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ADRIANA MEDINA AGUIAR

  MANUEL ORTIZ GUERRERO - Por ADRIANA MEDINA AGUIAR


MANUEL ORTIZ GUERRERO - Por ADRIANA MEDINA AGUIAR

MANUEL ORTIZ GUERRERO

Por ADRIANA MEDINA AGUIAR

Colección GENTE QUE HIZO HISTORIA N° 15

© El Lector (de esta edición)

Director Editorial: Pablo León Burián

Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina

Director de la Colección: Herib Caballero Campos

Diseño de Tapa y Diagramación: Jorge Miranda Estigarribia

Corrección: Rodolfo Insaurralde

I.S.B.N.: 978-99953-1-392-0

Asunción – Paraguay

Esta edición consta de 15 mil ejemplares

Agosto, 2013 (107 páginas)



CONTENIDO

Prólogo

Introducción

Capítulo 1 

El hombre 

Sus albores

La enfermedad

El beriberi

Manú en Asunción

El regreso a su dudad natal

El retorno a Asunción y la imprenta Zurucu'á  

El ocaso 

Capítulo II 

Época histórica y cultural

El Paraguay en tiempos de Ortiz Guerrero 

La Generación del 900 

Las promociones de Crónica y Juventud

La labor de Manuel Ortiz Guerrero en pos de la cultura 

Capítulo III

El poeta y su obra       

El Romanticismo y Manuel Ortiz Guerrero    

El Modernismo, Rubén Darío y Manuel Ortiz Guerrero

El postmodernismo y Manuel Ortiz Guerrero   

El vanguardismo literario y Manuel Ortiz Guerrero   

El poeta paraguayo      

Capítulo V

La guarania 

El origen legendario   

El origen documentado

Las guaranias de José Asunción Flores y Manuel Ortiz Guerrero 

Capítulo VI

Fama y gloria  

La condición mítica de Manuel Ortiz Guerrero

El poeta popular

El maestro

El poeta de la fe y el optimismo

La vigencia de Manuel Ortiz Guerrero

Conclusión

Cronología

Bibliografía         

La autora   



PRÓLOGO

Manuel Ortiz Guerrero, no podía estar ausente en la colección Gente que Hizo Historia, pues su aporte a la poesía paraguaya es indiscutible.

Ortiz Guerrero, más conocido como Manú, formó parte de una destacada pléyade de jóvenes guaireños que aportaron al desarrollo cultural del Paraguay a comienzos del pasado siglo, que desde el periodismo, la política, la historia y la literatura contribuyeron a consolidar el movimiento que buscaba un resurgir cultural de la nación.

Adriana Medina Aguiar escribe esta biografía viene a contribuir acertadamente al acervo bibliográfico sobre la vida y la obra de Ortiz Guerrero. Desde su formación en el campo de la Filología, la autora aporta un análisis preciso de la contribución poética del célebre vate guaireño.

La obra va introduciendo al lector en la vida de un hombre que desde su nacimiento estuvo acompañada por el dolor, que fue aplacado solo por el cariño y los cuidados de su abuela paterna. Tras proporcionar datos sobre los primeros años de la vida de Manú, nos iremos adentrando en sus vivencias en Asunción, así como como en su Villarrica natal, donde regresó cuando se le diagnóstico el terrible mal de la lepra, entonces incurable.

Posteriormente la autora va analizando la obra literaria de Ortiz Guerrero y presentando las poesías más significativas que permitirán al lector con conocer en detalle la evolución de la inestimable obra producida por la pluma del vate guaireño y cómo se fue consolidando como el "poeta popular paraguayo". Así mismo la obra aporta relevantes informaciones sobre la relación de amistad y de producción con José Asunción Flores en torno a la guarania.

La obra y la figura de Manuel Ortiz Guerrero siguen aportando a la cultura paraguaya su claridad, belleza y denuncia contra las injusticias que lamentablemente, como hace cien años, siguen aquejando al Paraguay.

No resta más que agradecer a la autora por este valioso aporte a la Colección Gente que Hizo Historia, que sin duda contribuye significativamente a difundir aún más la figura del poeta entre las jóvenes generaciones paraguayas.

Agosto de 2013

Herib Caballero Campos



INTRODUCCIÓN

Hablar de Manuel Ortiz Guerrero es como hablar del "Kirito" paraguayo, aquel hombre bendecido por el Creador con el don de la vida, pero signado por la tragedia de su existencia desde su nacimiento hasta el último suspiro doliente. Una vida tal vez signada por tanto dolor para tocar la vida de otros -¿una misión divina?- con el trazo delicado y profundo de la fe y la esperanza, con la pluma del optimismo pese al fracaso corporal, con el toque de alados dedos de profundo sentimiento para dejar en la historia de la cultura paraguaya una huella imborrable de un dolor estoico, de un lirismo inagotable, de un amor hacia la vida hecha música, hecha poesía.

Un hombre que dejó huellas eternas de ingenio creador amparado por las estrellas, junto a los de su generación naciente de los escombros de un fatídico pasado. Un genio, un hombre, un poeta, quien unido a otro genio y poeta de principios de siglo por una entrañable y sincera amistad como pocas, dio origen al canto más dulce de nuestra tierra guaraní: la guarania.

No se equivocó quien dijera alguna vez que un aura mítica envuelve su nombre; que su austeridad, su profunda relación a sangre y fuego con la poesía, su célebre y fecundo vínculo artístico con José Asunción Flores, su muerte prematura, hacen de Manú la quintaesencia del "poeta paraguayo", el alma enferma del pueblo paraguayo, porque él es el poeta paraguayo.

Alguna vez, en clases de Literatura del colegio o en la facultad o entre las conversaciones de nuestros abuelos, habremos escuchado la historia aquella del poeta que cobijado en una capa española oscurísima y un gran sombrero negro que ocultaba su rostro caminaba por las calles asuncenas obsequiando versos a mujeres hermosas de aquellos tiempos - como Anselmita Heyn-, quien a sabiendas de su femenino encanto quiso agradecer la galantería obsequiándole unos billetes a lo que el poeta respondió caballerosamente en uno de ellos: “no todo en este mundo es mercancía". También tal vez recuerden esa legendaria historia que nos pinta a un Ortiz Guerrero hurtando velas del cementerio para alumbrar la noche oscura en la habitación donde escribía sus versos.

Esa imagen, certera o no, pero sí "legendaria" lo definen como hoy día lo recordamos: un hombre enamorado del arte, de la palabra, de la naturaleza misma del hombre, como él mismo lo confesara en los versos de uno de los poemas más bellos surgente de su pluma de eterna juventud:

"es ella la loca, devota del Arte que reza a la Luna;

es ella mi Alma! Reina que está loca,

alma luminosa de bohemio y de artista, que va entre vosotros

llevando un gran beso y un tibio pedazo de canto en la boca".

Quizás no haya sido el poeta perfecto, esa perfección en el poeta paraguayo que tanto buscó don César Alonso de las Heras en él -y también en Guanes y en Fariña-, pero su actitud ante la palabra y, por sobre todo, su actitud ante la vida lo autorizan a ser un hombre de letras ejemplar.



 

 

CAPITULO II

EPOCA HISTORICA Y CULTURAL

 

Las promociones de Crónica y Juventud

La revista Crónica que apareció desde 1913 hasta 1915, fue fundada por un grupo de jóvenes escritores nacidos al final del siglo XIX: Pablo Max Insfrán, Leopoldo Centurión y Roque Carece Faraone, además de Guillermo Molinas Rolón que se unió más tarde al grupo. Todos ellos fueron influenciados por Guanes y Fariña Núñez en sus rasgos modernistas.

El único que sobrevivió en su carrera literaria dedicándose primero a la poesía y luego al ensayo, periodismo e historia fue Pablo Max Ynsfrán, quién partió más tarde al extranjero, va que los demás lamentablemente fueron víctimas de los excesos de la literatura decadente en la que volcaron sus ideales estéticos. Molinas Rolón se interna en la selva a vivir con los hacheros.

La revista Juventud que surgió en 1923 tuvo como fundadores a Heriberto Fernández y a Raúl Battilana De Gásperi, quienes tristemente fallecieron tempranamente. A esto comenta Rodríguez Alcalá que: "La muerte del primero, especialmente, privó a la promoción del que pudo haber sido el guía más audaz y alerta a las nuevas corrientes literarias".

Hugo Rodríguez Alcalá continúa expresando:

".. .el poeta de más fama de esta época (el que sirvió de puente entre las promociones de 1913 y 1923) fue Manuel Ortiz Guerrero (...) admirador de Rubén Darío (...) Su poesía, anacrónica ya, tuvo sin embargo gran éxito en el medio. Los jóvenes se aprendían de memoria los versos del bardo leproso en cuya lírica el oropel de un modernismo extemporáneo parecía un metal precioso (...) La promoción de 1923 vio en Ortiz Guerrero algo así como un mentor, en lo que mira a los poetas, por ser el más fecundo de los modernistas paraguayos y autor de libros como Sur gente (1922) en que la estética anacrónica ofrecía a los escritores noveles modelos nativos de poetización."

