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CARLOS ANTONIO HEYN SCHUPP (+)

  IGLESIA Y ESTADO EN EL PROCESO DE LA INDEPENDENCIA POLÍTICA DEL PARAGUAY (CARLOS ANTONIO HEYN SCHUPP) - Año 2010


IGLESIA Y ESTADO EN EL PROCESO DE LA INDEPENDENCIA POLÍTICA DEL PARAGUAY (CARLOS ANTONIO HEYN SCHUPP) - Año 2010

IGLESIA Y ESTADO EN EL PROCESO DE

LA INDEPENDENCIA POLÍTICA DEL PARAGUAY (1811-1852)

 

CARLOS ANTONIO HEYN SCHUPP, SDB.

 

 

* El presente estudio fue presentado al III Seminario Latinoamericano sobre la Evangelización en el siglo XIX desarrollado en Curitiba (Brasil) del 26 al 29 de marzo de 1990.

 

SENTIDO

 

            Objetivo de la presente ponencia es el estudio, forzadamente sintético pero firmemente documentado, acerca de las relaciones entre la Iglesia y el Estado -y de la consecuente ruptura en las formas tradicionales de Evangelización- durante el proceso de la independencia política del Paraguay.

            Es un periodo histórico que abarca toda la primera mitad del siglo XIX, y más exactamente desde 1811 hasta 1825.

            En estos años se inician y se llevan a cabo los movimientos de emancipación política en el Paraguay, hasta ser finalmente reconocida por las naciones que más estaban relacionadas con él la realidad de su decidida independencia con respecto a los centros de poder que otrora lo dominaban -España, desde la conquista de la región en 1537, y Buenos Aires desde la división de ambas gobernaciones (1620) y más desde la creación del Virreynato del Río de la Plata en 1776.

            Constituye éste un proceso similar al que se dio en otras naciones hispanoamericanas hacia la misma época. Pero lo que sucede en el Paraguay durante estas cuatro décadas reviste una peculiaridad muy característica, por los hechos singulares que acontecen en la pequeña y aislada República, sobre todo en cuanto a dicha ruptura de las relaciones en materia religiosa.

            Subdividiremos este lapso procesual y secuencia en cuatro partes o períodos. Consideramos así:

            1º) Los antecedentes imprescindibles de la Época Colonial.

            2º) Las relaciones entre la Iglesia y el Estado durante la Revolución emancipadora en Paraguay.

            3º) La singularísima larga época de la Dictadura del Doctor Rodríguez de Francia y,

            4º) Las relaciones estatales y la evangelización bajo los gobiernos presidencialistas de don Carlos Antonio López.

            Concluiremos con un juicio crítico sobre la evangelización en el Paraguay durante la primera mitad del siglo XIX.

            Destaco desde ahora la extraordinaria importancia del mencionado período histórico para mi país. Este período, en efecto, da sentido a toda la historia cívico eclesiástica del Paraguay -todavía no escrita en su integralidad hasta hoy- y a la trascendente presencia evangelizadora de la Iglesia en aquel católico país.

 

1. LOS ANTECEDENTES DURANTE LA EPOCA HISPANICA (O COLONIAL) DEL PARAGUAY. UN PUEBLO IMPREGNADO POR LA RELIGIÓN CATÓLICA (1)

 

1.1. DISPONIBILIDAD A LA RELIGION DE PARTE DE LOS INDIGENAS QUE HABITABAN LAS REGIONES DEL PARAGUAY, Y LA PERDURABILIDAD DE ESE ELEMENTO AUTOCTONO (ENFOQUE SINTETICO).

 

            El pueblo paraguayo del siglo XIX traía de muy lejos -aun en sus raíces propiamente indígenas- la apertura a lo religioso.

            Ya antes de que llegaran al Plata y al Paraguay las creencias y prácticas de los europeos -españoles en su mayoría, los indígenas de esta zona tenían en su propia cultura claras manifestaciones religiosas.

            El historiador paraguayo Efraín Cardozo, siguiendo las teorías de los antropólogos Egon Schaden y Curt Nimuendaju, con gran conocimiento de causa afirma: "¡No solamente el español era el buscador de Dios, en el momento histórico de la iniciación paraguaya. También lo era el guaraní" (2).

            Las etnias guaraníes, en forma muy peculiar, manifestaron elementos de un mundo religioso destacado.

            Moisés Bertoni, sabio suizo que, viviendo en el Paraguay, estudio durante cuarenta años "con tanta paciencia cuanta morosidad las tradiciones y costumbres de esos pueblos" (3) da la siguiente conclusión global: "Se puede afirmar que tienen un cuerpo de ideas religiosas, que si bien no se puede equiparar al más perfecto, representa, comparado con las religiones de los pueblos antiguos más civilizados de la India, Persia, Asia Menor, Grecia y Egipto, un estado de adelanto intelectual muy notable, a veces una superioridad evidente" (4).

            En efecto, "toda la vida mental del guaraní convergía en un Más Allá". Llamábalo el `Yvy-marae-y' -la Tierra sin mal- o `Mbae vera guasu' -Cosa resplandeciente. Su apertura a la dimensión religiosa era notoria (5). No sólo manifestaron la existencia de un Ser Supremo –‘Tupa', en su lengua-, "adoptado después por los misioneros para significar al Dios cristiano", sino que fue posible detectar con amplitud muchos elementos de su cosmogonía y mitología peculiar. "Se sentían rodeados por una multitud de espíritus a los cuales temían". Los genios del bosque -como eran el 'Yurupari o Añá', el 'Kurupí', el 'Yacy yateré', el `Pombero', el `Póra'- eran concepciones cuya supervivencia se hizo sentir por siglos en el ambiente popular y en toda la extensión de la región paraguaya. De singular influencia era también la existencia de los `Payes' "dueños de poderes sobre los espíritus, capaces de ser ejercidos en los miembros de las tribus o sobre el curso de las cosas" (6,). "Es toda esta nación/la de los Guaraníes/ muy inclinada a la religión, verdadera o falsa"..., escribía el P. Alonso de Barzana, desde Asunción, en 1594 (7).

            El encuentro entre las dos culturas europea e indígena-guaraní, no tuvo grandes obstáculos para la transmisión de los valores religiosos. Hubo como una compenetración mutua entre ambos universos religiosos. Y la labor de los misioneros especialmente los franciscanos y jesuitas, y la del clero secular- encontró una acogida sin fuertes resistencias a la doctrina cristiana y la praxis, formándose pueblos enteros de autóctonos que perduraron hasta nuestros días a través del mestizaje, como núcleos importantes de la población paraguaya. "Así surgieron Itá, Areguá, Altos, Tobatí, Acahay, Yaguarón, Ypané, Guarambaré, Atyrá, Caazapá, Yuty". "El área geográfica evangelizada por los franciscanos corresponde a la parte más poblada del Paraguay Colonial. Esta circunstancia, unida a la fácil captación del mensaje franciscano por un pueblo austero y sobrio, sirvió para que el espíritu franciscano calara muy hondo en el alma paraguaya" (8).

            Igualmente, las célebres misiones de los jesuitas constituyeron "un notable ensayo de evangelización que durará 160 años y se concretará en la fundación de 30 pueblos y en la estructuración de todo un sistema social y económico".

            "Las Jesuitas fundaron pueblos donde no los había y los organizaron en un régimen de marcado sentido comunitario. No transigieron con la encomienda y consiguieron la liberación de los indios que llegaban a sus territorios a cambio de un pequeño tributo a la Corona (...). Defendieron a los indios contra los portugueses y contra los encomenderos, les dieron un nivel de vida superior y respetaron valiosos elementos de su cultura, como su lengua, que ayudaron a conservar" (9).

            Mucho, pues, de este fondo guaranítico de religiosidad quedó como trasuntado en el pueblo paraguayo -aun después de tres siglos de catolicismo generalizado-, hasta las postrimerías de la época colonial. Y todavía hasta nuestros días, en que el Paraguay es connotado por los sociólogos como un pueblo de clara idiosincrasia en Hispanoamérica.

 

1.2 LA CATOLICIDAD DE LOS ESPAÑOLES VENIDOS AL PARAGUAY.

LA IMPREGNACION SOCIO-RELIGIOSA

 

            Si por el lado de su origen guaraní traían remotamente los paraguayos del siglo XIX la propensión a lo religioso, mucho más importa en tal sentido lo que habían recibido de parte de sus colonizadores españoles. Monarquía, autoridades militares y civiles y -lo que más cuenta en el proceso histórico- el mismo pueblo español, el pueblo todo, manifestaban una profunda religiosidad. Aún más; vivían una acendrada fe cristiana, que era mucho más que una simple religiosidad externa socio-culturalmente expresada. Constituía una civilización especial, que con razón se tipifica como un "régimen de cristiandad".

            “Jamás, en pueblo alguno, llegó el espíritu religioso, y en este caso era el católico, a campear en forma tan extensa como intensa, hasta compenetrarse con las gentes todas (...) La religión no era una característica del pueblo español, sino que era de la esencia española" (10).

            Toda la gesta española en América se convierte, pues, con una constante secuencia evolutiva, en un ordenamiento social, impregnado tanto de acción secular con intereses político-económicos, como de miras auténticamente religiosas.

            Profunda era también la compenetración religiosa en el plano político. La "religión única" del Estado español lo impregnaba todo. España, en cuanto pueblo, profesaba una fe paladina y batalladora (11).

            El proceso de tres siglos de la colonización de América, efectivamente, consiste en la incorporación de la vivencia socio-cultural española, a la nueva sociedad americana en las diversas regiones, especialmente en lo que atañe a ese elemento esencial -el religioso- ínsito desde entonces en las entrañas mismas de las nacientes nacionalidades, como la paraguaya.

 

1.3 EL PODER ESTATAL COMO RESPONSABLE DE LA ORGANIZACIÓN RELIGIOSA

 

            Sin solución de continuidad -al igual que en toda la América hispana- tanto la organización como la administración de los asuntos eclesiásticos corrían por cuenta principal del poder político.

            En este aspecto, se establece un riguroso e indefectible control por parte del Estada español sobre la Iglesia en América, en todos los sectores de la amplísima labor de ésta: nombramientos de obispos, localización y elección de las jurisdicciones eclesiásticas, régimen y organización -incluso la disciplinar- de las actividades religiosas, misioneras, asistenciales y culturales de toda índole.

            Pero, a la vez, fue el Estado el que organizó, apoyó y colaboró materialmente en todas las erogaciones que implicó la vastísima labor de la Iglesia y de sus incontables agentes pastorales.

            En doloroso contracambio, la Iglesia no se libró de caer "en una amplia dependencia del Estado. Las tendencias hacia la formación de una Iglesia nacional, tendencias que salieron a luz en la génesis del Estado moderno, se pusieron de manifiesto en las crecientes pretensiones de la monarquía española, ansiosa de pesar decisivamente en las instituciones eclesiásticas del Nuevo Mundo" (12).

 

1.4 EL REGIMEN DE PATRONATO RECTO EN EL PARAGUAY COLONIAL Y SUS CONSECUENCIAS HISTÓRICAS

 

            El Patronato de los monarcas sobre las fundaciones eclesiásticas americanas se convierte, con el correr de los siglos, de original privilegio otorgado por el Papa (13), en teoría de un "vicariato" en lo espiritual, (14) y durante la era borbónica, en la de una "regalía" indivisible, imprescriptible e irrenunciable (15).

            Los reyes, en los tres largos siglos del coloniaje, se muestran, -hasta la exageración- celosamente acaparadores de dicho Patronazgo sobre la Iglesia en todos los sectores de su actividad religiosa y misional.

            Las incidencias patronales, por lo mismo, ocupan una ilimitada importancia también en el Paraguay colonial. En la praxis no se dudaba entonces de que entran dentro de la competencia del rey: las erecciones de los lugares religiosos; la elección y presentación de todas las personas con cargos eclesiásticos, fueran éstos episcopales, canonjías, o de la más minúscula jerarquía y extensión; la importante percepción de los diezmos eclesiásticos; el sostenimiento material del personal y de los demás elementos de la Iglesia; el pase regio o "exequatur" sobre los documentos emanados por el Papa o por los organismos centrales; gran parte de la jurisdicción eclesiástica; los permisos de viajes para los obispos y los religiosos; la vigilancia doctrinal, docente y disciplinar; y todos los demás aspectos que pudieren tener atingencia con las actividades de la Iglesia (16).

            Si este hecho fue notable en América, a lo largo de los tres siglos de la colonización española, en el Paraguay lo fue con características típicamente originales, indelebles y prolongadas en toda su historia nacional.

            Las relaciones entre el Estado y la Iglesia -sobrepasados ciertos momentos más o menos azarosos de tensiones y conflictos- venían, hacia las postrimerías del trisecular período de dependencia política, desenvolviéndose en un marco de sereno entendimiento mutuo. Mientras tanto, el pueblo se encaminaba ya a su madurez y autonomía.

 

1.5 SINTESIS ACERCA DEL TIEMPO COLONIAL: LA RELIGIÓN CATÓLICA COMO "UNA DE LAS RAICES DE LA NACIONALIDAD PARAGUAYA".

PRIORIZACIÓN DE LA LABOR EVANGELIZADORA

 

            La conclusión más general de esta síntesis histórica acerca de la situación y de las relaciones entre el Estado y la Religión en la Provincia-Gobernación del Paraguay

-al finalizar la dominación española- es una constatación objetiva evidente:

            Entre las notas características peculiares que emergen dentro del proceso de maduración hacia la independencia política del Paraguay, una de las más destacadas es la nota religiosa. Este catolicismo popular de honda raigambre es una de las aristas más salientes de la historia colonial del Paraguay.

