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OLINDA MASSARE DE KOSTIANOVSKY (+)

  LAS PIONERAS EN LA CONQUISTA Y LA COLONIA, 1981 - Por OLINDA MASSARE DE KOSTIANOVSKY


LAS PIONERAS EN LA CONQUISTA Y LA COLONIA, 1981 - Por OLINDA MASSARE DE KOSTIANOVSKY

LAS PIONERAS EN LA CONQUISTA Y LA COLONIA

Por OLINDA MASSARE DE KOSTIANOVSKY

 

 

Separata de HISTORIA PARAGUAYA

Anuario de la Academia Paraguaya de la Historia

Volumen XVIII

Asunción – Paraguay

1981 (163 a 186 páginas)

 

Enlace interno recomendado a la

ACADEMIA PARAGUAYA DE LA HISTORIA

 

 

En los primeros tiempos del coloniaje, el Paraguay careció de escuelas. Los conquistadores, ocupados en sus guerras, apasionados por la aventura, y, por lo general, poco instruidos, se limitaron a su misión histórica de someter esta parte del Nuevo Mundo al dominio de su Rey.

Estos primeros españoles, en su mayoría soldados alistados en las primeras expediciones, fueron de escaso nivel cultural, y moral, pero cuando la Asunción comenzó con el mestizaje a tener fisonomía de ciudad, la población reveló un rápido crecimiento, y entonces surgió el Cabildo, y nació en sus propios moradores el interés por la enseñanza, y fue así como hubo sacerdotes de distintas congregaciones religiosas y mujeres españolas que atendieron las necesidades de l a población.

Según documentos del Archivo Nacional de la Asunción, durante la primera época son contadas las mujeres españolas que llegaron a la colonia.

En el pleito de Juan de Osorio aparece Catalina Pérez, mujer de Hernando de Mérida, de 27 años, que se había embarcado para servir a don Pedro de Mendoza, a quien acompañaba y Almira Pineda, criada de Juan de Osorio.

Con don Pedro de Mendoza llegó María Dávila, a quien "Mendoza amaba con cariño y en su testamento la recuerda con esta expresión, la tal María".

Con la llegada del 2° Adelantado del Río de la Plata, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, aumentaron más las mujeres blancas.

En un documento obrante en el Archivo, existe una causa seguida a Julián López, por desafío a Francisco Gambanota. Se descubre una mujer, cuyo nombre no se cita. A tenor de la declaración de Bambanota, estando en la isla de Santa Catalina ruégale a todo el mundo que dijese, a su Señoría el Adelantado Alvar Núñez. "que no podría ni servir y que si pensara estar más ocho días en dicha isla, que más tuviera por bien que se ahogara en el mar que estar allá, y que por esto el dicho Julián López tuvo el enojo con este testigo".

En otro documento se menciona a Leonor Soleto "que por otro nombre, dice su padre en su testamento, se llama ahora Teresa de Soleto". Fue desheredada en la Asunción, el viernes 30 de enero de 1542, porque se ha casado y casó escondidamente, contra su voluntad y le ha dado (a su padre) grandes trabajos y desasosiegos por cumplir la suya y en todo ha sido desobediente, por lo cual "desde ahora para siempre jamás la desheredaba y desheredó de todos los bienes que como tal su hija podrá haber y pretender".

Pero Hernández, en las declaraciones prestadas en Madrid el 7 de septiembre de 1547, con motivo del pleito y proceso de Alvar Núñez, refiere que Hernando de Sosa, que era de la guardia que le dada de comer (a Alvar Núñez, mientras éste se hallaba preso en la Asunción) él tenía a su cargo, a una mujer que le guisaba, que se dice llamarse Isabel Quirós; dijeron que habían sido rogados y requeridos por Domingo de Irala, vizcaíno que le echase poco en la comida, y la dicha Isabel de Quirós, le dejó a este testigo que por no haber querido hacer, la querían mal...".

Ana de Salazar, natural de Granada y posiblemente parienta de Hernando de Salazar, que llegó años más tarde en la expedición de Diego de Sanabria, se ahogó en el día de Todos los Santos del año1542, cuando una parte de la barranca cayó sobre la galera en que venía Felipe de Cáceres, acompañandoa los demás bergantines de Pedro Estopiñán, Cabeza de Vaca que llegaba al Paraguay remontando el Paraná. En este naufragio, que fue comentado durante largos años por todos los pobladores de la Asunción, se ahogó también una tal Luisa de Torres "enamorada difunta que Dios Perdone".Así la recordaba nostálgicamente, el 5 de enero de 1543, en un documento del Archivo Nacional de la Asunción, el apuesto Sebastián de Valdivieso, que se presentó a reclamar algunas ropas que habría dado para lavar a esa pobre mujer".