Josefina Pía expresa también:

"Manuel Ortiz Guerrero, rubendariano en su expresión inicial, sirve de puente entre la promoción de Crónica y la de Juventud y que pudiendo, por las circunstancias peculiares de su biografía, haber superado dramáticamente esa etapa, no respondió al alerta y no alcanzó a liberarse en la precisa medida de los convencionalismos formales y esquemas conceptivos previos."

Al grupo de la revista JUVENTUD pertenecieron Vicente Lamas, José Concepción Ortiz, Francisco Ortiz Méndez, todos ellos modernistas, y luego Julio Correa y Hérib Campos Cervera, quienes ya dejaron de lado el modernismo.

La labor de Manuel Ortiz Guerrero en pos de la cultura

En el periodo de vida de Manuel Ortiz Guerrero (1894 a 1933) en la presidencia de nuestra República constitucional se intercalaron 27 presidentes, es decir un mandatario duraba en promedio 16 meses, siendo el periodo constitucional de cuatro años.

Destacaba Teodosio González en su obra Infortunios del Paraguay:

"...la instrucción del campesino se reduce a leer mal, escribir peor, a sumar restar y dividir. Es muy raro que lea libros y por lo tanto rarísimo que los tenga, la mujer tiene los mismos o menores conocimientos, pero es más fuerte en doctrina. Es escaso el sueldo del maestro, quien gana menos que un jornalero, con la ventaja adicional para éste, de que, con frecuencia tiene en la casa de sus patrones alojamiento y comida mucho mejores que los que aquél pueda tener."

Entonces, ha de notarse la precariedad en la que se hallaban las políticas públicas de salud, educación y hacienda. Solo dos presidentes de la República, en 38 años lograron completar un mandato de 4 años, Eduardo Schaerer (1912- 1916) y el Dr. Eligió Ayala, a las puertas de un nuevo conflicto internacional (1924-1928), que fue la Guerra por el Chaco.

Nos parecería entonces un milagro de la vida, que se haya elevado un poeta de entre lo ilógico de las violentas luchas por el poder político-partidario y una figura cultural tan destacada como la del guaireño Manuel Ortiz Guerrero, quien sin depender de la ayuda del Estado o de los fondos públicos, abrazó la acción cultural como un sol entre las tinieblas del abandono.

Estos asaltos políticos o revueltas partidarias hacían las veces de mordazas culturales, por la escasez de intelectuales especializados en las diversas áreas que requiere atender el Estado, pues como lo señalaba Teodosio González: “la falta de competencia especial de los Ministros de Instrucción Pública, que casi siempre han desempeñado esa cátedra médicos, abogados o políticos profesionales, pero nunca un pedagogo".

No se nota tanto la diferencia de este primer centenario con el que se despliega en nuestra época; quizás es por ello que Manú se haya mantenido como una luz en ese periodo, un brillo particular lo rodeó, por ese sincero acercamiento y florecimiento cultural que su sola presencia destacaba.

En este sentido, sus pares intelectuales recurrían a Ortiz Guerrero como una parada obligada para dar solidez a sus escritos, tal como lo haría un grande de su tiempo como lo fue Manuel Domínguez, con una de sus obras que sirvió para la defensa de los derechos del Paraguay sobre el Chaco Boreal, y que fuera utilizado como argumento a favor de las históricas pretensiones de nuestro país sobre su territorio.

La breve nota expresa:

“Querido amigo Ortiz Guerrero:

No se trata de cosa urgente. Era sencillamente para tratar de temas literarios. Le visitaré cualquier día de estos. Le envío 'El Paraguay' y 'El Chaco Boreal'. Si en mi último libro descubre algún punto débil, en el orden dialéctico, espero me lo indique para reforzarlo en las 2da. edición que se hará en París. Ud. verá que encontré manera de encajar allí El dorado. Hasta pronto, creador de amantes armonías.

Cordialmente, Domínguez

Mayo 10 de 1926."

Mientras, otras grandes figuras le escribían también para elogiarlo, como Eusebio Ayala, quien lo felicita por su obra teatral "La Conquista", agregando que es una obra ejemplificadora del renacer del Paraguay en el pensamiento y el arte, nacida en manos del poeta.

La insolvencia cultural del Paraguay no era menos aguda que la insolvencia monetaria, estructural y política de la época. Ortiz Guerrero, sabía por entonces que de la cultura y del arte no se vive, ni se podrá vivir en nuestro país, por ello se mantenía con la imprenta Zurucu'á, con la que sostenía además -como si fuesen fondos públicos- la inversión en cultura y conocimientos.

Tal vez, podemos afirmar que Ortiz Guerrero junto a otros intelectuales de su tiempo, subsidiaba la acción cultural que le correspondía como política al Estado, o quizás podemos decir que Manú tenía a su cargo una cartera del Estado, como poeta y trovador de su tiempo, con quien a destiempo logró el Paraguay imponerse culturalmente entre los grandes, junto a José Asunción Flores.

La dificultad derivada de la lentitud de las comunicaciones, hace que prevalezcan como principales instrumentos de difusión de conocimientos, el teatro, las revistas literarias, científicas y culturales, junto con los periódicos, y en este sentido afirma Josefina Pla que "la insuficiencia del intercambio cultural, que favorece ciertas fijaciones hizo que prevalezca y persista el Romanticismo en nuestro país".

No obstante, Manuel Ortiz Guerrero, fue un romántico innovador cultural, cuya frecuente correspondencia internacional y contacto con otros poetas de su tiempo le dio el roce con otras nuevas corrientes culturales, de allí se destaca la forma poética de sus versos que intercalan formas propias del Romanticismo con estilos innovadores.

Manuel Ortiz Guerrero no fue político, pero realizó acción política con sus obras como "Pepitas políticas" por ejemplo, su vida, sus versos. No fue docente pero dotó a las aulas del material necesario para la enseñanza, no fue músico pero plantó la semilla de la nacionalidad en la guarania, no fue publicista pero publicó más material intelectual a su propia

costa que cualquier imprenta nacional de la actualidad; no fue funcionario público pero su obra es patrimonio cultural de la nación paraguaya.



CAPÍTULO III

EL POETA Y SU OBRA

Antes de adentrarse en la magnífica obra de este gran poeta guaireño es importante recordar las diversas corrientes literarias con las que más de una vez se ha relacionado a Ortiz Guerrero.

Es cierto que en su obra se hallan matices de una y otra corriente, pero es cierto también que la época en la que se formó su espíritu lírico fue una época de grandes cambios desde el Romanticismo hasta el Vanguardismo. Ortiz Guerrero no se aisló, no se detuvo en el tiempo jamás, su obra no permite un encasillamiento en alguna corriente específica porque su obra trasciende todo movimiento artístico, todo tiempo, trasciende incluso la muerte porque su alma, como bien lo ha dicho en su más célebre poema, es un alma devota del arte.

 

El Romanticismo y Manuel Ortiz Guerrero

William Holloway Roberts en su estudio crítico del poeta paraguayo Manuel Ortiz Guerrero nota en su obra tres etapas que las resume en tres "conceptos románticos":

a)      la etapa del amor idealista: en "Pura Esencia" y el escepticismo en "Memento", en el que la alondra es la imagen del escepticismo;

b) la etapa del amor sensual: en su himno a la fecundidad del Romanticismo en "Ritmos de vida" en el que encuentra un consuelo en el amor sensual; y

c) la etapa de la muerte: en "Pepitas", donde va demostrando que la muerte ya le está quitando su fuerza vital.


Pura esencia

Tal químico de Oriente, perfumista,

apremia a tu alambique sumo hervor:

que empeñaste tu vida en la conquista

del aroma inviolado de esta flor.


Flor de lirio carnal, mujer artista,

quinta esencia destile su candor

en tu vaso enjoyado de amatista...

cinco veces rendida al sacro ardor.


Prisionero en tu íntima redoma

el milagro inefable de su aroma,

te embriagará de júbilo su olor;


y en las maceraciones de tu vida,

balsámica ha de ser a toda herida

la destilada esencia de su amor.


Memento

Cuando llegue el instante de la cita postrera

y me aprese en sus brazos la común Prometida,

volará de mis labios, una noche cualquiera,

la melódica alondra que me alegra la vida.

La alondra que tan grata cantó en la primavera

y que en mi pobre libro, hoy de papel se anida,

irá a buscar, entonces, de nuevo en la tapera

el jazminero antiguo de mi niñez florida.


Y encontrará la selva del naranjal, desierta,

preguntará por ella, que fue de Ella y. ..muerta,

ella que fue mi lumbre, mi coraza y mi pan;


entonces sí, viajera ciega de su destino,

mi alondra mañanera de verbo cristalino

se irá... como otras aves que para siempre van.


