POESÍAS DE
MARCELINO MACHUCA MARTÍNEZ
(1880 – 1962)
EL INSPECTOR DE ESCUELAS
A mis colegas
Allá va el inspector a marcha lenta
por entre glaucas selvas y lomadas,
moviendo el alazán con aguijadas
a golpes de los pasos del rocín;
se va mirando el cuadro del paisaje
de la creación tan virginal y agreste,
que el cielo envuelve con su tul celeste
a modo de un Edén de querubín.
No lejos le detienen, suplicantes,
los padres que le piden una Escuela,
donando casa, muebles y parcela
a fin de dar albergue a la niñez;
lo acepta, pero siente humedecerse
sus ojos al pensar en el Erario,
y que, en su loco andar de visionario,
de nuevo iba a mentir aquella vez.
Y sigue viaje, yendo silencioso;
sus labios, resecados por las brisas,
dibujan a menudo unas sonrisas,
con las que el alma ritma su ilusión;
Quijote de las horas que vivimos,
en su inquietud genial, soñando goza,
y mira en su sendero flor de rosa,
viviendo ensimismado en su visión!
Escala el cerro, pasa por la cumbre,
desciende la ladera y ve la Escuela,
y, en dulce ensoñación, feliz pincela,
un mundo de quimeras, celestial;
un canto de esperanza su arpa hiere,
pensando en esa infancia desvalida,
y agita allí su lámpara encendida,
que alumbra aquella oscuridad rural!
Y llega a pasos lentos al ranchito
con susto de los niños inocentes,
que luego le rodean ya sonrientes,
y lo cortejan todos con amor;
a quienes con dulzura acaricia,
en tanto se iza al asta la bandera
y forman los alumnos en hilera,
cantando el Himno Patrio con fervor.
Descalzos, con modestos trajecitos,
los niños van llenando los asientos,
en orden y por grados, muy contentos,
mirando con cariño al Inspector;
sin libro, sin pizarra, sin cuaderno,
(excepto algunos cuantos que los tienen)
el néctar del saber buscando vienen,
cual las abejas rondan a la flor!
Y ya en las aulas, junto al Maestro,
escucha la dulce voz de la niñez querida,
la voz de los capullos de la vida,
que a la Nación su nombre han de enalzar;
y mudo, emocionado, la hora pasa,
mirando a esos niños olvidados,
tan digno de atención y de cuidados,
vivir la triste vida del penar!
Siguiendo con sus ojos soñadores
la estrella muy lejana de su anhelo:
por esos niños, vive en el desvelo;
por esos niños, llora de emoción;
él es el Salvador de nuestros tiempos,
que ambula por las sendas, peregrino,
y prende, en cada cresta del destino,
la luz de la soñada redención!
Y ensilla su montado, y cabizbajo
se aleja del santuario de la infancia,
en el cual aniquilan la ignorancia,
las barras del aljez y el pizarrón;
llevando los recuerdos de ese cuadro
de la mansión sagrada de los niños,
deidades de su santa devoción!
Asunción, 1938
MARISCAL LÓPEZ
Sol de gloria de la Patria
con auras de Humaitá,
que cayó en Cerro Corá
con sublime brillazón,
y dejando suspendida,
con un rayo de luz,
una espada rota en cruz
entre hilachas del pendón!
Cuando en tierra paraguaya
la discordia se prendió
y el incendio crepitó
entre toques de clarín;
en pie firme, tu esperaste
los cañones retumbar
y metrallas estallar,
en la diestra, tu espadín.
A las rayas, mantenías,
con tus golpes de Sansón,
a las huestes del malón
que acosaban en tropel;
y en confusa masa informe
se doblaban en la hoguera
hombres, armas y bandera,
por designio loco y cruel!
En tu puesto, te encontraban
los fragores de la guerra
que asolaban nuestra tierra
con el odio más bestial;
y tus glorias espartanas,
las más grandes hasta entonces,
te exaltaron en los bronces
como un numen inmortal.
Tus proezas atrevidas
eran chispas de tus armas
que infundían las alarmas
y hasta sombras de pavor;
y los mundos conmovidos,
te miraban enfrentar
y con brío atacar
al coloso contendor.
EL ÚLTIMO INDIO
Al Dr. Manuel Domínguez y al
Prof. Máximo B. Arellano; afectuosamente.
Allá va el indio desnudo
debajo del brazo rudo,
haz de flecha y el arpón,
sumido en honda tristeza
por ser la última cabeza
de su extinguida legión.