En la expedición de doñaMerecía Calderón de Sanabria, "la Adelantada", mujer de gran carácter, llegaron 250 hombres y 50 mujeres, de las cuales 20 eran doncellas que serían esposas de los españolesde estas tierras. Habían salido de Españael 10 de enero de 1550, en 3 naves; sufrieron innúmeras peripecias antes de llegar acá. Al, tocar costas brasileñas, los portugueses de San Vicente les imposibilitaron la continuación del viaje. Allí fundaron, en jurisdicción española, la colonia de San Francisco; se realizaron varios matrimonios, de los que saldrían las familias más representativas de la colonia, y los hijos habidos en ellos darían lustre por su actuación, como Hernando de Trejo de Sanabria y el criollo Hernandarias. La expedición llegó por fin a la Asunción, en 1555.

Fueron recibidos los expedicionarios por el gobernadorIrala y los pobladores con gran alborozo y júbilo indescriptible.

Doña Mencía recibió el sobrenombre de "la Adelantada", pues el Presidente del Consejo de Indias, al nombrar al hijo de don Juan de Sanabria, Diego,de diecisiete años, en reemplazo de su padre, dispuso que la madre tutelase sus acciones, acompañándolo ella en el viaje, como recientemente lo recordó también una escritora española, para ratificar luego esta misma escritora: "Sólo a la tenacidad y valor de doña Mencía, que en todo momento fue quien dirigió la expedición, ya que la nave de su hijo no llegó a feliz término", se debió a que el resto de esta ciclópea empresa, destrozada pero no vencida, trajera a la Asunción una substancial contribución de sangre hispana, vital y oportuna, formación de la nacionalidad paraguaya. Por algo, los portugueses trabaron en toda forma esta legendaria expedición de mujeres españolas; sabían que ellas eran, como buenas extremeñas, síntesis y expresión de la "reciedumbre castellana, la imaginativa andaluza y la testarada lusitana".

Y menos mal que, después de cuatro siglos de olvido, la Asunción bautizó una de sus calles con el nombre de Mencía de Sanabria, perpetuando también su memoria una hermosa placa donada por damas argentinas, y que se exhibe, en basamento erigido por la Comuna de nuestra capital, en uno de los nuevos barrios de la Asunción.

Existe la carta de Juan de Salazar de Espinosa del 1° de enero de 1552, que comenta: del número de hombres, mujeres, doncellas y niños que llegaron a la Isla de Santa Catalina, durante el viaje hubieron de morir unos veinte hombres y unas diez mujeres. Salazar agrega que no tenían "ningún médico, ni cirujano, ni barbero, ni medicinas, ni los sacamos de España, cada día seremos menos".

En la misma carta de Salazar consta que en el Mbiazá, antiguo puerto de Patos, un caballero llamado Hernando de Trejo se ha casado con doña María de Sanabria, y Mencía Sanabria casada con el sevillano Cristóbal de Saavedra".

Las jóvenes María y Mencía habían nacido en Medellín (Extremadura), y llegaron con su madre a nuestra colonia.

Ruy Díaz de Melgarejo, hijodalgo, hermano de Francisco Ortiz de Vergara, con quien pasó a Indias en la expedición de Cabeza de Vaca, era adversario de Irala, y cabecilla del motín que derribó a Francisco de Mendoza decapitado en la Asunción, fue preso por Irala pero logró evadirse y llegó a San Vicente. Se casó con Elvira de Contreras y Carvajal, quien tuvo un triste final. Cierto día Ruy Díaz sorprendió a su mujer con el clérigo Juan Fernández Carrillo, ex-confesor de todas aquellas damas durante la travesía del océano. Ruy Díaz lo mató a estocadas. Cuarenta años después, en Santa Fe en su testamento, fechado en octubre de 1595, recordaba con dolor a su pobre esposa, al referirse a sus hijos "mis hijos habidos con doña Elvira Carvajal, mi mujer legítima que Dios haya".

En la misma expedición llegaron doña María de Angulo, Elvira Hernández, Catalina Vadillo, María Dávila, Catalina Pérez y Elvira Pineda.

En la colonia aparece la mestiza como forjadora de nuestro pueblo. En su taller del hogar primigenio es modeladora de la estructura de su estirpe. Con su virtud, con su bondad y sin defectos, funda una unidad étnica poderosa y conquistadora. Esta mujer, base del hogar paraguayo, constituye la piedra angular de una nueva institución civilizadora. Mientras en la colonia los hombres trabajaban, ella tejía el ñandutí del espíritu popular; cultivaba la tierra; aprendió y enseñóla debida utilización de los utensilios domésticos traídos por el conquistador, y pudo así expresar los bellos sentimientos heredados de sus antepasados y honrar su memoria.

