PortalGuarani.com
Inicio El Portal El Paraguay Contáctos Seguinos: Facebook - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani Twitter - PortalGuarani
CARLOS GÓMEZ FLORENTÍN

  LOS VETERANOS (GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA), 2013 - Por CARLOS GÓMEZ FLORENTÍN


LOS VETERANOS (GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA), 2013 - Por CARLOS GÓMEZ FLORENTÍN

LOS VETERANOS (GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA)

Por CARLOS GÓMEZ FLORENTÍN

Colección 150 AÑOS DE LA GUERRA GRANDE - N° 17

© El Lector (de esta edición)

Director Editorial: Pablo León Burián

Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina

Director de la Colección: Herib Caballero Campos

Diseño y Diagramación: Denis Condoretty

Corrección: Milciades Gamarra

I.S.B.N.: 978-99953-1-438-5

Asunción – Paraguay

Esta edición consta de 15 mil ejemplares

Diciembre, 2013

(110 páginas)




CONTENIDO

Prólogo     

Introducción

CAPÍTULO I - LA CREACIÓN DEL VETERANO

El escalafón militar de 1872

Los veteranos en números tras la guerra

El procedimiento para ser reconocido en el escalafón militar de 1872

El escalafón militar como un inventario militar plural

El escalafón militar como permiso laboral

El escalafón militar como expresión de la red social de los hermanos de armas

CAPÍTULO II - LOS VETERANOS                                                                                  

Los primeros veteranos

La irrupción de la memoria de la guerra

La ley de reconocimiento de veteranos de 1899 

El procedimiento para la obtención del pago de la pensión en 1899       

La comisión verificadora y la jerarquización de la memoria de la guerra

El perfil etario de los veteranos

Pago de pensión y construcción de Estado

La producción del recuerdo y la inexistencia del documento

Las redes sociales de los "compañeros de armas"

La judicialización de la memoria de la guerra

Desafíos a las estructuras de poder local

La producción de prueba y la escritura de los veteranos

El paternalismo de Estado

Pedidos rechazados

Archivos orales y el procedimiento excepcional

CAPÍTULO III  - VIDAS DE VETERANOS

Veteranos en movimiento

Veteranos pauperizados por la guerra

Lesiones laborales originadas durante la guerra

Heridas emocionales

Los veteranos reconstructores

Los veteranos revolucionarios

Los veteranos exploradores

La precariedad de los veteranos

Los veteranos procreadores

Los pagos a los veteranos

La Liga de Veteranos como grupo de presión

Las luchas de los veteranos por el cobro de la pensión

Modificaciones a la ley de los veteranos

De héroes a mendigos

Mendigos reconstructores

De reconstructores a revolucionarios

Los veteranos del nacionalismo

CAPÍTULO IV - LOS VETERANOS COMO CATEGORÍA SOCIAL

Los veteranos como gestores de la memoria de la guerra y los estados de la posguerra     

Los tiempos de la narración de los veteranos

Los veteranos, el Estado liberal y la ciudadanía

Pensión humanitaria por inutilidad

Veteranos y el heroísmo

Los veteranos como categoría social abierta

El final de los veteranos del 70

Bibliografía

Libros

Artículos

Sitios Web

Archivos

Diarios

El Autor


Capitán Domingo Antonio Ortiz que formó parte

de la comisión del escalafón militar de 1872


PRÓLOGO

Este libro sobre Los VETERANOS DE LA GUERRA, analiza la situación en la que quedaron los miles de soldados, suboficiales y oficiales que sobrevivieron a la Guerra contra la Triple Alianza.

Este libro es el resultado de una cuidadosa investigación realizada por Carlos Gómez Florentín, quien en este libro le devuelve la voz a varios de los veteranos de la Guerra del 70 que luego de las penurias propias del conflicto tuvieron que esperar casi tres décadas para cobrar alguna pensión del estado. Como bien explica el autor, dicha espera, tal vez se explica en la falta de recursos o en la conflictiva recordación de un conflicto del cual salimos derrotados.

A lo largo de los cuatro capítulos el libro va analizando las diversas etapas por las cuales atravesaron los veteranos que pasaron de ignorados a héroes beneméritos de la patria, bajo los influjos del Nacionalismo triunfante como ideología hegemónica en la sociedad paraguaya de los años treinta, luego de que se haya obtenido una rotunda victoria en otro conflicto bélico.

Es sumamente descriptivo el capítulo en el cual se va relatando todos los pormenores de la aplicación de la ley del 16 de agosto de 1899, por la cual se otorgarían las pensiones a los veteranos de la Guerra contra la Triple Alianza, que cumplían con los requisitos establecidos en dicha normativa. Dicha ley era el reconocimiento de la triste realidad en la que muchos de los miles de veteranos culminaron sus vidas luego de concluido el conflicto.

Luego la propia naturaleza hizo que cada vez menos veteranos quedasen con vida, y que el Estado tuviese que otorgar también pensiones a los lisiados de las grandes guerras civiles de comienzos del siglo XX, con lo que la Proción que le correspondía a los veteranos era bastante exigua, en momentos que muchos superaban ya los 60 años, y la estrechez económica se sumaba a los achaques propios de la edad.

Este libro es un justo homenaje para aquellos que tuvieron que seguir batallando por sus vidas muchos años después de que el último tiro de cañón haya tronado en Cerro Corá.

Diciembre de 2013.

Herib Caballero Campos


INTRODUCCIÓN

El 11 de noviembre de 1964 marcó el inicio de la conmemoración del centenario de la Guerra del 70 según la Ley N° 999 del gobierno del dictador Alfredo Stroessner. En el sitio del Campamento Cerro León, el homenaje de la comisión creada para encabezar las celebraciones del patriotismo de la Guerra Guasu giró en torno a la figura del mariscal Francisco Solano López.

El entonces Ministro de Defensa Nacional, general Leodegar Cabello, fundamentó el heroísmo de la guerra en el liderazgo del mariscal. Los soldados aparecieron en el discurso en forma de una masa obediente que privilegiaba la unidad de cuerpo a la voluntad individual. Para Cabello existía un paralelo evidente entre el rol de las obedientes fuerzas armadas y pueblo paraguayo y el entonces presidente general Alfredo Stroessner, y aquellos guerreros que con disciplina murieron siguiendo las órdenes de su jefe heroico, el mariscal Francisco Solano López.

En el discurso resaltaron tres nombres de militares del 70: "un mayor Fermín López, héroe de Piribebuy; un coronel Oviedo, el bravo de Acosta Ñu y un general Caballero, el Centauro de Ybycui, héroe de cien batallas". Ninguno era de rango militar bajo y solamente los dos últimos sobrevivieron a la guerra. Fermín López era el maestro patriótico que llevó a alumnos en edad escolar al frente de batalla. Oviedo era el icono militar que se presentó durante las movilizaciones previas a la Guerra del Chaco en nombre de los veteranos de la Guerra del 70. Bernardino Caballero, tras la guerra llegó a la primera magistratura del país y fue uno de los fundadores del Partido Colorado. En un párrafo Cabello ejemplificaba la unión del educador, el militar y el político en defensa de la patria como el legado principal que dejaba la Guerra Guasu.

El Ministerio de Defensa Nacional también organizó una muestra sobre la epopeya nacional en la cual de nuevo sobresalían los nombres del mariscal López, el del general Stroessner, los armamentos, los uniformes utilizados, los discursos del mariscal, las batallas y los lugares donde la patria se vistió de gloria. Como había pasado en el discurso de Cabello, los veteranos aparecían apenas como figuras de relleno en la exposición como se puede ver en las fotografías tomadas durante la visita del presidente Stroessner al evento.

En 1965, bajo la intendencia del general Manuel Brítez, la Municipalidad de Asunción se embarcó en un proceso de denominación de las calles recientemente agregadas al plano urbano asunceno. Esta expansión urbana era la más amplia desde el gobierno del general Higinio Morínigo en la década de 1940. Ante la necesidad de dar nombres a las calles la Municipalidad de Asunción solicitó sugerencias a la Sección Historia del Gran Cuartel General en el marco de la conmemoración del Centenario de la Epopeya Nacional.

A pesar de que el país entero revivía en conmemoraciones los sucesos de una centuria atrás, la mayoría de los nombres propuestos provenían de la Guerra del Chaco. Había algunos pocos nombres que provenían de la Guerra del 70.

Estaba el sargento mayor Marcelino Coronel, a quien la municipalidad incluyó por haber fallecido en la batalla del

Sauce tras pelear en "casi todos los combates". Otros considerandos agregados por las autoridades municipales para justificar el nombramiento de las calles incluían batirse a muerte con el enemigo (el alférez Faustino Ferreira y el mayor Albertano Zayas), negarse a pelear contra paraguayos inclusive al costo de la propia vida (el subteniente Marcelino Ayala) y el haber sido privilegiados lugartenientes del mariscal (el mayor Julián Godoy).

Cuatro condiciones justificaban el reconocimiento: aquellos militares del 70 de rangos superiores, caídos en combate, con participación en la mayor cantidad de batallas y que habían mostrado lealtad incuestionable al jefe serían inmortalizados en las calles de Asunción. El soldado común seguía ausente. Mucho menos importante era lo que había ocurrido con esos bravos paraguayos sobrevivientes tras el final de la contienda.

Así se puede ilustrar la ausencia de los veteranos de la Guerra del 70 tanto en los discursos, en las muestras fotográficas conmemorativas y en las propias calles de la ciudad de Asunción durante el enfervorizado momento patriótico organizado por el gobierno estronista al cumplirse cien años del evento más trágico de la historia del Paraguay.

Había una excepción a esta ausencia. Una calle ubicada en el actual barrio San Pablo, entonces llamado "Presidente Stroessner", pasaba a llamarse "Veteranos de la Guerra del 70". Recién cien años después emergía un título englobante que incluía a todos los veteranos de la guerra honrando su atribulada existencia más allá del campo de batalla.

Este volumen trata sobre lo que les ocurrió a los miembros de este colectivo tras el final de la guerra. Al hacerlo emergen los múltiples registros históricos que variaron entre 1870, el momento en el cual los combatientes de la Guerra del 70 se convirtieron en veteranos, y la apoteosis del Centenario de la Epopeya Nacional recordada pomposamente por la dictadura de Alfredo Stroessner. Este cambio de perspectiva sirve para poner por delante las experiencias de los veteranos en la postguerra dejando atrás los tratamientos centrados en las figuras de los grandes héroes, sus gloriosas acciones bélicas o los grandes liderazgos que surgieron en la postguerra.

La experiencia de los veteranos en la posguerra ha sido utilizada por el historiador francés Luc Capdevila para explicar la construcción de una memoria de la guerra. Según Capdevila, la falta de cohesión social del colectivo de veteranos les privó de establecer una voz autorizada sobre lo ocurrido en la guerra. Este vacío fue aprovechado por una élite intelectual nacionalista que a principios del siglo veinte construyó una interpretación patriotera y autoritaria sobre lo ocurrido privilegiando la unión y el respeto al gran jefe sobre la diferencia y la crítica interna. Con esto las siguientes generaciones de gobiernos nacionalistas encontrarían el campo servido para convertir una controversial interpretación de lo que pasó en la guerra en ideología oficial de un Estado autoritario.

En este trabajo se toma una mirada distinta. Según se plantea acá, los veteranos son relevantes para explicar la construcción del Estado en Paraguay y la organización de las relaciones entre la maquinaria estatal y los ciudadanos. Los veteranos articularon relaciones cambiantes entre Estado y ciudadanía que merecen atención para interpelar la limitada gestión gubernamental en la provisión de beneficios a quienes hicieron méritos para acceder a los bienes que el estado decía garantizar a los buenos patriotas.

Este trabajo busca explicar las relaciones entre Estado, heroísmo y ciudadanía siguiendo el proceso de pago de pensiones a los veteranos que ocurrió alrededor del 1900. Similar a lo que ocurrió en 1965 al momento de justificar la denominación de calles en Asunción, las consideraciones para obtener la pensión otorgada por el Estado se basaban en el heroísmo, la cantidad de batallas peleadas, el número de heridas de guerra, el estado de invalidez generado por el comportamiento patriótico y la validez de los testimonios.

Con la Ley de Veteranos de 1899 se articuló una organización social de veteranos, amplia, situacional, fragmentada pero firme, que gestionaba la concesión de pensiones por parte del Estado a partir de un proceso de certificación pretendidamente transparente. El proceso exigía la comprobación del heroísmo, la aceptación de la invalidez y dependía del Estado y sus autoridades políticas para la concesión de la pensión.

En este sentido la situación de los veteranos en la posguerra ilumina la construcción del estado moderno en Pa-raguay, ya que con sus acciones determinaron un patrón de relacionamiento entre Gobierno y ciudadanía. Al exigir comportamiento heroico para garantizar el acceso al pago de la pensión, el Gobierno puso un precio muy alto para recibir beneficios estatales. La exigencia resultaba exageradamente injusta si se considera que la paga era ínfima.

Para complicar más las cosas, las redes sociales de los hermanos de armas resultaron útiles para participar de los beneficios del Estado solamente en la medida en que se superponían con las estructuras partidarias de poder, liberales o coloradas, que organizaban el tejido del Estado con base en relaciones prebendarías. En este sentido el pago de pensiones terminó desactivando la politicidad del bloque de veteranos absorbidos por las estructuras de cooptación del Gobierno.

Por último, el colectivo social de los veteranos pronto se evidenció múltiple y ambiguo, cuando una serie de nuevos combates, primero de carácter interno con varias guerras civiles de por medio y luego también externo a partir de la Guerra del Chaco, dio origen a varios tipos de veteranos. Todo esto hizo que la cohesión de la categoría sea carcomida por núcleos de veteranos más militantes que tenían acceso directo al Gobierno y por lo tanto fueron desplazando a los veteranos originales en cuanto a la obtención de beneficios y al peso político de los miembros del cuerpo social al privarles de los beneficios del Estado.

Estas solicitudes además permiten conocer las vidas de los veteranos tras el final de la contienda. De esta manera este volumen intenta responder a la pregunta de cómo vivieron los militares de la Guerra del 70 después de la catástrofe, explorando los variados roles que protagonizaron durante la Reconstrucción Nacional, y su participación en la reescritura de la historia de la guerra a principios del siglo veinte cuando un grupo de intelectuales nacionalistas planteó la primera corriente de revisionismo histórico sobre lo ocurrido entre 1864 y 1870. En particular se busca ilustrar la experiencia de postguerra desde la perspectiva de los veteranos que no necesariamente ocuparon lugares de poder destacados entre 1870 y 1930.

Este trabajo está dividido en cuatro capítulos. El primero trata sobre la creación del veterano en la inmediata posguerra. El segundo explica el proceso de rehabilitación histórica de los veteranos en el período de Reconstrucción Nacional. El tercero se enfoca en las vidas de los veteranos durante la posguerra. Finalmente el cuarto y último capítulo trata de la construcción de los veteranos de la guerra como categoría social y el efecto de este proceso en las relaciones entre estado y ciudadanía.



 


CAPÍTULO I - LA CREACIÓN DEL VETERANO

EL ESCALAFÓN MILITAR DE 1872

Tras el final del conflicto, los veteranos se reintegraron a la vida civil en el Paraguay durante el proceso llamado de Reconstrucción Nacional que siguió a la Guerra del 70. En ese momento poco o nada importó si los veteranos participaron del lado del ejército paraguayo o como miembros de la Legión Paraguaya, la fracción del ejército aliado conformada por fuerzas paraguayas opositoras al régimen lopista. El deseo mayor entonces era colaborar con la recuperación del país, con lo cual todos los militares que participaron en el conflicto fueron bienvenidos si compartían el mismo objetivo.