En Nubes del Este, 1928.


Ritmos de vida (fragmentos)

Felices enfermos del amor bendito

que imposible creen vivir sin soñar,

son los que padecen la sed de infinito

en el poema dulce de Elena y Oscar.


En esos balcones del Sueño, suspensos

vivieron cien raudos años de esplendores

cuajados de gloria; cien años, condensos

en un estupendo minuto de amores.


Elena amorosa de ojos vesperales

y Oscar, de sedosos bucles renegridos,

prestan los motivos hondos y fatales

para que estos versos sean versos vividos;


versos que florecen en la lejanía

de una novelesca dicha ya perdida,

versos en que flota la tibia poesía

de probar la dulce "manzana prohibida".


Oscar con Elena vivieron la plena

vida de los sueños, fragante de besos;

lloraron de dicha, cantaron de pena

y amantes probaron todos los excesos.


Pecar es sublime, sagrado y divino,

el amor es cumbre que hasta Dios se eleva;

sólo el que ha pecado cumplió su destino,

manantial perpetuo de la Vida Nueva.


El recuerdo queda de lo así vivido

como una columna solitaria y trunca...

Una azul mañana Elena se ha ido

y tal vez no vuelva, ya no vuelva nunca.


1917.


Pepitas

Existen porque existo. Cuando muera,

¿ya no habrá Sol, ni noche,

ni primavera?...


El Modernismo, Rubén Darío y Manuel Ortiz Guerrero

El Modernismo es la corriente literaria con la que más de un crítico lo relacionó y se encuentran en su obra claras influencias de Rubén Darío, sin caer en el equívoco de afirmar que toda su obra es absolutamente imitación del poeta nicaragüense.

El Modernismo -literariamente hablando- fue un movimiento de ruptura con la estética vigente que se inicia alrededor del año 1880 y se desarrolla hasta la Primera Guerra Mundial. Esta ruptura se enlaza con la gran crisis espiritual del fin del siglo y en ciertos aspectos su influencia se percibe en corrientes o movimientos posteriores.

En el espíritu modernista hay un profundo desacuerdo con la civilización burguesa y por ello confiesa su malestar ante esto, una oposición que se traduce en diferentes actitudes como: rebeldía política, aislamiento aristocrático, refinamiento estético. En todos los casos fue un ataque indirecto contra la sociedad al presentarse en general como una "rebeldía de soñadores".

El modernismo no fue un movimiento poético, sino más bien un movimiento retórico, porque no se discutía la esencia del verso, sino su forma y en él se nota la influencia francesa en sus dos corrientes, por un lado el "Parnasianismo" que muestra una instauración del culto a la perfección de la forma, el ideal de una poesía equilibrada, el gusto por las líneas puras y escultóricas así como los temas preferidos de mitos griegos, exóticos ambientes orientales y hasta épocas medievales. Por otro lado, el "Simbolismo" que se propone ir más allá de lo sensible porque la realidad encierra tras sus apariencias significados profundos relacionados con los estados de ánimo, y esa es la misión del poeta: descubrir esa realidad y transmitirla al lector a través de símbolos, sugerir la realidad. En la corriente simbolista puede ubicarse parte de la obra de Manuel Ortiz Guerrero.

Los temas modernistas tienen preferencia por un lado hacia lo exterior sensible a través de imágenes legendarias y exóticas y, por otro lado hacia la intimidad del poeta, ya sea vitalista, melancólica o angustiada. Hay en las poesías modernistas melancolía y angustia así como el deseo del poeta de huir del mundo -al igual que los románticos- por los caminos del ensueño, porque esa es su forma de demostrar su oposición con la realidad en la que viven. Otra forma de huida es la evasión en el tiempo hacia el pasado medieval y grecolatino. Se manifiesta además el cosmopolitismo que consiste en evadirse también, pero a una ciudad soñada y casi inalcanzable como por ejemplo París. También hay amor mezclado con un intenso erotismo, así como también son cultivados los temas americanos al dar importancia a los temas indígenas -especialmente en Hispanoamérica- con el deseo de buscar las raíces de una personalidad colectiva.

Ante todo proclama el Modernismo la libertad del artista, dentro de ciertas normas, y se inclina por un sentimentalismo intrascendente, por la musicalidad verbal, el color, giros y juegos de palabras, medida de los versos, metáforas e imágenes. Todo debe expresar una elegancia afiligranada.

El poeta líder por excelencia y máximo representante de este movimiento fue Rubén Darío, poeta nicaragüense cuyas obras más famosas han sido Azul (1888), Prosas Profanas (1896), Cantos de vida y esperanza (1905), El canto errante y el poema de otoño (1907), El canto del cisne (1915).

En diferentes ocasiones, en varios versos de Ortiz Guerrero se notan metáforas y giros característicos de Rubén Darío, sin embargo en el sentimiento es romántico y en la forma es modernista. Las influencias son más notorias en los cantos de amor de su juventud.


Aromas

Vayan a tu boca de ánfora sangrienta,

en busca de mieles y perfumes santos,

cual pobres abejas en la legión sedienta...

Vayan a tu boca mis rosados cantos.


Del Sol hija rubia que bajó del cielo

y en las avenidas del soñar te pierdes:

me clavan tus ojos de un color de anhelo

con sus adorables puñaladas verdes.


Eres la habitante de mi mar sonoro

entre las espumas de sus tumbos tersos,

sirena que peinas tus guedejas de oro

tras las ondas claras de mis claros versos.


Rielando en las aguas las pálidas lunas

que bordan paisajes, visión de estambules,

o bien, sobre espejos de quietas lagunas,

Venecia encantada soñando entre tules...

...he visto en tus ojos de abismos azules.


Ojos siempre aguados, ojos oceánicos,

y en ellos tus vastas pupilas marinas;

parece que habitan tus ojos germánicos

del Rhin las danzantes desnudas ondinas.


Porque tienen algo de mar y de cielo

yo llamo a tus ojos: ojos estambules;

porque me parecen de un color de anhelo,

bendigo tus ojos de abismos azules.


Porque no lograron más insignes curvas

lloran en tus formas los buriles griegos.

...Yo, mis ojos temo, cuyas luces turbas,

de mirarte tanto que se vuelvan ciegos.

Asunción, octubre de 1915.


 

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AROMAS

 

 

Material:  COLECCIÓN DE ORO - 100 AÑOS  (1897 - 1997)

MANUEL ORTÍZ GUERRERO

 

 

En el Belvedere

Fue una noche asuncenamente bella: fingía

desmayos de ternura por mi corbata gualda.

Verlaine, dentro de mi copa de ajenjo,

sonreía con una irresistible sonrisa de esmeralda.


Lloraban dos violines. Cien princesas había

en el café sentadas. Entró una, de espalda

tersa como la luna; radiosa geometría

me hizo soñar de paso su voluptuosa falda.


A unos metros escasos, la joven tomó asiento

y desde bajo el ala de su sombrero rosa

me miró y dio el perfume de una sonrisa al viento.


Bebí mi ajenjo, y luego, temiendo me avasalle

aquella tentadora sirena luminosa,

corazón en la mano me refugié en la calle.

Asunción, marzo 1916.


Bien lo ha dicho Natalicio González: "Es fácil descubrir en las poesías de Ortiz Guerrero la influencia, a ratos atenuada, a ratos ausente, de Darío; pero las anima siempre una intensa emoción humana que raras veces se sorprende en los versos del orfebre".


El postmodernismo y Manuel Ortiz Guerrero

En Hispanoamérica los años iniciales del siglo XX son años de plenitud de la poesía modernista, siendo el máximo exponente de la poesía modernista paraguaya Eloy Fariña Núñez con su Canto Secular que publica en homenaje al centenario de la patria en el año 1911. Pero a partir de 1920 la temática y la forma de la poesía irá por otros caminos, orientándose a versos más sencillos y humanos en los que, frente a la temática cosmopolita, se dará preferencia a los temas autóctonos así como un mayor cultivo de los problemas íntimos y un freno a los esplendores formales de sonoridad, ritmo, giros de palabras, etc.

Grandes exponentes de esta corriente posmodernista son: Baldomero Fernández Moreno, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral, así como César Vallejo y el célebre Pablo Neruda.

Juan Manuel Marcos, pese a decir que Manuel Ortiz Guerrero trasciende los límites de una corriente literaria, lo ubica dentro del Postmodernismo, porque, como bien lo ha dicho, "él siempre estuvo en perfecta sintonía con los movimientos de la época”.

Es notable cómo Ortiz Guerrero se mantiene al día con los nuevos caminos de la poesía ya que a partir de 1922 la poetiza chilena Gabriela Mistral, máximo ejemplo de la superación del Modernismo hacia un lenguaje sencillo con el que se propone desnudar una intimidad dolorida y un corazón rebosante de amor en muy diversas manifestaciones, así como cantar el amor materno que soñó y nunca conoció o, su amor a los niños, a los desvalidos, a su tierra, a menudo con un tono hondamente religioso, publica uno de los libros más grandes de poesía amorosa de América: Desolación (1922) en el que un amor trágico la inspira, el suicidio de su amor; luego publica Ternura (1924) y poco tiempo después, en 1928 Manuel Ortiz Guerrero publica Nubes del Este donde habla también de la vida y de la muerte, de la transitoriedad.

