la conciencia individual, sujeta a ciertas condiciones creadas por ella misma

70.    La "noción de ser" concepto que perdura en los sujetos individuales a través del tiempo

71.    Constatación por medio del desarrollo de las ideas precedentes de que existe una notable aproximación entre ellas y las verdades científicas generalmente aceptadas

72.    El "samsara" y el "infierno" o fuego eterno, dos conceptos para designar el "modo de ver" la entropía

73.    Reafirmando, una vez más, la coincidencia de las diversas doctrinas consideradas en el sentido último de sus enseñanzas

74.    El caso de Sathya Sai Baba, ejemplo viviente en referencia al credo de la "reencarnación" en el hinduismo

76.    El caso de Paramahansa Yogananda, con referencia al mismo tema

76.    El caso de Shanti Devi, ídem

77.    La "noción de ser": Estructura de la conciencia individual con potencialidad de albergar a todas las "personalidades" concebibles

78.    La "visión" de la totalidad es posible para el ser humano al percatarse que forma parte de la Inteligencia Superior que rige el funcionamiento del mundo

79.    Corolario de lo hasta ahora expuesto: En las enseñanzas de las doctrinas estudiadas se hallan implícitas las leyes postuladas por la ciencia

80.    No parar mientes en aparentes contradicciones entre los textos "sagrados"

81.    San Pablo, "reencarnación" de Jesús de Nazaret

82.    El conocimiento científico y las enseñanzas contenidas en las distintas doctrinas filosóficas o religiones, expresiones de la SABIDURÍA UNIVERSAL "radicada" más allá del “espacio-tiempo"

83.    Una "explicación" de la doctrina de la Trinidad

84.    Las respuestas a las cuestiones fundamentales de la Filosofía, VERDAD asequible a la razón humana como fruto de un proceso intelectual y moral

85.    Dando inicio al estudio de dos cuestiones filosóficas importantes: La del Bien y el Mal y la de la Libertad Humana.

86.    El advenimiento de la especie humana: génesis de la "existencia" del Bien y del Mal en el mundo

87.    Posicionados en el punto de vista de la conciencia de la unicidad es lícito sostener que "no existen" realmente el Bien y el Mal en el Mundo

88.    Abonando el criterio expuesto con razonamientos sostenibles

89.    La teoría de la decadencia de la raza humana, incompatible con los descubrimientos científicos en el campo de la evolución biológica

90.    El "sentimiento de culpa" derivado del "pecado original", impropia calificación y errada actitud para designar la responsabilidad asumida por la especie humana con la adquisición de la conciencia de su individualidad

91.    Presupuesto imprescindible para sustentar el criterio de la inexistencia del Mal: Que la marcha del mundo se encuentre regida por una Sabiduría Universal

92.    El mal percibido desde el punto de vista de la conciencia dual, mecanismo necesario e inevitable que hace funcionar al mundo hacia su perfeccionamiento definitivo

93.    Algunas reflexiones sobre la posibilidad de la erradicación definitiva del mal de la realidad concebida por la humana conciencia

94.    Siguiendo la pista de la "construcción" del mal por la humana especie

95.    Diversos pasajes bíblicos que confirman que el mundo es una "realidad" construida por medio de las palabras

96.    El proceso de construcción de la realidad con las palabras se consolida con la asignación de nombres que adquieren "permanencia", adquiriendo el diploma de "Verdad" dentro de las limitaciones del cuerpo de conocimientos sistematizado hoy denominado "conocimiento científico"

97.    De acuerdo con el conocimiento científico todo cuerpo material "nombrado" por el humano lenguaje constituye sólo una "condensación del campo" o un "manojo de energía" dentro de la totalidad del cosmos

98.    Enunciación de la premisa prefigurada en las precedentes consideraciones: Todos los fenómenos percibidos como "males" son consecuencia de la "energía síquica" proveniente del "campo particularizado de energía" en lo que consiste cada ser humano

99.    La "energía síquica" del ser humano involucrada en la producción de los males catalogados como accidentes, desastres y catástrofes naturales

100. La constatación de la precedente VERDAD, puerta de entrada a la LIBERTAD

101. La FE, entendida en su genuino sentido de CERTEZA DE LA VERDAD, presupuesto indispensable para llegar a la culminación del proceso de construcción de la "realidad conceptual"

102. Algunas consideraciones para reforzar las tesis expuestas sobre los temas últimamente tratados

103.  Disquisiciones tendientes al esclarecimiento de la "creencia" en el "demonio" a la luz de los avances del conocimiento científico.

104. La construcción del mundo por la palabra prosigue y llegará a su culminación empleando como método el amor

105.  La ciencia, herramienta idónea en la tarea de construcción del mundo. Reiteración de que la doctrina budista constituye una concepción científica de la realidad. Extensión del mismo criterio a la doctrina cristiana

106.  Especulaciones en torno al postulado de objetividad en la ciencia y ratificación de su aplicación en el método propugnas por la doctrina budista en la búsqueda de la verdad. Afirmación de que dicho postulado se encuentra igualmente presente en esta obra

107.  La razón y la fe deben caminar de la mano en la tarea de descubrimiento-creación de la verdad. En la búsqueda del "conocimiento verdadero" ambas no pueden entrar en colisión. En el entendimiento de que la fe es "la certeza de la verdad", la misma debe ser iluminada por la razón de modo que lo que uno crea sea realmente la verdad

-        Destellos filosóficos

 

 

 

 

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