            Tanto que, con toda razón, se ha calificado dicha religiosidad popular, como "una de las raíces de la nacionalidad paraguaya" (17), situándosela entre los otros componentes esenciales que constituyen el ser típico del Paraguay a la hora de erigirse en Estado soberano. Y por lo tanto, esta constatación global es la premisa necesaria para el estudio de las relaciones entre el Estado y la iglesia, al iniciarse el cambio radical de la independencia política del Paraguay.

 

2. LAS RELACIONES DURANTE EL PERIODO DE LA REVOLUCION EMANCIPADORA PARAGUAYA. LA PRIMERA JUNTA GUBERNATIVA (1811-1813)

 

2.0 IMPORTANCIA

 

            Estos pocos años revisten una importancia especial, ya que constituyen como un nudo de conexión entre la antigua situación colonial y los nuevos tiempos, que serán signos de todo el siglo XIX.

 

2.1 LA ACTITUD DE LA IGLESIA EN GENERAL ANTE LA EMANCIPACIÓN

 

            Dentro del amplio movimiento emancipador hispanoamericano, en el Paraguay -Provincia de características muy especiales, por su general situación de aislamiento y libertades no muy controladas-, al finalizar la época colonial española, era manifiesto un estado de avanzada madurez para la vida política independiente.

            "El sentimiento nacional hundía sus raíces en una larga historia de infortunios sufridos en común. Primitivamente centro de la conquista y de la colonización, desplazado el eje del Río de la Plata a Buenos Aires, el Paraguay quedó confinado dentro de sus selvas, donde, lejos de las grandes rutas comerciales y olvidado casi de la Corona, su pueblo soportó duras pruebas que vigorizaron su temple, le dieron un sentido heroico de la vida e lucieron del espíritu igualitario la base social de la comunidad. "Todos convienen en considerarse iguales", anotaba Félix de Azara"... (18).

            Además, la Provincia paraguaya estaba profundamente insatisfecha del régimen español. Sobre todo, por causas de índole económica. Sus principales productos estaban gravados con pesados impuestos. "Las leyes impositivas cargaron la mano en forma de sisas, alcabalas y arbitrios con excesivo rigor" (19).

            Qué raro, pues, que en tal ambiente socioeconómico, los factores ideológicos -los propios y los que en estos años pasaron avasalladores de Europa a América.- influyeran decisivamente a favor de los cambios necesarios? También el Paraguay sustentaba "una doctrina tan vieja como su propia existencia, que justificaba la nueva Revolución como había justificado la famosa Revolución de los Comuneros. Esa doctrina era la de la soberanía del pueblo" (20).

            En el movimiento general contra la dependencia; la Iglesia católica hispanoamericana también se sintió sacudida. Los eclesiásticos de todas las provincias –en las que por el anterior régimen de cristiandad su influencia era muy grande- se dividieron, en el curso de los acontecimientos políticos, en "españolistas-realistas" y en "patriotas". Lo mismo sucedió en el Paraguay, donde el aporte de los eclesiásticos sería sensiblemente influyente en los años de la independencia.

 

2.2 LA REVOLUCIÓN EN BUENOS AIRES Y EN ASUNCIÓN

 

            El 25 de mayo de 1810, en Buenos Aires, el gobierno del virrey español es sustituido por una Junta de nativos. Era más un movimiento de autonomía que de independencia política, porque todavía se invocaba, al monarca español y al Consejo de Regencia establecido en España.

            Al conocerse aquella revolución en el Paraguay, se reúne un Congreso General que aprueba y jura el reconocimiento de la Junta española, establece una posición de amistad con la Junta de Buenos Aires y forma una comisión provisional con el fin de organizar la defensa del Paraguay. La Junta bonaerense designa a Manuel Belgrano con el fin de llevar una expedición militar y así convencer o someter a la provincia paraguaya. Pero es derrotado en las batallas de Paraguarí y Tacuary, no sin influir con sus conversaciones en favor del movimiento emancipador. Posteriormente se forma una triple polarización en el pueblo paraguayo: los que se oponían al alzamiento contra la metrópoli, los que se inclinaban a la unión con Buenos Aires, y los criollos que buscaban la independencia, porque recelaban de los designios de aquella y de ésta.

            La revolución, propugnada por los partidarios del tercer grupo, estalla en Asunción en la noche del 14 de mayo de 1811, siendo tomados los cuarteles, a la señal de "un repentino e intempestivo toque de campanas en la Catedral" (21).

            Se resolvió que se asociaran al gobernador, para el gobierno de la provincia, dos diputados nativos. Uno de éstos fue el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, cuyo nombramiento, discutido en un principio, fue respaldado por su tío el franciscano fray Fernando Caballero. Ambos diputados, "en virtud de lo convenido con el gobernador Intendente", "juraron por Dios y una Cruz obligándose a usar de ese oficio fiel y legalmente atendiendo a la tranquilidad y felicidad de la Provincia", según reza el acta original (22).

            Del 17 al 20 de junio de ese mismo año, se reúne una Asamblea General de más de 350 personas, incluyéndose quince importantes representantes del Clero. Y se acuerda que la Provincia no quedaría ni a la Junta de Buenos Aires ni al Consejo de Regencia de España, si bien todavía se invocaba la soberanía de Fernando Séptimo.

            De lo más llamativo en todo el proceso de la revolución paraguaya es la claridad de principios según los cuales encuadró su acción política. La historia americana no ha estudiado aún suficientemente la doctrina que sustentó esa revolución de un pequeño país del interior de América. Y por desconocerla, no le hizo justicia (23). La "calidad intelectual de los próceres paraguayos" (24) no sólo dio la lucidez de la doctrina de la emancipación política -con el establecimiento de la teoría y praxis de lo que tenía que corresponder a una "República democrática" con sus postulados de independencia, representativa popular, sufragio universal proporcional y participación de las bases populares- (25), sino que se adelantó a enunciar y propugnar en varios de sus documentos iníciales de este año -principalmente en la Nota del 20, de julio a la acaparadora Junta de Buenos Aires- el principio y el "plan de una federación" (26).

 

2.3 SITUACIÓN GENERAL DE LA IGLESIA EN EL PARAGUAY HACIA 1811

 

            La diócesis estaba gobernada desde 1809, por el obispo fray Pedro García de Panés, y en general la actividad religiosa y la influencia en la sociedad que ejercía la iglesia local eran considerables. "Cuatro conventos había en la ciudad, pertenecientes a los dominicos, mercedarios, franciscanos y recoletos. Todas estas órdenes habían gravitado en el desenvolvimiento cultural del Paraguay" (27). Y tenían extensas posesiones rurales en el país.

            Existían en Asunción dos parroquias, la Catedral atendida por dos rectores desde principio del siglo, y la de San Roque. La Catedral contaba con un cabildo eclesiástico compuesto de seis canónigos. La mayor parte de los pueblos de la campaña estaba con su cura párroco; y los cuerpos de milicias con sus capellanes. "Fue precisamente en este período que se estableció gran número de parroquias, en los valles y partidos de la población criolla y mestiza, y vicarías foráneas en las principales villas y poblaciones" (28).

            Los franciscanos tenían a su cargo numerosos pueblos de indios. "Orden la más numerosa de este tiempo en el Paraguay", con medio centenar de sacerdotes y varios legos, había logrado una especial capacidad de adaptación con el pueblo paraguayo en la transmisión del mensaje evangélico. "A uno de estos religiosos, fray Fernando Caballero, le correspondía jugar un brillante rol en los días de la independencia" (29).

            El mantenimiento económico de la Iglesia era sufragado con los "diezmos, novenos, congruas y sínodos de los curas; y la mitra, por mucho tiempo, tuvo una anualidad pagada por las reales cajas de Potosí".

            La intelectualidad de la Provincia estaba formada en gran parte por los eclesiásticos, varios de los cuales se integraron a la causa de los patriotas en la revolución. El Clero, en efecto, representó con altura los intereses del pueblo en los Congresos de 1811 y de 1813. Aunque contaba con sujetos españoles muy capaces, la mayoría de los eclesiásticos en esta década era criollo.

            Numerosos ciudadanos y dirigentes recibieron su formación en las cátedras de los religiosos y sacerdotes. La preparación intelectual de éstos y su labor docente y pastoral hacían que tuviesen importante influencia en la sociedad paraguaya. Así, aunque la Iglesia institucional "no disfrutó ni de buena salud ni de muchos poderes" (30), sin embargo, no puede desconocerse que poseía una influencia muy efectiva sobre la población y cierto poder socio-político en la sociedad. Tal lo demuestra la importancia que en los hechos de la independencia le depararon las autoridades, así como la participación activa que en ellos asumieron muchos eclesiásticos. La Iglesia abarcaba un amplio radio de acción social y era espiritualmente dinámica en el seno mismo del pueblo.

            Con los acontecimientos de la Península, la diócesis había quedado totalmente aislada de los organismos eclesiásticos centrales, tanto en España como de Roma. Pero, gracias a su propia vitalidad interna, no era sólo la jerarquía la depositaria de esta extensa vida eclesial que se notaba en los estratos de la población paraguaya. No menor importancia ejercía la acción del mismo pueblo creyente, unido estrechamente al clero secular y religioso, en la época en que acontece el cambio político (31).

 

2.4 EL CLERO PARAGUAYO EN LOS MOVIMIENTOS DE EMANCIPACIÓN POLÍTICA

 

            Entre los partidarios de la revolución para la independencia era constante la participación de clérigos. Durante la expedición militar de Belgrano fue destacada la participación del joven capellán José Agustín Molas, no sólo "corriendo de un lado a otro en el campo de batalla", sino conferenciando luego y refutando a aquel. Se sabe también que:

            "La mayoría de los franciscanos eran partidarios de los patriotas; en el Paraguay se conoce de los trabajos de los padres. Leal, Baca y Orué. Estas actividades llegaron a tal punto que el gobernador interino coronel Pedro Gracia ordenó al provincial de la Orden que ninguno de los franciscanos saliese de su convento. El más revolucionario y entusiasta de todos era fray Fernando Cavallero. El Dr. Somellera nos cuenta que "desde que había llegado a la Asunción había propagado la justicia de la causa: los más de los oficiales revolucionarios lo sabían y trataban con él..." (32).

            Otro clérigo de gran prestigio fue el presbítero carapegueño Francisco Xavier Bogarín.

            "En una nata del cabildo asunceno se afirma que él y el doctor Francia "son los hombres más sabios según la común opinión de la Provincia'. Fue elegido vocal de la Primera Junta” (33) .

            Uno de los juicios más exactos sobre la actuación del Clero en la gestación de la independencia lo da el historiador Efraín Cardozo:

            "En su totalidad el clero paraguayo, y en gran parte el español, se declaró en favor de la causa de la independencia. Ya vimos la actuación del Padre Francisco Javier Bogarín, fray Fernando Cavallero y del canónigo Juan Agustín Molas. El obispo titular fray Pedro García, de Panés español, intercedió durante el movimiento para evitar efusiones de sangre, y luego se abstuvo de toda actividad. Pera el Provisor y Vicario General Dr. José Baltazar de Casafús, correntino, y el clero de toda la provincia, con un total de 15 presbíteros y cinco frailes de órdenes religiosas, tomaron asiento en el Congreso de Junio y dieron su voto afirmativo a las proposiciones de Molas. Entre los sacerdotes figuraron varios doctores, el Dr. José Hipólito Quintana, cura rector de la Catedral, el Dr. Bogarín, el Dr. Juan Antonio Riveros, el Dr. Juan Bautista de Quin Valdovinos, el canónigo Dr. Bartolomé José de Amarilla, y el Licenciado Francisco Antonio Laguardia. El padre Sebastián Patiño, al fundamentar su "voto favorable á la moción de Molas, propuso que se preparase "una constitución ventajosa que los indemnice (a los pueblos del Paraguay) de los imponderables atrasos que han padecido bajo de la anterior, poniéndose las riendas del gobierno y administración pública en manos de la confianza y satisfacción de los mismos pueblos". Fue una consagración por la Iglesia de la doctrina de la soberanía popular" (34).

            Con lo cual se advierte el puesto que ocupaban y el prestigio de que estaban munidos en la sociedad paraguaya de esta época los ministros de la Iglesia Católica. Pueblo y gobierno reconocían así su labor y el papel que podían desempeñar, con su preparación y su dedicación a la comunidad, en beneficio del nuevo Estado que comenzaba una vida independiente.

 

2.5 LA ACTITUD DEL OBISPO DEL PARAGUAY ANTE EL NUEVO GOBIERNO EMANCIPADO

 

            El último obispo de la época colonial paraguaya -personaje importante dentro de la vida tanto social como religiosa-, el franciscano Pedro García de Panés, tomó posesión de su diócesis el 8 de diciembre de 1809 (35). Le tocaría ser una de las personas más destacadas durante este período del proceso emancipador. Aún más, su actuación llega hasta muy entrado el siglo, pues falleció recién en 1838 (36). Todo su episcopado estuvo encuadrado en una época asaz difícil de la historia paraguaya. Realmente fue "víctima de una hora tremenda, preñada de errores, recelos e incomprensiones" (37).