Al principio el proceso de participación de los veteranos en la reconstrucción se dio de manera espontánea y desorganizada. Entonces muchos veteranos ocuparon los cargos de jueces de paz o jefes políticos en diversos puntos del país o tomaron parte de las fuerzas del Gobierno recientemente creadas. Fue recién en 1872 que el Gobierno realizó un escalafón militar en el cual todos aquellos paraguayos y extranjeros que participaron en el ejército fueron llamados a inscribirse.

La ley del 13 de mayo de 1871 estaba destinada a verificar los grados militares con el objetivo de crear un escalafón militar, inexistente tras la guerra. El 10 de mayo de 1872 se formó la comisión verificadora de grados militares. La misma estuvo conformada por los generales Francisco Resquín y José María Delgado, capitanes de Fragata Romualdo Núñez y Domingo Antonio Ortiz y el teniente coronel doctor Federico Wiener, todos destacados veteranos de la guerra.

El objetivo del mismo era reorganizar las fuerzas que participaron en el conflicto de manera de que quienes pelearon fueran exentos de nuevas convocatorias militares. Al mismo tiempo, el escalafón establecía con claridad quiénes pertenecían al entonces ínfimo ejército paraguayo y quiénes ya se habían acoplado a la vicia civil.

Más importante en este sentido era discriminar los puestos alcanzados en el ejército ya que además del inventario general era fundamental jerarquizar la participación en la guerra. Por último, el escalafón servía para determinar quiénes podrían recibir beneficios por daños sufridos durante la guerra, ante la hipótesis de que el Gobierno efectivamente se hiciera cargo de esta indemnización del gobierno de la posguerra.

LOS VETERANOS EN NÚMEROS TRAS LA GUERRA

Siguiendo estimaciones de los historiadores Barbara Potthast y Thomas L. Whigham, la población del Paraguay alrededor de 1872 estaba en el orden de no más de 165.000 personas. La relación de sexos resultante de la guerra había quedado en aproximadamente 37.5% de hombres y 62.5% de mujeres. Esto arrojaría una población aproximada en 1872 de 61.875 hombres y 103.125 mujeres.

Según estimaciones del vizconde Paul D'Abzac, cónsul de Francia comisionado al Paraguay, la población masculina del Paraguay en 1872 estaba compuesta por un 50% de niños menores de catorce años y un 10% de ancianos. La población masculina restante, el 40%, estaba en edad de portar armas. Sin embargo, de acuerdo a los cálculos del diplomático francés, apenas un 24% estaba sano. El 16% restante estaba compuesto por hombres en edad de portar armas pero discapacitados a consecuencia de su actuación en la guerra.

Cruzando datos entre las estimaciones de historiadores actuales sobre la población total en 1872 con el registro poblacional proporcional de la población masculina de D'Abzac, a efectos ilustrativos, se tiene que en 1872 había aproximadamente 9.900 hombres (16% del total masculino) que eran veteranos de guerra y estaban necesitados de asistencia del Estado para poder cumplir con sus necesidades de subsistencia. El restante 24% de la población adulta masculina también estaba compuesto por veteranos, unos 14.850, que no requerían de asistencia del Gobierno.

El citado Capdevila cuantificó los datos del escalafón militar de 1872. Según sus cálculos hubo 546 solicitudes de reconocimiento de rango en 1872. La gran mayoría de ellos, 444, declararon haber sido ascendidos por el mariscal López. Casi todos eran oficiales y suboficiales. Los ausentes eran los soldados. Esto derivó en una representación engañosa en el índice de veteranos ya que aproximadamente el 80% del ejército paraguayo eran soldados, con apenas un 15% de suboficiales y 5% de oficiales de alto rango. Con esto la gran mayoría de los veteranos había quedado fuera de este censo.

El ejército de entonces, siguiendo estimaciones proveídas por D'Abzac, contaba con no más de 600 hombres, la gran mayoría entre 14 y 16 años de edad, con lo que la gran mayoría de la población adulta masculina no formaba parte de los cuadros militares. Muchos de los censados en el escalafón de 1872 sin embargo formaban parte del ejército sobre todo ocupando cargos de mando y de entrenamiento de los nuevos soldados.

EL PROCEDIMIENTO PARA SER RECONOCIDO EN EL ESCALAFÓN MILITAR DE 1872

El procedimiento incluía la presentación de una nota, con el agregado de los testimonios avalando lo manifestado. Los pedidos eran solicitados al Ministerio de Guerra y Marina, entonces liderado por Eduardo Aramburú. A su vez el Ministro pasaba los pedidos a una comisión verificadora especialmente creada para evaluar las solicitudes. La comisión respondía tras evaluar el contenido de la nota y los testimonios proveídos. Para cada caso se exigían al menos dos testimonios creíbles.

Por falta de documentación en la mayoría de los casos el procedimiento se reducía a lo manifestado por los testigos. Esto hizo que el conocimiento directo de las autoridades de la comisión verificadora resultara clave para agilizar el procedimiento.

En muchos casos la participación en la guerra era fácil de comprobar. Complicado en cambio resultaba establecer la concesión del grado deseado ya que los ascensos dados en el campo de batalla carecían de documentos y muchas veces no existían testigos que hayan conocido al veterano ejerciendo su cargo militar en el último rango recibido.

La falta de documentos, por repetitiva, hizo que el procedimiento se volviera estandarizado. La fórmula para expresar el problema, utilizada el 27 de junio de 1872 por Ramón Romero, vecino de San Antonio, justificaba su rango de subteniente 2e de caballería del regimiento no. 8, "cuyos títulos 110 existen en mi poder por haberse extraviado en los conflictos de la guerra". Este mismo fraseo se repitió una y otra vez en los diferentes pedidos de reconocimiento en el escalafón militar.

La comisión fundamentaba los fallos en la obtención de testimonios calificados, y en otras ocasiones, en el propio conocimiento de sus miembros de la versión de los solicitantes. Así los miembros de la comisión declararon conocer personalmente al alférez 1° de infantería Estanislao Ortiz, vecino de Luque, quien fue ascendido por el mariscal Francisco Solano López el 8 de agosto de 1869.

EL ESCALAFÓN MILITAR COMO UN INVENTARIO MILITAR PLURAL

El escalafón militar de 1872 no hacía discriminaciones, salvo en el caso de los soldados a quienes tampoco se les negaba la participación de forma taxativa. Tanto militares del ejército paraguayo como paraguayos que habían combatido por la Legión Paraguaya bajo las órdenes de los ejércitos aliados fueron reconocidos por la comisión verificadora.

Si bien la gran mayoría de los militares incluidos en el escalafón habían sido nombrados por el ejército del mariscal Francisco Solano López, también hubo militares incluidos que ascendieron con posterioridad a la guerra. Tampoco había discriminaciones entre quienes habían servido bajo el mandato de los presidentes Cirilo Antonio Rivarola y Salvador Jovellanos.

Otros militares incluso habían sido ascendidos por autoridades extranjeras. Tal fue el caso de Justo Duarte de Caazapá. Duarte solicitó el reconocimiento de su grado de teniente 2a en la legión de caballería otorgado por el jefe del ejército aliado, tras haber sido previamente ascendido por el mariscal Francisco Solano López.

Otro caso similar es el de Cecilio Blanco, ciudadano de Villarrica. Blanco solicitó su reconocimiento el 22 de julio de 1872, del grado de alférez de caballería de la Legión Paraguaya. Este rango había sido otorgado por el propio presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento, grado reconocido igualmente por el Gobierno paraguayo.

El caso del teniente 1Q de caballería Julián Chávez es significativo para demostrar el fluido contacto que existía entre bandos enfrentados durante la posguerra a ese respecto. Tras ser ascendido por el mariscal Francisco Solano López, Chávez presentó a oficiales de la Legión Paraguaya como testigos en su pedido de reconocimiento del escalafón militar. El pedido fue aprobado.

De esta manera el libro de reconocimiento del escalafón militar de 1872 muestra un inventario militar anárquico que no discriminaba entre bandos enfrentados durante la guerra. Quienes se enfrentaron por las armas recientemente ahora intercambiaban testimonios con una fluidez que daba a entender que las heridas del pasado habían quedado definitivamente atrás.

Entre los veteranos que pidieron el reconocimiento de su rango militar en ese momento también se destacaban dos tipos que desafiaban la homogeneidad de la categoría. Por un lado estaban los extranjeros que con su presencia negaban la homogeneidad nacional de los veteranos.

Por ejemplo el inglés Carlos Crane, subteniente 1° instructor de la marina fue incluido en el escalafón. El propio Federico Wiener era de origen austrohúngaro, algo que no le impidió integrar la comisión verificadora de grados militares. Con esto los veteranos se constituían en categoría internacional.

Por otro lado estaban los oficiales tránsfugas. Ciríaco Aponte, subteniente 2Q de infantería del Batallón N° 54 peleó al servicio del ejército liderado por el mariscal Francisco Solano López. Al final de la guerra fue ascendido a teniente 2- en el escuadrón de la Legión Paraguaya al servicio de las fuerzas aliadas.

EL ESCALAFÓN MILITAR COMO PERMISO LABORAL

Además de su utilidad como herramienta propia de los militares y del Gobierno, el escalafón era importante en términos de disposición de mano de obra laboral. Una nota del 12 de julio de 1870 liberaba al portador, alférez Natividad Giménez del regimiento N° 2 de caballería, al ordenar que todos los Jefes Políticos de la Capital y Campaña no obliguen al ejercicio de las armas al citado Natividad Giménez quien queda a disposición del Gobierno para emplearlo en dicho servicio cuando la circunstancia así lo exigiere, otorgándole el presente despacho para su resguardo [sic].

Lo dicho más arriba permite establecer que la baja militar era el pasaporte para el movimiento libre dentro del país durante la década de 1870. En este sentido, poseerlo habilitaba al veterano a optar por trabajos en esferas no gubernamentales con el resguardo necesario para evitar arbitrariedades de las autoridades del momento.

Una de las medidas del Gobierno provisorio a instancias del ejército de ocupación fue la abolición de la esclavitud. En una sociedad post esclavista la última fuente de mano de obra conscripta era proveída por el ejército. En este sentido una baja militar liberaba al portador de las penurias del servicio militar obligatorio en tiempos de los López. Esta obligación, si bien no fue cumplida a rajatabla, permaneció durante los gobiernos de la transición del Paraguay de la reconstrucción.

La importancia de la mano de obra en una sociedad despoblada es de primer orden. Asegurarse el servicio de trabajadores a bajo costo otorgaba una ventaja comparativa clave en el mercado capitalista entonces en formación. De esta manera mirar el rol de los veteranos y el trabajo conscripto en la posguerra puede explicar mejor de qué manera se resolvió una de las grandes crisis de la época.

Así se inauguraba un mecanismo que tendría continuidad histórica en el Paraguay del siglo veinte. La libreta de baja funcionaba como permiso laboral. La aplicación arbitraria de esta ley por las autoridades de turno ponía en jaque a las personas que no contaban con la libreta de baja. Con esto muchas personas se convertían en una fuerza laboral al servicio de los gobiernos y de sus personeros.

El aumento en la arbitrariedad en el uso de este mecanismo de control de movimiento de personas ocurriría generalmente tras el final de cada interna por el poder. Hubo varios de estos episodios en la década de 1870 con lo cual muchos veteranos pasaron sucesivamente de servir en un ejército revolucionario a servir para el ejército del Gobierno y viceversa, para finalmente ser ubicados como mano de obra dócil en el campo privado.

El escalafón militar como expresión de la red social de los hermanos de armas

El escalafón militar fue elaborado con base en una red de testimonios orales. Los documentos no jugaron un rol decisivo en este proceso. Con esto la vivencia de los testigos era fundamental para determinar el reconocimiento del rango alcanzado. En este sentido emergió una historia oral del conflicto, probablemente contada en guaraní en la mayoría de los casos antes de ser impresa en español previa traducción de los relatores.

Dada la exigencia del procedimiento, dar a conocer el grado militar alcanzado y comprobarlo por intermedio de testigos calificados, los formularios eran procedimientos estandarizados escuetos, sin mucha información adicional. Entonces, en este proceso largo de legitimación del pasado que comenzó entre junio y julio de 1872, la primera ola de testimonios sería breve, concisa, sin narrativas grandilocuentes o mucho menos, heroicas.

Al mismo tiempo el escalafón militar de 1872 registraba una saludable anarquía en cuanto a la participación en diferentes ejércitos, la importancia todavía relativa de las grandes personalidades militares de los gobiernos de posguerra como signatarios de los testimonios, y las múltiples redes de camaradas que provenían de distintos lugares, rangos y experiencias.


 

CAPÍTULO III - VIDAS DE VETERANOS

VETERANOS EN MOVIMIENTO

Los veteranos conformaron un grupo amorfo, descentralizado, fragmentado y disperso tras la guerra. Si bien es difícil ubicarlos físicamente durante los años inmediatos al conflicto, puede decirse que hubo tres grandes grupos en los cuales los veteranos se acomodaron tras la guerra.

En primer lugar estaban los veteranos que llegaron al país con las fuerzas armadas aliadas. Entre estos estaban los miembros de la infamemente célebre Legión Paraguaya, entre quienes además de los opositores y exiliados de López se encontraban muchos militares rendidos y capturados por las fuerzas de ocupación. Este bloque jugó un rol principal en la construcción del orden político de transición. Figuras destacadas eran el general Benigno Ferreira, conocido legionario que llegaría a la primera magistratura del país, y el coronel Juan Francisco Decoud, importante referente de la política paraguaya durante los primeros gobiernos de posguerra.

En segundo término puede hablarse de los prisioneros de guerra que fueron enviados al Brasil. Estos permanecieron por un tiempo más largo en territorio brasilero tras la rendición final que siguió a la caída de Francisco Solano López.

Muchos de ellos fueron considerados figuras con futuro promisorio que habían sido leales al mandatario paraguayo hasta último momento. La figura más destacada de este grupo era el general Bernardino Caballero. También estaba el general Patricio Escobar.

Esta primera división, si bien matizada por las cambiantes posiciones que tomaron los integrantes de uno y otro grupo, dio lugar a la consideración de dos bloques en el Paraguay de transición durante la ocupación militar, uno argentinista por su larga estancia en territorio argentino previamente a su retorno al país y por sus buenas relaciones con las autoridades de ese país; y otro brasilerista, por su breve pasaje en territorio brasilero y buenas relaciones con sus gobernantes. De acuerdo a esta división los veteranos que permanecieron presos en el Brasil se convirtieron en aliados del gobierno imperial durante su estadía en Rio de Janeiro hasta mediados de 1872.

Estas divisiones son relevantes teniendo en cuenta que con el tiempo adquirirían nuevas denotaciones al dar supuestamente origen a la división bipartidista de la política paraguaya. Según esta visión, manufacturada por interpretaciones posteriores como señaló el politólogo Paul H. Lewis, los liberales se mantendrían legionarios y argentinistas, y los colorados serían los veteranos de la Guerra del 70 y brasileristas desde la parte final de la década de 1880.