En este poema de Nubes del Este puede notarse lo mencionado interiormente:


Del fuego eterno

Sobre las brasas vivas del amor, la esperanza,

arden como de aceites el dolor y el placer;

así la vida inflama su llama luz, que danza

de júbilo ardoroso... ¡El vivir es arder!


La llamarada alegre que danza, no se cansa

hasta que un día cualquiera, en que así debe ser,

las brasas se consumen y la vida se lanza,

volátil, hacia arriba... ¡Morir es ascender!


Loado una y mil veces este ardor que consume:

nos destila en rocío, nos liberta en perfume,

juramentos y deudas de pasión hace trizas,


los problemas del oro nos resuelve en cenizas,

y nos deja a los vivos la óptima enseñanza

de arder eternamente de amor y de esperanza.


El vanguardismo literario y Manuel Ortiz Guerrero

Varios críticos han puesto de manifiesto que Manuel Ortiz Guerrero se había aislado debido a su terrible dolencia, pero su permanente contacto con sus contemporáneos de América y Europa desmiente tal afirmación y permite así que nuestro internacionalmente admirado poeta paraguayo se empape de las nuevas corrientes del arte y confirmen lo que él ya ha dicho: "es ella mi alma devota del arte”, devoción que lo lleva a explorar nuevos rumbos y perfeccionar su estilo.

El término Vanguardia, calcado del francés "avant-garde" designa en el siglo XX a aquellos movimientos que se oponen a la estética anterior y que proponen concepciones profundamente nuevas del arte y de las letras. Estos movimientos de vanguardia suponen una verdadera ruptura más intensa que la modernista y quizá la más radical de las que se han dado en la historia de las artes y las letras.

La Vanguardia se caracteriza por los "ismos" vanguardistas que se suceden a un ritmo muy rápido: Expresionismo, Futurismo, Cubismo, Dadaísmo, Surrealismo, etc. Muchos de ellos afectan por igual a las artes plásticas, al arte escénico o cinematográfico, a las letras y también al pensamiento. Algunos "ismos" pasan como efímeras modas pero otros dejan huellas imborrables.

A partir de 1908 se perciben en Europa una nueva sensibilidad y unas nuevas orientaciones estéticas que se acentúan en los años 20 y que buscan nuevas formas, un alejamiento de la realidad y la deshumanización del arte. Sin embargo, hay que destacar entre todos los "ismos" vanguardistas al Cubismo, ya que Ortiz Guerrero recibe influencias de éste en algunos poemas. Esto nos demuestra una vez más que nuestro poeta no estaba aislado del mundo, siempre permanecía en contacto con sus contemporáneos en las letras y trataba de estar al día con las nuevas corrientes del arte, porque el alma de Manuel era un alma devota del arte, como él mismo lo expresara en su poema más famoso.

El Cubismo nace como escuela pictórica hacia 1907 en Europa, pero el Cubismo literario aparece en 1913 con Guillaume Apollinaire (1880-1918) y otros poetas franceses. Así como en la pintura, el cubismo literario propone descomponer la realidad para crear composiciones libres de conceptos, imágenes o frases, y a todo esto se agregan especiales disposiciones tipográficas de los versos, formando imágenes visuales, tal como lo había empezado a realizar Apollinaire en sus Caligramas.

No cabe aquí hablar ya de otros "ismos" vanguardistas como el Futurismo y el Dadaísmo, puesto que no se encuentran rasgos de ellos en los poemas de Manú.

Este poema llamado Magdalena Eterna refleja el vanguardismo de Ortiz Guerrero tanto en el contenido como en la forma y puede notarse la peculiaridad de la forma en este original producido en su imprenta.

En este poema de valioso contenido no se halla una deshumanización del arte como tampoco un alejamiento de la realidad -como muchos críticos quieren afirmar que demostraba Ortiz Guerrero en sus poesías ante su enfermedad-, se puede notar el Cubismo en la forma y el Surrealismo en el contenido, otro "ismo" vanguardista que supone un cambio radical en la concepción del papel del arte y del trabajo del artista.

El Surrealismo pretende ser una revolución integral, como dice Rimbaud "transformar la vida" y en ese sentido promueve una liberación total del hombre, ya sea de los impulsos reprimidos por el subconsciente por una razón sumisa a las convenciones morales o sociales, o la liberación de la represión que ejerce sobre el hombre la sociedad burguesa.

Importante es destacar además que para los surrealistas la vida es la cara más gris de la realidad y que hay que conquistar una verdadera vida, acceder a una realidad más alta, una "super realidad" que se halla amordazada en lo más hondo de la conciencia. El lenguaje de los surrealistas acarrea una densa carga humana e incluso subversiva en la medida en que libera aquel poso o sedimento informe de pasiones reprimidas en el subconsciente. Claro está que estas intenciones se ven reflejadas en la poesía de Manuel Ortiz Guerrero, nuestro poeta que no se mantuvo aislado sino siempre buscando al arte, hasta encontrarlo.

 

El poeta paraguayo

Acierta Walter Wey al expresar que Manú es el poeta paraguayo más popular y, tal vez, el más conocido en el exterior y que, como se dice que España es la tierra de Cervantes, dícese del Paraguay que es la tierra de Ortiz Guerrero. Sin embargo, sus versos no son conocidos en la misma proporción que es conocida su dolorosa historia: una historia triste de bohemia y de dolencia incurable.

Resulta importante destacar también la opinión de Néstor Romero Valdovinos sobre este poeta y su genialidad cuando menciona que en los vates generalmente se encuentra una dualidad de caracteres, por un lado el poeta, por otro el hombre. Como dos paralelas que no han de unirse jamás. En Manuel Ortiz Guerrero no sucede lo mismo, porque el verso es una prolongación del Poeta como hombre: la forma del verso desmiente la frágil estructura de la carne. La conjunción de estas dualidades hace nacer seguramente el milagro de lo genial. En él se encuentra lo que no encontramos ni en Rubén Darío, ni en José Santos Chocano, ni en José Asunción Silva. En él es el "el Hombre que hace al Poeta.".

Aproximadamente en 1912, un año en el que se vivía en un ambiente revolucionario, resultado de una fusión de culturas extrañas, pero muy propicio para los de espíritu inquieto, en aquella atmósfera impregnada de un fuerte deseo de cambio y de olvidar el pasado y, por otro lado, también un profundo anhelo de mantener las raíces culturales, fue cuando de a poco comenzaron a tomar forma los primeros poemas del poeta.

En este año Manuel y sus amigos de infancia Leopoldo Ramos Jiménez, Natalicio González y Facundo Recalde bajo la tutela del intelectual Aníbal Codas publicaron y llenaron la ciudad guaireña con un periódico manuscrito de numerosas páginas en el que se declaraban anarquistas y anticlericales, consiguiendo de esta manera casi escandalosa que el cura de la ciudad los persiga a caballo por las calles como si fueran fieras. Luego de aquella divertida experiencia, pero tal vez ya con menor rebeldía, siguieron con la revista Vida Nueva.

Para editar la nueva revista, en esta ocasión dirigida por Leopoldo Ramos Jiménez, Manuel Ortiz y Juan González, construyeron una máquina impresora en una carpintería de Yvaroty.

El año 1914 puede marcarse como la época en la que nació a la vida literaria Manuel Ortiz Guerrero porque al mismo tiempo que publicaba sus primeros versos -ya en Asunción- se daba a conocer en cenáculos y asambleas.

En el Colegio Nacional de la Capital lo aceptaron con mucha simpatía y en la tribuna se apoderaba de inmediato del auditorio con magnética atracción y pudo llegar a ser el primer orador de su generación de habérselo permitido el destino.

Ortiz Guerrero comenzó a escribir a los 18 años y, desde esa época, se mostró influenciado por el Modernismo. Sin embargo su poesía juvenil está llena de reminiscencias de lecturas románticas que encajaban por supuesto con su alma de bohemio y de soñador.

En El Nacional publicó sus primeros versos, pero cuando publicó Loca, Ofrendaría y Aromas (transcripto más arriba) en la Revista Letras su consagración fue definitiva.


Loca!

¡Paso! ¡Dadle paso!

Es reina y es pobre. No quiere ni el raso

que bese sus formas; es loca la reina.

Dad paso a la reina de honda pupila color de esmeralda,

La loca desnuda que, regia, despeina,

Por único manto,

su astral cabellera, corno un sueño de oro cubriendo la espalda.

¡Dad paso! que corre la reina, la loca,

llevando un gran beso y un tibio pedazo de canto

en la boca.