Hijo del bosque callado,
lleva en su rostro bronceado
las pinturas del URUCU,
y aún se cubre la cadera
con tejidos en hilera
de las plumas del MYTU.
En su tristura de viaje,
por instinto de linaje,
buscando el desierto va,
surcada su tosca frente
por el recuerdo latente
de su raza muerta ya!
Inocente y solitario,
por el bosque milenario,
desgarra su calma en jirón,
buscando en las espesuras
alivio a las amarguras
de su enfermo corazón!
Indio taciturno y triste,
busca lo que ya no existe
ni nunca más ha de ver;
y esa ilusión perseguida
inclina el Sol de su vida
hacia un largo atardecer.
A veces se pasa el día
hilvanando poesía
con su clava de ilusión,
sentado al pie del incienso
que llena su alma de intenso
latido de inspiración.
o pasa en la sombra espesa,
sahumado por la corteza
del verde YVYRA PYTA;
humo de virtud divina,
con el que el alma adivina,
los misterios de TUPA.
Y después como una sombra,
se desliza por la alfombra
de graminos y AMAMBAI,
siga seguir ningún sendero:
legal y último heredero
del antiguo Paraguay!
Le exalta el grave gemido
de algún árbol abatido
por los años de vejez,
y creyendo alguna fiera
se yergue como la pantera,
enhiesto sobre los pies.
Mas, cuando el gemido calla,
y el crujir de hojas restalla,
reanuda su tardo andar,
bajo el techo de laureles
de majestuosos vergeles,
tachonados de palmar.
Le sorprende a cada instante
el traqueteo jadeante
de los autos y camión:
la sombra de la derrota
que a su alma infeliz azota,
como una cruel maldición!
Si escucha con voz plateada,
rimar sonora cascada
de chorro de oro, el URÚ,
modula su angustia viva
en dulce lengua nativa
como arrulla el PYCASÚ.
Mudo, se aleja doliente,
con la imagen en su mente
del viejo bosque natal;
predestinada existencia
a ser paria sin conciencia
de su destino fatal.
Y sigue por la maraña,
hacia la antigua montaña
que imita un moño de, tul;
donde las selvas y el cielo
mezclan su sedoso velo,
teñido de tinte azul.
Y ya en la cumbre lejana,
lejos de la estirpe hispana,
piensa un tiempo descansar;
mas, de un morro de granito,
deduce en el infinito
la imagen del viejo hogar;
entonces ve en lontananza,
con ojos de la añoranza,
sus tiempos de un gran "Señor";
y largo suspiro brota
de sus labios, en que flota,
mezcla de rabia v dolor!
Sin Patria, sin Dios ni Historia,
abatido por la gloria
y conquista de la "Luz",
y con su raza extinguida,
ya nada espera en la vida,
más que una tumba sin cruz!
¿Es que al indio peregrino
no le resta en su destino
si no terminar así:
en el umbrío boscaje,
como el último salvaje
de la raza guaraní?
Julio de 1932.
AL SOLDADO VENCEDOR
Entonemos un himno al soldado
que al poder aymará destrozó
y el pendón tricolor desplegado
a los pies de los Andes clavó.
Nunca nada ambiciona ni espera,
pero sabe de frente atacar,
si a su Patria y hermosa Bandera
alguien piensa infeliz mancillar;
el trabajo su lema sagrado
en su sobrio y modesto vivir,
y su sacra misión de soldado:
resistir, avanzar o morir.
Arrastrado por sinos fatales
ya dos veces cumplió su deber
con sus puños de golpes mortales
y su lema: “morir o vencer''.
no reclama homenaje a su gloria,
ni el vivar en festín de ocasión,
va a la lid por su Patria y su historia,
por su hogar el glorioso pendón.
Un Ateo, pisando la tierra,
un Titán, con la tea de lid,
un David, por su Patria en la guerra
con las glorias radiantes del Cid;
como lámpara ideal de Aladino,
un rasguño bastó al corazón
para erguirse de cara al Destino
con las furias salvaje de un león.
Al sentir el tropel boliviano
acrece al tronar del cañón,
le salió machetón en la mano
y en su pecho su gran corazón;
y trocando los surcos abierto
y los campos poblados de mies
por trincheras y hostiles desiertos,
humilló al invasor a sus pies.