Un tercer grupo, más caótico y quizá el más impredecible, estaba constituido por el ejército en fuga. Carencias físicas y económicas limitaban la movilidad de este grupo que contaba en parte con desertores, heridos, personas que pasaron a la categoría de discapacitados a consecuencia de los combates, y prófugos del ejército de ocupación.

El cabo primero Santos Ferreira proporcionó un relato que ejemplifica lo que les ocurrió a este grupo de los desplazados de la guerra. Tras entrar en combate en Lomas Valentinas Ferreira relató:

recibí un balazo en la pantorrilla de la pierna derecha trozándome la bala uno de los tendones principales de cuyo efecto quedó completamente encogida la pierna herida, de allí hemos sido conducidos los heridos a Paraguarí y de este punto a Escurra y de aquí hemos sido transportados en pelotas de cueros sobre el cerro, luego encarretados a Caacupé, de éste punto seguí al ejército con dos muletas hasta Barrera Ñú, y cuando la gran batalla en ese lugar me refugié en un arroyo donde estuve escondido dos días, viendo ya mal allí salí afuera y fui recogido por los soldados aliados mandándonos a Pirayú donde estuve más de un año curándome, después de este largo tiempo y viendo imposible de extraer la bala de la herida aproveché una proporción de carreta para venir hasta el Paso Acahay de Tebycuary donde estuve otra vez otro largo tiempo por falta de proporción y de no poder caminar ni una cuadra después aprovechando otra oportunidad de carreta de un vecino del departamento de Yuty me transporté hasta esta en el seno de mi familia en donde conseguí sacar la bala de la herida después de siete años de peregrinación, y de esa consecuencia de la herida me quedó la pierna seca y casi completamente imposibilitado pudiendo solamente caminar por la punta de los dedos de ese pies [sic].

Los desplazamientos generados por la guerra hicieron que aquel primer censo y escalafón de rangos militares hayan sido incompletos y engañosos. Muchos de los veteranos recién con el tiempo volvieron al país o salieron de sus escondites. Eso hizo que en el primer escalafón de 1872 figuraran mayormente los miembros del primer grupo.

Los del segundo grupo llegarían unos pocos años después, más o menos cuando se realizó el primer censo de los militares. El tercer grupo, por su parte, permanecería esquivo a registros oficiales por mucho más tiempo ya que no gozaban ni de los favores de los legionarios que llegaron de Argentina ni contaban con la confianza de los leales que fueron al exilio en Brasil.

Estos tres grupos, divididos de forma arbitraria, sirven para explicar diferentes realidades de los veteranos en el Paraguay de la posguerra. Los del primer grupo lideraron los primeros gobiernos durante la ocupación militar, por lo que sus vidas tuvieron un desenlace relativamente exitoso si bien muchos sucumbieron presos de las propias luchas intestinas por el poder en las que se enfrascaron. Muchos de ellos formaron parte de los gobiernos durante la primera mitad de la década de 1870. Esta fue la década tumultuosa de la posguerra y al final de ella otro grupo político compuesto por muchos de los integrantes del segundo grupo de veteranos pasó a ocupar el principal bloque de poder.

Personajes como los generales Bernardino Caballero y Patricio Escobar, quienes ejemplifican la trayectoria seguida por los miembros más destacados del segundo grupo, irían a ocupar la primera magistratura en la década de 1880, posición que les sirvió para establecerse económica y políticamente. Este cambio de mando resultaría favorable para los veteranos ya que la presidencia de hermanos de armas por lo menos les devolvería un cierto estatuto en el Paraguay de la posguerra (esto inclusive a pesar de que Bernardino Caballero, quizá aleccionado en Brasil, no volvió a vestirse de militar tras la guerra).

Otros ejemplos relevantes que corresponden al segundo grupo son los veteranos que eran personalidades del interior del país y que ingresaron al Congreso en los gobiernos de la posguerra. Por citar un caso, Juan Ascencio Roa, sargento mayor de Villa Rica, fue electo senador de la nación después de la guerra marcando la presencia de los veteranos en el Congreso de la nación.

Como se señaló y se seguirá notando más adelante, estas aglomeraciones tienen efecto ilustrativo. La realidad fue mucho más compleja. Y hubo múltiples divisiones al interior de los grupos reflejando mucha más fluctuación de la que podría esperarse siguiendo a rajatablas clasificaciones genéricas.

VETERANOS PAUPERIZADOS POR LA GUERRA

Quizá un factor aglomerante más efectivo para representar la experiencia de la posguerra es la miseria que caracterizó la vida de los veteranos. Muchos de ellos se quejaron del impacto negativo que tuvo su participación en la guerra en las décadas posteriores al conflicto.

Por ejemplo el capitán Fernando Ruiz Díaz, de Las Piedras, Itá, explicó al hacer su pedido en diciembre de 1900 que se encontraba "en la miseria, completamente sin recursos y desamparado, en un rancho que me facilitó la caritativa mujer Doria María Juana Coronel" tras haber intentado sin éxito sobrevivir por su cuenta a una enfermedad no individualizada que lo mantenía postrado en cama con una llaga en la cara.

Otro que se quejó del impacto negativo de las heridas de guerra fue Juan de la Cruz Delgado. Este soldado de Itá apuntó que durante la Batalla de Estero Bellaco del 24 de mayo de 1866 fue:

víctima de una herida a hala enemiga que le dejó casi por completo inutilizado e inhábil para la ejecución de ningún trabajo material ni tan solo para la satisfacción de las múltiples y variadas necesidades de la vida - ni para ganarse el escaso subsidio - y como esta invalidez proviene del noble sentimiento de patriotismo que siempre le ha sido y le es inspirado y que le impulsó a empeñar las armas y exponer sus pechos contra bayonetas y proyectiles enemigos, por defender o contribuir a la defensa del honor e integridad de la Patria [sic].

Algunos veteranos, como por ejemplo Higinio R. Escobar, teniente 2e de Asunción, se quejaron del efecto recurrente que tuvieron las heridas de guerra aún mucho después de finalizar el conflicto.

En un caso que fue largamente peleado en la instancia judicial, principalmente a consecuencia de la falta de rigor procedimental de Escobar quien pretendía obtener el reconocimiento sin cumplir con los burocráticos requerimientos de la ley, el veterano explicó

Soy padre de numerosa familia a quien tengo que costear en la esfera de mi posibilidad. De tiempo en tiempo suele renovarse mi herida - abriéndose anchas llagas, las que con el auxilio oportuno médico y la Divina Providencia suelen cerrarse y cicatrizarse momentáneamente para después repetirse [sic].

LESIONES LABORALES ORIGINADAS DURANTE LA GUERRA

Las consecuencias negativas, si bien es cierto que en su gran mayoría se originaban en heridas sufridas en el campo de batalla, también obedecían a las características propias de la labor cumplida en el conflicto. Estas historias eran las menos comunes.

Higinio Ríos, sargento 1Q de San Lorenzo del Campo Grande, se quejó de las enfermedades ocasionadas por su trabajo de foguista durante la guerra y sus consecuencias posteriores en el desarrollo de su vida normal tras la conclusión del conflicto.

Gabino Meza, soldado de Lambaré, reportó otra historia en la cual la herida lejos estuvo de alcanzar el apelativo de heroica:

Felizmente por una gracia de la Providencia no he recibido ninguna herida de bala ni de lanza; pero en cambio he recibido una lastimadura alzando durmientes, cuyo peso era superior a mi fuerza, dejándome imposibilitado para el trabajo activo como se justifica por el certificado médico.



HERIDAS EMOCIONALES

Otros agravantes mencionados por los solicitantes del pago de pensión estatal por su participación en la guerra incluyen las consecuencias emocionales de haberse alistado a pesar de haber estado casado.

El alférez José Benítez de Pirayú, en un caso recogido por el historiador Luc Capdevila, mencionó en su solicitud el tremendo sacrificio que implicó para él alistarse: "siendo ya casado, abandonando mi esposa con mis tiernos hijos". Este desgaste emocional también se utilizaba como causal para hacerse merecedor de la recompensa estatal.

De todas maneras, el resultado era el mismo. Heridas a consecuencia de la participación en la guerra, físicas y hasta síquicas, ameritaban el pago de la pensión de veterano a causa de la incapacidad ocasionada.

LOS VETERANOS RECONSTRUCTORES

Muchos veteranos participaron en los gobiernos de posguerra. Trabajar en el Gobierno era una salida obvia para veteranos que contaban con la experticia requerida para el cargo. El alférez Juan B. Ruiz Díaz, marino nativo de Piribebuy, quien pidió que se le pague su pensión de veterano el 1 de octubre de 1900, ejemplifica un camino seguido por varios veteranos. Tras servir en la marina durante la guerra en las embarcaciones Río BLANCO, Río NEGRO Y AMAMBAHY, en 1874 volvió a sentar plaza como contramaestre a bordo del vapor- cito TEJIU y en 1875 fue ascendido a alférez tras lo cual fue dado de baja en 1878.

Hubo muchos otros veteranos que tras una participación breve en la guerra hicieron la mayor parte de sus carreras en el ejército como miembros del cuadro militar de los gobiernos de la postguerra. Evaristo Enciso, sargento mayor, oriundo de Areguá, tras la guerra ascendió primero en el cuartel de caballería escolta del gobierno como alférez en 1870 y teniente en 1871 durante el gobierno de Cirilo Riva- rola sirviendo a las órdenes del general Benigno Ferreira. En 1875 ascendió a capitán de artillería y en 1876 al grado de sargento mayor.

Uno de los roles importantes en los cuales los veteranos se destacaron fue en el entrenamiento de los militares de los gobiernos de posguerra. Hacia 1872 el ejército estaba compuesto en su mayoría por soldados jóvenes. Entonces era fundamental contar con la experiencia de la guerra para entrenar a los nuevos reclutas. José Natividad Rodríguez, capitán de San Juan Bautista de Ñeembucú, se dedicó a la instrucción militar tras volver de su tiempo en prisión en Brasil. Como instructor de la escolta ascendió a teniente. Después de ascender a capitán fue dado de baja por el gobierno de Juan Bautista Gilí.

Caso similar fue el de Silvestre Blanco, teniente, nativo de Luque, quien se desempeñó como instructor militar bajo los gobiernos en guerra y con posterioridad al conflicto. Tras ser prisionero de guerra en el Brasil volvió al país

Para constituir el primer gobierno Constitucional de Don Cirilo A. Rivarola... en 1876 bajo el Gobierno de Don Juan Bta. Gilí se me trajo otra vez al Cuartel no como militar sino para trabajar otra vez en mi oficio en la maestranza y enseñar el oficio a muchos militares (tropa) del ejército.

Tras ser licenciado luego de unos años volvió al hogar: "trabajando desde entonces como pude para pasar la vida hasta ahora de un modo bastante triste”.

Figura destacada entre los reconstructores fue el propio Eduardo Aramburu, sargento mayor durante el gobierno topista, luego Ministro de Guerra y Marina durante los gobiernos de la posguerra. Su participación en el gobierno aseguró que muchos de los veteranos no solamente sean reconocidos por su papel en la guerra sino que también sean debidamente incorporados en el proceso de reconstrucción del país.

En este sentido puede mencionarse el nombramiento de veteranos de confianza en múltiples cargos para liderar la reconstrucción como intermediarios entre el ejecutivo de un Estado en ruinas y los diversos distritos. Por ejemplo, el teniente coronel Ciríaco Gómez fue nombrado por el gobierno de posguerra para representarlo en los territorios de Limpio, Luque, San Lorenzo del Campo Grande, Itá, Capiatá, San Antonio, Ypané y Guarambaré.

Esto refleja el rol principalísimo jugado por los veteranos en la transferencia de autoridad del antiguo régimen al nuevo orden político de la posguerra. Algunos casos de transferencia directa de autoridad política a viejos hombres del antiguo sistema político son los del capitán de caballería Juan de la Cruz Aquino, nombrado jefe político de su nativa Villeta con el nuevo gobierno; el capitán Manuel Delgado, nombrado delegado del departamento de Paraguarí, con los partidos de Cerro León, Pirayú y Yaguarón, y el capitán

Solano Irrazábal, nombrado en Caacupé, Emboscada, Atyrá, Altos, y Arroyo y Esteros.

También era común encontrar veteranos de guerra que figuraban entre las fuerzas de choque que volvieron a insertarse en el gobierno de la posguerra para servir en la capital como garantías del orden. Por ejemplo el teniente Manuel Gaona siguió prestando sus servicios al ejército hasta 1873.

LOS VETERANOS REVOLUCIONARIOS

Los veteranos no solamente prestaron un servicio fundamental en la reconstrucción de los gobiernos de transición. También jugaron un papel clave en el escenario anárquico que se vivió en la década de 1870 tomando parte de movimientos revolucionarios que buscaron el poder por las armas. Los dos veteranos más representativos de este movimiento fueron los generales Bernardino Caballero y Patricio Escobar, quienes lideraron varios intentos por capturar el poder. Tras fracasar en repetidas ocasiones durante la década de 1870, llegaron al poder en 1880 ya sin rivales garantizando un período denominado luego por el historiador Harris Warren como la “Pax Caballero" en el cual la inestabilidad política disminuyó considerablemente.

Pero hubo muchos otros veteranos que trabajaron para ellos en aventuras armadas. Miguel Báez, sargento mayor oriundo de Villa Humaitá, otorgó un testimonio en este sentido cuando solicitó su reconocimiento como veterano el I° de abril de 1901. Dijo que en:

El año 1873, después de terminada la guerra con la triple alianza, el Coronel Genes organizó una fuerza en la que me incorporé en la Villa del Pilar y marchamos hasta la Asunción al servicio del Gobierno Nacional y en ocasión el Presidente de la República Don Salvador Jovellanos, con fechas 1° de agosto del citado año me acordó el grado de Capitán, como se comprueba por el adjunto despacho que acompaña; que en seguida regresamos a Villa del Pilar con el mismo Coronel Genes, con cincuenta tropas y tres oficiales bien armados; que en seguida el Coronel Genes nos hizo pasar al servicio de la revolución encabezados por los Generales Caballero y Escobar quienes vinieron con los vapores en Villa del Pilar habiéndonos incorporado con las fuerzas de la revolución marchamos hasta el Campo Grande, donde tuvimos un combate con las fuerzas del Gobierno nacional en la que triunfó la revolución y después de este hecho de armas, el Coronel Genes por orden del General Caballero me acordó el grado de Sargento Mayor, quedando a entregarme el despacho oportunamente [sic.].

Otro aventurero de los levantamientos armados de la posguerra fue Miguel Martínez, teniente de caballería de Itapé. En su largo testimonio explicó haber seguido a distintos ejércitos durante la reconstrucción, en ocasiones del lado oficialista, y en otras, desde la oposición armada:

Posteriormente, en el año 1874, fui nuevamente dado de alta en el ejército, en calidad de ayudante de los jefes del Estado Mayor, Coroneles Don Pedro Hermosa y Don Florentín Oviedo, y poco después, el 24 de junio del año siguiente (1875), recibí el grado de teniente 2a de Caballería, según se comprueba por el despacho que acompaña, juntamente con el que me acredita como alférez.

Fue dado de baja cuando se disolvió el "pequeño ejército levantado por el Presidente Gilí".