En noches de estío se empapa de luna, perfume y penumbra

Y corre devota al templo del Arte a hacer su plegaria:

allí no le alumbra

ni lámpara débil, ni pálido cirio de luz funeraria,

sino la belleza, la sacra belleza le da luminaria.


Amigos: en caso que alguna

mujer de rodillas, desnuda, en la sombra rezando encontréis,

pasad, no le habléis;

es ella la loca, devota del Arte que reza a la Luna.


Crudeza de invierno no seca y consume

la rosa del canto que lleva en la boca...

Sus llagas lumíneas que sangran perfume,

las besa y bendice mil veces la loca.


Le da primavera sus salvas de olores,

las ondas del río su perpetuo y suave rumor de oraciones;

la noche morena le da su silencio, sus sidéreas flores...

Y aún tiene hambre de más sensaciones.


En noches augustas de inútil martirio,

la loca pretende, con sed de grandeza,

tomar una estrella volviéndola lirio.

-Oh loca divina, que canta y que llora, que ríe y que reza;

atrévete siempre, es ese un gran culto que pocos profesan.


¡Loca!: soporta la tortura sacra y luminosa

de todas tus ansias y tus padeceres

y sigue cantando canción olorosa;

tú eres la bendita loca mujer entre todas las mujeres.


Amigos: en caso que alguna

mujer de rodillas, desnuda, en la sombra rezando encontréis,

pasad, no le habléis;

es ella la loca, devota del Arte que reza a la Luna;

¡es ella mi Alma! Reina que está loca,

alma luminosa de bohemio y de artista, que va entre vosotros

llevando un gran beso y un tibio pedazo de canto en la boca.

Asunción, 1915.

 


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LOCA

 

 

Material:  COLECCIÓN DE ORO - 100 AÑOS  (1897 - 1997)

MANUEL ORTÍZ GUERRERO


 

Ofrendaría

A Anselmita Heyn.

Perdona, señora: la culpa no tiene

la alondra que canta, la tiene la aurora:

tú tienes la culpa: a este que viene

trayéndote estrofas, perdona, señora.


Ya antes te he visto tras sueño lejano

y anoche en el teatro con fe y devoción

tomaba, señora, con mi propia mano,

para que no caiga de mí, el corazón.


Ilusoria y blanca del auto al bajarse

talmente fingías una joven diosa...

Crujió mi rodilla de ansias de doblarse:

era que pasabas, astral, luminosa.


Con aire de cisne que boga en un lago

pasaste gallarda, princesa u ondina,

tus ojos tenían visiones de mago

bajo tu sedosa pestaña divina.


¿Juntó Geometría, la nieve y el lirio,

para hacerte el cuerpo, y un poco de aurora?

Serpentino cuerpo de perfume asirio,

bendito mil veces! Perdona, señora.


Ya daban las doce, yo creí temprano,

tú nada sabías de mi devoción:

tomaba, señora, con mi propia mano,

para que no caiga de mí, el corazón.

Asunción, octubre 1915.

 

 

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OFRENDARIA

 

 

Material:  COLECCIÓN DE ORO - 100 AÑOS  (1897 - 1997)

MANUEL ORTÍZ GUERRERO

 

   

Otros sin embargo, mencionan que la consagración de Ortiz Guerrero vino en el año 1915 con la visita al Paraguay del monumental poeta uruguayo Zorrilla de San Martín, autor de Tabaré cuando para dicha ocasión el Colegio Nacional, durante la dirección del Dr. Bruno Guggiari, organizó un concurso literario para homenajearlo. En el concurso cuatro alumnos fueron los premiados: Fausto Jiménez Pecci, Justo Pastor Sosa, Facundo Recalde y Manuel Ortiz Guerrero, este último salió victorioso con su poema Al Poeta dirigido al ilustre visitante.


Al Poeta

A Juan Zorrilla de San Martín

Luminoso charrúa de los versos fragantes,

fue muy larga, muy larga para mí tu tardanza:

de mirar tanto el río, de tu arribo anhelantes,

hoy ya tienen mis ojos un color de esperanza.


Visitante llegado de una tierra sonora

a esta otra historiada de perfume y leyenda;

cárganos las espaldas con tus fardos de aurora:

para nuestras heridas déjanos una venda.


Allá, poeta, en loma que tu mirada abarca,

está el árbol solemne cuyo tronco fue asiento

del Artigas proscripto, de aquel gran patriarca

que unir quiso la América en un gran pensamiento;

aquel árbol, poeta, dice algo al oído,

algo de tu "leyenda", semejante al latido

de algún gran corazón,

porque allí el patriarca, como fantasma herido,

memoraba en cien noches su gran sueño perdido,

enfermo de nostalgia y de desolación...


Olvidé de decirte que en una tarde lila,

 he visto a tu indio dulce de paso por aquí:

Tabaré melancólico de verdosa pupila,

en busca de su hermano perdido, Guaraní.


Oh mártires sin nombres, sin gestos y sin huellas

que muerto habéis ya siglos y os enterró el olvido:

el vate por vosotros sus llantos ha vertido

en vuestro sacro abismo como caer de estrellas...


Ataviado poeta, de tus versos fragantes,

Tabaré se ha perdido en la azul lontananza

y ... también es por eso: de su vuelta anhelantes

que hoy ya tienen mis ojos un color de esperanza.


Manuel, que ganó el primer premio del concurso recibió de las manos del director Bruno Guggiari un ejemplar del libro Arado, Pluma y Espada del autor Gualberto Cardús Huerta, cuyo ejemplar fue firmado honorablemente por el director Guggiari, Alejandro Guanes y Juan E. O'leary, las más calificadas autoridades culturales de aquella época.

Arturo Alsina expresó en su Evocación que "se nota en sus poemas una despreocupación por la forma, pero es una falla consecuente del medio cultural en el que se movía, un ámbito cultural carente de tradición literaria y de una crítica orientadora".

Ramiro Domínguez calificó a Manuel Ortiz Guerrero como "simbolista", de la línea de Mallarmé más que "ruben- dariano", y eso se nota ya en su primer libro de poemas al que denominó Surgente, un nombre cargado de simbolismo. En esta magnífica obra ha puesto todo el lirismo de su juventud, desde su adolescencia hasta los primeros días de su enfermedad. Todo tiene mucha frescura y en ciertos instantes es notoria la imagen del dolor.

Surgente se refiere a un elemento simbólico: el agua. El agua es la que surge en los manantiales y éstos surgen de repente en la arena blanca. Esta agua es helada hasta en los días más calurosos del verano.

El simbolismo que nota Arturo Alsina en el título se refiere a que la surgente evoca la sed y, en este caso tal vez la sed del alma por el ensueño, esa agua que el hombre sediento se inclina para beber.

  Surgente  ► agua, manantial, surge de la tierra

       ▼

libro de la sed


A este libro pertenecen poemas como Suma de bienes, Raída Potí, Ofrendaría, Saudade, Delirio de Pizzicatos, El Bohemio, El Maestro (donde define majestuosamente la misión del maestro: "Sobre la oscura loma y en el seno baldío de la noche, el maestro prendió lumbre de amor..."), Maternidad (donde notablemente define al poeta como "mago genitario a quien convulsiona parto de universo"), La amarga plegaria de unos labios en flor, entre otros.

Nubes del Este es su segundo libro y, para Alsina es el libro de la grandeza, la grandeza del olvido del propio dolor porque Ortiz Guerrero se revela no como un poeta sino como un héroe. Es el libro de la sed saciada.

Nuevamente el simbolismo, ya no de una surgente que taima nuestra sed de ensueño y poesía -típicamente modernista- sino que aquí el agua del cielo presa en la nube se anuncia como una brisa fresca y revitalizante. Las nubes del este son las tan esperadas por el agricultor para ver prosperidad en sus cultivos. Es el agua que entra del cielo a la tierra para hacerla germinar, para darle vida. Es el libro entonces de la sed saciada, de la transitoriedad de la muerte.


  Nubes del este ► agua de la lluvia fecundante que surge de las nubes

            ▼

libro de la sed saciada


El tercer libro publicado de Manuel Ortiz Guerrero se titula Pepitas: "Arroyito del verso mi vida". Ya con el título nos da una humilde y tierna definición de su propia existencia.

Dice Alsina nuevamente que, ya no es el agua mansa de la surgente ni el agua que cae torrencial desde la nube la que da el simbolismo a esta obra, porque ahora esa agua se ha convertido en un caudal móvil y ondulante al que el poeta se inclina para recoger la dorada pepita, es ahora el libro que habla del agua que se sedimenta en roca preciosa.

El propio poeta definió a su obra:

"Es un poema brevísimo. En tres versos, un cuadro, un madrigal o una sentencia. Cursilería melosa, concreción redonda. Ni falte ni sobre la cara esencia para el minúsculo vaso".

Divide esta obra llamada Pepitas en: Pepitas Galantes, Pepitas amuletos, Pepitas cuadros, Pepitas políticas y Pepitas varias.