Con Irala se funda la nacionalidad, y a sus hijas les dio nombres mestizos con el título de "doña", y en su testamento del 13 de marzo de 1556, dice: "Digo y declaro y confieso que yo tengo y Dios me ha dado en esta provincia, ciertas hijas e hijos que son: Diego Martínez de Irala y Antonio de Irala, doña Genelva Martínez de Irala, mis hijos y de María mi criada, hija de Pedro de Mendoza, indio principal que fue de esta tierra, y doña Marina de Irala, hija de Juana mi criada, y doña Isabel de Irala, hija de Agueda mi criada, y doña Ursula de Irala, hija de Leonor, mi criada, y Martín Pérez de Irala, hijo de Escolástica, mi criada; Ana de Irala, hija de Marina, mi criada y María, hija de Beatriz, criada de Diego de Villaspando, v por ser como yo, los tengo y declaro por mis hijos e hijas".

Las hijas de Irala contrajeron matrimonio con importantes capitanes de la conquista que, realmente por sus dotes de gran señorío, fueron sostenedores del indomable espíritu de lucha y sacrificio durante esta primera época.

En la conquista, la mujer española asumió un papel difícil y lleno de sinsabores, según se deduce de la carta que, datada en la Asunción el 2 de julio de 1.556, Isabel de Guevara envió a la Princesa Juana. Aquella vino en la expedición de don Pedro de Mendoza, y en dicha carta narra las penalidades que tu-vieron que pasar durante tres meses, tiempo durante el cual murieron más de mil hombres, v las mujeres debieron asumir entonces toda clase de  responsabilidades.

Sábese de Isabel que era oriunda de España, y que se casó en América con Pedro de Esquivel, quien, en 1571 fue ejecutado por orden de Felipe de Cáceres. Cofundadora de la primitiva Buenos Aires, en febrero de 1536, y protagonista y testigo del hondo drama sufrido por sus primeros pobladores europeos, después de sufrir todas las vicisitudes que tocaron en suerte a aquellos pujantes aventureros, llegó a. la bahía de Nuestra Señora de Santa María de la Asunción.

Desde esta histórica capital de la conquista, y luego de veinte años de luchas, aquella abnegada mujer dirigió a la princesa gobernadora doña Juana la carta de nuestra referencia.

Hállase escrita la misiva en estilo sencillo, límpido y pleno de ternura, y contiene la descripción de las terribles penurias causadas por el hambre y demás calamidades sufridas por quienes echaron los cimientos de Nuestra Señora del Buen Aire, la primitiva Buenos Aires. Recuerda, asimismo, la contribución material y espiritual de la mujer en la obra gigantesca de la conquista y la colonización del continente colombino. Más aún, y esto es lo principal ahora para nosotros, dicha carta constituye, en síntesis, una protesta digna y altiva contra el régimen de inferioridad legal a que se hallaban sometidas las mujeres, protesta que puede ser tenida como punto de partida de los muy nobles y justicieros afanes de reivindicación de los derechos femeninos en el Río de la Plata, y en la quizás, en la América Latina.

Es oportuno transcribir ciertos párrafos que exaltan los méritos, aún no suficientemente reconocidos, de las mujeres que colaboraron en la tarea grandiosa de la civilización americana. Es necesario que la historia recuerde, con justicia, a las abnegadas y heroicas compañeras de los conquistadores, a las cuales, como se claramente a través de las líneas transcriptas, se debe no solamente el apoyo espiritual, que sostiene y estimula, sino también el esfuerzo material sin tregua, valiente y desinteresado.

"Ansí llegamos a esta ciudad de la Asunción -sigue refiriendo doña Isabel de Guevara-, que aunque agora está muy fértil de bastimentos entonces estaua dellos muy necesitada, que fue necesario que las mugeres bolvisen de nuevo a su trabajo, haziendo rosas con sus propias manos, rosando y carpiendo y sembrando y regando, sin ayuda de nadie, hasta tanto que los soldados guarecieron de sus flaquezas y comenzaron a señorear la tierra y alquerir yndios y yndios de su servicio hasta ponerse en el estado en que agora está la tierra". (Como se ve, conservamos la escritura original, que no está de acuerdo con la ortografía actual).

Luego de hacer esta narración sencilla pero vívida, la autora expresa que sólo traía a la memoria estas andanzas para que la destinataria de su carta supiese " la yngratitud que conmigo se ha usado en esta tierra, por el que al presente repartió por la mayor parte de los que hay en ella, ansí de los antiguos como de los modernos, sin que de mí y de mis travajos se tuviese nenguna memoria".