            Las datos propagados durante más de un siglo acerca de la figura de este prelado, fueron reducidos, parciales y hasta en gran parte incompletos o falsos.

En los últimos años, en cambio, aparecieron útiles estudios sobre su biografía y su participación en la vida histórica del Paraguay.

            Naturalmente tenía una mentalidad española y colonialista y estaba imbuido de por vida en la fidelidad a su monarca. Con todo, su humanidad franciscana y la bondad natural de que estaba adornado, y por lo mismo su cercanía y comprensión con el pueblo, lo llevaron a adoptar una postura muy equilibrada y serena con respecto a los hechos del movimiento paraguayo de independencia política. Es la primera consideración de justicia que se le debe hacer. En efecto:

            "Fue cauto y prudente: no se precipitó -como ocurrió, por ejemplo, en Charcas, Santiago de Chile, La Paz o Cartagena- a enjuiciar con documentos oficiales, desde su alto sitial, el movimiento de la independencia. Aunque en la intimidad de su conciencia contemplase con dolor el ocaso del imperio español, el señor Panés prestó en el momento oportuno, con toda dignidad, acatamiento formal a las autoridades de la República" (38).

            Se conservan en este sentido, en el Archivo curial de Asunción, unos cuadernos copiadores de sus escritos, en los que se documentan sus muy frecuentes correspondencias y relaciones amistosas con la primera Junta revolucionaria paraguaya (39).

            El primer manuscrito conservado, del obispo Panés es su contestación a una nota, en la que la Junta Superior Gubernativa le expresaba sus deseos de conservar con él "la mejor armonía y correspondencia", y le pide:

            "concurra a autorizar con mi reconocimiento y el del V. e Cavildo y Curas en la forma prevenida, el establecimiento de dicha Junta (...) y dar igualmente mis órdenes para que el de mañana se celebre Misa solemne en acción de gracias al Todo Poderoso por el buen suceso de este memorable acontecimiento: todo lo cual (...) voy a egecutar puntualmente. Fr. Pedro, Obispo", etc. (40).

            Un segundo documento firmado en setiembre del mismo año de 1811 por el obispo es una contestación al aviso de Yegros, Francia y Caballero acerca de la misión que llevaron Belgrano y Echeverría de parte de la Junta de Buenos Aires, en la que ésta reconocía:

            "la independencia civil que justamente corresponde a esta Provincia, como ella lo había propuesto: he dado las ordenes correspondientes p.a q.e en el día de mañana se celebre en la Sta. Ig. Catedral una Misa solemne en acción de gracias con Te Deum por tan feliz reconciliación" ( ... ) (41).

            El tercero, es aún más representativo y trascendente. Del 12 de enero de 1812. La Junta le había remitido un extenso oficio, en el cual solicitaba del obispo la colaboración de todo el Clero "para asentar el orden y la paz en la patria común". El obispo respondió "accediendo a tan justa insinuación", que había cursado a los Curas y Vicarios foráneos de toda la diócesis copia del oficio de la Junta (42).

            Para celebrar el primer aniversario del movimiento de emancipación, -15-V-18,12-  la Junta pedía al obispo que "en memoria del feliz suceso, prosperidad y ningún desastre" en la revolución del año anterior, se hiciese la fiesta de "San Isidro Labrador como Patrono de las tropas del Cuartel Gral.". Y que avisase al cabildo, curas rectores y Clero, que concurriesen a la función de iglesia (43).

            Un mes después, -19-VI-1812- de nuevo la Junta escribe al obispo notificándole que ella quería festejar, con todo el pueblo y los eclesiásticos el primer aniversario de su propia instalación. El obispo, siempre obsequioso con la Junta, contestó:

            "Quedo muy gustosamente pronto a concurrir con el V. e Cav.do Ecco, y Clero a solemnizar con la debida magnificencia las Funciones (...) en memoria de la instalac. de ese Gov. no Patriótico a nombre del Sor.D.n. Fernando Sep.mo y executar todo lo q.e me corresponde en obsequio de tan justas deliberaciones..." (44).

            De la lectura de los documentos, debemos notal lo siguiente:

            1. La actitud general del obispo del Paraguay no fue refractaria ni chocante con los hombres que realizaron el movimiento de emancipación.

            2. Pero es claro, por los mismos documentos, que aunque la actitud del obispo era favorable a los sentimientos de la colectividad, ello era explicable, ya que todo parecía hacerse todavía "a nombre del rey Fernando Séptimo" y hasta paseándose el "estandarte real" -según se lee en los mismos documentos de la Junta de gobierno.

            3. Esto sucedía, sin embargo, en ausencia del doctor Francia, quien se había retirado a su quinta de Ybyray en reclusión de protesta contra la misma Junta.

            4. Por último, se comprende también que necesariamente en los años posteriores cambiarán la posición y la actitud del obispo Panés frente a la "nueva" política, que será ejecutada por el doctor Francia hacia una total independencia tanto de España como de Buenos Aires. Y cómo llegará a enturbiarse y enfrentarse las relaciones entre el Estado -ya dominado por aquél- y la Iglesia (45).

 

2.6  LA IGLESIA PARAGUAYA Y LA ACCIÓN DE LA JUNTA GUBERNATIVA

 

            Este segundo gobierno del Paraguay emancipado -ya no provisional como el anterior fugaz triunvirato- se hallaba integrado por un presidente, el católico coronel Yegros, y por cuatro vocales: el doctor José Gaspar de Francia, el capitán Pedro Juan Cavallero, el presbítero doctor Francisco Bogarín y don Fernando de la Mora.

            Aquí nos interesará solamente el presentar una síntesis de las actuaciones y relaciones entre el gobierno de esta Junta y la Iglesia, durante esos dos años y tres meses, primerizos en la vida de la flamante nación. La Iglesia estuvo presente en los principales acontecimientos de estos años. Pueblo y gobierno le confiaron participación activa. La presencia del presbítero Bogarín, sin embargo, duró sólo tres meses. Francia exigió y precipitó su remoción "porque era el miembro más conservador de la Junta" (46).

            La Junta tuvo además muy acertadas actuaciones en el campo de la educación, incluyendo la religiosa. Otra de sus obras fue la reapertura del Seminario Conciliar, en enero de 1812, exhortándose a alumnos y padres de familia a beneficiarse con sus cátedras, por los elementos que se impartirán "para que sean útiles a la Patria y dignos miembros de honrar el Santuario y empleos de la República" (47).

            Todo lo cual significa que la ex-Provincia del Paraguay se encaminaba firmemente hacia su completa independencia. La principal conducción, aunque no única, en este proceso, se debía indudablemente, a la mente y al rigorismo del doctor Francia...

 

2.7 JUICIOS ACERCA DE ESTE PERIODO DE TRANSICIÓN

 

            Puede afirmarse en general que el sector eclesiástico participó a favor del cambio de gobierno, pero no llegó a captar el sentido radical que, con Francia, tomaría la nueva política paraguaya.

            Aunque eran en su mayor parte criollos, no vieron en el cambio de gobierno sino una "redistribución de cargos" y una acentuación del patronato localista, doméstico, a favor de los nativos. Muchos de estos eclesiásticos estaban "ligados incluso con familias patricias de la élite local. El clero institucionalmente era una élite, sus preocupaciones e intereses eran los propios de la sociedad dominante, dentro de la cual, sin embargo, manifestaban a las veces particulares tendencias" (48).

            El ejemplo más claro de adhesión al movimiento de mayo, pero sin la visión de una "verdadera y total independencia", fue el del obispo García de Panés.

            Ni siquiera la Primera Junta, en sus actuaciones, pretendió grandes cambios en la vida eclesial, como lo hará pocos años después, y con rigor libre de escrúpulos, el dictador Francia.

            Con todo, hubo mucho pueblo y también algunos eclesiásticos adheridos al sector más radicalizado, que seguirían y hasta colaborarían con la política férrea y absolutista del mencionado dictador.

 

3. LAS RELACIONES DURANTE LOS PERIODOS DE GOBIERNO DEL DICTADOR RODRIGUEZ DE FRANCIA. - EL FUERTE "CONTROL DICTATORIAL" SOBRE LA IGLESIA EN EL PARAGUAY: DE 1814 a 1840

 

3.1 PREMISAS. LARGO PERIODO. FUENTES. SU FORMACION PERSONAL

 

            Transcurridos el par de años de la revolución paraguaya y sus hechos, se abre un largo período, en el que "se efectiviza" la Independencia del Paraguay.

            En todo este tiempo una sola persona se hace cargo del gobierno, en la forma más absolutista. "Yo el Supremo", es la firma de sus documentos legales. Una Dictadura vitalicia "con calidad de ser sin exemplar": Un cuarto de siglo en la Historia Paraguaya.

            La Iglesia debe "vivir" dentro de un país hondamente católico, "bajo" un gobierno férreamente dictatorial. Aislada de Roma a cal y canto.

            Las relaciones durante este período dejan de ser mutuas. No se considera a la Iglesia con personería capaz de entablar tales relaciones. El Estado es Absoluto y Único; por lo tanto, ella debe "someterse".

            No obstante, hay toda una realidad eclesial, un Cuerpo que sigue perviviendo e influyendo históricamente.

            Tanto las fuentes documentales -pues el doctor Francia, ideólogo y jurista, había montado, personal y burocráticamente, un ininterrumpido sistema de documentación, así como la bibliografía referente a él y a su largo periodo de gobierno, son extremadamente abundantes.

            Nacido el 6 de enero de 1766, en Asunción, José Gaspar Rodríguez de Francia provenía por parte de su madre de una conocida familia cristiana, los Yegros. Su padre, de origen carioca, había servicio desde joven en las milicias del Paraguay. Gaspar fue bautizado "en la iglesia de los Recoletanos, apadrinándole su tío, el franciscano fray Fernando Caballero" (49). La primera enseñanza la recibió en el convento franciscano de Asunción. En 1781 y 1782 el discípulo paraguayo estudió la filosofía, sometiéndose al rígido y metódico horario de los seminaristas internos del Real Colegio de Monserrat, universidad de Córdoba del Tucumán, la única de la zona.

            En febrero de 1783 es expulsado del colegio '"por su poco moderada conducta". Prosigue, no obstante, sus estudios superiores de Teología, como alumno externo, o manteista, con profesores frailes y entre una generación de condiscípulos, muchos de los cuales serían en los años sucesivos entusiastas propulsores de los movimientos de emancipación en el Río de la Plata. En abril de 1785 Francia recibe solemnemente el título de doctor en Sagrada Teología, "estudio que en esa época estaba fuertemente ligado con el derecho de la Iglesia" (50) La formación universitaria cordobesa había desarrollado en él las cualidades intelectuales sobresalientes que demostró durante su larga y activísima vida. De su capacidad intelectual no hay peros., "Era Francia el paraguayo de más luces en su época" (51). En su ciudad natal fue profesor primero de latinidad y luego de Teología (52). Dejada la cátedra se dedica, con gran fama de justiciero como el que más y defensor de los desheredados, a la abogacía (53). Al mismo tiempo, entró a integrar puestos en el Cabildo (54). Un año antes de la revolución -agosto, 1809- es elegido para integrar la terna, resultando sorteado para Diputado de la Provincia del Paraguay, ante quienes posteriormente serían las diputados Provinciales, y de entre éstos se sortearía el que habría de representar al Virreynato en el seno de la Suprema Junta del Reino de España.

 

3.2  EL DOCTOR FRANCIA "ALMA DE LA REVOLUCIÓN PARAGUAYA"

EL APOYO DE LOS ECLESIÁSTICOS

 

            La idea central de toda la vida y actuación del doctor Francia era la de la Independencia política y total de su Patria. Una independencia radical, que fundadamente era una opción política antes que religiosa. Lógicamente, la religión debía resultar afectada en las relaciones frente al Estado, de acuerdo con esa totalizante opción política.

            Más que "flagelo para la Iglesia" (55), Francia fue, pues, antes que otra cosa "flagelo para un Sistema Político de Dependencia" -que él en su tiempo y con duras categorías llamaba "despotismo", "esclavitud", "barbarie". Esto era -sin ninguna clase de distingos para él- el Régimen español colonial, o podía ser y en parte ya lo era también la "Hegemonía unitaria de Buenos Aires".

            Así llegó a constituirse sin discusión en la historia, como el "Alma de la revolución paraguaya".

            Ahora bien, cuál fue la posición oficial de la Iglesia? También en los años iníciales de la política francista, puede afirmarse que:

            "La Iglesia paraguaya aceptó el rol que le estaba reservado como colaboradora en la formación del ciudadano a plasmarse en la estructura del Estado nacional. No era Iglesia crítica la nuestra, tampoco tuvo grandes teólogos que formaran escuela, menos durante la Dictadura, porque Francia, anuló toda posibilidad. Anclada en los corazones de tantos paraguayos, parecía bien enraizada en la nación siguiendo, como en la época española, la fluencia de los acontecimientos políticos, como colaboradora de las nuevas estructuras sin cuestionarlas” (...) (56).

            Y cuál fue la colaboración del Clero con el doctor Francia, en estos años? Hay igualmente testimonios documentales, en los que se nota cómo varios eclesiásticos secundaron de cerca la política de aquel, en torno a la idea central de independencia, junto al sentimiento colectivo de los paisanos.