Boquerón, Ballivián y Charagua
son sus glorias de fama marcial
que forjara al calor de la fragua
de su pecho de ardor inmortal;
sus jornadas triunfantes jalonan
Joseravi, Tocoy y Abaí.
Campesino soldado y obrero,
forjador de grandeza de la paz,
y en la lid, un forrado de acero
que no terne la muerte jamás;
hoy que vuelves cargado de gloria
a tirar a un rincón el fusil,
que los tiempos perduren tu historia
de indomable altivez varonil.
Julio de 1935
LAS BORDADORAS DE CONCEPCION
Buenas, hermosas, espirituales,
como las bellas Divas Vestales
de la leyenda de un muerto Edén.
Así son ellas: almas de Diosa,
almas de novia, almas de esposa,
y almas de dulce madre también.
Son las mimadas, gentiles hijas
de nuestra tierra. Son las prolijas
manos que amasan el bienestar,
goce y alivio de los ancianos
padres queridos, de los hermanos
y, en fin, la dicha del sacro hogar.
Ellas parecen las arañitas
tan hacendosas y chiquititas
que no descansan nunca en urdir,
cuando laboran, con todo empeño,
llenas de encanto, gracias y ensueño,
todo un poema del porvenir.
Son arquitectas y precursoras
de otras grandezas, de dulces horas,
de nuevos tiempos de honra solaz.
Con sus virtudes y sus labores
urden las tramas y los albores
de un nuevo mundo, mundo de paz.
Febrero de 1930.
LAS HORAS EN CERRO CORA
Para "El Bien"
Cuando la aurora al cerro dormido
besa con hebras de blanco albor,
el ruiseñor, desde el blando nido,
al cielo mira
y con su lira
rima su cántico al Creador.
Cuando el sol para su eterno vuelo
en la mitad de su senda astral,
el GÜYRAHÜ, con su ritornelo,
conmueve al alma,
en siesta calma,
desde el follaje del matorral.
Cuando la tarde su manto dora
Y lento marcha del sol en pos,
el zorzalito, con voz sonora,
en dulce trino
santo divino,
dice: "¡Bendito tu sea Dios!"
Cuando las perlas del cielo regio
irradian como el MBURUCUYÁ,
el URUTAÚ desgrana su arpegio
sobre la loza
donde reposa
Aquel titán de "CERRO CORÁ".
Ajos, diciembre de 1915.
ERES MI DIOSA
En el camino de mi destino tan inclemente
nunca, querida, flor de mi vida, te olvidaré,
tu imagen bella será mi estrella resplandeciente
en la llanura de la amargura que cruzaré.
Y en el tormento del pensamiento meditabundo,
serás consuelo de mi desvelo lejos de ti;
siempre te imploro si triste lloro de amor profundo
y así llorando sigo regando pienses en mí.
Eres mi diosa, virgen hermosa de mis pasiones,
dulce latido, tierno y sentido del corazón;
rimas azules, versos de tules de mis canciones,
hechos de brisas y las sonrisas de la ilusión.
Dulces quimeras de alas ligeras son mis bajeles
en esos mares de mis pesares de hondo sufrir;
y así soñando sigo volando por los vergeles,
con esperanzas de las bonanzas en mi vivir.
De mi delirio, dulce martirio, tu nombre imploro,
con el gemido del dolorido COROCHIRE,
que tras las rejas lanza sus quejas en arpa de oro
lejos del nido del bien querido, que ya se fue.
Cuando distante me vaya errante con mis dolores
en la inclemencia de la ausencia larga y fatal,
sólo tú, Diosa, serás la rosa de mis amores,
y mientras viva, mi siempreviva primaveral.
En mi camino de peregrino, lleno de abrojos,
llevo en mi senda la blanca venda de la ilusión,
como reflejo de algún espejo sobre mis ojos,
con que te miro cuando deliro de mi pasión.
Errante, pobre, me llevo un sobre lleno de esquelas
suaves plumitas de las agitas del colibrí;
pétalos de oro, dulce tesoro de mis novelas
desconocidas, pero vivida siempre para mí.
Fuente:
EL PARMASO GUAIREÑO
Obra de ROMUALDO ALARCÓN MARTÍNEZ
Ediciones INTENTO.
Asunción – Paraguay
1987 (1ª edición – 407 páginas)
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ENLACE A DOCUMENTO RELACIONADO:
ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA PARAGUAYA
Editorial El Lector, Asunción-Paraguay 2004
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IMÁGENES DE NUESTRO HERMOSO PARAGUAY
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