Hé aquí la primera voz, quizás, que se haya alzado en Hispanoamérica en favor de los derechos de la mujer. Y es precisamente de mujer, y de una valerosa mujer, esa voz que resuena en la noche de los tiempos y en el corazón del Nuevo Mundo, voz que, en nombre de la justicia, exige el tratamiento igualitario de su sexo por el derecho dictado y aplicado por los hombres.

La historia recogió también el nombre de Elvira de Mendoza y Manrique, esposa de Nufrio de Claves (1518-1568), explorador y colonizador del Paraguay, fundador de la Nueva Asunción y de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia) en 1561, e introductor en el Plata de los primeros ejemplares de los ganados lanar y cabrío. El eminente historiador Efraím Cardozo afirma que en 1568, encontrándose sola en el Chaco doña Elvira, logró salvar su vida gracias a una enérgica arenga en guaraní, que dirigió a los indios chiriguanos que hablaban dicho idioma. Por eso en la guerra del Chaco, estos indios y los de otras parcialidades, como los guarayos, al llegar a sus lares los soldados paraguayos, los recibieron como hermanos y como sus libertadores.

Ana Díaz, a quien con justicia se la podría llamar la "conquistadora y colonizadora de esta tierra", era mestiza, hija de Mateo Díaz, expedicionario que llegó a nuestra colonia con el 2° Adelantado Alvar NúÑez Cabeza de Vaca. Según documentos del Archivo Nacional de la Asunción, el 7 de junio de 1576 su tutor, Tomás Hernández, solicitó venia para entregarle los bienes que fueran de su marido, Rafael Forel.

Ana Díaz participó en la expedición de Juan de Garay, para la segunda fundación de Buenos Aires, y existe un plano de repartimiento de solares dispuesto por el general Juan de Garay en 1.583, plano que en pergamino de cuero se guarda en el Archivo General de Indias en Sevilla. En él, aparece el nombre de Ana Díaz como beneficiaria  del solar N° 87, que le fue adjudicado.

Daremos a conocer la situación sentimental y problemática que se suscitó a la hija del Adelantado Ortiz de Zárate, doña Juana de Zárate, quien se encontraba en Chuquisaca en casa de su tío don Fernando de Zárate, cuando éste le comunicó la muerte y disposiciones testamentarias de su padre el Gobernador.

No se sabe por iniciativa de quien se concertó su matrimonio con el licenciado Juan de Torres de Vera y Aragón, oidor entonces de la Real Audiencia de Charcas, persona que, por su cuna, ilustración, servicios y posición social, reunía las condiciones para que se casase con la tal dama, y sucediese en la gobernación y adelantazgo al fallecido Ortiz de Zárate.

Del Memorial y diligencias remitidos en 11 de enero y 10 de abril del año 1578 al Consejo de Indias, sobre el casamiento de doña Juana de Zárate, consta: que el licenciado Matienzo quería casar a su hijo Francisco con la rica heredera de Juan Ortiz de Zárate: que llegado Garay a Chuquisaca con la noticia de la muerte del Adelantado, el licenciado Matienzo avisó el fallecimiento al virrey Toledo, que Juan de Torres de Vera y Aragón solicitó la venia (requerida por los oidores) para casarse con doña Juana; el virrey -influido probablemente por Matienzo- ordenó, con fecha 24 de agosto de 1577, so pretexto de las condiciones que debía reunir el que se casase con la heredera de Juan Ortiz de Zárate y viniera por ende a ser gobernador de las provincias del Río de la Plata, que la joven (doña Juana que había nacido en 1553, y tenía por consiguiente 24 años), fuera conducida a Arequipa y de allí a Lima, al cuidado de los cónyuges licenciado Gómez Hernández y doña Violanle de la Cerda: la orden del virrey Toledo fue remitida a Chuquisaca por un agente del licenciado Matienzo; fue notificada doña Juana, el 1° de diciembre de 1577, en la casa de su tío don Fernando de Zárate. Al día siguiente protestó ante la Audiencia contra tal orden, y reclamó su libertad para casarse con la persona que quisiera. Estos sucesos precipitaron el casamiento, que se celebró y veló el 7 de diciembre de ese año. El fiscal pidió que el oidor Torres de Vera S. Aragón fuese separado de su empleo por haberse casado sin la requerida venia; pero él, recusando al oidor Matienzo, expuso las razones quehabía tenido para casarse sin tener, aún el permiso, y el asunto fue al fin elevado a S. M. para su real decisión.

Pedro Lozano afirma que desde el principio doña Juana "escogio" por marido al Licenciado.