 

3.3 ACTITUD DE FRANCIA, VOCAL Y LUEGO CONSUL, FRENTE A LA IGLESIA

 

            En estos tres años no surgen ni choques ni sucesos muy llamativos en contra de la Iglesia. Francia no tenía por qué atacarla: los mayores enemigos de la revolución que él detecta con claridad y persigue, son los políticos porteñistas, los españoles de la Provincia y luego los mismos militares de los cuarteles (57). Los eclesiásticos no causaron grandes preocupaciones, excepto algún que otro individuo aisladamente (58).

            En septiembre de 18.13, se reúne en el templo de la Merced el Congreso General, que creó el gobierno de los dos cónsules, Yegros y Francia. Este evidentemente dirigía la política paraguaya y se encaminaba firmemente hacia el gobierno unipersonal (59). Entretanto, la Iglesia, siguiendo la antigua usanza del patronato, continuaba cediendo sus derechos de nominación y actuaba en conformidad con el gobierno, ahora el consular, que en los escritos curiales era llamado el "Vice Patrono real" (60).

            En el Congreso General de octubre de 1814, compuesto de mil diputados, Francia preparó sagazmente su ascensión, a través de una instrucción anónima:

            "Se procederá a nombrar único gobernante Supremo al Dr. Francia"... "Hay que destruir de raíz el europeismo tolerado, especialmente en los eclesiásticos", extinguiendo todo abuso contra el "Sistema Sagrado de la libertad de la Patria”... "No podrá predicar, confesar ni dar sacramentos sacerdote alguno que no sea decidido por la libertad..." (61).

 

3.4 IDEOLOGÍA Y POSICIÓN RELIGIOSA DE DOCTOR FRANCIA

 

            Hoy nadie pone en duda de que el doctor Francia haya sido un grande ideólogo ante la acción política que tuvo que desempeñar (62).

            Parte de una antropología, cuyos fundamentos primeros e imprescriptibles son los derechos naturales del hombre, entre los cuales la libertad es el eje central.

            Pero tales derechos naturales no serían nada si no se defendiesen a través de un pacto político y social.

            Este Pacto forja la realidad más importante del mundo político: un Estado que hace al hombre-ciudadano. Por lo cual, el Estado necesariamente precede a la nación.

            De ello se concibe muy lógicamente el valor y el Absolutismo de la Soberanía del Pueblo. Quien encarna ejecutiva y direccionalmente este absolutismo será siempre el "Supremo" Gobierno de la República.

            Todas estas doctrinas "justificaban" y hasta hacían llevadera -si no necesaria- la Dictadura, al menos para la mayor parte del pueblo.

            Debemos anotar que también la Iglesia tuvo que entrar en este Esquema político fundamental del nuevo Estado.

            "La Iglesia, para tener derecho a la existencia, no podía desconocer estas premisas: Como decía el provisor Céspedes, primero se es ciudadano paraguayo y después sacerdote. Dentro de este esquema era fundamental entonces que la Iglesia se integrara, sin reservas, en el Estado..." (63).

            Es igualmente muy conocido el "Catecismo político" redactado y divulgado para la mentalización de las masas por el mismo Francia, en el que se unen servicialmente ideología y "religión" (64).

            "Francia fue católico de origen y jamás ateo. De un catolicismo que parecía sincero evoluciono hacia un deismo que condenó siempre radicalmente todo ateísmo. Para el pueblo quería la conservación del catolicismo. Demostró claros rasgos de josefinismo: se interesaba de los detalles del culto que él ya no practicaba, considerando a la religión no bajo su aspecto de verdad revelada, sino bajo la moralidad que la misma imponía en el pueblo. El culto debía disponer de lo que necesitaba, pero sin lujos y sin una jerarquía eclesiástica que concentrara poder. El Dios del doctor Francia había dejado mano libre a los hombres para que éstos organizaran su existencia social y política" (68).

            "Abundan en archivos documentos que prueban el interés de Francia por mantener el culto religioso, en lo que se incluye la preocupación que tenía de restaurar iglesias y capillas en el interior del país. No quería una religión espléndida y patriarcal sino moralizante y nacionalista para el pueblo". Al comandante de un fuerte que le hizo pedir la imagen de un santo para colocarlo de patrón, le contestó: "Cuando yo era católico, todavía pensaba como tú; pero ahora conozco que las balas son los mejores santos para guardar la frontera" (66).

            Eran aviesamente despectivos sus conceptos y referencias a clérigos y frailes:

            "Por eso suelo yo decir que los Paraguayos todavía son como los Tapes que dominados del Paí, no hacen más que lo que dice su Paí; porque como gente puramente idiota, sin ninguna ilustración, aun no han abierto los ojos y no saben los que son tales Paí impostores y engañadores que quieren dominar y vivir de la preocupación de las gentes, y que entre sus nulidades en todo se entrometen, aunque sean también unos idiotas" (67).

 

3.5 EL SUPREMO DICTADOR ANTE LA JERARQUÍA ECLESIASTICA LOCAL

 

            Francia, principal mentor del gobierno independiente, es también -de acuerdo con su propia mentalidad acerca de la Iglesia, del Clero y de la Jerarquía, y de acuerdo con su personalísimo temperamento de no admitir otras influencias y, menos aún, poder sobre el Estado-, el que dirige astutamente las relaciones del gobierno con respecto a la Iglesia.

            El Obispo Panés, aunque demostró al principio -según vimos- mucha condescendencia con el nuevo sistema establecido por los emancipadores, iría poco a poco captando también el cambio y el trato de paulatino control que el gobierno iba forzosamente imponiendo sobre la Iglesia y el Clero. Ya la exclusión del Clero en el Congreso de 1814 "era un eficaz medio para divorciar a la Iglesia de toda influencia o posición de poder en la nueva república" (68).

            Desde ese año l814 hasta 1840 se acentúa un proceso característico, más drástico, en las relaciones del Estado -que ahora es lo mismo que decir gobierno unipersonal dictatorial- para con la Iglesia y con la Jerarquía. Una sola Suprema Voluntad guía los destinos de la nueva nación. Durante todo este período, ella subordina a la Iglesia. Impuesta frente a nación, ahora se impone a la Iglesia, a su jerarquía y al Clero.

            El Patronato va mucho más lejos de lo que hasta entonces había llegado. Ni el Obispo ni nadie pueden recurrir a Roma, como para aliviar religiosamente sus conciencias. El más firme enclaustramiento aísla totalmente a la Iglesia en el Paraguay.

            De una inicial amistad entre el obispo y Francia, muy pronto el Dictador toma medidas de tal rigor contra la autoridad eclesiástica, que no la pueden dejar indiferente. Y sucede el distanciamiento. Desde 1815 prohíbe a todas las comunidades religiosas del Paraguay la canónica jurisdicción de sus autoridades residentes en el extranjero (69). Expulsa a dos dignatarios del Capítulo catedralicio (70). Nombra provisor y Vicario general a don Roque Antonio Céspedes, quien aunque su nombramiento era canónicamente legítimo, no fue sino un instrumento más para los propósitos del dictador. Ello hizo que la Iglesia nunca haya quedado en situación irregular.

            A partir de 1816, el obispo desaparece poco a poco del ejercicio de sus deberes diocesanos. Desde 1817 a 1838, enfermo y retraído, vivió dos décadas de abandono y miseria. Así es descrito por el doctor Francia; "Lo que no obstante hace ya diez años que no ha querido cumplir con su obligación, ha cesado enteramente de exercer su ministerio, reduciéndose al estado de manía y de una demencia encolerizada contra los Patriotas y la Patria, que aún lo mantiene y le ha dado tanta cantidad inútilmente"... (71).

            Repuesto el obispo en 1838, tuvo un impensable y espectacular retorno a su rebaño, que lo recibió como un signo de la vitalidad de una Iglesia indefectible a pesar de todas las pruebas (72). Falleció en octubre de ese mismo año.

            Lo que importa en el estudio de las relaciones entre el Estado y la Iglesia, en el caso del trato del dictador con el obispo, es, sobre todo, la actitud absorbente arrogada por aquél, haciendo que el gobierno "tomara la dirección de la Iglesia" (73).

 

3.6. CLERO PARTIDARIO Y OPOSITOR DURANTE LA DICTADURA

 

            Hacia 1814, entre sacerdotes religiosos y seculares, puede estimarse en un centenar los miembros del clero paraguayo; se concentraba en Asunción pero su influencia era muy grande en la campaña.

            El hecho más significativo ahora en las relaciones entre el gobierno la dictadura y la Iglesia, como ya lo era desde el tiempo del movimiento emancipador, seria la discriminación clara entre los miembros del clero, entre quienes aceptaban la nueva situación de independencia, y aquellos que podrían oponerse a ella. Tanto del lado del mismo clero, como mucho más de parte de Francia, no se podía dudar en el camino que debía adoptarse. Ya en el congreso de 1814 se exigió que ningún sacerdote podía ejercer su ministerio si "no fuera decidido por la libertad". Para muchos de ellos, era ésta la forma en que la Iglesia debía encarnarse en la nueva sociedad política. En 1815, el Supremo "decretó que los curas europeos o no paraguayos podían mantener sus puestos siempre que obtuvieran una carta oficial del Gobierno concediéndoles ciudadanía y atestiguando sobre su patriotismo" (74). Entre los opositores al paso a la dictadura vitalicia, se contaron dos eclesiásticos: el tío del candidato fray Fernando Cavallero y el padre Marco Antonio Maíz  (75) . Había, pues, ciertas resistencias de parte del clero y Francia consideró necesario arrestar de vez en cuando a algunos sacerdotes, especialmente a los que no habían nacido en el país (76).

            El de 1820 es un año clave en las relaciones entre el dictador y el Clero, el año de la "gran conspiración". En los años siguientes -en la paz reinante "nacida del terror y de la opresión-, "en las prisiones de Asunción se pudrían medio millar de personas" (77), entre ellas una decena de sacerdotes (78). Desde 1820 los curas, sin excepción fueron obligados a jurar fidelidad y lealtad al gobierno y a "la independencia en que se halla esta república", y prometer que no obrarían ni procederían contra ella en manera alguna, directa ni indirectamente" (79). Además, "los empleos y oficios religiosos" debían estar "en manos de patriotas" y que en las congregaciones sólo se agrupasen los partidarios de la independencia. También en 1820, por otro auto supremo, se suprime el fuero de los eclesiásticos (80). En 1823 cierra airadamente el Colegio Seminario, único centro de cultura superior y de formación de sacerdotes, que ya no podían estudiar ni ordenarse más hasta su muerte (81). Atemorizados así muchos curas, aún en medio de su pacífica acción pastoral, debían manifestar y pedir permisos al Supremo Dictador hasta para las obras más inocentes (82). Entre sus medidas más fuertes y desaprensivas contra la Iglesia, en 1824, fue la abolición de los conventos y secularización de sus religiosos (83). En 1828, sucede "tras la supresión de los frailes, la de los canónigos", "que no siendo de una importancia precisa y esencial al Estado, debe más bien reputarse un luxo de la Iglesia" (84).

            Hacia 1630, ya se advierte, sobre todo de parte del Provisor Vicario General Céspedes, una situación de completa sumisión y el más craso regalismo. En ella el Clero se muestra totalmente doblegado y acrítico, y no lo era para menos, sea por la poca formación y la mentalidad casi natural en la época, sea, aún más, por las presiones que el Dictador había impuesto sin pausas ni blanduras durante las dos décadas precedentes. Lo confirma un documento de ese año del Provisor. Habla en él del "amor, respeto y obediencia al Excelentísimo Señor Dictador" como de su "primera obligación".

            De lo que no hay duda -al considerar la situación de estas relaciones para con el clero- es que muchos sacerdotes se mostraron durante la dictadura, por motivos que aquí no es el caso de escudriñar, favorables al proceder gubernamental de Francia, defendiendo también ellos la justa independencia de la patria. O poniéndose prudentemente al margen de la situación, esperando tiempos más favorables para el trato con la Iglesia.

 

3.7 LA SITUACIÓN ECONÓMICA

 

            Si por un lado es cierto que el dictador Francia cortó todos los recursos económicos que la Iglesia disponía para sus gastos, y que confisco gran parte de los bienes inmuebles de ésta, por otro, es también comprobable que la administración estatal, -que él dirigía personal y minuciosamente-, trató de solventar las necesidades perentorias de la misma Iglesia.

            "El Estado costeó los gastos del culto y pagó siempre a los curas sus asignaciones que, comparadas con las de otros funcionarios, no eran despreciables" (85). Pero también es necesario considerar que económicamente el gobierno hasta se había beneficiado por este control y exacción de la Iglesia.

            El dictador no duda en declarar "nulo y sin valor" un auto del Obispo sobre "primacías" (86). La determinación más importante y general por la extensión que implicaba fue otro "Decreto Supremo", de 1830, por el que se suprimían los Diezmos (87).

 

3.8 AISLAMIENTO DE LA JERARQUÍA CENTRAL

 

            Francia -dentro de su doctrina política y estratégica del aislamiento del país- (88) convirtió a la Iglesia en el Paraguay en una "dependencia del Estado" (89).