LOS VETERANOS EXPLORADORES

Otros veteranos pasaron a jugar un rol protagónico en la exploración de las nuevas fronteras del Estado en formación tras la guerra. Carmen Hermosilla, teniente I° de Marina, relató que tras la guerra, "...la más grande que ha visto hasta la fecha el continente americano", fue comisionado en una expedición fluvial al Alto Paraná, a bordo de la cañonera ASUNCIÓN.

Permaneció en la zona como parte de misiones de reconocimiento que el gobierno había emprendido sobre la potencialmente rica zona yerbatera que luego sería colonizada por enclaves económicos como la Industrial Paraguaya.

Hubo casos más destacados y conocidos. El historiador Efraím Cardozo menciona a los veteranos que trabajaron en las comisiones de delimitación de fronteras con los gobiernos de ocupación. El capitán de fragata Domingo A. Ortiz integró la Comisión Mixta Demarcadora de Fronteras entre los gobiernos de Brasil y Paraguay entre 1872 y 1874. Su labor fue destacada ya que mucho de lo que Ortiz hizo fue decisivo para la defensa de los intereses del Gobierno paraguayo durante las negociaciones fronterizas sobre los derechos a los Saltos del Guairá en 1965.

LA PRECARIEDAD DE LOS VETERANOS

Para buena parte de los veteranos la guerra no alteró dramáticamente su situación previa en cuanto a la precariedad en que se desenvolvían. Tras el final de la contienda volvieron a la pobreza y con ella, retornaron las relaciones de dependencia que caracterizaron sus vidas antes de la guerra.

Muchos retornaron a sus labores de los tiempos previos a la guerra. Así, por ejemplo el soldado Pedro Garda, de Quiindy, tras la guerra volvió al campo a dedicarse a la agricultura.

Y es que si bien la guerra trajo riquezas para algunos, produjo miseria para la gran mayoría. Los cambios facilitaron el ascenso de algunos grupos, especialmente las oligarquías comerciales y terratenientes que se formaron al final de la guerra, sin que la mayoría pueda beneficiarse. Así, los que servían a los personeros de los gobiernos de tiempos previos a la guerra ahora tuvieron que verse obligados a servir a las nuevas clases adineradas. Con esto las relaciones de dependencia y sometimiento se mantuvieron en muchos sentidos igual que durante los tiempos de preguerra.

Como puede inferirse del testimonio del soldado Matías Medina, vecino de Bobí, los lazos de lealtad horizontal generados por la guerra se rompieron rápidamente retornando aquellos de carácter vertical por el cual los más pobres servían en carácter casi de vasallaje a los más pudientes.

Medina dijo, tras hacer un relato grandilocuente sobre un escape a nado en el cual se destacó como héroe, que después de la guerra no tuvo forma de ganarse la vida salvo a expensas de sus vecinos adinerados:

Este veterano tiene bien patentes las cicatrices de los herimientos referidos, quedando por ellos, imposibilitado de hacer trabajos de fuerza. Es, dicho veterano insolvente, dedicándose a servir a los vecinos pudientes, en trabajos livianos, para poder atender sus necesidades vitales.

LOS VETERANOS PROCREADORES

También está presente en muchas de las solicitudes el énfasis en el rol procreador de los veteranos. Ellos destacaron su rol procreador enfatizando que hicieron posible la continuidad de la raza paraguaya tras la debacle de la guerra a pesar de todas las heridas sufridas. Este discurso machista de los veteranos muestra una voz disonante con relación a la posterior construcción de un mito de origen de la posguerra que identificaba al Paraguay como un paraíso de mujeres responsabilizándolas exclusivamente de la continuidad de la raza a espaldas de la vergonzosa generación masculina que sobrevivió a la hecatombe heroica cié 1870.

Martín Rojas, sargento 2Q de infantería de Villarrica, presentaba un testimonio en el cual hace con igual esfuerzo un intento por validarse como discapacitado a consecuencia de las múltiples (siete) heridas sufridas durante los numerosos combates en que le tocó participar en la guerra al tiempo de jactarse de seguir contribuyendo a la reconstrucción de la nación con once hijos. Rojas se declaró

Sobreviviente también de aquella Catástrofe Nacional, cargado de una familia numerosa, compuesta de once hijos, inutilizado por siete heridas que recibiera durante cuatro años de servicio prestado a la Patria y en los sangrientos combates de Curupayty el 22 de Setiembre de 1866 al mando en Jefe del General Díaz y el Mayor Riveros, en Acayuazá, al mando del Comandante Martínez, donde recibí dos balazos, en Ytaybaté, en Pikysyry, al mando del General Caballero y finalmente en Piribebuy al del Comandante Caballero, en donde fui tomado prisionero por las fuerzas enemigas, después de haber recibido dos heridas a bala en la pierna derecha y en varias partes del cuerpo tres lanzazos y un hachazo en la cabeza, he creído poder también merecer esa pequeña protección, que la Patria agra-decida acuerda a sus hijos [sic].

En algunos casos el pedido de reconocimiento de la condición de veterano vino justamente a consecuencia de la ingratitud de los hijos procreados tras la conclusión de la guerra. Escolástico Mancuello, capitán, vecino de Asunción, al jactarse del aporte que hizo en la reconstrucción demográfica del país tras la guerra, se quejó de sus hijos, inservibles para él ahora luego de valerse del veterano durante los mejores años de su vida:

Soy casado con Doña Josefa García con quien tengo tres hijos legítimos. Tengo además varios hijos naturales; pero todos me han abandonado por el estado de demencia e insolvencia en que me encuentro. Una hermana mía Dolores Mancuello compadecida naturalmente de mi estado, me ha recogido y me atiende. Pero he aquí V.E. que ella es tan pobre como yo y estamos completamente sin medios de subsistencia.

LOS PAGOS A LOS VETERANOS

De acuerdo a una tabla de salarios de 1900, los veteranos ganarían la mitad del salario acordado a los militares en actividad. Así, según los rangos militares los veteranos ganarían cien pesos por ser coroneles; ochenta los teniente coroneles; sesenta los sargento mayores; treinta y cinco los capitanes; veintisiete con cincuenta los tenientes; veinte los alférez y subtenientes; once los sargento 1°; nueve con cincuenta los sargento segundo; ocho los cabo 1° seis con cincuenta los cabo 2°; y por último, cinco pesos los soldados.

Estos montos, insuficientes seguramente, fueron saludados por los veteranos ya que el pago de la pensión universal a todos los veteranos significaba un cambio cualitativo con relación al período anterior. Según el veterano Domingo Barreto, "humilde grado de Cabo Io", esto se consiguió gracias a que una "patriótica asociación formada por distinguidos oficiales de aquella heroica lucha han acordado prestar una pequeña protección conforme a los grados que en ella hubieren alcanzado".

LA LIGA DE VETERANOS COMO GRUPO DE PRESIÓN

Los veteranos estuvieron en contacto entre sí durante las luchas por el pago de la pensión durante la década de 1890. Lina vez que salió la ley favorable a sus intereses, se corrieron la voz para que todos los veteranos pudieran tomar ventaja de la posibilidad. El mencionado Barreto, quien era nativo de Villarrica, mencionaba por esos días:

Yo no había tenido conocimiento de la existencia de esa filantrópica liga y de ahí que no había solicitado a mi favor sus beneficios hasta que hoy personas de nobles sentimientos me han informado de ella, alentándome a solicitarlos porque están notoriamente a la vista de ellas las tristes circunstancias en que me encuentro de resultas de las heridas que había recibido en los combates que el ejército nacional sostuvo con las fuerzas aliadas.

Barreto hizo este pedido el 8 de abril de 1899 como parte de los intentos del Gobierno de censar a los veteranos, cuatro meses antes de que salga finalmente la ley del Congreso. Esto da prueba de la comunicación que se mantenía entre los veteranos durante el proceso largo de negociación que se dio en el Congreso.

Resultaba evidente también que en ese momento ya existía la voluntad política por resarcir de alguna manera a quienes participaron en la guerra. Este cambio de actitud se podía identificar en el comportamiento de las autoridades políticas más importantes.

Fernando Uliambre, soldado oriundo de Isla Umbú, ingresó la solicitud el 1° de abril de 1901 mencionando que lo hacía debido a que otros veteranos le habían comentado que el propio presidente Emilio Aceval, también veterano de la guerra por su breve participación en Acosta Ñu, había entregado los pagos a varios de ellos en persona.

Los veteranos hacían gala de su poder de convocatoria con encuentros anuales para conmemorar la actuación en la guerra. Con esto se habían convertido en una suerte de grupo de presión que buscaba la reivindicación histórica por medio de un reconocimiento material del Gobierno. Batallas puntuales, por ejemplo los treinta y cinco años de la batalla de Lomas Valentinas conmemorado en 1903 por la asociación de veteranos, formaban parte de los recordatorios históricos que fortalecían a los veteranos en su lucha por una interpretación diferente del pasado que les diera algún reconocimiento material inclusive.

LAS LUCHAS DE LOS VETERANOS POR EL COBRO DE LA PENSIÓN

La aprobación y final efectivización de la ley de pensión para los veteranos de guerra tampoco marcó el punto final de las conflictivas relaciones entre Estado, autoridades locales y veteranos. Si en un momento anterior hubo quejas porque los pagos se hacían a veteranos afines a los gobiernos de turno, esta situación se repitió a escala país con la realización de pagos de manera arbitraria en varios puntos del Paraguay.

Así, inclusive cuando existía la orden de pago y todos los documentos se encontraban en regla, los jefes políticos, de forma arbitraria, dejaban sin pago a quienes no comulgaban con sus ideas. En otras ocasiones también los jefes políticos hacían descuentos compulsivos sobre el monto asignado a los veteranos de su zona actuando caprichosamente al margen de la ley.

Esto originó los reclamos de muchos veteranos en distintos puntos del país. Por ejemplo, hubo quejas contra la situación de la cobranza de pensiones en Altos a consecuencia del mal manejo del jefe político local.

Los veteranos de la zona hicieron una queja formal por escrito al ministro de Guerra y Marina en enero de 1902. La queja contra el jefe político era por atraso (de 15 a 22 días) y deducciones arbitrarias (de 11 a 8 pesos). Algunos como Juan Rodas no habían percibido pago de pensión alguna a pesar de haber cumplido con todos los trámites requeridos. La queja fue derivada primero al jefe político, quien la trasladó al juez de paz sin resultado alguno. Entre los firmantes destacaban los veteranos Serapio Ayala, Esteban López, Lorenzo Ortega, Roque Vera, Bartolomé Galeano y algunos otros que dijeron no saber firmar.

MODIFICACIONES A LA LEY DE LOS VETERANOS

Si bien es cierto que muchas de las nuevas oleadas de veteranos producidas por conflictos internos a partir de 1904 tuvieron efectos negativos en la situación de los veteranos de la Guerra del 70, la misma inestabilidad política llevó a una constante mejora de la esfera militar por medio de ajustes salariales a los militares activos con lo que, indirectamente, mejoraron los salarios de los veteranos.

En esto hubo una paradójica relación entre las nuevas camadas de ex combatientes, la militarización del país y la situación de los antiguos veteranos. Tras cada conflicto interno se buscaba reformar la institución militar, todavía no profesional, excesivamente partidizada y en muchos casos sometida a la interna partidaria.

Para los miembros del Gobierno resultaba clave encontrar formas de disciplinar el ejército tras cada puja por el poder. Esto implicaba depurar las fuerzas armadas de elementos subversivos y premiar con aumentos a los que se habían mantenido leales al Gobierno en ejercicio. La segunda parte de esta estrategia resultaba significativa para los veteranos de la Guerra del 70. Aumentos salariales en el estamento militar implicaban ajustes automáticos, al menos en el papel, a los salarios de los veteranos. A la materialización de estos aumentos apuntarían las luchas de los mismos durante las administraciones liberales de principios del siglo XX.

La paradoja de esto se daba porque la frecuencia de conflictos internos durante la era liberal a partir de 1904 aumentó el número de ex combatientes ya que ahora también se tenía que agregar a los lisiados de las guerras civiles. Los veteranos, todos por igual, vivían del mismo presupuesto estatal. Con esto quedaban menos recursos para atender a los que habían combatido en la Guerra del 70 cuando surgían nuevas oleadas de veteranos de las varias guerras civiles de principio de siglo.

Tras la nueva crisis político-militar de 1908 se produjeron aumentos al salario militar con lo que aumentó igualmente la suma pagada a los veteranos del 70. Como se apuntó, estos aumentos generalmente no se daban de forma automática. Al contrario, los propios veteranos tenían que volver a demostrar su condición de pensionados reconocidos por el gobierno, aunque ya con la facilidad de haber hecho el procedimiento previamente con lo que el trámite se reducía a remitirse a solicitudes anteriores.

DE HÉROES A MENDIGOS

La justificación para solicitar el reconocimiento de la condición de veterano y el pago de la pensión cambió, debido al mayor número de ex combatientes provenientes de conflictos internos que aspiraban al pago y de la distancia temporal que separaba la Guerra del 70 de la primera década del siglo XX. En otra paradoja de la experiencia de los veteranos en la post-guerra, precisamente cuando la intelectualidad nacionalista construía una visión alternativa de lo ocurrido en la guerra, en la cual ellos eran reinterpretados como héroes a la vez tenían que apostar a razones humanitarias para exigir el pago de la pensión del gobierno.

En el período tardío de reconocimientos, de 1905 en adelante, la solicitud en clave mendicante desplazó a los largos testimonios sobre el heroísmo que habían caracterizado a las solicitudes que siguieron a la ley de 1899. El soldado José Domingo Ayala, oriundo de Isla Umbú, hizo el pedido de la pensión amparándose en su indigencia cuando por carta del 24 de agosto de 1908 recalcó que: "viéndome actualmente en la indigencia y achacoso, siendo veterano de la pasada Guerra con la Triple Alianza, necesitando abrigarme bajo el caritativo amparo de la Ley que concede una benévola pensión a los de mi clase".

MENDIGOS RECONSTRUCTORES

El capitán Dionisio González aludió en su pedido a la situación de disparidad en que se encontraban con el resto de la sociedad, señalando al mismo tiempo la precariedad en que se desenvolvían los militares activos a pesar de las recompensas que obtenían después de cada revuelta armada.

Como los veteranos de la Guerra del 70 ganaban el 50% de lo que ganaban los militares activos, un aumento del 70% en el salario de los militares activos, otorgado bajo la lógica de buscar disciplinar a la institución militar, debió generar un aumento y actualización de las pensiones de los veteranos que no se produjo inmediatamente. Muchos veteranos entonces apelaron a nuevos procedimientos burocráticos durante el año 1909 para conseguir que se actualizase el pago de acuerdo a la ley de los veteranos de la Guerra del 70.

González justificaba su derecho al aumento, tras haber recibido su pensión por dos años, mencionando:

Tengo una numerosa familia, estoy sin trabajo, viejo y enfermo, y esa pensión me es enteramente insuficiente para sobrellevar a las necesidades más urgentes. Por este motivo, venciendo resistencia de mí mismo, me veo en el caso de presentar a V.E. un breve memorial de mis servicios públicos, y solicitar en su mérito una pensión que llene mejor su fin, y sea más adecuada a mi rango de Teniente - Coronel de la Nación y Capitán del Grande Ejército.

Entonces el relato de la vida militar durante la contienda del 70 que previamente había sido necesario para obtener la pensión ahora se volvió anecdótico. En la fase tardía de los reconocimientos a los veteranos resultaba más fundamental para justificar el aumento enfatizar las acciones en la época de la Reconstrucción Nacional.