El poeta Martín del Barco Centenera (1335-1605), al escribir sobre este punto dice que dos años después -y sin duda antes que escribiera el Canto XIX de su poema épico La Argentina- estaba en muy buena relación con Garay y confirma que el virrey don Francisco de Toledo quería "casar a doña Juana de su mano: que a Garay le escribió que a Lima fuera"; pero que "las cartas del Virrey fueron en vano". Cabe recordar aquí que el título del aludido poema sirvió luego para designar a aquel país.

El licenciado Juan de Torres de Vera y Aragón llegó a la Colonia en 1587. Tuvo dos hijos: Juan Alonso Vera y Zárate, más tarde gobernador de Tucumán, y Alonso Vera y Aragón, Capitán de Infantería que falleció comandando en Flandes.

Doña Isabel Bezerra y Mendoza nació en Medellín (Extremadura), hija del Capitán Francisco Bezerra, y llegó a América con la nave de doña Mencía Calderón, y contrajo matrimonio con el Capitán Juan de Garay. Tuvieron cuatro hijas, una de ellas es Jerónima Contreras, esposa del gobernador criollo Hernandarias.

La historia registra el nombre de Juan de Garay "El Mozo", hijo natural del Refundador de Buenos Aires, cuya existencia se confirma en el repartimiento de las tierras de Buenos Aires, cuando Juan de Garay lo llama "Mi higo natural".

Este contrajo matrimonio con doña Juana de Saavedra, con la cual tuvo cuatro hijos: 1° don Cristóbal de Garay y Saavedra, general en los ejércitos deS. M. C. y jefe de la expedición contra los indios rebeldes de Caracarás; 2° don Bernabé de Garay y Saavedra, teniente gobernador de Santa Fe; 3° don Juan de Garay y Saavedra, fraile franciscano; 4° doña Isabel de Garay y Saavedra, esposa de don Hernando de Tejeda.

Jerónima Contreras, esposa del gobernador criollo del Paraguay, Hernandarias, contrajo matrimonio en abril de 1582, a los 18 años de edad en Santa Fe. El único testigo fue Felipe Suárez, quien afirma "y sabe este testigo que el dicho general está casado y sellado en faz de la Santa Madre Iglesia con la susodicha por que les vido este testigo desposar y velar en la Ciudad de Santa Fe".

Tuvieron 3 hijas: María de Sanabria, casada con Miguel Jerónimo de Cabrera; Isabel de Becerra y Saavedra, casada con Jerónimo Luis de Cabrera, y Jerónima, quien falleció soltera.

Es considerada doña Jerónima Contreras como una de las damas más ilustres del siglo XVI. Falleció a la edad de 104 años, en Santa Fe; su último codicilo fue redactado el 10 de octubre de 1668. Todos sus biógrafos recuerdan a doña Jerónima como mujer de "gran generosidad" "que adornó su alma, prestaba su amparo y mitigaba el dolor a todos los pobres".

"Esta tierra, a la cual debo amor de patria...", decía el Gobernador Hernandarias en 1604. Fue el primero en realizar ensayos de educación pública en la colonia, y fue el que logró la creación de instituciones de enseñanza.

Corresponde, pues, a Hernando Arias de Saavedra la "gloria de haber hecho los primeros ensayos de educación pública en aquellos tiempos". Muy honrado caballero, "aunque criollo, porque no hay regla sinexcepción", nos dice Eduardo Madero, se debe a su iniciativa el establecimiento de escuelas de primeras letras en la colonia.

Su celo por los jóvenes "que han de venir a gobernar esta República", no era menor que su preocupación por la educación de las mujeres. Muchas hijas de españoles, dada la vocación de éstos por la guerra y la aventura, quedaron huérfanas y expuestas a todos los riesgos morales. El gobernante entendió necesario salvaguardar la virtud y la cultura de quienes serían los puntales del futuro hogar paraguayo. Fue así como favoreció la fundación de la "Casa de Recogidas".

"En la ciudad de la Asunción -informa- están recogidas en casa de una virtuosa mujer, que se dice madre Francisca de Bocanegra, más de sesenta mujeres solteras, pobres huérfanas, hijas de nobles padres que han servido mucho a Vuestra Majestad en esta provincia; muchas de ellas están por mi mandato, y para el sustento de ellas he procurado favorecer a dicha madre todo lo posible".

Esta casa fue creada por iniciativa de un misionero ilustre, el Padre Martín Ignacio de Loyola, sobrino del fundador de la Compañía de Jesús, quien "rechazó la mitra en tierras ilustres de Europa por venir al Paraguay que visitara en años mozos. Completó sus obras cediendo mil pesos para la erección de un Hospital donde las recogidas atendían a los enfermos".