            Prohibió la injerencia de toda y cualquier autoridad religiosa desde el exterior. Y esto lo hizo al comienzo mismo de la dictadura, en 1815 (90). Fue un radical enfrentamiento con la Iglesia, contra toda la tradición paraguaya anterior y contra la praxis que todas las otras naciones americanas estaban propugnando en la misma época. Distinta también a la historia inmediatamente posterior a este período dictatorial, que será iniciada por el segundo consulado paraguayo, liderado por Carlos Antonio López.

            Con dicho decreto Francia corta "toda conexión entre la Iglesia paraguaya y el mundo exterior, rompiendo la comunicación y el contacto entre la Iglesia y sus superiores eclesiásticos" (90).

            En otro orden, también "toda correspondencia eclesiástica tenía que tener la aprobación del dictador antes de ser entregada o enviada, y aún hasta las bulas de Roma tenían que ser aprobadas por él antes de ser dadas al clero" (91). Tampoco era posible que sacerdote alguno saliera o entrara del país sin la anuencia de Francia, so pena de prisión (92).

            Consecuencia de suma trascendencia era, igualmente, en esta política aislacionista, la total separación de la Iglesia paraguaya de su centro de unidad, Roma. El único contacto que llegaba hasta Roma era las relaciones, por demás curiosas, que de allende las fronteras del reducido Paraguay escribían eminentes comisionados o corresponsales encargados.

 

3.9 TOTALITARISMO ESTATAL SOBRE LA IGLESIA: PATRONATO EXACERBADO

 

            Francia nunca pensó ya en reunir ni consultar a los congresos. Tampoco tuvo tribunales ajenos a su voluntad, como habían dispuesto los mismos congresos. En contra de los principios republicanos de Montesquieu y Rousseau, la sola Suprema persona del dictador era la que legislaba, mandaba y juzgaba. Tampoco era admitida la emisión siquiera de pensamientos políticos. "La simple manifestación de opiniones desfavorables al Gobierno o a la persona del Dictador era castigada como un crimen ordinario. Las cárceles se poblaron de desafectos y a ella se iba a parar por simples declaraciones o sospechas" (93).

            Puede, pues afirmarse, que el de Francia fue uno de los primeros y de los mayores "con calidad de ser sin exemplar", decía el texto de su nombramiento dictatorial de los totalitarismos estatales de los tiempos posteriores a la independencia americana (94).

            Era más por el poder ilimitado que Francia atribuyó siempre al Estado, y no por el Patronato, que él nunca invocó ni lo necesitaba:

            "En inteligencia de que el Supremo Gobierno de la República no está, ni puede, ni deve estar ceñido a ninguna de las llamadas prácticas y disposiciones Canónicas; siendo y debiendo ser solamente su regla el interés general del Estado, como deve serlo de todo Gobierno exento de preocupaciones y abusas introducidos por la ignorancia o por la desgracia de los tiempos..." (95).

            De este modo, y muy coherente con sus principios, lo que Francia buscó fue sin paños tibios la subordinación total de la Iglesia al Poder Civil. Para ello, no tuvo consideraciones ni con el obispo, ni con el vicario, ni con los sacerdotes ni con sus mismos compatriotas. Tampoco admitió -y es de los hechos más influyentes negativamente para la Iglesia de ese tiempo en el Paraguay, ninguna comunicación con las instancias de la jerarquía eclesiástica universal de Roma.

            Puestas así las cosas, y como que se llegaban a obtener los objetivos señalados, no hacía falta siquiera cometer "el error de las persecuciones abiertas y totales" (96).

 

3.10  ACTITUD FAVORABLE HACIA LAS CLASES DESHEREDADAS. APOYO HASTA LA MUERTE

 

            Durante todo su largo gobierno, Francia tuvo una vida monacalmente austera.

            Y la primera y primordial pasión de su vida fue luchar y obtener la libertad, la independencia de su pueblo. Esta fue su principal y más clara opción ideológica, y práctica. Ninguna persona, ningún grupo, ninguna institución -ni siquiera la Iglesia Católica, según su pensamiento- ni ninguna nación tenían el derecho de avasallarla, negándole su libertad e independencia:

            "Yo antes quiero morir -escribió lapidariamente- que volver a ver a mi patria oprimida y en esclavitud, y tengo la satisfacción de creer qué lo general de toda la República está en lo mismo" (97).

            De esta decisión-acción llegó, lo que es mucho decir, a convencer al mismo pueblo de que gozaba de libertad: "Dicen los paraguayos que ellos son libres, y que

'taita guasú' (Francia) los hizo ciudadanos de la República, y que nadie tiene derecho a este título, sino los criollos de allí" (98). De aquí deriva el hecho de que el Pueblo estuviese "con él". Lo apoyaba ampliamente en los congresos y en el largo sostenimiento de su dictadura populista.

            Esto sucedía porque antes Francia se había situado existencial y políticamente del lado y a favor del pueblo oprimido, pobre de solemnidad, inculto, siempre dependiente. El intuyó -y fue coherente con su convicción- que el verdadero, único legítimo ideal para un país es no sólo la producción de bienes sino, sobre todo la distribución de éstos entre todo el pueblo (99).

            Sus ayudas y su preocupación por los pobres eran muy concretas y constatables.

            De acuerdo con todo lo que antecede, puede afirmarse también que no se estaba lejos en la práctica de un auténtico cristianismo, por lo menos bajo este aspecto (100).

            La aceptación popular y apoyo al gobierno del dictador se ven en los sucesos de su muerte y sepultura, cuyos relatos son muy elocuentes al respecto (101). En varias de estas crónicas, con fechas de los días de duelos, el pueblo demostró en forma insólita su participación y su preocupación dolorida por el acontecimiento que le privaba de un gobierno que se había interesado de la suerte del pueblo (102).

 

3.11  JUICIO ACERCA DE ESTA DICTADURA CON RESPECTO A LA MATERIA RELIGIOSA

 

            1°) Puede afirmarse que el modo de ser y de actuar, extremadamente totalitario y autocrático de Francia haya sido la fuente principal de la parte negativa de su personalidad y de su acción política, así como de su injustificado trato con la religión de su pueblo y con la Iglesia institucional que la encarnaba.

            Su concepción política no pudo considerar a la Iglesia, como un organismo social, libre y autónomo en la esfera específica de su misión trascendente al servicio del hombre. Tampoco llegó a darle el espacio necesario de comunicación con su jerarquía universal.

            2°) A la vez, su radical decisión en favor de la independencia de su Patria -durante tanto tiempo injustamente marginada, explotada o contrariada-, y la dedicación total, austera y desinteresada por lograr el bienestar del común de su pueblo -en un esfuerzo ejemplar de autonomía socio-económica—, es el mejor resultado de su obra de gobierno.

            3º) La historia de este período demuestra también la vitalidad con que pervivió la Iglesia en el pueblo paraguayo, a través de una característica e inextinguible religiosidad popular.

            4º) Al estudiar los períodos subsiguientes de la historia paraguaya, en la parte relativa a las relaciones entre el Estado y la Iglesia, se verá la influencia perdurable, que su modo de proceder ejercicio todavía en el de otros gobiernos sucesivos.

 

4. LAS RELACIONES IGLESIA-ESTADO DURANTE LOS GOBIERNOS DE CARLOS ANTONIO LOPEZ (1841-1862). COMIENZAN LAS RELACIONES CANONICAS CON LA SANTA SEDE. LA HERENCIA PATRONAL Y LA "FUNCIONALIZACIÓN" DE LA IGLESIA

 

4.1 PERSONALIDAD DE CARLOS ANTONIO LOPEZ. SU CONSULADO CON ALONZO (1841-1844). ELECCIÓN POR EL CLERO DE UN VICARIO GENERAL

 

            A la muerte del doctor Francia, siguieron en el Paraguay, unos meses de inestabilidad política, menor de la que podía preverse. Finalmente, en febrero de 1841, asume el poder provisionalmente un aceptado militar, Mariano Roque Alonso, con el título de comandante general de armas. Y elige, como secretario del gobierno interino, a su amigo Carlos Antonio López. El nuevo gobierno se ocupa directamente de la formación de un congreso extraordinario (103).

            Miembro de una familia de practicantes católicos, con dos hermanos mayores sacerdotes, López nació en el paraje asunceno de Manorá, en 1792. Fue alumno de filosofía y luego de teología en el Real Colegio Seminario de San Carlos de Asunción. Ejerció la docencia en el mismo colegio desde 1814 -enseñando primero filosofía y tres años más tarde, durante el día, la teología dogmática y la escolástica hasta la clausura de dicha institución por el dictador Francia en 1823 (104). Posteriormente se dedicó a la abogacía. Poseía excelentes dotes de inteligencia, de constancia y de fecunda laboriosidad. Gozaba, además, de mucho prestigio no sólo por su preparación y capacidad, sino por su extendido apoyo popular.

            Fue, primero, cónsul de la República, en 1841 a 1844, y desde marzo de este año hasta su muerte, en 1862, Presidente de la República, durante tres períodos consecutivos.

            El Congreso de 1841, luego de establecer el segundo Consulado, pone su atención también en estos puntos de las relaciones entre la Iglesia y el Estado: Se considera la Autoridad del Vicario General, así como la presencia y actuación de los clérigos en el país; y a todos esos eclesiásticos se les exige el juramento "de fidelidad al gobierno".

            Pero la gran diferencia, con respecto a la dictadura anterior, será la consideración e interés con que los cónsules tratarán a la Iglesia, y las buenas relaciones que entablarán con ella, a nivel nacional y a nivel universal, con el Sumo Pontífice de Roma.

            Un cónclave eclesiástico, con la asistencia "de cincuenta y un sacerdotes del Paraguay, elige a Vicente Orué, virtuoso y respetable sacerdote, como Vicario General para administrar la diócesis". (105).

            La carta de los cónsules, con fecha 15 de febrero de 1842, -el primer documento en las relaciones entre el Paraguay Independiente y la Santa Sede-, dirigida directamente al Papa (106), no sólo daba las razones del hecho, sino que solicitaba la competente aprobación. En esta primera carta oficial, al papa Gregorio XVI, los cónsules describían patéticamente la situación -para salvar "del vórtice de la anarquía" "en las vicisitudes de la revolución por la independencia política"- "del largo y penoso paréntesis de incomunicación", así como el lastimoso estado de la Iglesia en el país (107). Y concluía: "Puede pensarse que ninguna Iglesia del orbe cristiano católico Romano se habrá visto en circunstancias tan tristes y afligentes como la Iglesia del Paraguay siendo más punsante en su dolor la difícil comunicación con la Santa Sede, y lo moroso del tramite a tan enorme distancia"...

            En materia religiosa, López comienza, pues, una decidida "rectificación de rumbos", comenzando por la reconstrucción total de la vetusta Catedral asuncena.

 

4.2 LA MATERIA RELIGIOSA DURANTE ESTE SEGUNDO CONSULADO PARAGUAYO

 

            En el "Mensaje" ante el Congreso Nacional de 1842 fueron presentados los puntos más importantes en las relaciones del gobierno con la Iglesia:

            - Se habla de la escasez del clero, pues "de ochenta y tres parroquias estensas", "apenas cincuenta son servidas por eclesiásticos de avanzada edad". Y de la presentación al Papa de los candidatos "para que proveyera el Obispado vacante de Pastor", "uno para diocesano, y otro para auxiliar" (108).

            - Se iniciaron las gestiones ante el Internuncio "pidiéndole la facultad de administrar el sacramento de la confirmación, para el Vicario interino" (109).

            - Las iniciativas para dotar de personal suficiente al Clero nacional: "Los párrocos de la campaña aun así ancianos, se prestan gustosos al servicio y administración de las Iglesias vacantes de curas, y de este modo hacen menos sensible la falta de clero". "Debe seros consolante, que en medio de la escasez de sacerdotes, haya Dios inflamado el ánimo de los pocos que sirven al santuario, que casi no se siente aquella falta" (110).

            - El Gobierno, acabada la obra de la nueva catedral, establecía la creación de un "Senado eclesiástico", en vez del antiguo cabildo catedralicio. Al mismo tiempo anunciaba que se haría cargo de los emolumentos de los ministros eclesiásticos (111).

            - Los lugares de culto y la reparación y construcción de templos fueron también muy reactivados: "El culto ha sido una de las atenciones del Gobierno, acudiendo a sus construcciones y a las necesidades de algunas parroquias" (112).

            - Otro aspecto que caracterizará el largo gobierno de López, fue el tema de la libertad religiosa, que no permitiría en todo el país. La religión católica sería la única admitida.

            - Además, este Congreso ratificó solemnemente la Independencia Nacional, y todos "los empleados eclesiásticos serán juramentados al tenor de esta Acta". Eran cuatrocientos los diputados que la firmaron (112).

            Del Congreso Nacional del año 1842 -sólo dos años después de la muerte del dictador Francia- se deducen claramente los cambios relevantes y numerosos que el Gobierno Consular establecía por ley, en vistas de una especial "atención y nueva situación" que se asigna a la Iglesia en el Paraguay. Con tales medidas se daba un giro radical a la situación anterior correspondiente al gobierno dictatorial de Francia. Y se iniciaba una nueva etapa en las relaciones con la Iglesia local y con la Santa Sede.