González, tras recuperarse en el hospital de las heridas de guerra que sufrió en Pykysyry, fue nombrado juez de paz en Villeta por el gobierno del Triunvirato. En ese cargo permaneció hasta 1874. Ese año fue llamado al ejército nuevamente cuando hubo la rebelión. Tras apagar la rebelión fue derivado como jefe político del distrito de Yhacanguazú donde permaneció hasta 1880.

En 1880 fue nombrado edecán de la Presidencia de la Re-pública. Luego ocupó la Jefatura Política de la capital por cuatro años. Tras ello fue nombrado jefe político de los distritos de Humaitá, donde fue comandante militar. En 1886 volvió a ser edecán del gobierno del general Patricio Escobar. Bajo la presidencia de Juan Gualberto González fue nombrado jefe político y comandante militar de Villarrica, tras lo cual fue derivado a Bahía Negra, donde permaneció hasta 1895. En 1907 volvió a ser reclutado por el ejército, con lo cual perdió su trabajo.


Con este largo testimonio González obtuvo un aumento en el pago de su pensión como capitán del ejército retirado. Esto le permitió ganar la suma de 59:50m/u desde 1907. Con anterioridad González ganaba apenas 35 $ m/u.

 

 

DE RECONSTRUCTORES A REVOLUCIONARIOS

Otro caso que resulta ilustrativo del cambio en la racionalidad del pago a los veteranos es el de Cándido Riveros, de Caacupú. Riveros pasó más tiempo de su exposición explicando los múltiples roles jugados durante la Reconstrucción Nacional para justificar su solicitud. Tras detallar su participación en el conflicto del 70, explicó:

En la nueva era, en la cual se inició la reconstrucción nacional, volvía a servir a la patria, ora como oficial del Ejército, ora como jefe político, ora como juez de paz, ora como maestro de escuela, hasta ajustar 45 años de servicios públicos, habiendo llegado a obtener en las revoluciones del 73 el grado de Teniente y del 74 el de Capitán.

En la nueva lógica del reconocimiento a los veteranos, además de una participación destacada en la Reconstrucción Nacional, también resultaba clave haber participado en las sucesivas revoluciones que ocurrieron a principios del siglo veinte.

Este caso evidencia la influencia que tuvo la decisión del primer gobierno liberal del siglo de igualar por una ley de 1905 la condición de veterano de la Guerra del 70 con la del veterano de la Guerra Civil de 1904. A partir de ese año el soldado Benito Mendoza, quien no reunía los requisitos de vejez e invalidez para cobrar la pensión como veterano del 70, comenzó a cobrarla de todas maneras a consecuencia de una herida sufrida durante la Revolución de 1904.

Mendoza fue amputado en la pierna izquierda a causa de las heridas recibidas en 1904, cuando peleó en filas del ejército revolucionario. La ley del 21 de junio de 1905 igualó, a los efectos del pago de la pensión, a los veteranos de la revolución con los combatientes de la Guerra Guasu al acordar: "una pensión igual a las que gozan los veteranos de la pasada guerra a los que hubiesen quedado impedidos para el trabajo como consecuencia de heridas que hubiesen recibido en la misma revolución".

Como Mendoza, muchos otros con posterioridad utilizaron la misma lógica tras los combates de 1908 cuando el sargento 1° Abdón Benítez enumeró combates y heridas de batallas por el poder de ese año para solicitar el pago de la pensión.

LOS VETERANOS DEL NACIONALISMO

Resulta más complicado seguirles el rastro a los veteranos en los archivos del Ministerio de Defensa Nacional en las décadas siguientes. Entonces los pedidos de reconocimiento disminuyeron sensiblemente debido a que probablemente la mayoría de ellos ya lo había hecho. Lo que quedó fueron registros de tipo más burocrático en los cuales se nombran los pagos hechos y poco más. Casi nada de lo que hacían los veteranos.

Muchos de sus representantes más destacados fallecieron. La desaparición del general Bernardino Caballero en 1912 otorgó una oportunidad para rendirle homenaje a uno de los más destacados veteranos que marcaría la tónica de las décadas siguientes. La tendencia a homenajear a los veteranos se había iniciado con la fastuosa ceremonia de homenaje que se le hizo al general José Eduvigis Díaz en 1907.

Las décadas de 1910 y 1920 se convertirían en la antesala de la apoteosis guerrera de la década de 1930 cuando los veteranos del 70 fueron ascendidos a héroes de la patria. Entonces los veteranos recibieron el estatus de héroes si bien pocos quedaban con vida para recibir el homenaje. Monumentos, comisiones vecinales de reivindicación histórica, grupos de ayuda a los sobrevivientes de la guerra, desfiles patrios, homenajes multitudinarios, marchas populares, artículos periodísticos, misas recordatorias, marcarían el ritmo de una memoria militante y mayoritaria sobre el heroísmo de la guerra.

Todo esto acompañado e incentivado por una intelectualidad nacionalista también mayoritaria. Durante estas décadas, como lo señaló el historiador Luc Capdevila, los veteranos ocuparon el asiento de atrás en una caravana oficialista manejada por la inteligencia nacionalista. Las heridas de guerra estaban cicatrizando. El trauma, el momento de mini euforia liberal, la desazón de la posguerra, eran parte del pasado. Ahora la memoria de la guerra retornaba disfrazada de éxtasis heroico. En esta época el silencio caracterizaría la participación de los veteranos. Un silencio magnificado por la alta exhibición pública de los pocos sobrevivientes de la guerra.



 

 

CAPÍTULO IV

LOS VETERANOS COMO CATEGORÍA SOCIAL

LOS VETERANOS COMO GESTORES DE LA MEMORIA DE LA GUERRA Y LOS ESTADOS DE LA POSGUERRA

El historiador Luc Capdevila sostiene que las generaciones que participaron en la guerra no organizaron la transmisión de su experiencia bélica. Este vacío de memoria permitió que la siguiente generación, la inteligencia nacionalista de principios del siglo veinte, articulara una interpretación de la guerra coherente con un proyecto de sociedad patriótica y autoritaria que sacara mejor provecho del legado de la guerra para construir nación y Estado en el Paraguay.

Esta línea de interpretación, compartida por el historiador Francisco Doratioto, plantea el proceso de revisión histórica de lo ocurrido en la Guerra del 70 como un proceso orientado desde el propio Estado nacionalista a partir de 1936. Según esta interpretación, esta revisión histórica llevada adelante por los gobiernos de las décadas nacionalistas (1930 - 1940) habría sido elevada a canon histórico oficial por el gobierno autoritario de Alfredo Stroessner durante su larga dictadura.

En la segunda parte del siglo veinte el Gobierno estronista lo hizo patente tanto en los espacios públicos a través de una reorganización de los nombres de las calles y monumentos como por medio de una nueva enseñanza de la historia que bloqueó interpretaciones críticas al tiempo que establecía una visión monolítica de las relaciones entre patria, milicia y ciudadanía durante la Guerra del 70.

Sin ánimo de desechar completamente esta hipótesis, este estudio plantea un retorno a la construcción de este revisionismo histórico desde la perspectiva de los propios veteranos. Si bien es cierto que la oficialización de la memoria histórica contó con otro tipo de plataforma estatal desde 1936 en adelante, también es cierto que esta restructuración del pasado se hizo basado en los registros elaborados por los propios veteranos. Más importante todavía, estos registros reflejaron las cambiantes relaciones entre Estado y ciudadanía durante la posguerra cuando un régimen liberal trataba de afianzarse sobre una práctica estatal patrimonialista y prebendaría que permeó la construcción del Paraguay moderno.

LOS TIEMPOS DE LA NARRACIÓN DE LOS VETERANOS

Visto desde la perspectiva de los veteranos, resulta interesante revisar el largo proceso que implicó la construcción de una interpretación diferente de la guerra. Desde este lugar se puede observar el rol activo que tuvieron los mismos en el proceso de reconstrucción de la memoria de la guerra por medio de solicitadas, reuniones, manifestaciones, marchas y solicitudes de reconocimiento a los gobiernos de la posguerra.

Al retornar a lo actuado por los veteranos en la posguerra emergen distintos tiempos narrativos de lo ocurrido en la guerra. Así se tiene que reflejando el contexto social y las exigencias de los estados paraguayos de posguerra surgen varias visiones, muchas veces contradictorias, de la guerra. Esto ocurrió entre los propios veteranos que contaron diferentes versiones de lo ocurrido según el gobierno se lo exija en 1872, 1899, 1904 o 1908.

Por supuesto estas visiones narrativas de lo ocurrido en la guerra continuaron siendo alteradas no solamente por las generaciones de veteranos sino por intérpretes posteriores. Planteando un arco de reconocimiento histórico largo (1872 - 1965) surgen entonces múltiples interpretaciones que reflejaron los distintos momentos que vivía el país.

Así la exigencia de información planteada por el Estado en formación en 1872 apenas obtuvo escasos datos sobre la participación en la guerra de los veteranos. El tipo de exigencia (la sola prueba del rango alcanzado) planteaba límites al relato con lo que se obviaban las narrativas heroicas. Esto reflejaba también la situación de dependencia del Gobierno paraguayo del momento que además de estar sometido a las fuerzas de ocupación carecía de recursos para resarcir a los veteranos.

La situación a fines de siglo sería completamente distinta ya que al exigirse la comprobación de la participación en la guerra la realidad pasó a reclamar una narrativa eficiente e iluminadora en la cual la narración pudo ocupar un lugar mucho más importante a partir de los detalles. Con esta superproducción narrativa se gestó una historia diferente de la guerra.

Como se vio durante la reforma de la institución militar y las sucesivas guerras civiles que caracterizaron al inestable Paraguay de las administraciones liberales desde 1904, los relatos cambiaron al ritmo de nuevas exigencias. Nuevas oleadas de veteranos hicieron la participación exclusiva en la Guerra del 70 menos trascendente. Comenzó a pesar en los relatos el rol jugado en los gobiernos de la Reconstrucción Nacional.

Al igualarse la participación en las distintas guerras civiles a lo actuado en la Guerra Guasu se alteró la exigencia del relato. Así en 1908 poco importaba el comportamiento heroico en la guerra. Ahora se resaltaba cuánto de bueno se hizo por el Paraguay de la posguerra. En particular se comenzó a prestar más atención a la participación en guerras civiles durante la década violenta de 1870. Tanto las guerras civiles de la inmediata posguerra como las guerras civiles de comienzos del siglo veinte justificaban el pago de pensiones a los veteranos. La pertenencia al bando ganador comenzaba a ser decisiva para acceder a los pagos de la pensión de veterano.

LOS VETERANOS, EL ESTADO LIBERAL Y LA CIUDADANÍA

Es importante considerar que el pago de pensiones a los veteranos de la Guerra del 70 se hizo en un momento fundacional del Estado liberal paraguayo afectando las relaciones entre Estado y ciudadanía en el Paraguay moderno. Este pago de pensión en su propia ambigüedad refleja una conflictiva relación entre Estado liberal y ciudadanía.

En primer lugar, el pago de las pensiones exigía que el veterano primero demostrase un nivel de heroicidad supremo para poder gozar de los beneficios otorgados por el Estado a sus ciudadanos. Esta situación generó un relacionamiento complejo entre el Estado y los ciudadanos por el cual los veteranos que no pudiesen exhibir considerables heridas de guerra estaban privados de recibir los beneficios del gobierno. En esto se creó un contradictorio estado liberal/militarista que no garantizaba retribuciones salvo a aquellos héroes de guerra.

Una muestra del establecimiento entre la heroicidad y el merecimiento constituye el pedido de Blas Alvarenga, alférez de Asunción, quien solicitó el pago de la pensión cuando comenzó a perder la vista:

Que soi veterano de nuestra pasada guerra con la triple - alianza en cuya campaña alcanze hasta el grado de alferes de Infantería en el Batallón N" 30 y llené mi cuerpo de heridas en servicio de la patria - En efecto llevo seis, con orgullo, cinco de bala y uno de bayoneta, que por estar todas ellas a la vista, no he creído necesario adjuntar certificado médico alguno comprobatorio de su existencia. Ahora bien, al avanzar mi edad, esas heridas me han colocado en la situación de no poder ya ni continuar los pequeños trabajos que hace algún tiempo aun podía efectuar a pesar de mis dolencias - Hoy, el balazo que me arranco el ojo izquierdo y que me intereso el derecho me priva ya de ver completamente por lo que fatalmente entro de breve tiempo estoi destinado a no ver mas la luz del día y por consiguiente voi a quedar completamente inhábil para el trabajo, por lo que amparado por las leyes que protejen a los que nos sacrificamos por la patria vengo a pedir a V.E. se me conceda la pensión que a mi grado corresponde [sic].

Este testimonio comprueba la relación directa que planteaban los solicitantes entre heridas de guerra y merecimiento de la pensión. Para los veteranos que solicitaban el pago de la pensión, sobreponerse a las múltiples heridas recibidas para ganarse la vida era rescatado como mérito doble. Alvarenga primero fue capaz de ganarse la vida a pesar de las limitaciones ocasionadas por las heridas de guerra, y si ahora recurría al Estado era únicamente por la vejez que le impedía seguir trabajando. Así Alvarenga fue no solamente héroe en la guerra sino también después de ella, haciéndose merecedor del pago de la pensión por partida doble.

Esto tenía un efecto negativo también doble en la construcción de ciudadanía en Paraguay. Por un lado la exigencia de comportarse como un héroe durante la guerra y en tiempos de paz inhabilitaba a buena parte de la ciudadanía nacida luego de 1870 para acceder a los beneficios del Estado. Por otro lado, la altísima exigencia reportaba míseros pagos con lo que el Estado estableció un patrón de pago mezquino que otorgaba montos insuficientes, largamente insignificantes para la magnitud del sacrificio entregado por los veteranos de la guerra.

PENSIÓN HUMANITARIA POR INUTILIDAD

Todo este procedimiento tenía un sentido incluso perverso al analizar que en realidad los veteranos obtenían este beneficio únicamente en caso de aceptación de su condición de discapacitado por las heridas de guerra o por la vejez. La invalidez entonces era la condición sine qua non para ser beneficiarios de la acción estatal.

En el caso de Tomás González, uno de los pocos militares rechazados en 1901, los miembros de la comisión manifestaron que el pago, finalmente negado por errores de procedimiento, no estaba dado necesariamente como reconocimiento o gratitud por los servicios prestados al país durante la guerra. En realidad la pensión obedecía a un criterio de humanidad.

Felipe Valdovinos, alférez de marina, oriundo de Asunción, señaló en su solicitud "pues la avanzada edad e inutilidad en que me encuentro a consecuencia de muchas heridas recibidas en los citados combates, me pone en el caso de rogar a V.E. dispensarme lo que llevo pedido..." dando pie a una tesis de la inutilidad como una causal de justificación para el pago de pensiones a los veteranos de guerra. En esto, como lo señaló Capdevila, los veteranos compartían un sentimiento de culpa por inutilidad que convivía con el orgullo y la resignación que caracterizó el legado de los tiempos de guerra.