En las Pepitas galantes el tema del amor aparece mientras que en las pepitas amuletos que son como un breviario expresan la grandeza de su alma a través de sentencias.


5

La ilusión, el amor, luz de bengala

donde las "mariposas" queman el ala.


9

Si me miras, me miras con furor.

Pero mírame siempre,

hazme el favor!


14

Florece corazón cada minuto

si quieres dar, maduro,

siquiera un fruto.


20

¿Pides el precio del favor que hiciste?

Si fué "favor" de cierto,

cuenta no existe.


21

Ajústate a tu yo, sé lo que eres;

y armado, así, podrías

ser lo que quieres.


En las Pepitas cuadros aparece una visión fugaz de la naturaleza o una descripción animada de la urbe.


31

Su majada de nubes trae la luna

y... pasa sin mojarse

por la laguna.


34

Jazminero de focos ciudadanos...

Noctámbulos tranvías

zumban lejanos...


En las Pepitas Políticas se podría notar una leve denuncia nodal.


40

Al "animal político", que deja

de serlo llaman "hombre".

(Llopis se añeja.)


45

Hombre líquido es hombre de partido:

se amolda a todo jarro

donde es vertido.


En las Pepitas Líricas el poeta regresa a su yo mirando el mundo tal vez ya con una mirada de moribundo, según Alsina.


49

En mi alma desplomase la tarde

candente de nostalgias,

y... arde!...arde!...


51

Con sed cavé, cavé! Cavé un abismo!

y alcancé el agua fresca

que hay en mí mismo.


Finalmente, en las Pepitas varias puede hallarse variedad, como el poeta lo anuncia en el título que le ha puesto.


55

Lo que "se prueba" solamente "existe",

y esto se llama "ciencia",

pero qué triste!


59

Si es que tu corazón no es el calvario,

para nada te sirve

tu escapulario.


En Obras completas de Manuel Ortiz Guerrero, edición a cargo del Patronato de leprosos del Paraguay se explica:

"El deseo encarecido del inmortal poeta a su 'Dalma' ha sido recoger sus versos dispersos e inéditos, publicarlos en un libro bajo el epígrafe de 'Arenillas de mi tierra', y dedicarlos a su gran médico de cabecera, Dr. Luis Zanotti Cavazzoni, quien voluntariamente acudía a atenderlo en su refugio de la calle Antequera y la que lleva actualmente su nombre, voluntad sagrada que se cumple con la aparición de la presente edición."

Fue así como esta obra póstuma titulada Arenillas de mi tierra fue editada, gracias a Dalmacia, la viuda de Manuel. En esta obra aparecen los poemas Susana dedicado a su madre, Chamorro dedicado a su querido maestro Delfín Chamorro, La canción del soldado, el prólogo de la obra Yasy Yateré de Darío Gómez Serrato, entre otras obras como himnos a clubes deportivos y los versos de las guaranias que él escribió y Flores puso melodía como: India, Kerasy, Ne rendápe ayú, Paraguaype y Panambí Verá.



CAPITULO V

LAS GUARANIAS

 

Las guaranias de José Asunción Flores y Manuel Ortiz Guerrero

El joven músico -según Facundo Recalde- compuso la nonata Jejuí y luego la guarania madre: India. Ya conjugados los dos talentos nació Panambí Verá, Kerasy, Paragua'y, Ne rendápe ayú y Buenos Aires, ¡salud!, a esta última, Flores termina una estrofa inconclusa que dejó Ortiz Guerrero al morir.

Originalmente India fue una creación del brasileño Rigoberto Fontao Meza, pero Ortiz Guerrero la reescribió. Esta guarania, por Decreto del Poder Ejecutivo Nº 4.594 del 24 de julio de 1944 fue designada como una de las "Canciones Populares Nacionales" junto a Campamento Cerro León (polca épica) de autor anónimo y Cerro Cora de Félix Fernández y Herminio Jiménez.


India

India, bella mezcla de diosa y pantera,

doncella desnuda que habita el Guairá;

arisca romanza curvó sus caderas

copiando un recodo de azul Paraná.


De su tribu la flor

montaraz guayakí.

Eva arisca de amor

del Edén guaraní.


Bravea en las sienes su orgullo de plumas

su lengua es salvaje panal de eirusú,

collar de colmillos de tigres y pumas

enjoya a la musa de Yvyturuzú.


La silvestre mujer

que la selva es su hogar,

también sabe querer,

también sabe soñar.


Panambí verá

Panambí che raperãme,

reséva re yerokĩ,

nde pepo cuarajhĩ'ãme

tamora'e añeñotĩn.


Nde rera oicova cu eirá saitéicha che ajhi'o cuape,

jha ombo azucava cheve amboĩ'uvo che resaĩ,

cuñuatindĩrupi, ñu, ca'aguĩre, ne moñajhape,

icu’ipava anga che pope jhuguĩ sirĩ.


Regueyĩ jhagua che pope

aicova anga ro muña,

jha torĩpe, torĩpape

ché áripi rejhasá.


Panambí, nde ichaguá Tupa rĩmbá pico cu oímé iporãva,

resã ĩvĩtúndie che ĩvotĩtĩre nde sarakí,

remimbivero co che resape reminbipava,

tovẽ mba'ena nde rapĩcueri ta ñejhundí.


Mariposa refulgente

que danzas en mi cambio,

si a la sombra de tus alas

(pudiera yo reposar)


En mi garganta tu nombre anida cual miel arisca

y me azucara el llanto abierto cuando la bebo

entre espinares, campos y montes por perseguirte

Desmenuzada mi alma en la diestra sangrando está.


Para que en mi mano bajes

ay te sigo y te persigo

y alegre tú en tu alegría

Pasas encima de mí...


Mariposa, como tú, lumbre de Dios, ¿habrá tan hermosa?

vas con el viento entre mis flores a retozar,

cuanto más brilles solo en mis ojos resplandecerás,

Y entonces deja que tras tu paso me desatine.


(fuente y traducción de Antología de la Poesía Culta y Popular en guaraní de Rubén Bareiro Saguier y Carlos Villagra Marsal)


Otra hermosa guarania producto de los dos genios paraguayos fue Kerasy, la cual dedicó Flores a su par Ortiz Guerrero. En su estreno fue cantada en coro, en la noche del 9 de julio de 1930, en el entonces Teatro Nacional.


Kerasy

Ha akoi

karia'y ñaña

ahy'o porã

chembojahe'o.


Ha akoi-

na che kũ pohãi

nda'epa vaerãi

ko che mborayhu.


Kuarahy reiképe

pykasu rasã

omosũ va iképe

ñane avañe'e.


Che mbaraka kuéra

ko'ã ra'arõ

oñopũ va ikéra

pe ne korasõ.


Yo soy el de siempre

como si fuera hombre malo de nobles palabras

que hace llorar


Yo soy el de siempre sentimiento de irremediable dolor

que no puede expresar mi gran amor.


En el ocaso

oigo el clamor (lamento) de la paloma que evoca a mi

memoria mi lengua (guaraní)


Mi guitarra

al amanecer

interpretará el reflejo de los sueños

De su corazón.


La guarania cuyo texto dejó inconcluso Ortiz Guerrero fue Buenos Aires, ¡salud! debido a su  mal estado de salud con la tos que lo ahogaba. Aquí los versos que pudo dictar a Flores en su lecho ya de muerte


Buenos Aires: ¡Salud!

El ave parlante que canta y solloza de noche y de día

la guarania alada de la melodiosa selva guaraní,

presa en seis por ocho, como un homenaje de agreste armonía

traigo la guarania, bella Buenos Aires, traigo para ti.


Su gorjeo arpado te trae la cadencia de nuestras florestas

y amarán tus niñas, tus músicos vagos, tu pueblo gentil,

cruzará llorando tu calle Florida, entrará en tus fiestas

a dejar los ecos de alguna silvestre romanza en tu atril.


La estrofa inconclusa la agregó José Asunción Flores ya en Buenos Aires, cuando fue a presentar este nuevo género musical -como le había pedido Ortiz Guerrero- pocos días después de haber fallecido el gran poeta.

Pequeña cronología de obras de Manuel Ortiz Guerrero

* Villarrica 1921: Eireté, comedia en un acto.

* Asunción 1922: Surgente, poemas.

* Asunción 1922: El crimen de Tintalila, tragedia en tres actos. Asunción 1926: La Conquista, drama de la conquista española en tierra y alma guaraní.

* Asunción 1928: Nubes del Este, poemas.

* Asunción 1930: Pepitas, poemas breves.

* Póstumo: Arenillas de mi tierra, poemas inéditos y otros de distintas épocas, recopilados.