Dirigidas por la Abadesa Francisca Jesusa Pérez de Bocanegra, a la que el Padre Juan Eusebio Nieremberg, jesuita español, calificó de "mujer varonil y de gran espíritu", que veló en forma tesonera por la educación de las jóvenes, y a quien el propio Hernandarias la recuerda respetuosamente en sus prolijos y frecuentes informes a la corona, como "Mujer de mucha virtud y ejemplo", que se ocupa de tan santa obra como es recoger en su casa y enseñar cristiandady virtud a las hijas de los conquistadores pobres ..... ..................con que se evitan muchas ofensas a Nuestro Señor y se hace grandísimo servicio.

Por su devoción, la abadesa Bocanegra vestía el hábito de Santo Domingo, y fue ella la primera flor de jardín dominicano del Paraguay, según nos dice el Padre Lozano.

El encomendero García Venegas, previas las formalidades de derecho, manifiesta "que ha más tiempo de treinta años que conoce a la madre María Francisca Jesusa de Bocanegra, mujer religiosa y de vida ejemplar, y desde este dicho tiempo siempre he visto en su casa muchas doncellas pobres, hijas y nietas de conquistadores y pobladores de esta provincia, y por haberlas visto descarriadas y perdidas, sin amparo ninguno por haberlas dejado sin él sus padres y abuelos, muertos en las conquistas y descubrimientos de estas dichas provincias, las ha ido recogiendo en su casa, sólo para continuar el celo notable que tiene de servir a Dios Nuestro Señor y por evitar muchas ofensas que podrían cometer contra su Divina Majestad... "Viven las dichas huérfanas concentradas en la dicha casa con una quietud y reclusión que ponen admiración, y aunque no las ven sino es cuando todas juntas las lleva la dicha madre a la Iglesia, y a los distintos oficios a confesar y a comulgar, y con esta virtud y buen ejemplo viven con mucha devoción".

La obra de la madre María Francisca Jesusa de Bocanegra no se limitó a la preservación de la mujer desamparada de cuantos peligros la acechaban: además de su adoctrinamiento y la enseñanza de rudimentos de cultura, las habilitó para ganarse el sustento y para la conducción de un hogar cristiano. Así las recogidas aprendían a manejar el huso y el telar, y con lo obtenido de la venta de sus trabajos, formaban su dote para el oportuno matrimonio.

La casa de las doncellas no tenía carácter de convento, ni de casa religiosa. Fue simplemente un taller de trabajo, obraje de paños realizados por las jóvenes doncellas, cuyo recogimiento fue establecido para lograr independencia económica y social. Se fundó en una casa de propiedad de Hernandarias, vecina a la Iglesia y al Convento de San Francisco, adonde asistían a misa cada ocho días, y se confesaban cada 15 días rezando cada noche las cuatro oraciones principales. Dormían en las hamacas; se cubrían con frazadas hechas por ellas mismas; sus alimentos consistían en carne de vaca mezclada con maíz. El propio Gobernador proporcionaba más con limosnas, así como la población y también Buenos Aires.

Si bien las condiciones exigidas para la admisión de las jóvenes eran la orfandad y el desamparo, también se toleraba el ingreso de aquellas cuyos parientes o tutores desearan mejor crianza y “pagaran sus alimentos". Indispensable era "ser hijas de padres conocidos y honrados", y era exigencia una formal información que acreditara su limpieza de sangre. Esta selección se cumplió inicialmente, para satisfacer el carácter presuntuoso de los peninsulares; pero, pronto fueron admitidas algunas "huérfanas mulatas". quienes, aunque obligadas a servir a las demás, recibían "sustento", crianza y educación del mismo modo que todas las demás.

Conocidas doncellas se formaron en el seno de la casa de las recogidas, como Catalina de Mansilla, de 24 años de edad; Francisca Ortiz, de 18 años; Bartolina de Oliver, 21 años; Inés Díaz, de 16 años.

Catalina de Mansilla relata su llegada a la casa, en estos términos: "que la llevó su madre forzada y contra su voluntad por miedo que le ponían de parte del dicho Hernandarias, y se fue llorando", "siendo conducida en compañía de las demás jóvenes"; "dedía debía escarmentar lana (seleccionar lana) e hilar el torno, y hacer sayales en los telares; de noche hilar algodón para lienzo y hacer lazos para telares. Cada una recibía la tasa diaria de once varas de sayal y si no lo acababa de día, encendía candela v acababa de noche".

Este establecimiento era controlado por Hernandarias y su mujer, doña Jerónima de Contreras, que permaneció en la Asunción hasta 1616, para trasladarse después a Santa Fe y morir allí.

En 1612, Hernandarias informó al ley de las necesidades que sufrían las cien huérfanas y recogidas que estaban bajo la dirección de la hermana Bocanegra, y se presentó a S. M. en demanda de auxilio.