            Como consecuencia de lo determinado en dicho Congreso, el gobierno en los años sucesivos manifiesta una activa política en materia religiosa. En enero de 1843 nombra "gobernador del obispado al presbítero Pedro José Moreno, y en julio pone "en posesión" al prelado -Basilio López, hermano de Carlos- presentado al Papa para el obispado diocesano. Decreta asimismo la erección de nuevas iglesias parroquiales en Asunción, y el cobro de los impuestos eclesiásticos (113). Comienzan los numerosos trabajos de construcciones de iglesias en varios lugares del país.

            Se advierte, por lo tanto, el gran cambio en la atención del gobierno a los asuntos eclesiásticos, aún antes de que Carlos Antonio López comenzara los períodos de su mandato presidencial. Todo ello es también una prueba de que la religión era una fuerza viva en la sociedad paraguaya, no obstante el trato dispensádole por el dictador Francia.

 

4.3 LOS PRIMEROS CONTACTOS DEL GOBIERNO PARAGUAYO CON EL PAPADO

 

            La obra más significativa por parte del gobierno paraguayo eran las comunicaciones que comenzaron a entablarse por primera vez en la historia del Paraguay independiente con el Papado de Roma. Fue un paso cardinal en la política de gobierno de López. Y los resultados positivos fueron acabada respuesta a sus gestiones en este campo.

            Lo interesante es que el mismo gobierno paraguayo, por intermedio de los cónsules, tuvo la iniciativa de comunicarse directamente con la Santa Sede, a través de la Internunciatura apostólica, residente entonces en el Brasil, a cargo de Mons. Ambrosio Campodonico. La carta al Papa fue recibida auspiciosamente, porque significaba el primer contacto oficial luego de tantos años (114).

            Recién en diciembre de ese año 1842 el Papa contesta la carta de los cónsules, expresando alegría por la comunicación restablecida, confirmando a Orué cómo Vicario Capitular; acordando la disminución de fiestas; aceptando la presentación de los obispos electos, el diocesano Basilio López y su auxiliar Marco Maíz, pero pidiendo los documentos "según la norma de los cánones" (115).

            Muy interesantes, finalmente, son en esta carta del Pontífice, sus palabras referentes a "la inmunidad de la Iglesia y sus derechos", de modo que las autoridades religiosas "nunca sean de algún modo impedidas, sino que cada uno cumpla libremente su oficio" (116).

            "Se diría -acota Bartoméu Meliá- que el Papa presiente con fundamento que será la libertad de la Iglesia el gran problema de la nueva jerarquía eclesiástica" (117).

 

4.4 LA "LEY DE LA ADMINISTRACIÓN POLÍTICA DE LA REPÚBLICA", O PRIMERA CONSTITUCIÓN PARAGUAYA (1844): SUS ARTÍCULOS EN MATERIA RELIGIOSA. JUICIO

 

            Carlos Antonio López, similarmente al doctor Francia, era también un ideólogo. Era otro representante del pensamiento político del despotismo ilustrado. Llegó al poder munido de ideas claras y con una extraordinaria capacidad de trabajo y dinamismo para llevarlas a la práctica. El pueblo lo acepta como un mandatario "arandú" (sapiente) es elegido Presidente de la República, por un Congreso, en marzo de 1844. Había proyectado ya -y el Congreso lo aprueba sin previa discusión- una embrionaria, pero a la vez robusta, "Ley general para la administración del país". "Preparada por él mismo, debía servir como Constitución de la República" (118). Era un esquema sencillo pero original, pues "poco de común tenía con las que entonces regían en los demás países sudamericanos". Y porque encuadraba un tipo particular de gobierno, el más útil que él juzgara para la situación socio-política del Paraguay.

            Se creaba, de esta forma, "un gobierno fuerte pero basado en la Ley, no en la arbitrariedad" (119). El cargo presidencial duraba diez años y no se prohibía la reelección. Y en consecuencia, la nueva Constitución consagraba una especie de dictadura legalizada, con la concentración total de poderes en manos de un solo hombre. Los "derechos y garantías" individuales aparecían en ella muy inconsistentes. Por lo mismo, con el correr de los años, lo que había sido aceptado masivamente, se convirtió en descontento para muchos.

            Entre los asuntos relacionados con la Iglesia, sus artículos incluían: a la Religión Católica como "Única del Estado", haciendo al Presidente de la República "Protector" de aquella. El Vicepresidente debía jurar en manos del Presidente o del Prelado diocesano. En otro importante artículo, atribuye al Presidente el derecho de "Patronato general" respecto de las Iglesias, beneficios y personas eclesiásticas, con arreglo a las leyes: nombra a los Obispos y a los miembros del Senado Eclesiástico". Atribuye también al Presidente la celebración de "Concordatos con la Sede Apostólica; conceder o negar su beneplácito a los decretos de los concilios y cualesquiera otras constituciones eclesiásticas; dar o negar el Exequátur a las bulas o breves Pontificias, sin cuyo requisito nadie las pondrá en cumplimiento". Legisla sobre los Diezmos, aplicando "exclusivamente los ramos del diezmo en beneficio de las Iglesias, de los Ministros del Culto, y demás de este ramo en conformidad de la ley especial que se ha dado a este respecto".

            El Obispo Diocesano es uno de los miembros del Consejo de Estado, quien debe jurar en manos del Presidente (120) .

 

4.5 LA "LEY DE LOS GRADOS DEL FORO ECLESIASTICO"

 

            Constituía esta Ley -acerca de los juicios propios del fuero eclesiástico- una innovación, al tiempo que se la reimplantaba en el Paraguay, de la práctica jurídica que había estado vigente durante tantos siglos conforme con el derecho hispano-indiano. Y canónicamente consideraba, ello era de nuevo una intromisión dentro del derecho interno de la Iglesia.

            Por dicha ley, el Estado se irrogaba la competencia de reglar "los juicios exclusivamente pertenecientes al foro eclesiástico".

            La demanda debía comenzar ante el Cura Rector de la Catedral, que hacía de conciliador. Las demandas no conciliadas pasaban al Cura de San Roque, que actuaba en forma ordinaria, con dos testigos, hasta la sentencia en primera instancia.

            La segunda, o apelación, radicaba ante el Prelado Diocesano, secundado por un notario eclesiástico.

            Seguían las siguientes medidas del más rancio regalismo estatal: la supremacía del Gobierno sobre la jurisdicción y sentencia del Obispo en materia eclesiástica, y el reconocimiento de los "recursos de fuerzas" o recurso directo a "la Suprema Potestad de la República" contra los actos o sentencias de los jueces eclesiásticos. Se exigía "que los jueces serán ciudadanos de la República y seculares.

            En caso de dudas no resolvibles por el Prelado, éste "debía recurrir al Supremo Gobierno para determinar lo conveniente". En las villas, se creaban también "jueces foráneos eclesiásticos.

            A diferencia del gobierno dictatorial de Francia, se ocupaba y preocupaba de la religión y de la Iglesia; pero, al igual que aquél, no temía inmiscuirse en sus asuntos internos específicos.

 

4.6 LA SITUACIÓN ECLESIÁSTICA DURANTE LOS TRES PERIODOS PRESIDENCIALES DE CARLOS ANTONIO LOPEZ. (EL RECONOCIMIENTO DEFINITIVO DE LA INDEPENDENCIA. LA IGLESIA TODAVÍA FUNCIONARIA DEL ESTADO)

 

            En la historia de las relaciones entre el Estado y la Iglesia en el Paraguay, los tres períodos presidenciales de Carlos Antonio López -un lapso de casi dos décadas logran la realización de dos hechos trascendentales:

            1°) El primero es la definitiva victoria de los paraguayos con el reconocimiento de su Independencia Política en el concierto de las Naciones -sobre todo, ante la Argentina, luego de cuarenta años de independencia `de facto'-.

            López se preocupó de ello, acicateado por la negativa del gobierno de Rosas. Para lo mismo fundó el primer periódico paraguayo, a partir de abril de 1845, que dirigió personalmente y tituló "El Paraguayo Independiente. Independencia o Muerte". Y lo sostuvo hasta cumplir con su objetivo, una vez logrado el reconocimiento oficial de la Argentina, en 1852. Para esta fecha ya habían reconocido la independencia paraguaya doce países del mundo.

            2°) El segundo hecho histórico lo constituye el establecimiento de relaciones directas, por primera vez en la historia paraguaya, con la Sede Apostólica de la Iglesia.

            López, desde sus primeras actuaciones comparece sin ocultar sus convicciones de creyente, de practicante religioso. Valora que "la religión y el culto públicos ejercen una gran influencia en la moral y creencia del pueblo" (121).

            Frente a la Iglesia se muestra deferente en darle importancia en todos los aspectos de la vida pública. Reconoce su relevante acción socio-cultural. Aunque conscientemente no la separa, sino que la encierra dentro de la esfera estatal, haciéndola no más que un órgano del Estado. López ha colaborado con eficiencia pragmática para un creciente robustecimiento en la organización interna de la Iglesia Católica en el Paraguay, si bien la hizo al mismo tiempo muy dependiente del Estado.

 

4.7 PROTECTOR. DE LA RELIGION. UNION CON EL ESTADO BAJO DEPENDENCIA DE ESTE RELIGION UNICA. EL PATRONATO "LEGAL"

 

            Las medidas de esta "protección" son numerosas y en distintas formas. Por una parte, le dedica la atención y un lugar importante dentro de la organización general del país. Cultiva por primera vez las relaciones con la Sede Apostólica. No escatima las ayudas, sea en el plano legal, con las leyes consagradas a la esfera eclesiástica, sea financieramente por medio de las subvenciones para el sostenimiento del culto, y de los ministros, así como las abundantes obras de construcción y reparación de los templos en todo el país.

            Propugnaba abiertamente una política de unión entre el Estado y la Iglesia, sin perjuicio de la subordinación de ésta. Pero se trataba de una unión con poco margen de libertad para la Iglesia. Esta no pasaba de ser, en efecto, más que un organismo funcionalizado y supeditado a la supremacía del Estado lopizta.

            En efecto, toda y cualquier autoridad eclesiástica -obispo y clero, nacional o extranjero- debía prestar juramento público de defender la independencia patria, delante de las autoridades civiles. Era normal, como en los tiempos de la dictadura, que los sacerdotes aparecieran como "ciudadanos del Estado civil" antes que como eclesiásticos. Según un decreto del presidente, de 1845, los escritos episcopales y eclesiásticos de temas religiosos venían también encabezados con las frases: "Viva la República del Paraguay! Independencia o Muerte" (122). El Presidente cuidó de que ningún signo de la autoridad episcopal pudiera hacer sombra a la supremacía de su dignidad: "El Gobierno, a la par del zelo que tiene acreditado por el culto religioso, debe cuidar que ningún empleado de la iglesia aparezca en ella, ni en las calles sobreponiéndose al Supremo Gobierno nacional" (123).

            Se requería siempre "el acuerdo y la aprobación del Excelentísimo Gobierno Supremo de la República" como "aval de todas las manifestaciones religiosas públicas" (124). En sus intervenciones el primer López ha aparecido y actuado -e incluso así era aceptado en el seno mismo de la clerecía y del público- como el verdadero Jefe "teórico" de la Iglesia (124). Hay varios documentos en que ordena "directamente a su hermano el Obispo, lo que debe hacer y trasmitir a los demás eclesiástico" (125). Igual cosa sucedía acerca de las intervenciones por decreto en la misma liturgia, no obstante la razón que podía tener en sus observaciones el Presidente López.

            Continuas son las observaciones hechas directamente a los organismos centrales de Roma, por el Internuncio Campodonico, desde el Brasil, viendo cómo se presentaba la situación de las relaciones entre el Estado Paraguayo y la Iglesia. Con visión de astuto diplomático, adivinó muchas de las actitudes de Carlos A. López en el sentido de querer sobreponerse a las libertades legítimas de la Iglesia.

            La "Religión Única" fue otra gran diferencia con respecto al gobierno del doctor Francia. En 1819, éste había dicho a los médicos Renggger y Longchamps: "Profesen la religión que les acomode. Nadie les inquietará" (126). Muy distinta, en cambio, fue la respuesta de López cuando un enviado especial del gobierno inglés, había pedido en beneficio de sus compatriotas el "acordarles el libre ejercicio de sus cultos religiosos", al afirmar: "Aún cuando pudiera estarse por el principio, no es así en cuanto a la oportunidad, y consecuencia de este caso" (127). Decía una ley del Congreso de 1842: "Queda prohibido conceder o permitir en el territorio de la República la tolerancia de sectas religiosas o la libertad de cultos" (128).

            En el ámbito del Patronato extendía sus poderes al nombramiento de los obispos; al de los miembros del Senado Eclesiástico; a todas las disposiciones referentes a la Iglesia en general, o a sus reparticiones de parroquias, templos y oficios; al nombramiento de todos los cargos y beneficios eclesiásticos; al control en las funciones y hasta en la disciplina de las personas de iglesia; a los concordatos con Roma y a los requisitos anticanónicos del "Placet" y del "Exequatur"; al manejo de los diezmos; al instituto jurídico de la "ejecutoriales"; al posefinismo en materia de leyes minuciosas sobre ceremonias litúrgicas, ceremonial de obispo, o repiques...

            La Iglesia no protestó públicamente, aunque tampoco admitía estas manifestaciones de subido regalismo, y continuamente expresó sus observaciones y reservas.