En realidad, siguiendo la tesis de la culpa por inutilidad, el pago tenía que ver con un criterio de humanidad mínimo que el Estado liberal tendría que prestar a quienes no pudieran valerse por sí mismos en casos de vejez o discapacidad. En estos casos pueden evaluarse potenciales interpretaciones de un Estado como garante de beneficios por la mera participación ciudadana en el proceso político. Esta línea de interpretación, que hubiera ayudado a fortalecer relaciones estado-ciudad- nos mucho más civiles, no cuajó porque la preponderancia de la narrativa heroica la eliminó privilegiando relaciones entre Estado, ciudadanía, derechos y obligaciones más acordes a un estado marcial como caracterizó a los gobiernos de la época anterior.

VETERANOS Y EL HEROÍSMO

El pago de pensión por parte del Estado también tendría que entenderse como una premiación al heroísmo a pesar de todas las contradicciones y ambigüedades expresadas previamente. Esta ley privilegió las narrativas heroicas generando una superproducción de historias de heroísmo que fueron aprovechadas por la industria de la derrota heroica liderada por el intelectual nacionalista Juan E. O'Leary. Al final esta interpretación tuvo mayor eco como búsqueda del sentido de la catástrofe de la guerra en la construcción del Paraguay del siglo veinte.

El sentido de orgullo experimentado por los protagonistas fue registrado en varios casos de petición de pago de pensión.

El telegrafista Eduardo Godoy, alférez de la capital, quien podría especularse que por su tipo de trabajo tenía formación suficiente para saber escribir y manifestarse de forma personal, indicó que la guerra fue "la gran epopeya americana que la historia registra y el mundo contempla, reconociendo el heroísmo paraguayo",

El sentido de orgullo era casi un prerrequisito para otorgar la pensión. Según se colige de muchas solicitudes, existía una relación directa entre número de batallas, número de heridas, consecuencias negativas en el cuerpo del combatiente durante la posguerra, y posibilidades de obtener el pago de la pensión. Así, más batallas, más heridas, más daño era igual a pago de pensión. Esto fue especialmente manifiesto entre 1899 y 1904.

La superproducción de testimonios heroicos encontró un caso extremo en Juan B. Rivero, paraguayo de 78 años, nativo de Posta Leiva, Capiatá, quien por carta del 3 de octubre de 1903, se declaró veterano e inválido:

alférez, y hasta el presente al servicio de la nación que, habiéndome encontrado igualmente en las filas de los héroes del patriotismo de nuestro querido suelo en honra y gloria de la libertad nacional, cumpliendo enérgicamente el deber de buen patriota bajo el hierro del cañón y crueldad de los aliados enemigos, en que sin hacer ni un paso atrás, trocando bala por bala me he encontrado inutilizado por varias heridas, pero alegre y contento al ver esta Patria en grado nuevamente poderoso y soberano; creo recompensará la sangre vertida de los mártires en homenaje a la inmarcesible fecha; pues yo me encuentro ahora en el estado de más notable pobreza; enfermo sin más recurso que mi triste rancho por abrigo; y conociendo que por gratitud de la Patria me ha sido asegurada una pequeña subvención para mi subsistencia, solicito le imploro a V.E., concederme ese sueldo de los meses atrasados con el fin de aprovecharlos en los pocos días de vida que estoy gozando [sic].

También es cierto que la intervención de amanuenses de la época en las presentaciones de los veteranos agregó una capa interpretativa a los relatos de los combatientes. Esto se evidencia en los relatos en tercera persona, como ocurriera en el caso de Julián Estigarribia, sargento 1° de Villa del Pilar. En este relato pomposo, quien escribiera por Estigarribia afirmaba que el mismo tras ser ascendido a cabo 2° "fue víctima de una desgracia a causa de un caballo cabreador que con una furiosa patada le acertó en la misma boca, ocasionándole una lastimadura mortal, por cuya herida tuvo que bajar en Humaitá en el Hospital”. El relato seguía diciendo:

Al día siguiente, 3 de noviembre del año 1867, produjese la batalla dejando a consignar en las páginas de las historias, actitudes y hechos memorables, no solo sagrados para los héroes de la Patria, sino para su posteridad; en cuya batalla asistió y fue herido de una bala en la pierna derecha, dejándole completamente mutilado.

Tras ser herido en la marcha a Curuguaty con el batallón "Muchacho", Estigarribia volvió a ser herido de bala en el muslo derecho (la bala se conservaba en el muslo al tiempo de escribirse el documento):

Hallándose así inutilizado para proseguir en ayuda de sus fieles compañeros de aquella lucha, con el corazón dolorido y la sangre patriótica hirviendo en sus venas, resolvió penetrar en el monte del citado Alfonso, donde permaneció por algunos días, hasta adquirir noticias de los acontecimientos; y solo entonces se determinó refugiarse en una pobre casa vecina, tratando de atender a la primera y ya necesaria cura de sus heridas [sic].

El reporte médico del doctor Francisco Vigo confirmó que la bala continuaba alojada entre los músculos de la pierna derecha, a la altura del muslo, si bien resulta imposible evaluar la veracidad del relato.

LOS VETERANOS COMO CATEGORÍA SOCIAL ABIERTA

Como se ha tratado de argumentar, los veteranos articularon varias versiones de la guerra. Antes que un vacío histórico ocasionado por su falta de cohesión como categoría social con fuerza suficiente para afirmar una particular interpretación de lo ocurrido en la guerra, lo que sucedió fue que los veteranos dotaron al pasado de entendimientos múltiples que provenían de su identidad plural. Con esto se privaron de articular una versión unívoca que hiciera de la política del pasado una causa común.

Esto, sin embargo, obedeció a dos razones diferentes. Por un lado el Estado premió distintas versiones del pasado quitándoles a los veteranos la posibilidad de presentar una visión única de lo ocurrido. Pero esto fue una reacción al comportamiento del Estado. Hubo otra causa más fundamental que surge de la propia agencia de los veteranos.

La falta de cohesión social que caracterizó a los veteranos de la guerra debe explicarse por la polifonía de la categoría. Por un lado los veteranos funcionaron como bloques de legitimación y bolsones de producción de narrativas heroicas de la guerra. Esto, sin embargo, nunca se articuló a nivel nacional. A lo sumo se fundamentó en alianzas regionales, a partir de ciudades o distritos, en algunos casos inclusive desde regiones más amplias, pero nunca como una organización política singular que represente a la mayoría de los veteranos.

Esto no quiere decir que no existieron intentos de formar grupos de veteranos con vocación de representación nacional. Como se vio, a mediados de los años 1890 varios de los principales intelectuales de la posguerra se involucraron en un proyecto que buscó arropar a los veteranos de una voz política transversal para organizar la agenda política de fin de siglo.

Esta coalición sin embargo, funcionó mejor como una plataforma crítica a las acciones del Gobierno, sobre todo a partir de la progresiva internacionalización de las arenas política y económica paraguayas con la creciente influencia de los gobiernos vecinos y actores económicos trasnacionales que operaban en Paraguay sin ataduras a los gobiernos locales. En última instancia fueron los intelectuales del bloque nacionalista quienes se desprendieron de los veteranos y articularon su propia visión del pasado inmediato al proyectar una idea de país patriótico y autoritario que poco o nada tenía que ver con las causas originales de los veteranos.

Y es que asumir la categoría de veterano en principio como un grupo sólido y unificado es un error teniendo en cuenta que existían diversas oleadas de veteranos inclusive dentro del ejército de López. Esta apreciación errónea responde a la visión extendida en la historiografía que aduce la existencia de una integridad casi inquebrantable de la identidad nacional del Paraguay desde tiempos previos a la guerra, sea por factores geográficos, culturales, étnicos, lingüísticos o políticos.

En este sentido es enriquecedor plantear el proceso de disolución cultural que siguió en la posguerra al señalarse que los veteranos que participaron de la guerra se pensaban a sí mismos como parte de diversas generaciones (por un lado estaban los veteranos que sirvieron desde la época de Carlos Antonio López y por otro los que ascendieron rápidamente bajo las órdenes de Francisco Solano López, también los que sirvieron durante el gobierno provisional o inclusive quienes ascendieron ya durante los gobiernos de posguerra), facciones (lopistas y legionarios, argentinistas y brasileristas, bareiristas y decoudistas), y regiones (Villarrica, Capital, o Pilar).

Todavía más explícita es la diferencia identitaria entre los veteranos si se considera a los grupos subalternos, como los esclavos. Lucas Meza, sargento 2a de Yuty, paraguayo y esclavo al momento de ser reclutado, llenaría su solicitud para ser reconocido como veterano a los 62 años de edad, el 9 de junio de 1900. Su solicitud fue respaldada por el propio general Bernardino Caballero:

cerca de tres años serví en la defensa de mi patria en la guerra contra la Triple Alianza, en el primer reclutamiento de los esclavos, bajé entre ellos a la Asunción (no recuerdo el año) en el Cuartel de Caballería, alistándome en el Regimiento 47 al mando del Capitán Arguello, de este Regimiento el Comandante de Plaza Don Venancio López, me separó con treinta hombres, mandándonos a trabajar en el Colegio (actual Cuartel de Artillería) por carreras, recados, gorras, de aquí con todo el resto del ejército que había en la Capital marchamos al amanecer en auxilio del ejército que se batía con heroísmo en Lomas Valentinas llegando allí ya a la conclusión del combate y encontrándolo que venía del teatro de aquella singular batalla el Mariscal López, con su familia y nueve hombres volvimos con él trayéndolo hasta el Campamento Cerro - León, de este punto marché en el Regimiento 20 bajo el mando del Mayor Verán por Piribebuy y Valenzuela, yéndonos a encontrarnos con el ejército enemigo en Sapucay - guazú, donde le combatimos, después, tuvimos otra batalla en Sapucay - mí, durante un día entero bajo la dirección del General Caballero, salvando del poder del enemigo muchas familias del pueblo de Ybytimí, carretas, caballos, muías... Concluida esta batalla el General Caballero me mandó como chasqui ante el Mariscal López, en Azcurra, llevándole correspondencia, de aquí marchamos el Mariscal y todo el ejército y tuvimos otra vez otra batalla en Caraguatay, bajo el mando del Mayor Verán, saliendo gravemente herido de metralla en el talón y el muslo derecho y cayendo prisionero en el ejército aliado, del cual, después de haberme sanado me deserté volviendo a este departamento [sic].

Meza tenía intereses distintos que la mayoría de los paraguayos desde los tiempos de guerra considerando su condición de esclavo. Por su condición de dependencia se vio obligado a pelear la guerra probablemente sin la misma convicción que mucho de sus pares y superiores. Al final, tras haber servido en el ejército paraguayo con decoro, capturado por las fuerzas de ocupación se vio obligado a escapar para salvar su vida. Aun así, esclavo liberado tras la guerra y prófugo del ejército invasor, tuvo la venia del general Caballero para obtener el pago de su pensión. De todas maneras, su experiencia de veterano era muy diferente de la de sus pares y resulta difícil pensar que Meza y Caballero hayan compartido las mismas intenciones y lealtades políticas tras la guerra.

Esta composición identitaria múltiple se complejizó aún más con el paso de los años cuando nuevos conflictos internos ocurrieron y la propia categoría de veterano experimentó una nueva transformación. Por ejemplo, a partir de 1904 surgió la categoría de veteranos de la guerra civil que depositó a los liberales en el Palacio de Gobierno inaugurando una nueva época política en el Paraguay. Ese año Vicente Grael, soldado de Villa Franca, solicitó el pago de pensión a consecuencia de las mutilaciones sufridas durante la guerra civil. Lo mismo hizo Natividad Dávalos en Villa del Pilar. Como Grael y Dávalos muchos de los mutilados durante ese conflicto comenzaron a cobrar pensiones inmediatamente después del conflicto.

Otro tanto iría a ocurrir durante las siguientes revoluciones liberales que con esto se ganaron para sí mismos el dudoso honor de igualar la categoría y los beneficios de los veteranos de guerra, sea por conflictos externos o internos. Así cada gran conflicto interno, 1908, 1911-1912 y 1922-1923, generaba nuevos bloques de veteranos.

Además este hecho no era nuevo. Hubo veteranos que mucho antes se atribuyeron méritos para cobrar la pensión por su participación en luchas fratricidas de la posguerra antes que por su rol durante la guerra del 70. Tal caso es el de Gabriel Bordón, subteniente 29 de infantería ascendido en 1873, quien solicitó el reconocimiento de veterano enfatizando su rol en las luchas revolucionarias en el periodo inmediato de posguerra por encima de su participación en la Guerra Guasu.

EL FINAL DE LOS VETERANOS DEL 70

En 1931 el gobierno del presidente José P. Guggiari hizo un homenaje al coronel Florentín Oviedo. Héroe de la guerra del 70, retirado al pueblo de Ajos donde ejerció el cargo de jefe político ejemplificando con su austera vida el rol de los veteranos en la Reconstrucción Nacional, Oviedo tenía entonces 91 años. El homenaje consistía en rebautizar el pueblo de Ajos con el nombre del ilustre coronel. Desde entonces la ciudad se llamó Coronel Florentín Oviedo, o simplemente Coronel Oviedo.

El homenaje era oportunista ya que tenía como trasfondo el inminente conflicto chaqueño. Precisamente durante las movilizaciones previas a la guerra contra el ejército boliviano, el coronel Oviedo emergió como la figura simbólica que unificaba los ejércitos de la Guerra del 70 con el ejército de entonces que se aprestaba a defender la patria como lo hicieron sus antecesores. Su presencia durante las movilizaciones unía la experiencia del soldado paraguayo del 70 con su par de la Guerra del Chaco, en quien descansaba ahora la responsabilidad de defender el territorio nacional.

El conflicto por el Chaco (1932 - 1935) derivaría en el mayor crecimiento en el número y composición de los veteranos desde la Guerra del 70. Ahora una nueva generación de veteranos, en este caso victoriosa, iría a acaparar los montos asignados a los héroes de enfrentamientos bélicos.

Es cierto que para ese entonces ya los veteranos de la Guerra del 70 eran pocos. Los veteranos del Chaco los superaron ampliamente en número. A diferencia de sus pares de la Guerra del 70, los veteranos del Chaco consiguieron articular una coalición política propia que les permitió participar activamente del proceso de transformación política que siguió a la contienda. Esta diferencia en la actuación se originó en su condición de victoriosos tras la guerra del Chaco, en su considerable número de miembros y en la espiral de descomposición que afectó al Estado liberal que antecedió a la guerra. Este proceso, también conocido como la Revolución de Febrero, marcaría el crepúsculo de la era liberal en el Paraguay, puenteando con los gobiernos autoritarios que ocuparían el Palacio de Gobierno por la mayor parte del siglo veinte.

El gobierno de la Revolución de Febrero, encabezado por el coronel Rafael Franco, ascendería a todos los veteranos de la Guerra del 70 como homenaje por el heroísmo demostrado en la contienda. Exultante tras la victoria en el Chaco, el Gobierno nacionalista impulsó ascensos y aumentos en el pago de pensiones a los pocos veteranos del 70 que todavía vivían. El ascenso llegaba como premio simbólico a una generación heroica pero derrotada que ahora sucumbía a las recompensas condescendientes de un ejército victorioso en el Chaco.

Fue en este periodo, y en los años subsiguientes, cuando se volvió a recibir una ola de pedidos de reconocimiento de veteranos de la Guerra del 70. El hecho, claramente a contramano del traspaso generacional y la lenta pero progresiva extinción de los últimos veteranos, devino instigado por la nueva recompensa creada para los veteranos.