Pero esta ayuda no se materializó por lo menos hasta cuatro años después, cuando toda la ciudad tuvo que lamentar la muerte de la abnegada educadora. Numerosas, sencillas pero sentidas honras recibieron los restos de la querida abadesa, especialmente de aquellas mujeres que, merced a su pródigo espíritu, alcanzaron una formación moral y social que sirvió de base al austero hogar paraguayo.

El Padre Guevara describe la emoción del pueblo asunceno a la muerte de la Bocanegra, y recuerda a las recogidas que salmodiaban unos versos "más amorosos que elegantes", del Padre Diego de Boroa en homenaje de la extinta. Tales versos dicen así:

 

Cóncava casa, qué es de nuestra Madre?

Querida madre, dínos dónde Habitáis

Haste olvidado de estas pobrecitas

por verte con el Hijo y con el Padre?

 

Dínos algo, señora, que nos guarde,

porque nos tienes tristes y marchitas,

huérfanas somos, grandes y chiquitas,

ya no tenemos perro que nos ladre.

 

Lúgubre Parca, muerte furibunda,

por qué nos has quitado nuestra luna

y se la has dado a la noche negra?

 

Dónde hallaremos muerte segunda

más triste y corta que nuestra fortuna

pues que perdimos a la Bocanegra?

 

La Bocanegra inauguró en materia educativa el método de instrucción general que un siglo después se generalizó en Europa. Fue conocido por método "lancasteriano", por proceder de Lancaster (Inglaterra), donde, por entonces, se experimentaba la ventaja de la instrucción colectiva con un solo maestro.

Pero el mayor mérito de la ilustre educadora tal vez sea la jerarquización de la mujer, en aquellos tiempos en que la cultura y las costumbres la situaban en un nivel inferior.

Un hecho de suma importancia encontramos con el posible restablecimiento de la extinguida casa de la abadesa, cuando el 10 de octubre de 1.650, el Lic. Andrés Garabito y León, preocupado por las jóvenes doncellas que se hallaban sin posible asistencia, y más por la vida cultural de la colonia, consideró de urgencia el restablecimiento de la casa, con satisfacción y dotación de numerosos recursos. Al efecto, fue convocado el Cabildo abierto en 1652, señalando la necesidad de habilitar "una casa para la educación del Colegio v recogimiento de doncellas", iniciativa que fue recibida con aplauso popular y gran satisfacción de los asistentes.

El historiador argentino Manuel Cervera, en su historia de la Provincia de Santa Fe, afirma que las hermanas del Gobernador criollo, Ana de Ocampo y Saavedra, que usó el apellido de la abuela materna; Francisca de Saavedra, que usó el apellido del abuelo paterno; Juana Sanabria Saavedra, que casó con el hijo de Juan de Garay; Inés Suárez de Toledo; que usó el nombre completo de su padre, y Beatriz Suárez de Figueroa, que usó el apellido de su abuela paterna, hermanas menores de Hernandarias que permanecieron en la Asunción, se dedicaron a la atención de jóvenes para desarrollar su habilidad manual, prepararon al niño indígena para el conocimiento de la religión y las reglas de urbanidad e higiene.

La historia ha recogido el nombre de María de la Rivera, nieta de Ruy Díaz de Melgarejo, por su dedicación al progreso de la colonia, como también el de Mariana de Mendoza, quien colaboró en el Puerto de la Asunción como depositaria general de la ciudad. Existe una cuarteta en que se identifica a la mujer del siglo XVII con estas expresiones:

 

"Nosotras sólo sabíamos

ir a misa y rezar,

componer nuestros vestidos

y zurcir y remendar".

 

En el siglo XVIII, nuestra colonia vive un capítulo de su historia de gloria y sacrificio, con la revolución de los comuneros, eclosión de la rebeldía nativa. Valiéndose de la experiencia de otras luchas populares, contribuyeron a alentar la revolución que duró dieciocho años, en ruda brega por la libertad, tal como la entendían a orillas del Paraguay y a orillas del Paraná; de la libertad por la ley civil a la libertad por la Ley de Dios., porque el Paraguay comunero no admitió la mala interpretación de la libertad que conducía a la opresión en nombre de Dios, y de allí que el pueblo prefiriera la transformación, la evolución.

Hubo tumultuosas asambleas, grandes batallas, incendios, saqueos, prisiones, y mucha sangre derramada. El púlpito se convirtió en tribuna política; el Cabildo fue teatro de ruidosos debates. La Asunción armó sus ejércitos, y a la cabeza de ellos se irguieron altivos y nobles caudillos: Cristóbal Domínguez de Ovelar, Joaquín Ortiz de Zárate, Miguel de Garay, Ramón de las Llanas, Fernando Curtido, Francisco Agüero, Bartolomé Machuca, y muchos más.