 

4.8 SOBRAS Y AYUDAS MATERIALES DEL GOBIERNO A LA IGLESIA

 

            López hizo construir la nueva Catedral y otros numerosos y amplios templos, en la capital y en el interior para las poblaciones. El Estado cubría las asignaciones de los obispos, de todos los sacerdotes, quienes entraban en la categoría de funcionarios públicos; de los capellanes y maestros de latinidad y otras gratificaciones.

            Muchas de tales ayudas económicas y materiales comprometían en alguna forma la total libertad de la Iglesia y sus ministros, como advertía en sus informes el Internuncio Campodonico.

 

4.9 LA OBSECUENCIA ECLESIÁSTICA ANTE EL GOBIERNO ESTATAL Y LA "FUNCIONALIDAD" DE LA IGLESIA

 

            El hecho de favorecer exclusivamente al culto católico con prohibición legal de las demás confesiones, aunque propia del tiempo, comportaba para López -como contrapartida- que la religión fuese un apoyo y una afirmación del poder político. La religión "servía" de esta forma para sostener también al gobierno.

            Además, a pesar de toda la consideración y atención prestadas por López a la religión, su filosofía política mantuvo siempre la "subsistencia de la razón de Estado en el dominio religioso" (129). La religión cumplía, por lo mismo, una función dentro del Estado, único soberano. La "razón de Estado" no podía reconocer la autonomía -aunque ésta se centrase en otro tipo de relaciones- de la religión. El Estado, a la vez, se confundía con el "gobierno"; un gobierno, en fin, de tipo "personalista", sin efectiva y real distinción de los poderes.

            Es principalmente en el sostenimiento económico, como única fuente de recursos para la Iglesia, donde más preponderante se torna la influencia del Estado y la presión de éste sobre la Iglesia.

            Varios documentos de esta época demuestran que la autoridad del presidente se sobreponía a la autonomía específica de la potestad episcopal (130). Por su parte, los escritos de ésta requerían el "acuerdo y la aprobación del Excelentísimo Gobierno Supremo". La "subordinación y la obediencia a las autoridades constituidas" eran temas frecuentes en las mismas pastorales de los obispos (131).

            Pero, en defensa de las autoridades eclesiásticas, especialmente del obispo Basilio López, hay testimonios, aún inéditos, en los Archivos Vaticanos, que demuestran el esfuerzo de dicho prelado por defender los derechos de la Iglesia, con una sufrida y clara protesta.

 

4.10  RECAPITULACIÓN DE LA POLÍTICA RELIGIOSA DE CARLOS ANTONIO LOPEZ

 

            Gobernante de robusta formación jurídica y canónica, de convicciones y prácticas religiosas, desde el principio de su gobierno se había prefijado una clara política en materia de religión. Y supo llevarla a cumplimiento con energía y tenacidad.

            Consideró a la religión como un importante valor para la vida y la moralización ciudadanas.

            Se preocupó, sobre todo, de organizar en forma integral la lastimosa situación jurídica y operativa, en que quedó la Iglesia en el Paraguay al término del gobierno del doctor Francia. En particular:

            -Atendió a que se cubriesen las vacancias de la jerarquía eclesiástica, la episcopal y la presbiteral. Obtuvo el nombramiento de los cuatro primeros obispos paraguayos: Basilio López, el auxiliar Marco Antonio Maíz, Juan Gregorio Urbieta, segundo diocesano y presentó a Manuel Antonio Palacios. Asimismo atendió a la dotación de todas las parroquias de la capital y de la campaña, en su función de "Patrona" nacional de la única religión del Estado.

            - Restableció en toda su solemnidad el culto público.

            - Introdujo en la primera Constitución del Paraguay varias normas del Derecho Eclesiástico. La principal fue la adopción del Catolicismo como religión oficial y única del Estado, prohibiéndose todo otro culto. Reconoció la personalidad jurídica pública de la Iglesia Católica y de sus organismos romanos.

            -Abrió nuevas relaciones directas con la Santa Sede, después de tres siglos de incomunicación en la época hispana y de un tercio de siglo en el gobierno francisca, generando este último casi una especie de "cisma religioso".

            - Mandó edificar grandes templos tanto en la capital como en numerosos pueblos del interior del país.

            - El Estado se hizo cargo de las subvenciones y sueldos de todos los eclesiásticos.

            Pero al mismo tiempo, su gobierno se atribuyó la práctica indeclinable de un riguroso y extendido Patronato regalista y la demostración de una constante supremacía con relación a la autoridad religiosa. Esto llevó las relaciones entre la Iglesia y el Estado a una situación crítica: de pronunciada tendencia, hacia una "Iglesia nacional", así como a cierta dependencia material y legal de la misma con respecto al Estado.

 

CONCLUSIONES GENERALES: ACERCA DEL PROCESO DE EMANCIPACIÓN POLÍTICA DEL PARAGUAY EN SUS RELACIONES CON LA IGLESIA CATÓLICA

 

            Las cuatro décadas del siglo XIX que abarcó el proceso y consolidación de la Emancipación Política del PARAGUAY -hasta su concreción histórica definitiva, durante la presidencia de Carlos Antonio López- presentan diversas situaciones, dentro de las cuales se desarrollaron las relaciones entre el Estado y la Iglesia:

            1. El período trisecular de la dominación hispana (1537-1811) produjo una clara situación de religiosidad y -en el plano socio-político- un "régimen de cristiandad". Esa religiosidad -o "catolicismo"- fue convirtiéndose con el tiempo en una reconocida característica peculiar del pueblo paraguayo. Patronato regio, control sobre la Iglesia y sus instituciones y desconexión legal forzada de su centro de unidad -la Sede apostólica de Roma-, son las notas distintivas de ese largo y católico período.

            2. El movimiento revolucionario paraguayo hacia la Emancipación Política (1811-1813), encontró un apoyo sereno de parte de la Iglesia local, si bien ésta, institucionalmente, no tuvo una visión profundizada y radical hacia los cambios que el dictador Francia imprimiría en el nuevo Estado. No fue la religión la que iluminó a la política, sino, que ésta se amparó en el aval que aquella le podía dar.

            3. En cambio, durante el período (1814-1840) de la Dictadura del doctor Francia -quién, con mente lúcida y férreo rigorismo, realiza "la primera revolución radical" en América- (132), la Iglesia en el Paraguay se siente sacudida de raíz y avasallada bajo la única realidad y la supremacía del Estado. La Iglesia no fue considerada sino como una estructura doblegada, al servicio del Poder Político -la "Única Matriz del hombre paraguayo" (133), según la concepción francista-. Nadie podía ni debía depender de otra Autoridad que no fuera la del Estado!

            4. Con el gobierno de Carlos Antonio López (1841-1862) se realiza un nuevo cambio profundo en las relaciones entre el Estado y la Iglesia. La Religión Católica se convierte, constitucionalmente, en oficial y única del Estado. Se reconoce su personalidad jurídico-espiritual y se restablecen las relaciones con su Jerarquía universal. Sin embargo, el mismo gobierno retoma con vigor la doctrina y la praxis de un extralimitado regalismo, atribuyéndose la supremacía del Poder Político sobre la Iglesia, por lo menos en ciertos casos de la legítima competencia eclesial, e interviniendo con frecuencia en la funcionalización de la Iglesia en apoyo del Estado.

            La reacción -también firme- de la Sede Apostólica en pro de su libertad y de sus derechos, fue llevando las relaciones del Estado y de la Iglesia hacia una situación, que con el tiempo -ya en la presidencia siguiente de Francisco Solano López (1862-70)- se volverá cada vez más crítica. Hasta que con el flagelo de la guerra (1864-1870), esa situación desembocará en un colapso. Situación ésta, que hará retomar, desde sus raíces, el restablecimiento de las relaciones, procurándose -sobre todo de parte de la Iglesia- salir de la crisis por medio de una verdadera "reorganización jurídico-canónica" entre la Comunidad Política y la Iglesia. Hacia una leal colaboración de ambas Sociedades, "al servicio de la vocación personal y social del hombre".

 

Asunción, 24 de marzo de 1990

 

NOTAS

 

(1) Toda esta parte primera, se basa en mi estudio histórico-jurídico.

"La Religión en las leyes y en la sociedad del Paraguay Colonial. 1537-1819". (Tesis para el doctorado en Derecho y Ciencias Sociales. Univ. Católica Asunción. Inédito).

(2) CARDOZO Efraín, El Paraguay Colonial. Las raíces de la nacionalidad. (Buenos Aires-Asunción 1959) 112.

(3) GARCIA MELLID Atilio, Proceso a los falsificadores de la historia del Paraguay. (Buenos Aires 1963) vol. I 47.

(4) BERTONI Moisés S., Resumen de historia y protohistoria de los países guaraníes, (Asunción 1914) 69. Cf también: METRAUX Alfred, La Religión des tupinambas et ses raports avec celle des autres tupí-guaranis. (París 1928). Es ésta -según E. Cardozo- la "obra más completa sobre religión de los guaraníes hasta el momento".

(5) CARDOZO E. Apuntes de Historia Cultural del Paraguay, vol. II 31.

(6) IDEM ib. 35.

(7) En carta al P. Juan Sebastián, desde Asunción, el 8-IX-1594. Cit. por HERNANDEZ Pablo, Organización social de las doctrinas guaraníes (Barcelona 1913) Vol., 179.

(8) IRALA BURGOS Jerónimo, Rasgos principales de la historia nacional, en Reflexiones para una Evangelización liberadora en nuestro País (Asunción 1975) 67.

(9) IDEM ib 67-68; Cf  también VELAZQUEZ Rafael Eladio, El Paraguay en 1811. Estado político, social, económico y cultural en las postrimerías del período colonial (Asunción 1965) 35-38; GONZÁLEZ DORADO Antonio, Las Reducciones Jesuíticas: un sistema de Evangelización, en La Evangelización en el Paraguay (Asunción 1979) 23-33.

(10) FURLONG Guillermo, Historial Social y Cultural del Río de la Plata. 1536-1810. 3 vol. I; Trasplante cultural:, La Religión, 89 (Buenos Aires 1969).

(11) Cf  CUENCA José Manuel, Historia de España (Barcelona 1973). t. 1 445. 

(12) KONETZKE Richard, América Latina, t. II: Época colonial, 205.

(13) Sobre el origen del Patronato y bibliografía fundamental al respecto: Cf. HEYN Carlos, Iglesia y Estado en el Proceso de Emancipación Política del Paraguay, Asunción 1988 24, nota 1.

(14) EGAÑA Antonio de, La teoría del Regio Vicariato español en Indias, (Roma 1958) IDEM, La teoría del Regio Vicariato hispano-indiano en los religiosos juristas del s. XVI. (Separata. Bilbao 1954).

(15) DE LA HERA Alberto, El regalismo borbónico en su proyección indiana (Madrid 1963); GIMENEZ FERNANDEZ Manuel, Las regalías mayestáticas en el Derecho Canónico. En Anuario de Estudios Americanos VI (Sevilla 1950).

(16) CAÑETE Pedro Vicente, Syntagma de las resoluciones prácticas cotidianas del Derecho del Real Patronazgo de las Indias, MARILUZ URQUIJO José M. Edición crítica y estudio preliminar (Buenos Aires) 1973.

(17) La afirmación es de uno de los más competentes estudiosos del período colonial del Paraguay, Efraín CARDOZO, en su obra El Paraguay Colonial. Las raíces de la nacionalidad. Cf el cap. IV: La raíz católica; pp. 110-114.

(18) CARDOZO Efraín, Paraguay Independiente, t., XXI de BALLESTEROS B. Antonio, Historia de América (Barcelona 1948) I.

(19) Id. ib. 2.

(20) CARDOZO E., Apuntes, 199.

(21) Según la importante descripción de Mariano Antonio Molas, Ct MOLAS M., Descripción histórica de la antigua Provincia del Paraguay (Buenos Aires 1891).

(22) Su texto en CHAVES Julio C., La Revolución Paraguaya de la Independencia, Relato y biografía de los próceres, (Asunción 1961) 13.

(23) Cf al respecto el enjundioso y fundamentado estudio de STEFANICH Juan, en El Paraguay en la emancipación americana, quien afirma y prueba: "La Revolución paraguaya del 14 de Mayo de 1811 enunció con claridad su doctrina política. Ella es anterior al pronunciamiento argentino y uruguayo. Fue proclamada oficialmente en el Congreso General reunido en Asunción el 17 de junio de 1811 y trasmitida por la Junta Patriota del Paraguay a la Junta de Buenos Aires, en Nota del 20 de julio del mismo año de 1811, como proposición oficial del Paraguay para fundar el nuevo orden, político republicano y democrático del Río de la Plata y de América", En Estudios Paraguayos, vol. III n. 2 (dic. 1975) 7-44.

(24) CARDOZO, Apuntes, 209-215.

(25) Id ib 231.

(26) Los principios y anhelos de federación están expresados en el bando del 17 de mayo -al día siguiente del golpe-  en el bando del 9 de junio; en la Nota de la Junta el 20 de julio; y en el Tratado con Belgrano-Echeverría, el 12 de octubre. Cf las citas correspondientes de tales textos en CARDOZO, Apuntes, 207-8.

(27) VELAZQUEZ Rafael Eladio, El Paraguay en 1811, 94-95.

(28) Id ib 94.

(29) Id ib 95.

(34) WILLIAMS John H., El Dr. Francia ante la Iglesia paraguaya, en Estudios paraguayos, vol. 2, n. 1 (Asunción junio 1974) 141.