La comisión verificadora, entonces bajo el liderazgo del capitán Ranulfo Esteche Sisa, jefe de la Sección Veteranos, rechazó la ola de pedidos recibida entre 1939 y 1940. Estas solicitudes emergieron a consecuencia de la Razón Decreto del P.E. N° 8497 del 19 de enero de 1937 por la cual se ascendía a los veteranos al grado inmediato superior. Otro Decreto, N°4335 del 31 de diciembre de 1940, otorgaba la "Orden Nacional del Mérito" en grado de caballero a todos los veteranos de la Guerra Guasu aún sobrevivientes.

La labor de Esteche Sisa también respondió a la protección de sus propios intereses considerando que los fondos asignados a los veteranos de la guerra del 70 restaban del total correspondiente a los veteranos de la Guerra del Chaco. Entonces sus camaradas del Chaco eran mucho más numerosos. La lealtad de Esteche Sisa era para ellos. Con esto se dio inicio al desvanecimiento de los veteranos del 70 y su reemplazo por sus exitosos pares del Chaco.

Así el concepto de veterano adquirió un nuevo sentido dando origen al proceso de extinción completa del veterano del 70 que iría a completarse en el contexto de la conmemoración del primer centenario de la guerra. Como se mencionó en la introducción, durante los actos liderados por el gobierno del general Alfredo Stroessner, el soldado y los registros anárquicos esbozados por los veteranos de la Guerra del 70 fueron borrados. La dictadura buscó, por medio de una masiva ola de actividades, fijar en la conciencia colectiva una asociación directa entre Alfredo Stroessner y su figura inspiradora, el mariscal Francisco Solano López como el exclusivo protagonista del sacrificio original del Paraguay moderno.

Lo mismo ocurrió con la nomenclatura de las nuevas calles de la ciudad de Asunción propuesta por la Sección Historia del Gran Cuartel General a las autoridades municipales en 1965. Los héroes, como lo señaló Luc Capdevila, en su gran mayoría seguían siendo muertos de guerra. Algunos pocos habían muerto después del conflicto, los capitanes de marina Domingo A. Ortiz y Pedro V. Gilí. La jerarquización de los héroes, sin embargo, seguía intacta en el plano urbano asunceno.

Así se puede ver con claridad la transformación operada en el memorial de la guerra. Aquellas identidades fluidas y jerarquías anárquicas de 1872 e inclusive 1899 fueron reemplazadas por una concepción integrista y maniquea de la guerra. La muerte antes que la rendición fue seleccionada como la opción que sería premiada y ofrecida como ejemplo a los ciudadanos paraguayos de ley. Recién entonces se consolidaba una vibrante cultura estatal del gran héroe que sacrificaba su vida por la causa comunitaria, reflejando la preocupación por la unidad política de la dictadura de Stroessner.

El contexto de crisis política, económica y social que caracterizaba a la región y al mundo en los libertarios años 1960 había puesto en alerta al régimen stronista. El Centenario de la Guerra del 70 proporcionaba la excusa ideal para hacer del pasado una fábula histórica monolítica, sin fisuras ni fricciones que pudieran dañar la imagen de país ordenado y en paz que mejor servía a los intereses del Gobierno.

En ese largo sexenio de eventos que rememoraban lo ocurrido durante la guerra, poco y nada se habló de los veteranos. Como se apuntó en la introducción, apenas les quedó un nombre de una calle que les reconocía la identidad colectiva. La calle "Veteranos de la Guerra del 70" en el barrio San Pablo, lo que entonces se conocía como barrio general Stroessner, el barrio del dictador.

Una muestra marginal dentro del universo de representaciones urbanas que recogían el legado de la Guerra del Chaco y otras referencias a los grandes héroes, grandes batallas y grandes personalidades que de alguna u otra manera se plegaron a la causa paraguaya en el conflicto de 1870. Poco y nada de quienes pusieron el cuerpo, perdieron sus vidas, o todavía más, reconstruyeron el país con lo poco que quedó al final de la guerra, incluyendo sus traumas.

En conclusión, el centenario emergió como el momento de los espectros. Se vino recién entonces la completa pulverización del recuerdo a partir de nombrar calles con héroes complementarios, secundarios a la parafernalia de los grandes héroes reafirmada en el contexto de las conmemoraciones con la entronización del binomio López/Stroessner. Se constituyó recién ahí la llegada de los comunes a la memoria, si bien a una memoria con valor inflado y dependiente de la historia de los grandes hombres, a quienes respondían los que se agregaban tarde.

El propio pedido de la municipalidad al Ministerio de Defensa de nuevos nombres para calles sin nombre, calles solo recientemente agregadas, habla a las claras del lugar marginal y de sometimiento que ocuparon los veteranos comunes. En ningún caso hubo reemplazo de nombres, correcciones al pasado. Lo que hubo fue complementario y necesario por el crecimiento demográfico, económico y urbano. La memoria autoritaria de la guerra simplemente se expandió sobre el avance material de la ciudad respondiendo a las necesidades de reafirmación de un régimen político autoritario. Con esto se condensó la memoria autoritaria del conflicto del 70 producto del mismo revisionismo histórico que tanto sedujo a la derecha más reaccionaria y a la izquierda más radical durante el largo siglo veinte.


 

BIBLIOGRAFÍA

LIBROS

BÁEZ, Cecilio, O'LEARY, Juan E., SCAVONE, Ricardo, SCA- VONE, Sebastián, y BREZZO, Lilian, Polémica sobre la historia del Paraguay, Asunción, Editorial Tiempos de Historia, 2008. CABALLERO AQUINO, Ricardo. La Segunda República Paraguaya 1869-1906. Política, Economía y Sociedad, Asunción, EDIPAR, 1985.

CAPDEVILA, Luc. Una guerra total: Paraguay, 1864 -1870. Asunción, Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica, 2010.

CARDOZO, Efraím. Breve Historia del Paraguay, Buenos Aires, EUDEBA, 1965.

CARDOZO, Efraím. Los derechos del Paraguay sobre los Saltos del Guairá, Asunción, Biblioteca Guaireña "Cirilo Cáceres Zorrilla", 1965.

DECOUD, Héctor Francisco. Sobre los Escombros de la Guerra, Una Década de Vida Nacional, Tomo Primero, Asunción, Talleres Nacionales de H. Kraus, 1925.

DORATIOTO, Francisco. Maldita guerra: nueva historia de la Guerra del Paraguay, Buenos Aires, Emecé Editores, 2004. FRANCO, Víctor I. Coronel Florentin Oviedo. Asunción, Academia Paraguaya de Historia, 1971.

FREIRE ESTEVES, Gomes. Historia Contemporánea del Paraguay, Asunción, Editorial El Lector, 1996.

GÓMEZ FLORENTÍN, Carlos. El Paraguay de la Post Guerra 1870-1900, Asunción, Editorial El Lector, 2010.

LEWIS, Paul H. Political Parties and Generations in Paraguay's Liberal Era, 1869-1940, Chapell Hill, The University of North Carolina Press, 1993.

MUNICIPALIDAD DE ASUNCIÓN. Normas Legales Vigentes en materia de catastro Municipal, Asunción, II Edición, Centenario de la Epopeya Nacional, 1965.

MUNICIPALIDAD DE ASUNCIÓN. Normas Legales Vigentes en materia de catastro Municipal, Asunción, II Edición, Centenario de la Epopeya Nacional, 1966.

O'LEARY, Juan E. El Libro de los Héroes, Asunción, Librería La Mundial, 1922.

O'LEARY, Juan E. Recuerdos de Gloria, Asunción, Editorial Servilibro, 2008.

POTTHAST-JUTKEIT, Barbara. “Paraíso de Mahoma" o "País de las Mujeres"? El Rol de la Familia en la Sociedad Paraguaya del Siglo XIX, Asunción, Instituto Cultural Paraguayo- Alemán Editor, 1996.

WARREN, Harris Gaylord. Paraguay and the Triple Alliance: The Postwar Decade, 1869-1878, Austin, The University of Texas, 1978.

WARREN, Harris Gaylord. Rebirth of the Paraguayan Republic, The First Colorado Era, 1878-1904, Pittsburgh, University of Pittsburgh Press, 1985.

WARREN, Harris Gaylord. Paraguay: Revoluciones y Finanzas, Asunción, Servilibro, 2008.

WHIGHAM, Thomas. La Guerra de la Triple Alianza, Volumen I,   Asunción, Taurus Historia, 2010.

WHIGHAM, Thomas. La Guerra de la Triple Alianza, Volumen II, Asunción, Taurus Historia, 2011.

WHIGHAM, Thomas. La Guerra de la Triple Alianza, Volumen III, Asunción, Taurus Historia, 2012.


Artículos

Blinn Reber, Vera. 1988. "The Demographies of Paraguay: A Reinterpretation of the Great War, 1864-1870." The Hispanic American Historical Review. 68 (2): 289-319.

Blinn Reber, Vera. 1999. "A Case of Total War: Paraguay, 1864-1870." Journal of Iberian and Latin American Studies. 5 (1): 15-40.

Blinn Reber, Vera. 2002. "Comment on "The Paraguayan Rosetta Stone". Latin American Research Review. 37 (3): 129-136. Kleinpenning, Jan M. G. 2002. "Strong Reservations about «New Insights into the Demographics of the Paraguayan War»" Latin American Research Review. 37 (3): 137-142. Lewis, Paul H. 1986. "Paraguay from the War of the Triple Alliance to the Chaco War 1870-1932." En: Leslie Bethell. The Cambridge History of Latin America, Volume V, c. 1870-1930. Cambridge, Estados Unidos, Cambridge University Press. 475-496.

Whigham, Thomas y Potthast, Barbara. 1990. "Some Strong Reservations: A Critique of Vera Blinn Reber's «The Demographies of Paraguay: A Reinterpretation of the Great War, 1864-1870»". The Hispanic American Historical Review. 70 (4): 667-675.

Whigham, Thomas y Potthast, Barbara. 1990. "Refining the Numbers: A Response to Reber and Kleinpenning." Latin American Research Review. 37 (3): 143-148.

Whigham, Thomas y Potthast, Barbara. 1999. "New Insights into the Demographics of the Paraguayan War." Latin American Research Review. 34 (1): 174-186.

Williams, John Hoyt. 1973. "Race, Threat and Geography - The Paraguayan Experience of Nationalism." Canadian Review of Studies in Nationalism. 1 (1): 173-190.

 

Sitios Web

Tapykuere, "Veteranos de la Guerra Grande", http://tapycuere.wordpress.com/2012/01/19/veteranos-de-la-guerra-grande/, 19 de enero de 2012.

Tapykuere, "Pensiones a los veteranos de la Guerra del Paraguay contra la Triple Alianza" http://tapycuere.wordpress.com/2012/01/19/veteranos-de-la-guerra-grande/, 20 de enero de 2012.

 

Archivos

Ministerio de Defensa Nacional, 11 de noviembre de 1964, Homenaje del Gobierno, Pueblo y FF.AA. al Mariscal Francisco Solano López en el Primer Centenario de la Epopeya Nacional.

Archivo General del Ministerio de Defensa Nacional, Libro de Veteranos Reconocidos, varios tomos, varios años.

Archivo General del Ministerio de Defensa Nacional, Libro de Verificación de grados de veteranos 1872.

Archivo General del Ministerio de Defensa Nacional, Libro de Veteranos no reconocidos, 1902.

Archivo General del Ministerio de Defensa Nacional, Libro 5 Decretos e Informaciones Varios sobre veteranos de la Guerra del 70.

Archivo General del Ministerio de Defensa Nacional, Libro índice de Reconocimientos 1896 a 1900.

Archivo General del Ministerio de Defensa Nacional, Libro de Verificación de grados militares 1872 a 1875.

Archivo General del Ministerio de Defensa Nacional, Libro índice de Veteranos 1901 a 1903.

Archivo General del Ministerio de Defensa Nacional, Libro completo de actas de la Comisión Verificadora de grados.

 

Diarios

EL CÍVICO.

LA DEMOCRACIA.

LA PATRIA



EL AUTOR

CARLOS GÓMEZ FLORENTÍN es estudiante de Doctorado en la Carrera de Historia Latinoamericana en la Universidad del Estado de Nueva York, Stony Brook, donde es becario de la Fundación Evan Frankel. Obtuvo una Maestría en Ciencias Políticas con énfasis en Teoría Política por la Universidad de Nueva York (2009) a través de una beca Fullbright.

Anteriormente obtuvo la Licenciatura en Ciencias Políticas por la Facultad de Filosofía y Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Asunción (2006). Fue miembro del Seminario "Hacia Una Crítica Cultural" del CAV/Museo del Barrio organizado con el apoyo de la AECI (2005-2006). Obtuvo el primer premio en el concurso de ensayos "Construyendo Gobernabilidad Democrática en Paraguay" del PNUD (2003). Publicó artículos en la revista Estudios Paraguayos de la Universidad Católica; en los textos del Seminario "Hacia Una Crítica Cultural"; en la publicación del PNUD; y en la revista Novapolis. Recientemente presentó artículos en varias conferencias en los Estados Unidos.


 

 

ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL DIARIO ABC COLOR SOBRE EL LIBRO

 

 

NO FUE FÁCIL PARA HÉROES DEL 70 TENER ESE RECONOCIMIENTO

“Los veteranos”, de Carlos Gómez Florentín, es el libro que aparece hoy en el marco de la Colección “A 150 años de la Guerra Grande”. El material exhibe todo el sufrimiento de los excombatientes aun después de la guerra y lo difícil que les fue que el país los reconociera, finalmente, como héroes. Su autor habla aquí de esta obra imprescindible.

–¿Cuántos veteranos quedaron luego de la Guerra contra la Triple Alianza (1865-1870)?

–No hay datos definitivos. Yo hice un cálculo aproximado que rondaría entre 20.000 y 25.000 veteranos. También encontré que unos 10.000 habrían quedado maltrechos y necesitaban asistencia para poder sobrevivir.

–¿Qué roles cumplieron en el proceso de reorganización nacional?

–Los generales Bernardino Caballero y Patricio Escobar fueron presidentes. Lo mismo Emilio Aceval. Muchos se reintegraron al ejército donde cumplieron funciones de formación de militares. Eduardo Aramburu fue ministro de Guerra y Marina. El alférez Juan B. Ruiz Díaz volvió a insertarse en la marina nacional tras la guerra. También participaron en las guerras civiles de la década de 1870.

–¿Y en lo civil?

–Hubo senadores como el coronel Juan Crisóstomo Centurión. Otros fueron jueces de paz y jefes políticos. En esto cumplieron un rol clave reorganizando el sistema político en el país. Además de reconstruir el Estado en el sentido material, también lo hicieron en el ámbito de la memoria al articular versiones de lo ocurrido en la guerra. Sobre estas interpretaciones se basaría la renovación nacional de principios del siglo veinte.

–¿Cómo se produjo el primer reconocimiento en 1872?

–El escalafón de 1872 tuvo un fin organizativo. Buscaba reconocer los grados de los veteranos. Si bien existía una iniciativa de cumplir con indemnizaciones o prestaciones básicas para los afectados, el escalafón buscaba jerarquizar la participación en la guerra. Además tenía por objeto organizar el trabajo libre. Muchos que contaban con la baja del servicio podían trabajar libremente. Otros estaban obligados a trabajar por el Estado.

–¿Cómo quedaron los legionarios?