El Dr. José de Antequera y Castro, Juez pesquisidor, llegó a la Asunción el 23 de julio de 1721, en compañía del Licenciado Francisco Matillana y Velasco. A la sazón, el gobernador se encontraba visitando los pueblos de indios de las Misiones. A su regreso se inició el sumario y averiguación de los cargos en su contra, pues los Padres de la Compañía de Jesús movilizaron la totalidad de sus fuerzas para reponer al gobernador, y llegaron, inclusive, al estrado del Virrey en Sivira, e informando a los personeros de la Corte.

El Dr. Antequera, durante su permanencia en la Asunción, desde julio de 1721 hasta 1725 formó hogar con Micaela Sánchez de Vera y Aragón, con la cual tuvo un hijo llamado José Cañete de Antequera, que 40 años después sería regidor del Cabildo de Asunción.

A fines de 1779, el Rey otorgó carta de legitimación real a "Don Joseph Cañete de Antequera, Rexidor perpétuo del Paraguay", como hijo de "Dn. Joseph Antequera y Castro y de la Da. Micaela Sánchez de Vera y Aragón...".

Roberto Quevedo, en su libro "Antequera", afirma que esa mujer fue Micaela Sánchez de Vera yAragón, hija legítima del Capitán Bartolomé Sánchez de Vera y Aragón y Rosa Cañete, y que tuvo dos hijas llamadas Josefa y Micaela.

Copiamos a la letra la siguiente cláusula: "ytiem declaro que di estado de matrimonio con la ayuda de Dios nuestro Señor a la dicha mi hija doña Micaela con Ventura Benítez y para el paso en que estoy en el artículo de la muerte declaro en descargo de irá conciencia que para dicho matrimonio forzé y violenté la voluntad pía de ésta mi hija con amenazas de castigos, y haber cogido contra su voluntad, ha vivido separada hasta introducir la demanda de nulidad, en éste estado se halla para que conste así lo declaro".

Era esta la mujer casada que "amancebóse públicamente" con el ministro Antequera. Más, el padre Lozano no relató la segunda parte, lo que declaró in artículo mortis su madre, en procura de descargo de su conciencia.

El Padre Pedro Lozano lo describe así: "Le sobraba tiempo para divertirse, y en cuanto a los festines que se celebraban era su asistencia la primera, especialmente en las casas de campo", en los bailes, cuando una muchacha le gustaba, le ponía el sombrero para que nadie la pretendiese". El fiscal se amancebó públicamente con una mujer casada".

Numerosa e importante descendencia dejaron el regidor José Cañete de Antequera y su mujer Juana Catalina Domínguez de Ovelar. Esta, de rancia cepa paraguaya, descendiente de los Riquelme de Guzmán, por la línea del primogénito, Ruy Díaz de Guzmán. Tuvieron cuatro hijos: el célebre Dr. Pedro Vicente Cañete y Domínguez; el Dr. José Ignacio Cañete, sin sucesión y dos mujeres. Una casada con un Qüin de Valdovinos, y otra, María Rosa Cañete y Domínguez, casada con Francisco Máximo de Brito, troncos de una larga y numerosa descendencia.

La revolución comunera tuvo trágico fin, pero dejó raíces muy hondas en la conciencia paraguaya, y la mujer guaraní nutrió con su esfuerzo, inteligencia y sentimiento el ideal político, y aquí sobresale por su formación y entereza cívica, la hija del caudillo Juan de Mena y Velasco, alguacil mayor que fue sentenciado a la infamia del garrote, decreto que no pudo cumplirse por el tumulto que suscitó la condena, por lo cual el hidalgo gaditano fue degollado. Pertenecía a una de las más antiguas familias paraguayas, de ilustre tronco, y fue ejecutado junto a Antequera. Su hija María Mena de Llanas se vistió de blanco, y se presentó al pueblo engalanada, "porque no era bien llorar la muerte de su padre con tanta gloria tributada a la Patria". La hija del mártir rendía así su tributo de amor y recuerdo al patriota a quien no detuvieron los peligros, y que todo lo dio, hasta la vida, por amor a la Patria.

El historiador argentino Ernesto Carvia afirma que las mujeres en la colonia "no menos que los hombres tienen necesidad de educación civil, moral y científica, no solamente porque deben darla a sus hijos en los primeros años, y porque en la viudez hacen el oficio de padres, sino porque han de vivir entre los hombres y formar con ellos la sociedad doméstica y civil".

Esta es, en apretada síntesis, la participación de las pioneras en nuestra patria, bellas y admirables por sus virtudes, rectas por su. conciencia y dignas por sus nobles tradiciones.

 

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