CONCLUSIÓN

“La caridad intelectual es la humildad de los genios"

"El genio es siempre de hecho, profeta porque expresa de un modo tan inexorable aquello a lo que el hombre está destinado, que su grito no puede sino confirmar la espera para la que el hombre está hecho"

“El Maestro quiere verte. .."le dice Darío Gómez Serrato a Flores

Manuel Antonio Ortiz Guerrero fue un genio, un profeta, un "Maestro" que realizó una gran caridad intelectual en tiempos en que una patria sacudida por las injusticias, un pueblo renacía de las cenizas de un pasado fatídico y atravesaba luchas de poder.

Representó la fe y el optimismo que iluminan lo oscuro del camino, la lumbre de amor que enciende la oscura loma y el seno baldío de la noche, es aquel mago genitario a quien convulsiona parto de universo.

Manuel Ortiz Guerrero representa el agua que surge de la tierra calmando la sed de infinito; representa el agua de la lluvia que cae de las "nubes del este" para fecundar la tierra con su ejemplo de lucha constante e incansable por el logro de los ideales más puros del alma. Representa las "pepitas" que adornan el alma del corazón más humilde y que se transforman nuevamente en "arenillas de la tierra" que iniciarán de nuevo el ciclo viviente a través del agua fresca y los cielos de nuestro amado Paraguay para seguir el curso normal de la vida buscando siempre en cada amanecer y en cada ocaso ascender en cada ciclo a un nivel más alto de perfección humana y espiritual.

Manuel Ortiz Guerrero no fue político, pero realizó acción política con su vida y sus versos; no fue docente titulado, pero dotó a las aulas del material necesario para la enseñanza y seguirá siendo un pilar ejemplar de la educación en valores con su testimonio de vida; no fue músico, pero plantó la semilla de la nacionalidad en la guarania; no fue publicista, pero publicó más material intelectual a su propia costa que cualquier imprenta nacional de la actualidad y no fue funcionario público, pero su obra es patrimonio cultural de la nación paraguaya.




BIBLIOGRAFÍA

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Bareiro Saguier, Rubén y Villagra Marsal, Carlos. Antología de la Poesía Culta y Popular en Guaraní, de la "Colección: Imaginación y memorias del Paraguay" (4). Edición de Servilibro para ABC color. Asunción. 2007.

Bogado Bordón, Catalo. Ortiz Guerrero... Solo con las estrellas. Vida y pasión del poeta (novela biográfica). Asunción. El Lector.

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Giusti, Roberto F. Lecciones de Literatura Argentina e Hispanoamericana. Buenos Aires. Ángel Estrada y Cía. S.A. 1947.

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Méndez Faith, Teresa. Breve Diccionario de la Literatura Paraguaya. Asunción. El Lector. 1996.

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Tusón, Vicente; Lázaro, Fernando. Literatura del siglo XX. Madrid. Anaya. 1995.

Velázquez, Rafael Eladio. Breve Historia de la Cultura en el Paraguay. Asunción. Centro de Publicaciones de la Universidad Católica. 1987

Wey, Walter. La Poesía Paraguaya. Historia de una incógnita. Montevideo. Biblioteca Alfar. 1951.

Artículo

Franco, Rosa. Manuel Ortiz Guerrero, Poeta Insobornable, en periódico La Prensa. Buenos Aires: 30 de marzo de 1958.

Entrevistas

A Ramiro Domínguez, José Luis Appleyard, Rudi Torga y Elvio Romero en El Poeta que canta al amor de la Subsecretaría de Estado de Cultura del Ministerio de Educación y Culto.

Revistas

Cabildo, año 3 NQ 9. Noviembre 2012: p. 12 y 13.

Juventud, revista quincenal. Asunción. 15 de setiembre de 1925. Año III. núms. 57 y 58.

Letras, revista mensual de Ciencia, Literatura, Crítica y Arte. Asunción. Números 4 y 5.

Agradecimientos especiales a:

Catalo Bogado Bordón, gran estudioso y compilador de cartas, manuscritos, fotos, entrevistas y documentos varios y valiosos de Manuel Ortiz Guerrero, por permitirme indagar en su archivo personal.

Agradecimiento a:

Biblioteca Pablo VI de la Universidad Católica Ntra. Sra. de la Asunción.


 

 

 

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ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL DIARIO ABC COLOR SOBRE EL LIBRO



ORTIZ GUERRERO, UNA CONJUNCIÓN PLENA DE HOMBRE Y POETA

“Manuel Ortiz Guerrero” es precisamente el título del libro que aparece hoy con el ejemplar de nuestro diario, como decimoquinto volumen de la Colección Gente que hizo Historia, de ABC Color y El Lector.

Esta biografía fue escrita por Adriana Medina Aguiar, quien recuerda que Manú es el poeta paraguayo más popular. Sin embargo, sus versos no son conocidos en la misma proporción que es conocida su dolorosa historia: una historia triste de bohemia y de dolencia incurable.

Señala que en los vates generalmente se encuentra una dualidad de caracteres: por un lado, el poeta, por otro el hombre. Como dos paralelas que no han de unirse jamás. En Ortiz Guerrero no sucede lo mismo, porque el verso es una prolongación del poeta como hombre: la forma del verso desmiente la frágil estructura de la carne. En él es el “hombre el que hace al poeta”.

En cuanto a los inicios de Ortiz Guerrero, Adriana señala que en el año 1912, Manuel y sus amigos de infancia Leopoldo Ramos Jiménez, Natalicio González y Facundo Recalde, bajo la tutela del intelectual Aníbal Codas, publicaron y llenaron la ciudad guaireña con un periódico manuscrito de numerosas páginas en el que se declaraban anarquistas y anticlericales. El cura de la ciudad los perseguía a caballo por las calles cuando los veía. Luego de aquella divertida experiencia, pero tal vez ya con menor rebeldía, siguieron con la revista Vida Nueva.

El año 1914 puede marcarse como la época en la que nació a la vida literaria Manuel Ortiz Guerrero porque al mismo tiempo que publicaba sus primeros versos –ya en Asunción– se daba a conocer en cenáculos y asambleas.

En el Colegio Nacional de la Capital lo aceptaron con mucha simpatía y en la tribuna se apoderaba de inmediato del auditorio con magnética atracción. Pudo haber llegado a ser el primer orador de su generación de habérselo permitido el destino.

Comenzó a escribir a los 18 años y, desde esa época se mostró influenciado por el modernismo. Sin embargo, su poesía juvenil está llena de reminiscencias de lecturas románticas que encajaban por supuesto con su alma de bohemio y de soñador. En El Nacional publicó sus primeros versos, pero cuando publicó Loca, Ofrendaria y Aromas en la Revista Letras su consagración fue definitiva.

La autora del libro sobre Ortiz Guerrero, Adriana Medina Aguiar (Asunción, 1978) es licenciada en Letras por la Universidad Nacional de Asunción.

Cuenta además con un posgrado en Literatura Hispanoamericana de la UNA, y es Máster en Filología Hispánica por el Instituto de la Lengua Española del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, España.

Es profesora de Literatura, Oratoria y de Lengua Castellana en instituciones privadas de gran prestigio en la capital paraguaya y también fue profesora auxiliar en la cátedra de Literatura Griega en la Facultad de Filosofía de la UNA.

Como escritora, cuenta en su haber un poemario publicado y otros inéditos; además es coautora de textos para la enseñanza de la lengua inglesa.

Publicado en fecha: 18 de Agosto del 2013

Fuente: www.abc.com.py/ ABC COLOR


 


ORTIZ GUERRERO NUNCA SE RINDIÓ ANTE SU MUERTE

Manuel Ortiz Guerrero (1994 – 1933) es un hombre que hizo historia en nuestro país. Por su poesía y por su condición humana; por su talento natural para las letras y por la emoción que despertó en sus connacionales. Mañana aparece el libro dedicado a su vida, escrito por la filóloga Adriana Medina Aguiar, dentro de la colección Gente que Hizo Historia.

Un nombre como el suyo no pudo estar ausente en una colección como esta, y por ello fue incluido en la serie para una nueva visión biográfica, escrita por Adriana Medina Aguiar, una joven autora y gran conocedora del proceso folclórico paraguayo. El libro aparecerá mañana domingo con el ejemplar de nuestro diario.

En esta entrevista, Adriana habla de su obra, la biografía de Manuel Ortiz Guerrero, decimoquinto volumen de la Colección Gente que hizo Historia, de El Lector y ABC Color. Ortiz Guerrero vivió en Asunción durante muchos años, hasta que decidió regresar a su ciudad natal: Villarrica.

–¿Por qué regresó a Villarrica?

–Aquejado por su enfermedad –la lepra– decidió volver a su ciudad natal como un modo de retorno al recuerdo de la infancia feliz que tal vez lo libraría espiritual y anímicamente de la tristeza y el dolor.

–¿Cómo puede definir usted a la obra poética Ortiz Guerrero?

–Es una obra profundamente optimista ante la vida, reflejo de una lucha interna por superar el dolor; una obra profundamente humana y reflejo de las diferentes corrientes literarias en auge en aquella época, desde el romanticismo, pasando por el modernismo, posmodernismo y las vanguardias.