–Es de destacar el carácter plural del escalafón en el sentido de no discriminar entre bandos. Muchos legionarios figuraban en el registro al igual que los miembros del ejército paraguayo.

–¿En qué situación socioeconómica vivían los veteranos?

–En general, en la pobreza y la indigencia. Sobrevivieron gracias a mujeres que los ayudaban. Hubo veteranos que se beneficiaron de las luchas por el poder de la década de 1870, y se volvieron ricos en la década de 1880 (como Bernardino Caballero). Y, obviamente, quienes estaban en la administración pública podían llevar una vida digna.

Publicado en fecha 29 de Diciembre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py


DOS DÉCADAS PARA COBRAR LA PENSIÓN

Mañana, con el ejemplar de nuestro diario, aparecerá “Los veteranos”, libro de Carlos Gómez Florentín que describe las penurias de los excombatientes del 70 que tuvieron que litigar por más de dos décadas para cobrar una pensión del Estado. Esta será la decimoséptima obra de la Colección “A 150 años de la Guerra Grande”, de ABC Color y la editorial El Lector.

 

Juan Crisóstomo Centurión, veterano de guerra, puso desde el Congreso condiciones

para que se otorgara la pensión a los excombatientes./ ABC Color

 

El pago de la pensión a los veteranos de la Guerra del 70 llegó como consecuencia de las acciones de una coalición de intelectuales de renombre, congresistas interesados en la suerte de los convalecientes por el conflicto, y la politización sobre el rol del Estado en cuanto a los excombatientes, que se dio entre Gobierno y oposición, afirma el autor.

Gómez Florentín agrega que la lucha que derivó en la efectivización del pago de la pensión llegó tras más de dos décadas desde que se intentó sin éxito aplicar una ley de pago de pensiones de 1872. En 1894 varios congresistas debatieron largamente sobre la aplicación parcial y partidizada de la ley, premiando a veteranos amigos de los gobiernos de turno, en detrimento de la amplia mayoría de ellos.

En esa época, muchos veteranos alcanzaban la vejez. Esto derivaba en más necesidades económicas. Algunos de ellos, que ocupaban el cargo de legislador, como el coronel Juan Crisóstomo Centurión, se alinearan detrás de la idea del cambio.

La causa por la reivindicación de los veteranos cruzó también barreras partidarias ya que contaba con el apoyo de políticos y renombrados intelectuales de los sectores antagonistas de la realidad política paraguaya bipartidista de entonces.

Cecilio Báez, quien entre 1902 y 1903 protagonizó el célebre debate sobre el carácter del heroísmo paraguayo con el intelectual nacionalista Juan E. O’Leary, fue uno de los gestores de una agrupación de veteranos que tenía por objeto garantizarles una pensión luego de tantos años de olvido. Báez había ejercido el liderazgo en una corriente de revalorización del pasado en el Paraguay enfocándose en el rol heroico de los veteranos. Esto le valió la admiración de O’Leary, quien en su juventud lejos estaba de expresar su fascinación con el personaje del mariscal López.

En su libro, Gómez Florentín manifiesta que también es de notar que el cambio de posición sobre la ayuda a los veteranos de la guerra entre los políticos de la época fue significativo, teniendo en cuenta que un Estado asistencialista contradecía los principios liberales de Estado mínimo y caridad privada. Con esto se dio un principio de reconocimiento de la validez del papel del Estado asistiendo a los ciudadanos necesitados, en este caso, a los veteranos de la guerra.

Este reconocimiento, sin embargo, no vendría sin ataduras, señala el autor. Similar al comportamiento de muchas entidades de beneficencia de la época, los miembros del Parlamento discutirían sobre la necesidad de asegurarse de que los destinatarios de la pensión dieran buen uso al dinero recibido.

Con esto, los congresistas, entre quienes se destacaba el propio Juan Crisóstomo Centurión, exigían que los veteranos mostraran una conducta intachable para recibir la pensión. La principal preocupación consistía en la posibilidad de que los que fueran alcohólicos gastaran el dinero en satisfacer su vicio.

Publicado en fecha 28 de Diciembre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py

 



VETERANOS CONTRIBUYERON A CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO

“La situación de los veteranos en la posguerra ilumina la construcción del Estado moderno en el Paraguay, ya que con sus acciones determinaron un patrón de relacionamiento entre Gobierno y ciudadanía”, señala el joven historiador Carlos Gómez Florentín en su libro que aparecerá el domingo 29 con el ejemplar de nuestro diario.

Esta obra tiene el título, justamente, de “Los veteranos”, y constituye el volumen número diecisiete de la Colección “A 150 años de la Guerra Grande”, de ABC Color y la editorial El Lector.

Este es un texto preparado para esta colección y su autor realizó una exhaustiva investigación en fuentes documentales poco visitadas anteriormente a su indagación. Asimismo, tomó testimonios de época.

“Los veteranos”, de Carlos Gómez Florentín, es una obra que viene a enriquecer la visión de aquel Paraguay del tiempo inmediatamente después de finalizada la contienda contra la Triple Alianza.

Pese a la gran contribución que brindaron los veteranos de guerra a la reconstrucción de la patria, la sociedad y el país mismo tardaron bastante tiempo en brindarles el tratamiento que se merecían por sus acciones en la contienda.

¿Cuál fue la población masculina que sobrevivió a la guerra y que estaba íntegra física y espiritualmente? Gómez Florentín apela a diversas fuentes para responder a esta pregunta. Según estimaciones del vizconde Paul D’Abzac, cónsul de Francia comisionado al Paraguay, la población masculina de nuestro país en 1872 estaba compuesta en un 50% de niños menores de catorce años y un 10% de ancianos.

La población masculina restante, el 40%, estaba en edad de portar armas. Sin embargo, de acuerdo con los cálculos del citado diplomático francés –al cual refiere Gómez Florentín–, apenas un 24% estaba sano. El 16% restante eran hombres en edad de portar armas, pero discapacitados a consecuencia de su actuación en la guerra.

Gómez Florentín cruza los datos entre las estimaciones de historiadores actuales sobre la población total en 1872 con el registro poblacional proporcional de la población masculina hecho por D’Abzac.

A efectos ilustrativos, se tiene que en 1872 había aproximadamente 9.900 hombres (16% del total masculino) que eran veteranos de guerra y estaban necesitados de asistencia del Estado para poder cumplir con sus necesidades de subsistencia. El restante 24% de la población adulta masculina también estaba compuesto por veteranos, unos 14.850 individuos que no requerían de asistencia del Gobierno.

El historiador francés Luc Capdevila, citado también por Gómez Florentín, cuantificó los datos del escalafón militar de 1872. Según sus cálculos, hubo 546 solicitudes de reconocimiento de rango en 1872. La gran mayoría de ellos, 444, declararon haber sido ascendidos por el mariscal López.

Casi todos eran oficiales y suboficiales. Los ausentes eran los soldados. Esto derivó en una representación engañosa en el índice de veteranos, ya que aproximadamente el 80% del ejército paraguayo era de soldados; apenas un 15%, de suboficiales, y un 5%, de oficiales de alto rango. Con esto, la gran mayoría de los veteranos había quedado fuera de este censo.

Publicado en fecha 27 de Diciembre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py

 


¿QUÉ PASÓ CON LOS VETERANOS DEL 70?

¿Qué pasó con los veteranos luego de la contienda contra la Triple Alianza?, es una pregunta que la bibliografía historiográfica no se ha encargado de responder. Por ello, la colección “A 150 años de la Guerra Grande”, de ABC Color y El Lector, decidió incluir en la serie el libro titulado justamente “Los veteranos”, de Carlos Gómez Florentín.

Esta obra aparecerá con el ejemplar de nuestro diario el domingo 29, y en ella Gómez Florentín señala que tras el final del conflicto los veteranos se reintegraron a la vida civil en el Paraguay durante el proceso llamado “de reconstrucción nacional” que siguió a la Guerra del 70. En ese momento, poco o nada importó si los veteranos participaron del lado del Ejército paraguayo o como miembros de la Legión Paraguaya, la fracción del ejército aliado conformada por fuerzas paraguayas opositoras al régimen lopizta.

El deseo mayor, entonces, era colaborar con la recuperación del país, con lo cual todos los militares que participaron en el conflicto fueron bienvenidos si compartían el mismo objetivo.

Al principio el proceso de participación de los veteranos en la reconstrucción –dice el autor de la obra– se dio de manera espontánea y desorganizada. Entonces, muchos veteranos ocuparon los cargos de jueces de paz o jefes políticos en diversos puntos del país o tomaron parte de las fuerzas del Gobierno recientemente creadas.

Fue recién en 1872 cuando el Gobierno realizó un escalafón militar en el cual todos aquellos paraguayos y extranjeros que participaron en el ejército fueron llamados a inscribirse.

La ley del 13 de mayo de 1871 estaba destinada a verificar los grados militares con el objetivo de crear un escalafón militar, inexistente tras la guerra. El 10 de mayo de 1872 se formó la comisión verificadora de grados militares. Esta estuvo conformada por los generales Francisco Resquín y José María Delgado, capitanes de Fragata Romualdo Núñez y Domingo Antonio Ortiz y el teniente coronel doctor Federico Wiener, todos destacados veteranos de la guerra.

El objetivo era reorganizar las fuerzas que participaron en el conflicto de manera que quienes pelearon fueran exentos de nuevas convocatorias militares. Al mismo tiempo, el escalafón establecía con claridad quiénes pertenecían al entonces ínfimo ejército paraguayo y quiénes ya se habían acoplado a la vida civil.

Más importante en este sentido –dice Gómez Florentín en su libro– era discriminar los puestos alcanzados en el ejército, ya que, además del inventario general, era fundamental jerarquizar la participación en la guerra. Por último, el escalafón servía para determinar quiénes podrían recibir beneficios por daños sufridos durante la guerra, ante la hipótesis de que el Gobierno efectivamente se hiciera cargo de esta indemnización del gobierno de la posguerra.

Respecto a los sobrevivientes, Gómez Florentín acude a estimaciones del vizconde Paul D’Abzac, cónsul de Francia comisionado al Paraguay. Este apuntaba a que la población masculina del Paraguay en 1872 estaba compuesta por un 50% de niños menores de catorce años y un 10% de ancianos.

La población masculina restante, el 40%, estaba en edad de portar armas. Sin embargo, de acuerdo a los cálculos del diplomático francés, apenas un 24% estaba sano. El 16% restante estaba compuesto por discapacitados por la guerra.

Publicado en fecha 25 de Diciembre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py

 



“LOS VETERANOS”, PRÓXIMO TÍTULO DE LA COLECCIÓN

“Los veteranos” es el título del volumen número diecisiete de la Colección “A 150 años de la Guerra Grande”, de El Lector y ABC Color. El libro fue escrito especialmente para esta serie por el historiador Carlos Gómez Florentín, y aparecerá el domingo 29 con la edición de nuestro diario.

Este volumen trata sobre lo que les ocurrió a los soldados y oficiales de rango inferior tras el final de la guerra. Al hacerlo, emergen los múltiples registros históricos que variaron entre 1870, el momento en el cual los combatientes de la guerra se convirtieron en veteranos, y la apoteosis del centenario de la epopeya nacional, recordada pomposamente por la dictadura de Alfredo Stroessner.

Este cambio de perspectiva sirve para poner por delante las experiencias de los veteranos en la posguerra dejando atrás los tratamientos centrados en las figuras de los grandes héroes, sus gloriosas acciones bélicas o los grandes liderazgos que surgieron en la etapa posterior al conflicto.

De acuerdo con lo que señala Gómez Florentín, la experiencia de los veteranos en la posguerra ha sido utilizada por el historiador francés Luc Capdevila para explicar la construcción de una memoria de la guerra.

Según Capdevila, la falta de cohesión social del colectivo de veteranos les privó a estos de establecer una voz autorizada sobre lo ocurrido en la guerra. Este vacío fue aprovechado por una élite intelectual nacionalista que a principios del siglo veinte construyó una interpretación patriotera y autoritaria sobre lo ocurrido, privilegiando la unión y el respeto al gran jefe sobre la diferencia y la crítica interna.

Con esto, las siguientes generaciones de gobiernos nacionalistas encontrarían el campo servido para convertir una controversial interpretación de lo que pasó en la guerra en ideología oficial de un estado autoritario, dice Carlos Gómez Florentín.

Según se plantea en el libro, los veteranos son relevantes para explicar la construcción del Estado en el Paraguay y la organización de las relaciones entre la maquinaria estatal y los ciudadanos.

Los veteranos articularon relaciones cambiantes entre Estado y ciudadanía que merecen atención para interpelar la limitada gestión gubernamental en la provisión de beneficios a quienes hicieron méritos para acceder a los bienes que el Estado decía garantizar “a los buenos patriotas”.

Este trabajo –dice Gómez Florentín– busca explicar las relaciones entre Estado, heroísmo y ciudadanía siguiendo el proceso de pago de pensiones a los veteranos, que ocurrió alrededor del 1900.

Similar a lo que ocurrió en 1965, en el centenario de la Epopeya Nacional, al momento de justificar la denominación de calles en Asunción, las consideraciones para obtener la pensión otorgada por el Estado se basaban en el heroísmo, la cantidad de batallas peleadas, el número de heridas de guerra, el estado de invalidez generado por el comportamiento patriótico y la validez de los testimonios.

Con la Ley de Veteranos de 1899 se articuló una organización social de veteranos amplia, situacional, fragmentada, pero firme, que gestionaba la concesión de pensiones por parte del Estado.

Publicado en fecha 24 de Diciembre de 2013

Fuente en Internet: www.abc.com.py

 



ENLACE INTERNO RELACIONADO

(Hacer click sobre la imagen)

 

 

Para comprar este libro deberá contactar con:

 CENTRO CULTURAL “EL LECTOR”

Avda. San Martín c/ Austria

Telefax: (595-21) 610 639 - 614 259

E-mail: comercial@ellector.com.py

 

EL LECTOR 1 – PLAZA URUGUAYA

25 de Mayo esq./ Antequera

Telefax: (595-21) 491 966 – 493 908

E-mail: comercial@ellector.com.py

Asunción - Paraguay.

 

 

Enlace al espacio de la EDITORIAL EL LECTOR

en PORTALGUARANI.COM

 (Hacer click sobre la imagen)

 

 

 

 

Enlace interno recomendado al espacio de

"GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA" en PORTALGUARANI.COM

(Hacer click sobre la imagen)

 Veteranos de la Guerra de la Triple Alianza - Ciudad de Itá (Abc color)





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
EDITORIAL
EDITORIAL EL LECTOR
HISTORIA
HISTORIA DEL PARAGUAY (LIBROS, COMPILACIONES,
GUERRA
GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA (BRASIL - ARGENTI...



Leyenda:
Solo en exposición en museos y galerías
Solo en exposición en la web
Colección privada o del Artista
Catalogado en artes visuales o exposiciones realizadas
Venta directa
Obra Robada




Buscador PortalGuarani.com de Artistas y Autores Paraguayos

 

 

Portal Guarani © 2024
Todos los derechos reservados, Asunción - Paraguay
CEO Eduardo Pratt, Desarollador Ing. Gustavo Lezcano, Contenidos Lic.Rosanna López Vera

Logros y Reconocimientos del Portal
- Declarado de Interés Cultural Nacional
- Declarado de Interés Cultural Municipal
- Doble Ganador del WSA