(31) Cf. IRALA BURGOS Jerónimo, La Iglesia Católica y la Independencia nacional, en La Tribuna (Suplem. dominical, 10 diciembre 1951. Asunción); MAIZ Fidel, El Clero en la Independencia patria y amor constante a la libertad, en El País (Asunción, 24 mayo 1933).

(32) CHAVES, La Revolución, 94.

(33) CHAVES, o.c. 98.

(34) CARDOZO, Apuntes, 215-216.

(35) Cf una lista sintetizada de los principales hechos históricos de este período en: IRALA BURGOS Adriano, La ideología del Doctor Francia, (Asunción 1975) 37.

(36) Para un elenco completo de los documentos originales referentes al obispo García de Panés, cf la serie de notas en el estudio de COONEY JERRY W., Independence, Dictatorship, and Fray Pedro García de Panes, OFM: Last Bishop  of Colonial Paraguay ( 1838) en Archivum Franciscanum Hist. 68 (Roma 1975) 421-449.

(37) NOGUES Alberto, La Iglesia en la época del Dr. Francia, (Asunción 1960) 6.

(38) Id ib 7.

(39)     Van desde el 22-VI-1811 hasta el 3-VII-1813. En nuestro Apéndice documental hemos transcripto 35 documentos.

(40) Archivo Curia Metropolitana de Asunción.

(41) Id ibidem.

(42) Ib.

(43) E1 texto completo en NOGUES, O.C. 10-11.

(44) Id ib 13.

(45) "Mientras poco a poco se desvanecía el fantasma de Fernando VII, cobraban, cada vez con mayor nitidez, los perfiles de un nuevo Soberano. Que no otra cosa era el Dr. Francia". NOGUES, o. c. 14.

(46) Ambos documentos en CHAVES, La revolución, 98-100.

(47) CARDOZO E., Apuntes, 220.

(48) MELIA Bartomeu, en unas notas aún inéditas.

(49) CHAVES Julio C., El Supremo Dictador (Madrid 4a. ed. 1964) 34, cit. a WISNER DE MORGENSTERN Francisco, El Dictador del Paraguay (Buenos Aires 1957) 10.

(50) WILLIAMS, o.c. 140.

(51) CARDOZO E . , Apuntes, 212.

(52) CHAVES, El Supremo, 60-61.

(53) Id ib 62-63.

(54) RENGGER J. o.c. en VÁZQUEZ, El doctor Francia, 157.

(55) Cf  WILLIAMS, o.c., cuya falta de distinción  -cual la presente premisa que pongo como aclaración previa  indispensable-, no comparto.

(56) IRALA BURJOS A., La ideología 38.

(57) CHAVES, El Supremo, 124.    

(58) Cf el cura de Pilar, en CHAVES, o.c. 143.

(59) Cf CHAVES o.c. 166-176.

(60) Archivo Curia Metropolitana Asunción., Cit., NOGUES, 15-16.

(61) Instrucción anónima, ANA, vol. 4, cit. por CHAVES, o. c. 181.

(62), Cf CARDOZO R., Apuntes, 240; IRALA B., La ideología, passim.

(63)     IRALA BURGOS A„ o. c. 39.

(64) Cf. el texto en CHAVES, 197. 198-199.

(65) IRALA ,A., o.c. 41. 42.

(66) RENGGER: Ensayo histórico, 181.

(67) Francia al Delegado de Santiago, 4-III-1822. cit. por CHAVES.

(68) COONEY J., Independence, o.c, 421-4499.

(69)     El Obispo al Dr. Francia. 3-VII-1815. En NOGUES, o. c. 18.

(70) Decreto del 21 de diciembre de 1815. En ANA, SH, 224.

(71) COONEY J., o.c. 443.

(72) Id ib 445. 449.

(73) WILLIANS J., o.c. 145.

(74) BÁEZ C., Ensayo, 87. Y WILLIAMS, El doctor Francia, 146.

(75) BAEZ E., Breve reseña histórica de la iglesia de la Santísima Asunción del Paraguay (Asunción 1906) 31.

(76) WILLIAMS, o.c. 149.

(77) CHAVES, o.c. 435.

(78) De los datos de MOLAS, WISNER, GIL NAVARRO, PEÑA Manuel.

(79) Auto de Francia, 8-VI-1820 cit. CRAVES, 324.

(80) Auto de Francia, 4-VIII-1820. Col. R.B.

(81) Francia a Mariano Goiburú, 23-III-1823: en ANA, SH, vol. 441, fol. 20, p. 3.

(82) Juan Antonio Riveros al Dr. Francia, de Villeta, s.f. (1822), ANA, SH vol. 412, rol 2, p 30. Cf  WILLIAMS o.c. 149, quien comenta: "Pocos líderes del Nuevo Mundo han requerido y recibido tanta obediencia y sumisión de parte de la Iglesia Católica...".

(83) Se titula Resolución Suprema, del 20-IX-1824, Col. RB, Cf. también: CHAVES, o. c. 326; VAZQUEZ, o. c. 567-568.

(84) Cf Decreto de Francia, 23-VIII-1828, en ANA, SH vol. 239 fol. 10, p 8.

(85) Francia al Comandante de Concepción, 5-VII-1831, en ANA, vol. 3.412. Cit. CHAVEZ.

(86) VAZQUEZ, o.c. 629.

(87) El texto entero, en BENITEZ J. La vida solitaria, 256-257. Y una explicación en VAZQUEZ, o.c. 680 nota:

(88) CARDOZO E., Apuntes, 241;

(89) Id ib 239.

(90) WILLIAIVÍS, o.c. 144.

(91) Id ib 144.

(92) Cf el Decreto de Francia, del 2-III-1816, en ANA, SH, vol 226, 2, p 11.

(93) CARDOZO E., Apuntes, 236.

(94) "Quizá el primero del mundo en el sentido moderno de la palabra" (CARDOZO, o. c. 235). Carlyle, Darwin y Comte, fueron apenas los primeros de una larga serie de escritores que se ocuparon de la biografía y del gobierno del doctor Francia. "Ejerció sobre el país durante un cuarto de siglo el dominio más absoluto que se haya conocido" (CHAVES, El supremo, 213), quien afirma: "El Supremo no es solamente el jefe del Estado, sino también el principal funcionario. Traza las grandes líneas directivas, hace marchar al país por ellas, y se ocupa de los menores detalles, Veinticinco años de dictadura no han dejado sino muy pocos nombres, todos ellos secundarios. En el engranaje francista nadie pudo jactarse de ser algo más que una tuercas"...

(95) Auto de Francia, 25-X-1816. Col RB.

(96) IRALA BURGOS A., o.c. 37.

(97) Cf  STEFACNICH, VAZQUEZ  J., VITTONE, CARDOZO (Apuntes, 24), IRALA BURGOS A., etc.

(98) Juicio del piloto italiano Nicolás Descalzi que estuvo en Paraguay de 1826 a 1831, en su obra publicada en Buenos Aires, Las composturas del río Bermejo, Cf en VAZQUEZ, o.c. 606-607,

(99) Recordamos sucintamente su "alianza a favor de los indios mbayás" (VAZQUEZ 228) que era llamado la "única esperanza de los pobres" (Id ib 516); '"un hombre que no es nada para sí, por ser todo para los demás» (José Isaza. Id, 590); que los pobres y desheredados eran sus preferentes "protegidos" (... "están cayendo en prisión los `caraí-guasú'  y no hay quién los defienda, y vosotros -mulatos desvergonzados- sois protegidos del Gobierno"; Id 522; Se decía también que hizo "patricios a los negros": Id 628; 661; 676); "Que no permitiese Dios de que muera hombre tan útil en esta República y tan amante de sus súbditos, con especialidad de los pobres. Y que pedía a Dios que muriese él primero, que el que está en el Gobierno, pues que él creía que no se encontraría otra de igual talento para gobernar" (Un tal Pedro Nolasco Céspedes, en Capiatá, 1828. Id 624-626.

(100) Cf WHITE Richard Alan La política económica del Paraguay. La primera revolución radical de América;

(101)   Sobre la muerte de Francia, Cf  BENTTEZ J., "La vida solitaria", 241. Hasta sería digno de mayores análisis estas crónicas espontáneas, en contraposición abierta a la otra clase de literatura del todo adversa -y menos cercana, menos fundamentada- que se elaboró posteriormente en contra de Francia y de su actuación. Así el discurso fúnebre, pronunciado en el sepelio, por el Padre cordobés Manuel Antonio Pérez, ante numerosísimo público de paraguayos, está saturado de elogios, que no se explicarían y que no hubiesen sido soportados por ese público, si no hubiesen respondido a sus sentimientos... Creemos también que dicho discurso (Ver su texto en VAZQUEZ, o.c. 810-817; y en GARAY  B. -1898-: el original, en la Biblioteca de Bartolomé Mitre, con el título: `Descripción de las honras fúnebres que se hicieron al Excelentísimo Señor doctor don Gaspar Rodríguez de Francia, Supremo Dictador de la República del Paraguay, primera de la América del Sur') expresa una cierta mentalidad existente en el pueblo e incluso en una grande parte del clero. Y que responde a un concepto hasta entonces favorable -ampliamente- a la persona y a la obra de gobierno del dictador Francia.

(102) "El pueblo en masa acudía al palacio a preguntar por la salud del Supremo Dictador..." (Ramón GIL NAVARRO, uno de los testigos presenciales, en su libro Veinte años en un calabozo, Rosario, Argentina, 1863. Y VAZQUEZ J. o.c. 779). "Cuando el pueblo supo... la agitación que se sintió fue extraordinaria y sobrepasa, toda descripción. El pueblo acudía atropelladamente al Palacio haciendo las mayores demostraciones de sentimiento. El 'bajo pueblo' -según la expresión de Estigarribia, y la de los presos de quienes tenemos éstos datos se entregaban al llanto y la desesperación... Grupos de treinta y cuarenta personas invadían los corredores del palacio llorando al supremo Dictador". (Id ib 783).

(103) Actas de las sesiones de las Congresos, 28-31.

(104) Cf  HEYN Carlos, Iglesia y Estado en el Paraguay durante el gobierno de Carlos Antonio López, 2º edic. p. 157.

(105) MAIZ Fidel, Breve reseña, 28.

(106) El documento original, todavía inédito, se halla en AA EE SS, a III Paraguay Fase 133, pos. 2, f. 29-32v. Vaticano.

(107) Id ib folio 29v y 30v.

(108) Mensaje del Supremo Gobierno de la República del Paraguay al soberano Congreso Nacional" (Asunción, "Repertorio Nacional", año 1842, Nº 26; p. 6).

(109) Id ib 6-7.

(110) Id b 14.

(111) Id ib 14.

(112) Id ib 14-15.

(113) Id ib 14-15.      

(114) Carta de Campodonico a Roma, del 17-IV-1842. En AA EE SS, A III, Paraguay, 133, 2; f 34.

(115) El borrador de la carta en: AA EE SS, A III Paraguay, 133; 2; 64-67.

(116) Original en latín, en Id ib.

(117) Esta síntesis, de un trabajo monográfico, inédito, de MELIA Bartomeu.

(118) CARDOZO E., Historia Cultural, 272.

(119) El Paraguay, lo que fue; lo que es y lo que será, por un extranjero, que residió seis años en aquel país, (Río de Janeiro 1848). Traducida en Asunción, 1849, p. 34.

(120) Reimpresión en Montevideo, 1844. En: AA EE SS, A III, Paraguay, fase 138, p. 1-4.

(121) Mensaje de López, de 1854.

(122) Cf el Decreto del 28-VII-1845. En: Repertorio Nacional

(123) Decreto del Vicario General, Marco Maíz, del 3-I-1844. Archivo Curia Metropolitana. Asunción. Cit. por Chartrain Francois, L' Eglise et les Partis dans la Vie Politique du Paraguay depuis l'Indépendance (Université de París-1972; Thése) Mimeogr. p 121.

(124) CHARTRIN F., o.c., 118.

(125) Como ejemplo, el Decreto, muy duro en sus términos del 2 de agosto de 1852. Archivo Curia Asunción. Cit. por entero en PEREZ ACOSTA, Carlos Antonio López, obrero máximo, 626-627.

(126) RENGGER-L., Ensayo histórico, 50.

(127) Mensaje de 1842, en Repertorio Nacional, Nº 26, 15.

(128) Actas de las sesiones de los Congresos, 45.

(129) CHARTRAIN F., o.c. 114.

(130) En CHARTRAIN o.c. "Le President chef de l’Eglise", 117.

(131) Así MAIZ Marco, vicario, al Clero, 21-III-1844. En PEREZ A., o. c. 545. (132) WHITE Richard Alan, La primera revolución radical de América (1811-1840) Asunción, 1984.

(133) IRALA BURGOS A., La ideología política del doctor Francia, 2da. ed. Asunción 1984.

 

 

 

 

 

Fuente:

HISTORIA PARAGUAYA

ANUARIO DE LA ACADEMIA PARAGUAYA DE LA HISTORIA

Volumen XXVII - Asunción, 1990

Director: RAFAEL ELADIO VELÁZQUEZ

Administradora IDALIA FLORES DE ZARZA

Edición financiada por FUNDACIÓN LA PIEDAD

Asunción – Paraguay

1990 (292 páginas)

 

 

 

 





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