–¿Quién fue Dalmacia para Ortiz Guerrero?

–Dalmacia fue el amor de Manú, la mujer que lo aceptó, lo cuidó y amó sin condiciones; la compañera de camino que estuvo a su lado hasta su último suspiro doliente.

–¿Qué participación tuvo en la concepción de la guarania junto a Flores?

–Surgen dos presuntos orígenes, el legendario y el documentado. El legendario plantea que todo lo hizo Manú, desde las melodías hasta las letras y que halló en Flores al intérprete de esas melodías. El origen documentado plantea que él intervino en el nombre dado al nuevo género musical y en la letra de varias de ellas.

–¿Cuándo y cómo murió Ortiz Guerrero?

–Murió el 8 de mayo de 1933, aquejado por la última faceta de su enfermedad. “La obra de la lepra la termina la tuberculosis”, señala su más destacado biógrafo, Arturo Alsina.

–A su criterio, cómo se explica la vigencia de la obra poética de Ortiz Guerrero.

–Ortiz Guerrero tiene vigencia porque cantó como todos los poetas al amor y a la muerte; y a la vida con una fuerza espiritual inmensa, de tal forma que adquirió tal vez una condición mítica para el pueblo paraguayo. Además, fue un Maestro en todo sentido para los de su generación y hasta para la nuestra. Tampoco se puede obviar su importante labor de dignificación de nuestro idioma guaraní.

Según indica en la introducción de su libro Adriana Medina Aguiar, hablar de Manuel Ortiz Guerrero es como hablar del “Kirito” paraguayo, aquel hombre bendecido por el Creador con el don de la vida, pero signado por la tragedia de su existencia desde su nacimiento hasta el último suspiro doliente. Una vida tal vez signada por tanto dolor para tocar la vida de otros – ¿una misión divina?– con el trazo delicado y profundo de la fe y la esperanza, con la pluma del optimismo pese al fracaso corporal, con el toque de alados dedos de profundo sentimiento para dejar en la historia de la cultura paraguaya una huella imborrable de un dolor estoico, de un lirismo inagotable.

Publicado en fecha: 17 de Agosto del 2013

Fuente: www.abc.com.py/ ABC COLOR



HIZO HISTORIA CON SUS VERSOS Y CON SU VIDA

Pocos escritores han llegado tan profundamente al alma del pueblo como Manuel Ortiz Guerrero.

Es que su existencia misma constituyó un canto que conmovió a todos. Y después, sus versos, muchos de los cuales fueron musicalizados por otro grande, José Asunción Flores, para enriquecer el acervo creativo paraguayo con piezas antológicas.

La vida y la obra del vate guaireño están compendiadas en el libro que aparecerá el domingo 18 con el ejemplar de nuestro diario, como volumen número quince de la Colección Gente que hizo Historia, de ABC Color y El Lector.

La obra fue escrita por la joven autora Adriana Medina Aguiar, especialmente para esta serie bibliográfica. La misma tiene un masterado en Filología Hispánica, obtenido en Madrid, España.

Manuel Ortiz Guerrero (1894-1933) es considerado como uno de los pocos representantes del modernismo en el Paraguay. Hijo de Vicente Ortiz, juez de campaña, y Susana Guerrero, quien murió tras el parto, fue criado por su abuela paterna, Florencia Ortiz.

Siendo aún muy joven se unió a su padre para participar en la revolución de 1912. Al resultar vencidas las fuerzas revolucionarias, deambuló con él por las selvas de Mato Grosso (Brasil), donde contrajo el beri-beri, la antesala del mal que más tarde lo llevaría a una vida aislada y solitaria: la lepra.

Su enfermedad, que ensombreció su vida social, aunque no su producción literaria, aparece varias veces en sus versos. Mucho antes había viajado a Asunción para completar la secundaria en el Colegio Nacional. Allí adquirió la fama de orador y recitador, y vivió un prolífico período de bohemia escribiendo para los diarios y algunas revistas literarias. Su obra en castellano recibió las influencias de Rubén Darío, aunque sus mejores trabajos los escribió en guaraní. Algunos versos alternan ambos idiomas. Su estilo no fue uniforme.

Tiene poemas memorables, como por ejemplo “Endoso lírico”, cuya última parte dice: “Devuélvole el billete a usted precioso/ con mi firma insolvente por endoso:/ sométalo a la ley de conversión,/ que, a pesar de juzgárseme indigente/ yo llevo un Potosí de oro viviente/ que pesa como un mundo: el corazón”.

Ortiz Guerrero compró una imprenta e instaló su propia editorial, Zurucuá Editorial Paraguaya, que manejaba con su compañera, Dalmacia, gracias a la cual recuperó la alegría de vivir.

En ella editaba libros y vivía de los talonarios de recibos, notas de venta y facturas que componía e imprimía.

Publicado en fecha: 16 de Agosto del 2013

Fuente: www.abc.com.py/ ABC COLOR




MANUEL ORTIZ GUERRERO

Manuel Ortiz Guerrero ganó una condición casi mítica en el imaginario nacional. Tal vez se deba a su condición de poeta que creó belleza desde su propio dolor. Por ello mismo, su existencia ha sido un ejemplo en lo artístico y en lo humano.

Adriana, filóloga y estudiosa de nuestro folclore, describe a su obra como “profundamente optimista ante la vida, reflejo de una lucha interna por superar el dolor; una obra profundamente humana y reflejo de las diferentes corrientes literarias en auge en aquella época, desde el romanticismo, pasando por el modernismo, posmodernismo y las vanguardias”.

“Ortiz Guerrero sirvió de puente entre las generaciones de las revistas Crónica y Juventud. Destacadas figuras como él, entre otras fueron: J. Natalicio González, Facundo Recalde, Leopoldo Ramos Jiménez y José Asunción Flores”, manifiesta Adriana Medina.

“Ortiz Guerrero tiene vigencia porque cantó como todos los poetas al amor y a la muerte; y a la vida con una fuerza espiritual inmensa, de tal forma que adquirió tal vez una condición mítica para el pueblo paraguayo”, afirmó.

Publicado en fecha: 15 de Agosto del 2013

Fuente: www.abc.com.py/ ABC COLOR


 

LIBRO SOBRE CONMOVEDORA VIDA DE ORTIZ GUERRERO

En su volumen número 15, la Colección Gente que hizo Historia, de ABC Color y la editorial El Lector, presentará el próximo domingo 18 de agosto “Manuel Ortiz Guerrero”, el libro de Adriana Medina Aguiar, cuyo contenido se centra en la vida y la obra del gran vate guaireño.

Este es un texto que constituye el más reciente estudio sobre Ortiz Guerrero, un poeta reverenciado por muchas generaciones y que sigue estando en el corazón del pueblo. A más de su poesía, el guaireño dejó una tremenda lección de vida en su lucha contra una terrible enfermedad, que jamás hizo mella en su espíritu solidario y en su condición humana.

Manuel Ortiz Guerrero, poeta bilingüe (español-guaraní) y dramaturgo, nació en Villarrica el 16 de julio de 1894.

Probablemente el vate más popular del siglo XX, Ortiz Guerrero es uno de los pocos representantes del modernismo paraguayo. Víctima de lepra a edad temprana, vivió desde muy joven en el aislamiento impuesto por su enfermedad.

 

POESÍA Y TEATRO

Con grandes sacrificios logró instalar una imprenta y en ese taller que le sirvió de sustento cotidiano publicó también la mayoría de sus poemarios y piezas teatrales. Escribió en español y en guaraní. De sus obras en español sobresalen “Surgente” (1922), “Pepitas” (1930) y “Nubes del Este” (1930), todas recogidas en sus “Obras completas” (volumen póstumo, 1952).

En 1969 apareció “Arenillas de mi tierra” –libro que reúne versos dispersos e inéditos del poeta guaireño, en español y en guaraní–, obra prologada por Santiago Dimas Aranda y publicada póstumamente.

De sus obras teatrales, se conocen: “Heirete”, “La conquista” y “El crimen de Tintalila”. Varios de sus poemas –y entre ellos “Ne rendápe aju”, uno de los más conocidos– fueron musicalizados por el maestro José Asunción Flores, creador de la guarania.

El encuentro entre ambos grandes referentes del arte paraguayo se produjo en 1929, cuando la guarania ya tenía cuatro años de existencia, a instancias de Darío Gómez Serrato.

Otras de sus letras memorables hechas guarania con música del maestro Flores, son: “Panambi vera”, “Kerasy”, “Paraguaýpe”, “India”, “Buenos Aires, salud”.

De más reciente aparición es el volumen póstumo titulado, simplemente, “Antología poética” (edición a cargo de Raúl Amaral), publicado por Editorial El Lector en 1996. Manuel Ortiz Guerrero falleció en Asunción el 8 de mayo de 1933.

Publicado en fecha: 13 de Agosto del 2013

Fuente: www.abc.com.py/ ABC COLOR

 

 

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